lunes, 2 de abril de 2018

Jornada 30. El retorno del Cid adelanta el domingo de resurrección para rescatar un punto

Tiempo de Semana Santa, de pasos, silenciosos o no, por toda la geografía española. Si hay un sitio donde se vive con pasión la Semana Santa, ese es en Sevilla, una ciudad entregada a sus cofradías para después pasar casi sin solución de continuidad al desenfreno de la Feria. El invicto Barça de Valverde visitaba en esta fechas posiblemente la salida más complicada que le queda en el Campeonato: el Ramón Sánchez Pizjuan, en vísperas para ambos de equipos de la ida de cuartos de final de la Champions. Pese a ello, el Sevilla de Montella salió con todo en la tarde noche del sábado ante su siempre animosa afición, que entonaba "a capela" como es habitual el himno de El Arrebato, para mi quizás el más bonito himno de todos los himnos modernos que intentan actualizar las vetustas melodías clásicas.


Valverde, con la baja confirmada de Busquets, cuya recuperación ha estado enfocada a poder contar con él para la ida de cuartos ante la Roma, sumó la ausencia en el once, del tocado Messi, que no había podido disputar ninguno de los dos partidos amistosos de Argentina en el parón de selecciones, donde triunfó en Italia, pero fue brutalmente sometida por la selección española con media docena de goles. Así, Rakitic ofició de medio centro, con Paulinho en la segunda altura del medio campo, e Iniesta y Coutinho en la banda izquierda en un teórico tercer escalón, para dejar la banda derecha a Dembélé y con Suárez en punta.

El Sevilla planteó magníficamente el partido con una presión continua, con Correa apoyando a Muriel para tapar a los dos centrales, evitando su superioridad numérica. Esto obligaba a Rakitic a colocarse entre los centrales, dejando el siguiente escalón de la salida a un Paulinho, incapaz de dar continuidad a ningún ataque, lo que envalentonó a los sevillistas en la presión y acabó obligando a Iniesta a venir un escalón más abajo para poder dar continuidad y altura al juego desde atrás. Sin embargo, nunca encontró el control suficiente el Barcelona, pese a que en los primeros minutos, cada una de sus llegadas eran una antesala de gol, sobre todo por el buen inicio de Coutinho y la frescura de Luis Suárez arriba que amenazó en un par de ocasiones la virginidad de Sergio Rico.

Según iba avanzando la primera parte, se iban espaciando y diluyendo las llegadas azulgranas, empezándose a imponer el Sevilla en todos los duelos individuales, con un Banega extraordinario, magníficamente escoltado por Nzonzi y Vázquez, y con unos muy agresivos Lenglet y Kjaer que continuamente anticipaban en campo contrario. Así, en una de las aproximaciones sevillistas Correa controló magistralmente un balón pasado para, tras apoyarse en un compañero, habilitar al Mudo Vázquez, quien soltado por un Paulinho una vez más decisivo en la vertiente negativa, remató demasiado solo ante la descolocada zaga culé. Con posterioridad, Piqué, al borde del descanso volvió a fallar un balón en la línea de gol, como hace un par de temporadas en el mismo escenario, en posición acrobática quizás innecesaria. De este modo nos fuimos al intervalo con un partido que se estaba jugando como más le convenía a Montella, y encima habiendo encontrado una valiosa ventaja.

El arranque del segundo tiempo fue aciago para los azulgrana, que recibieron el segundo gol en otro fallo de Paulinho, que controlando un balón en el balcón del área propia fue incapaz, no ya de girarse para salir, sino de controlar decentemente un balón que acabó en los pies de un Ter Stegen exigido y presionado. El despeje del guardameta alemán fue cortado por el Sevilla, que en cuestión de segundos se plantó nuevamene delante suya y tras un primer despeje a bocajarro del portero, acabara en los pies de Muriel, quien ayudado por el toque involuntario de puntera de Umtiti, encontró la portería tras pegar en el poste derecho. Un toque de suerte para Muriel, que no se repitió más en todo el segundo tiempo, donde desaprovechó no menos de media docena de contras claras con el Barcelona ya volcado en busca del gol que les metiera en el partido.

