Tras el muy meritorio empate en el Metropolitano, se asomaba el Barça a la tercera jornada de la Champions, como líder de grupo y con pleno de victorias tras las dos primeras jornadas ante Juventus y Sporting de Portugal. Recibía al, en principio, rival más débil del grupo, el Olympiakos, que venía además en una crisis de resultados en el campeonato griego que suele dominar claramente, agazapado en una modesta quinta plaza que ya ha puesto en el disparadero a su técnico, Takis Lemonis. El Camp Nou, en una muy desapacible tarde-noche de lluvia, apenas registró media entrada, algo extraño en noches de Champions.
Valverde dio la titularidad a los 3 jugadores que cambiaron el signo del partido el pasado fin de semana ante el Atlético, renovando totalmente el carril derecho del equipo: Sergi Roberto por Semedo, Paulinho por Rakitic y Deulofeu por André Gomes. Además, Digne se asomaba al lateral izquierdo ante las molestias de Jordi Alba, lo que pese al más que decente partido del francés, redujo el peso de la banda izquierda en el reparto del juego ofensivo azulgrana, potenciando al carril derecho y sus nuevos inquilinos.
La falta de presión y la inoperancia ofensiva del Olympiakos radicalizó un escenario parecido al de los últimos minutos del Metropolitano, con el Barça buscando el gol sin recibir apenas sobresaltos, más allá de una tarjeta amarilla, a la postre relevante, de un Piqué que sigue lejos de su mejor versión. Sergi Roberto seguía asomándose al pico derecho del área, haciendo ganar mucha altura al juego por su banda, Deulofeu esperaba abierto, y recibiendo en banda para encarar el uno contra uno, bien de su lateral, de Messi o de los cambios de orientación de un otra vez inspirado Iniesta. Y Paulinho era feliz percutiendo en la frontal del área constantemente, lo que a su vez liberaba espacio a Messi en tres cuartos, sin necesidad de retrasarse demasiado dada la inclinación del campo hacia la meta del meta Proto que enseguido vio cómo se le acumulaba el trabajo.
Era cuestión de tiempo que llegara el gol, y éste se produjo en una buena jugada combinativa en la frontal, que terminó con un cambio de juego de Iniesta hacia Deulofeu que ganando la espalda de su marcador, ponía de primeras un balón que era introducido una vez más (y ya van 5) en propia puerta por un defensa griego, Nikulau. El partido era absolutamente unidireccional, y se mascaba una goleada, pues Suárez, Messi y Deulofeu, hacían lucirse al portero griego y Paulinho se encontraba con la madera en un cabezazo en otra de sus llegadas de segunda línea.
Sin embargo, todo pudo torcerse por obra y gracia de Gerard Piqué, que ya habiendo sido amonestado en una jugada donde el único delantero le pilló en paños menores con un movimiento básico de "me acerco a la base y salgo en ruptura", decidió intentar su gol, como tantas otras veces en las postrimerias de partidos decididos. Pero esta vez era con 1-0 y antes del descanso. Una falta rápidamente sacada, y que Piqué aprovechó para salir disparado hacia el área para, tras rechace del portero a tiro del muy incisivo Deulofeu, el mejor del Barça hasta entonces, acabar metiendo entre la mano y el cuerpo el balón en la portería, si bien de manera quizás instintiva, desde luego inapelable. Resultado: gol anulado, segunda amarilla, expulsión y Gerard Deulofeu cambiado por Mascherano al inicio de la segunda parte. Una pena porque el de Riudarenes estaba ante una oportunidad magnífica para recuperar de golpe toda la confianza perdida con la falta de titularidades del último mes.
La segunda parte podía haberse complicado en caso de que el Olympiakos hubiera sido un equipo mínimamente competitivo, pero lejos de eso, Messi se puso a los mandos, y en dos jugadas acabó con cualquier posibilidad de sorpresa. Primero una falta magistralmente lanzada por encima de la barrera cuando parecía no haber espacio para hacerla bajar, y posteriormente tras sentar a un defensa, ganar línea de fondo y asistir atrás para el buen disparo cruzado de Digne. De ahí al final, algunos cambios, y el inmerecido gol del honor a la salida de un corner del equipo griego en un gran cabezazo del desafortunado Nikulau, que así se pudo resarcir de su gol en propia meta con un remate a la escuadra de un inédito Ter Stegen.
Clasificación más que encauzada y posibilidad de conseguirla directamente en la siguiente jornada en Atenas. Plácida victoria en un partido sin demasiada historia competitiva, pero que sigue construyendo en la confianza de la victoria el proyecto de Ernesto Valverde, que ayer cumplía 100 días como técnico azulgrana, cumplidos con una más que buena nota desde mi punto de vista.
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