Se cerraba la jornada 8 de la Liga en Mestalla con el que los clásicos llamaban "partido de la jornada" sin duda alguna. El FC Barcelona, tras tres tropiezos consecutivos en el campeonato visitaba a un Valencia que todavía no había conseguido vencer en su estadio en lo que llevamos de Liga, pero que venía en una clara línea ascendente de juego y confianza, certificada por el meritorio empate de los chés en Old Trafford ante el otrora temido, hoy en clara decadencia Manchester United.
El Barça, por su parte, llegaba tras el esperanzador partido de Wembley en Champions que parecía cambiar la tendencia negativa de los anteriores partidos. Valverde, por ello repitió el once de la Champions entre semana con apenas el cambio del central izquierdo, entrando Vermaalen por Lenglet, y manteniendo a Arthur, que tan buena impresión había causado entre semana junto a Busquets en el mediocampo.
Sin embargo, los partidos pueden regalarte escenarios muy distintos, casi opuestos como se vio en Mestalla, frente a Wembley. En Inglaterra, el Barça se adelantó prácticamente en la primera jugada, aumentando las prisas del contrario. Esta vez, ocurrió lo contrario y el Valencia se encontró con un gol de corner tras un par de desafortunados intentos de despeje azulgranas. Marcelino empezaba el partido en una posición absolutamente soñada e ideal, tácticamente para su repliegue y salida rápida, y para elevar la moral de su equipo.
Mucho se ha hablado del primer cuarto de hora azulgrana, pero yo debo decir que me gustó mucho la templanza del equipo tras encajar el tempranero gol, y, al igual que ante el Tottenham intentó desactivar la euforia con la posesión, el ataque ordenado y la presión ante cualquier pérdida. Aun así, es cierto que el Valencia todavía tuvo arrestos para amenazar con un par o tres de contras que incomodaron al siempre impertérrito portero alemán del Barcelona, pero que tampoco le exigieron en demasía. La lesión de Guedes fue un antídoto perfecto para el arrojo inicial valencianista que poco a poco vio como se iba aculando hacia su portería. Aunque tuvo que ser un gol inventado de la nada por parte de Messi, con pared con Luis Suárez y latigazo imposible a la base del poste izquierdo de Neto.
De ahí al descanso, el Barça se hizo dueño y señor del partido, merodeando la frontal pero sin acabar de golpear con un segundo gol que podía haber roto el partido a su favor. Ya en el arranque del segundo tiempo, el Valencia volvió a apretar al inicio con algunas llegadas con peligro, pero esta vez sin el premio del gol, y ya la última media hora volvió un dominio azulgrana, infructuoso a mi entender por el cansancio acumulado por el derroche físico del partido entre semana, sumado al buen ejercicio defensivo valencianista.
El empate, que objetivamente es un muy buen resultado en Mestalla, tras los malos partidos en Liga de las últimas jornadas y tras haber arrancado por detrás en el marcador casi desde el vestuario. Pero sin embargo deja un sabor agridulce por no poder confirmar con un triunfo las magníficas sensaciones ofrecidas entre semana, y no aprovechar otro tropiezo del Real Madrid para empezar a poner tierra de por medio.
Arthur confirmó su buen momento ordenando al equipo desde el pase, con récord en este ámbito de la temporada con casi 150. Su seguridad con el balón en los pies, en contraste con la ausencia de pérdidas de Dembélé, ayudan a mejorar defensivamente el equipo, pues lo instala en el último cuarto de campo, previo circuito inicial de pases de seguridad, y facilita la presión arriba, que fue quizás lo más positivo del partido.
En contraposición, Busquets, inmaculado en Wembley perdió muchos más balones, al buscar con insistencia en vertical a Messi, y por que en muchas ocasiones estaban excesivamente horizontales los tres medios e incluso los centrales. Si a ello le sumas que es el segundo partido tercer partido exigente consecutivo frente a rivales agresivos (Athletic, Tottenham y Valencia) encontramos fácil diagnóstico al irregular partido de Busquets.
Messi, estuvo más centrado de lo habitual, cayendo incluso en ocasiones por la izquierda para asociarse con Arthur y Coutinho, lo que ocasionó que el equipo estuviera excesivamente escorado hacia su lado fuerte, dejando huérfano a un mejorado Semedo en derecha, que apenas sufrió los primeros minutos con Guedes, y que se sumó con mayor acierto de lo recientemente vivido al ataque, aunque le siga faltando finura en la finalización de sus acciones.
Entre el mencionado cansancio y la falta de amenaza en desborde o profundidad del equipo, donde ni Suárez ni Coutinho ofrecen ese perfil que sí cubría de sobra Dembélé, al equipo le faltó un poco de intimidación a la defensa valencianista que solucionó con solvencia el dominio posicional azulgrana, aunque eso sí, apenas se asomó en la última media hora a las inmediaciones de Ter Stegen.
Parece que Valverde ha encontrado con Arthur una llave para volver a sellar el equilibrio que caracterizaba al equipo el año pasado, aunque desde la posesión y el pase, mucho más del gusto del aficionado azulgrana. Sin embargo, convendría ajustar algunas piezas que parece que han quedado fuera como Dembélé y Vidal, que podrían dar una profundidad y agresividad que ayudaran a compensar la falta de amenaza al espacio y desde segunda línea del equipo.
Ahora viene un parón de selecciones muy conveniente que quizás ayude a recuperar sensaciones a piezas que se encuentran algo por debajo de lo esperado como Piqué o Luis Suárez, que se quedarán en Barcelona para encontrar el pico de forma que todavía parece lejano. Ya el año pasado el uruguayo aprovechó este parón para volver como un tiro hasta Navidad en su mejor fase de la temporada, que este año coincide con una secuencia de partidos atractivos y ante rivales de enjundia. El primero, nada más volver de las selecciones el flamante nuevo líder de la Liga, el Sevilla que visita el Camp Nou el sábado 20 de octubre.
Messi sigue engordando el Bestiapardómetro, que queda como sigue:
Goles: 11
Asistencias: 4
Penúltimos pases: 4
Postes: 8
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