Tras la toma previa de entre semana del bastión rival en Copa, el Barça volvía a jugar en quizás el estadio donde se siente más cómodo jugando de toda Europa, el Santiago Bernabéu, para intentar acabar con cualquier atisbo de clavo ardiendo al que asirse por parte del madridismo y, de paso, dar otro golpe de autoridad que evite cualquier tentación del Atleti de no centrarse exclusivamente en la Champions con la final en su estadio de este año.
Dado que tanto el viernes como el lunes eran días no lectivos por Chamberí, nos fuimos con la familia y algunos amigos, a esquiar al pirineo ilerdense, concretamente a Boí Taüll, donde solemos ir los últimos años a pasar un fin de semana largo de esquí en un ambiente más bien familiar y tranquilo. La casualidad quiso que por primera vez en bastante tiempo, no tuviera que asistir a un Madrid-Barça en territorio comanche, sino más bien amigo, como bien pude comprobar apenas me había sentado con un colega y su hijo, ambos madridistas, para ver el partido en el bar del Resort donde pernoctábamos. Bien es cierto, que elegimos la esquina madridista del bar, con un par de familias un tanto clandestinas, mientras que tanto yo como mis dos generaciones de madridistas que quisieron ver el partido, lucíamos atuendos oficiales de nuestros respectivos equipos.
El Madrid, salió con el que, dados los estados de forma de sus jugadores es su once titular, con presencia de Reguilón y el desacertado ante puerta Vinicius por banda izquierda, y con Bale en la derecha por delante de Carvajal. Desde el primer minuto se apreció que, a diferencia del partido de Copa, el lateral de Leganés no iba a contar con ayuda ninguna por parte de su compañero de banda, que de manera vergonzante se rebajó de toda responsabilidad defensiva sobre su teórico par, Jordi Alba, creando continuos dos para uno con Dembélé, que eran imposibles de defender. Tal fue su desvergonzada actitud, que llegó a cabrearme a mí, encantado en principio por su dejadez. La pitada que le brindó el Bernabéu al ser cambiado a la hora de juego, hasta me pareció leve, a pesar de lo que vaya diciendo el impresentable de su representante por los platós británicos.
Valverde, por su parte, consciente de lo milagroso del resultado de Copa a tenor del juego desplegado, trabajó en los días previos con mucho acierto para encontrar antídoto a los problemas tanto defensivos como de juego del equipo. En el primer epígrafe decidió darle el lateral derecho a Sergi Roberto, con Rakitic por delante, para buscar minimizar la efervescencia de Vinicius, y vaya si lo consiguió. El de Reus, le dio siempre salida a banda para allí, con la inestimable ayuda de un imperial Piqué bajar el suflé del brasileño, robándole una y otra vez la pelota en los alrededores de la portería. En lo relativo a la fluidez, la solución era clara: Arthur. El brasileño volvió a demostrar que es una pieza imprescindible si se quiere controlar un partido desde la posesión, y Busquets cada vez va entendiéndole mejor, y generosamente va adaptando sus movimientos para evitar los solapamientos de inicio de temporada.
El partido empezó con un Barcelona mucho más dominador que en la Copa, controlando perfectamente las escasas incursiones madridistas, casi siempre protagonizadas por el inocuo Vinicius, y siempre resueltas por la soberana actuación de la para mí sin duda mejor pareja de centrales del fútbol europeo a día de hoy: Piqué y Lenglet. El de la Bonanova se marcó un partido absolutamente rotundo, acertadísimo en el corte, despejando todos los balones aéreos que caían por su zona y ayudando como arriba mencionaba a Sergi Roberto en la trampa a Vinicius. Según avanzaba el partido, se iba vislumbrando la cercanía del gol azulgrana, pues cada vez que Messi tomaba un balón y habilitaba al sector izquierdo el peligro se olía. Y en esas, en una buena combinación de la pareja del sector derecho, Sergi Roberto vio el desmarque en ruptura de Rakitic que ganó la espalda de un desafortunado Ramos, y ante la pobre salida de Courtois, que descubrió casi toda su portería, el croata picó hábilmente el balón para que entrara suavemente en la portería madridista.
De ahí al final de primer tiempo, se vivieron minutos de sometimiento azulgrana, si bien algo faltos de punch final. El comienzo de la segunda parte, pese a los esfuerzos inútiles del Madrid por poner el equilibrio del marcador confirmó la superioridad azulgrana ante un rival psicológicamente hundido tras la derrota de entre semana y volver a verse a remolque en el marcador. Esta vez ni siquiera se necesitó una parada de mérito de Ter Stegen para llevarse a casa la segunda portería a cero consecutiva en el Bernabéu de la semana, y pese a que Dembélé, un infatigable Suárez y un Messi de nuevo en modo ahorro de energía, dispusieron de posibilidades para agrandar la herida, el solitario tanto de Rakitic finalmente decidió la contienda, apeó del segundo campeonato en 4 días al Madrid, y certificó la hegemonía del Barcelona tanto en el Bernabéu como en la Liga, que puede quedar definitivamente sentenciada a principios de abril con la visita del Atlético en el Camp Nou. Esperemos que así sea...
No hay comentarios:
Publicar un comentario