Ayer, 15 de agosto, día de Festa Major, se disputó el tradicional y lastimosamente decadente torneo veraniego que organiza el FC Barcelona, el Trofeo Joan Gamper, o "el Gamper" como todos siempre lo hemos conocido. Se disputó a una hora temprana, las 18.30, más temprana todavía que las del primer partido de los tradicionales y ya olvidados Gamper, que hasta 1996, se disputaban en un cuadrangular con semifinales, final y partido por el tercer puesto. Esta edición se tuvo que disputar a deshoras, porque en el primer time futbolero empezaba la Supercopa de Europa entre los equipos madrileños y la UEFA desaconseja o directamente no permite que se jueguen partidos en los mismos horarios que los de sus competiciones.
Son esas cosas del fútbol moderno que a los viejunos (o Vintage como a mi me gusta decir) nos hacen bramar eso de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". En los 80, los mejores equipos de Europa y América pasaron por el Trofeo Joan Gamper, en lo que era la presentación y primera toma de contacto con el equipo para la afición culé. No existían las redes sociales, ni las giras por otros continentes televisadas, y el culé esperaba ávido de ver si las nuevas incorporaciones podrían hacer de la temporada un éxito. Si el equipo pasa con éxito la prueba del Gamper, se escuchaba en los aledaños del Camp Nou el "aquest any, sí", que casi siempre para octubre se había tornado en un "aquest any, tampoc".
Para mí, personalmente, era una fecha marcada en rojo en el calendario, y el momento más esperado de mi vacaciones en la Costa Brava, o avanzada la década de los ochenta en Cambrils. Todo un ritual. Comida en la Barceloneta, comprar el periódico en las Ramblas, empanada para el partido en el Nuria, y camino al campo, tomar algo en el Rala, y tras el partido reencontrarnos con mi madre para cenar algo ligero en uno de los restaurantes de la Diagonal al lado del edificio de La Caixa, y volver al lugar de vacaciones ya pasada la medianoche.
Con el paso de los años, la masiva retransmisión hasta de los entrenamientos, los compromisos comerciales en pretemporada y el cada vez más temprano comienzo de la Liga, redujo notablemente la disponibilidad de fechas paralelamente a la pérdida de interés como prueba de fuego del equipo. El torneo pasó a partido único, y como protocolaria presentación del equipo, e incluso en los últimos años, casi a partido de costellada con equipos que son fácilmente goleados por el Barça. De hecho, la última vez que fui, fue en 2008, con el "abróchense los cinturones" que pronunció Guardiola para la temporada en que nos pasamos el fútbol con el sextete. Fue precisamente contra el mismo rival de ayer, Boca, que ya años antes en 2003 había venido en el debut de Ronaldinho en el Camp Nou, y que también tuve oportunidad de presenciar en directo.
La decadencia del partido en si, se demuestra en que ya ni siquiera se empieza con el teórico once titular, sino que se aprovecha para mezclar titulares y suplentes en cada parte, como ocurrió ayer. Fue un partido sin historia ni juego, tan solo de detalles, como el primer gol en el Camp Nou de Malcom, que dio muestras de su gran disparo, el primero también pero de la temporada de Messi, y la confirmación de que Rafinha tiene un sitio en la plantilla y que Riqui Puig tiene ángel, pese a no hacer un gran partido ante la falta de intensidad colectiva. Ayer, como en 2008, lo mejor fue un discurso, esta vez el de Messi, que conciso pero claro, agradeció el legado de anteriores capitanes, puso en valor a las incorporaciones y marcó como objetivo la Champions para esta temporada. Esperemos que como hace 10 años, la temporada sea igual de histórica.
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