Esta jornada no pude ver el partido del Barça en directo, ya que estaba disfrutando con una pareja de amigos, su 40º cumpleaños en un sarao de lo más divertido que montaron para compartir con nosotros tan señalada fecha. Por eso, he podido ver el partido desde la frialdad de conocer el resultado, dedicándome a analizar las causas del resultado, y no pensando a posteriori sobre lo intensamente vivido en un partido en directo.
La primera noticia del partido fue la indisposición de Messi, lo que significaba que el partido viraba de manera subita, y la buscada 5ª tarjeta de Luis Suárez comenzaba a tener tintes dramáticos, lo que por otra parte me parece en cierto modo un punto de justicia poética hacia este tipo de artimañas de equipos y jugadores. Aunque parece que siempre se cumplen estas cosas en contra del Barcelona. Debe ser nuestra falta de sintonía con el esoterismo que tanto trabajan en otras latitudes no tan lejanas...
El partido empezó con un dejá vu de otros partidos malos en el Estadi. 1-5-4-1 del rival, y atolondramiento habitual del juego posicional ofensivo. Las ocasiones caían a cuentagotas, más por acumulación de contrarios en la cercanía del área que por méritos del equipo azulgrana. El Málaga, apenas pasaba del medio campo, como ya pasó hace unas semanas con el Granada, pero sobrevolaba la maldición del ex, plasmada en Sandro, ese futbolista que por buena persona dejamos ir con la carta de libertad en otra asombrosa gestión de nuestra simpar dirección deportiva.
Sandro, muy buen jugador qué duda cabe, no se adapta tan bien al papel dual de náufrago y ancla. Náufrago, porque nunca tenía a nadie cerca; y ancla, porque debía encargarse de bajar los despejes desesperados de sus compañeros de la doble linea defensiva. Al haber sido formado en La Masía, Sandro no está en modo alguno acostumbrado a que su equipo no sea protagonista del encuentro, y cuanto menos a tener que aprovechar balones perdidos una vez cada cuarto de hora. En eso, Deyverson con el Alavés dio un clinic, y Kravets del Granada hizo un entrañable pero agotador ejercicio de voluntarismo, que nunca pudo ser aderezado por una calidad de la que adolece en comparación con los anteriores.
Los minutos caían, los interiores, esta vez Denis y Rafinha, aunque este último intercambiando posiciones con Arda, caían en la intrascendencia, no aportando la fluidez en la circulación necesaria para romper a una defensa bien plantada, concentrada y solidaria, cuyo último bastión, Carlos Kameni, comenzaba a dar muestras que esta vez le tocaba ser N´Kono en el Camp Nou y no Rufai.
Piqué y Kameni fueron los mejores jugadores del partido |
Con la ausencia ya conocida de L. Suarez y de última hora de Messi, todas las miradas se fijaron en Neymar, que voluntarioso equivocaba la mayoría de las decisiones, algo que desafortunadamente se está haciendo ya habitual, pero, además, esta vez no estaba acertado en el regate durante la primera parte. En la segunda, se intentó echar el equipo a la espalda durante la primera media hora, con más voluntad que acierto, pero, Piqué aparte, fue sin duda el hombre más peligroso para la defensa malaguista.
¿Y Alcácer? ¿Qué pasó con Alcácer? El de Torrent, aparte de inmerso en una de esas malditas rachas de delantero en que no acertaría con el Arco del Triunfo a puerta vacía, tiene una nula intervención en el juego que lleva a estadísticas tan demoledoras como que estuvo desde el minuto 10 al 41 sin tocar un solo balón. Bien es cierto que sus movimientos muestran siempre sentido, y ayuda fijando, abriendo y descolocando defensas, pero llega un momento en el que a un jugador del Barça, sin entrar a tocar el tema del precio y sus circunstancias, se le debe pedir mucho más. Personalmente, siempre he sido un admirador del juego de Alcácer, y #MisVikingos pueden dar fe de ello, pero es evidente que debe aportar muchísimo más de lo que hasta ahora le hemos visto.
El último cuarto de hora, tras la discutible expulsión de Llorente, en una entrada desmedida, pero menos dura de lo que pareció a primera vista, fue un quiero y no puedo del conjunto azulgrana. Apretando con más intensidad que juego, aprovechando la superioridad numérica, el cansancio malaguista y liderados por un Piqué que acaudillaba las desordenadas huestes culés, los azulgrana se lanzaron en busca de una victoria que si bien pudieron merecer por empuje, acumulación de opciones en área contraria y por las controvertidas decisiones arbitrales, tampoco podemos decir que fuera una injusticia que el encuentro desembocara en un reparto de puntos al final del encuentro.
Entre las cosas que me llamaron la atención del partido, aparte de la ya más que perturbadora falta de fluidez del juego posicional barcelonista, debemos también considerar el gran orden defensivo malagueño y la muy meritoria actuación de Kameni, extraordinariamente motivado y que rozó los tintes heroicos con su última parada a remate de cabeza de Neymar, estando semi-lesionado y en el descuento. También me gustaría entrar a analizar la necesidad de castigar realmente las continuadas pérdidas de tiempo que se suelen producir en partidos como el del sábado, aunque bien es cierto que el árbitro en este caso estuvo más que correcto al añadir un par de minutos más de los inicialmente señalado, pues Kameni se pasó casi 3 minutos tras aparecer la tablilla de descuento, yaciendo semi-muerto en el área de meta.
En resumen, comienza a ser más que preocupante la deriva futbolísitica culé, no solo por los resultados, especialmente en casa, sino por la aparente falta de soluciones ante situaciones que por repetidas deberían a mi entender estar mínimamente trabajadas, pues ya nadie sorprende al presentarse en el Estadi con dos líneas de 5 y 4 hombres dispuestos a morir en la defensa numantina de su marco.
Mi esperanza es que todas estas rotaciones, decepciones, bajos momentos de forma de jugadores clave sean una estrategia de Luis Enrique para tener a tope y con opciones al equipo en todas las competiciones en los meses decisivos de la temporada. Si no, yo es que ya no sé...
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