Tras conseguir la primera posición del grupo en el entretenido grupo de Champions que había tocado, el Barça volvía a la Liga en su estadio ante un rival, el Villarreal, en unas posiciones muy por debajo de lo que su potencial e historial reciente en Liga presumirían, pero ante el que cabía hacer una actuación convincente, pues tras dos partidos consecutivos sin ganar en el Campeonato, y con la preocupante imagen que el equipo había dado en Eindhoven, se hacía necesario un golpe sobre la mesa en cuanto a juego, no solo resultados.
Sin embargo, la primera noticia de la tarde no hacía albergar buenos presagios, pues Valverde repetía la alineación de entre semana, en otra muestra más de la alarmante falta de audacia por parte de nuestro entrenador para explotar una plantilla que él mismo había venido calificando de muy mejorada respecto al año anterior. Todo hace indicar que un año más llegaremos a marzo con 11 o 12 tíos fundidos y el resto absolutamente faltos de ritmo por la falta de oportunidades que se les brinda durante los primeros seis meses de competición.
Los interiores volvían a ser teóricamente para Vidal y Rakitic, es decir lo menos conveniente para un equipo que seguramente, como así fue, colocara dos lineas defensivas bastante bajas. Lo cierto es que en realidad fue todavía peor. Rakitic fue un doble pivote por derecha de Busquets y Arturo Vidal, ejercía por delante compensando los movimientos que un Messi, falsol nueve, realizaba acercándose a la base ante la escasa producción ofensiva del equipo.
En la primera parte, tan solo nos pudimos llevar a la boca alguna arrancada de un entonado Dembélé por derecha, donde se compenetró bien con Semedo, quien sin embargo sigue sin entender bien qué es lo que le pide la jugada en cada momento, y que acaba centrando siempre inexorablemente contra los cuerpos de los defensores. Así batimos el récord de corners a favor de la Liga. Un motivo como otro cualquiera para ir a Canaletas, vaya. Aunque bien es cierto que en el rechace de uno de ellos, el "mosquito" volvió a ponerla en el área y un imponente Piqué, el mejor del partido para mi, atrás y adelante, cabeceó picando el balón y batiendo a un Asenjo que no pudo desviar su remate.
Apenas unas escasas intervenciones del Messi más apático de la temporada, forzaron un par de amarillas que bien debieron ser alguna más, pues el medio defensivo groguet Cáseres acabó inexplicablemente sin ser amonestado, pese a merecerlo en no menos de tres ocasiones con claridad. El Villarreal, nada de nada. Tan solo una acción de pillo del siempre incisivo Gerard Moreno que acabó en el poste de Ter Stegen ante el único error de la defensa azulgrana en todo el partido, eso sí, muy poco exigida.
En la segunda parte, el Villarreal se echó hacia adelante y pasó a dominar absolutamente el partido, pese a un primer par de minutos en que el Barça tuvo varios corners y disparos a la portería amarilla. No es que amenazaran en exceso, pero eran dueños del balón los de la Cerámica, y estaban a las puertas del área de Ter Stegen durante demasiado tiempo. El aburrimiento del primer tiempo dejaba paso a una cierta inquietud.
Pero en los últimos veinte minutos, Valverde dio la alternativa a Aleñá por Vidal, y en esa posición se mostró más eficiente y amenazador que el chileno, que tampoco es que estuviera mal, pero ensució en demasía jugadas por su movilidad compulsiva y poco meditada. El partido iba languideciendo, hasta que se produjo la jugada del partido. Aleñá le dejó un balón a Messi en tres cuartos, y lanzó un desmarque de ruptura que la Bestia Parda adivinó al instante y le puso entre cuatro defensas un balón que fue al sitio y a la velocidad justa para dejar al canterano mano a mano con Asenjo, y tras controlar el dulce envío del rosarino, levantó con el exterior de su pierna izquierda sobre el cuerpo de Asenjo que apenas pudo rozar el balón con el hombro viendo cómo se colaba mansamente en su portería para finiquitar el partido, y significando en primero gol en Liga de uno de mis protegidos desde hace años, Carles Aleñá.
Carles ya debutó hace un par de temporadas en Copa del Rey en Alicante, marcando el día de su debut el gol que evitaba una vergonzante derrota ante un 2ªB como el Hércules en el Rico Pérez. Fue con un gran disparo ajustado y raso, una de las marcas de la casa. Ayer, puso la finura en vez de la potencia al servicio del gol, y tal y como hace 13 años, una tarde de mayo contra el Albacete Ronaldinho hizo con él, Messi le sirvió en bandeja su primer gol como azulgrana en el Camp Nou. Seguro que será el primero de muchos, aunque cien por cien seguro que serán muchos menos que los que siguieron al del argentino en aquel lejano ya 2005. Un estreno con mucha simbología, del que espero que sea jugador importante en la plantilla la próxima década y al que me gustaría pudiera heredar, espero que en un tiempo todavía lejano la zamarra número 10 del astro rosarino.
En resumen, un partido con mejores números para el teletexto: victoria, liderato, portería a cero tras tres meses en Liga para MAtS, y primer gol de una de las joyas de la Masía. Pero no podemos ocultar el tedio, la falta de fluidez, las escasas amenazas que en un día en el que Messi estuvo de lo más gris que uno recuerda, y las preocupantes sensaciones que siguen dando titulares como Coutinho y Rakitic. Luces y sombras para un partido para el olvido.
Y si, personalmente no lo fue, es por el segundo gran estreno, que ya toca con lo personal, pues tras un fin de semana de cenas de trabajo y del equipo de fútbol, la tarde del domingo en el sofá, tuvo una invitada especial. Mi hija mayor, la menos futbolera de todas, hay que decirlo, estaba empezando a estar un poco malita, y recostada conmigo en el sofá estuvo presenciando todo el partido con su padre, por primera vez. Y al acabar, y preguntarle su madre si se había quedado dormida, le respondió que había estado viendo el partido del Barça con papá tumbada. La tercera generación de Culés de Chamberí, esta vez en formato femenino, parece que va viento en popa.
Seguimos actualizando el Bestiapardómetro, esta vez con una asistencia más:
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