Tras el segundo gol sevillista, Valverde se vio obligado a tirar de Messi, quien desde la primera jugada metió el miedo en el cuerpo a equipo y afición sevillista. En el primer balón que tocó, puso en franquía, tras cabalgar entre contrarios 30 metros, a Coutinho que centró para que Kjaer en un extraordinario ejercicio defensivo impidiera el seguro gol de Suárez, quien minutos más tarde mandaría un balón a la madera tras asistencia de Jordi Alba. Pero el Sevilla, ante un Barça lanzado al ataque con los dos laterales casi a la altura de Suárez, gozó de numerosas contras magníficamente llevadas por sus mediocampistas, y solo su falta de acierto en la definición impidieron decantar definitivamente el partido a su favor. Serían una docena de llegadas, que tan solo exigieron una parada de Ter Stegen, y un balón sacado bajo palos por Piqué, ambos ante Navas. El resto de jugadas acabaron con disparos mansos y desviados.

Parecía que se iba apagando la llama de la esperanza azulgrana con el paso de los minutos, pero la salida de un extenuado Navas, que recién salido de lesión pidió el cambio, volteó completamente el escenario del partido. A partir del minuto 85, el Barcelona, a lomos de Messi, en plan Cid Campeador, empezó a llegar continuamente y con mucho peligro a la portería de un muy inseguro, por alto y por bajo, Sergio Rico. Primero la BP, rodeado de rivales en el área pequeña, forzó un córner, y tras un primer rechace, Rakitic cabeceó al palo con Rico batido. El consiguiente contraataque sevillista la cortó Messi en campo propio para volver a poner a Suárez en posición de remate que acabó en córner. A la salida de ese saque de esquina, el uruguasho en posición acrobática casi imposible consiguió por fin perforar la meta sevillista, en el gol que buscaban los azulgranas para poder entrar en el partido. Rápidamente devolvieron el balón al medio del campo los azulgranas, y se podía leer la duda y el miedo en la cara de los sevillistas, quizás presagiando lo que segundos después se vendría sobre ellos.

En el saque de centro, robó el equipo azulgrana, y Coutinho se adentró en el vértice derecho del área sevillista, centró atrás, Suárez dejó pasar y Messi, viniendo desde atrás, embocó su tiro más típico, calcado al del Benabeú del año pasado, empatando un encuentro de manera inverosímil, tanto por la superioridad sevillista como por los apenas 50 segundos que pasaron entre un gol y otro. Y es que Messi, sin apretar demasiado para no forzar sus tocados isquios, metió el miedo en el cuerpo al Sevilla solo con entrar, lo consolidó con su primera jugada en el campo, y lo certificó con un gol marca de la casa, ante la que es quizás su víctima favorita.

También me quedo con los buenos minutos de Denis, que no jugaba desde Anoeta en enero y testimonialmente. Sumó un hombre más a la espalda de los mediocentros sevillistas, aportó desborde y siempre punzante, contrastó con el hombre a quien sustituyó, Paulinho, que una noche más fue incapaz de dar un balón en ventaja a un compañero, mostrándose como un auténtico lastre, pues tampoco llegó al área, ni aportó sostén defensivo alguno. En mi opinión, ha llegado un momento en que se hace necesario prescindir del brasileño.

Al final, de manera un tanto inmerecida por el desarrollo del partido se salvó la condición de invicto y apenas queda un partido para igualar el récord de la Real Sociedad de Hormaechea de 1980, precisamente a caballo entre las dos temporadas anteriores a sus títulos de Liga. Los donostiarras estuvieron 38 jornadas sin perder, hasta visitar precisamente Nervión, donde Bertoni y sus compañeros acabaron con su racha. Esta vez, a punto estuvo de repetir el equipo hispalense su habitual corte de una racha, pues ya el año pasado consiguieron también contra el Madrid de Zidane, que no había perdido hasta entonces tampoco, endosarle su primera derrota.

También fue un buen preludio para la final de Copa del próximo día 21, en la que el mazazo psicológico del empate del pasado sábado seguro que pesa en la cabeza de los jugadores del Sevilla en el momento de volver a ver enfrente al Barcelona, ese día seguramente liderado desde el primer minuto por su rival más temido, la Bestia Parda.

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