El año se despedía en el Estadi en Liga con un derby barcelonés en el que se presentaban los dos equipos en el mejor momento de la temporada. El Barcelona recobrando sensaciones y volviendo al origen del modelo que tantos éxitos nos ha dado con la vuelta de Iniesta; y el Espanyol, una vez digeridas las numerosas incorporaciones de este año, se presentaba tras nueve jornadas sin perder en Liga, y con una seguridad defensiva que le había llevado a batir el récord de imbatibilidad de la entidad.
Así, en el primer tiempo, el Espanyol incomodó muy arriba, sin llegar a ser una presión intensa. Sin embargo, el acierto de Mascherano en la salida de balón que el Espanyol fomentaba, y la extraordinaria actuación de Iniesta, un día más, facilitó el abastecimiento continuo de los hombres de arriba del Barça que se encontraron repetidas veces en favorables coyunturas de 3 para 4, o incluso 3 para 3 encarando en carrera con el balón controlado. Esta vez, la táctica del Espanyol favoreció el juego directo que tanto gusta a Luis Enrique, aunque no se atreva a reconocerlo públicamente, y al descanso bien pudieron llegar con un par de goles de ventaja y el partido decidido.
Suárez tras marcar el 1-0 |
Pero lo mejor estaba por llegar, y, como casi siempre llegaba de la mano del indiscutible mejor jugador del mundo, ese "petitó" que ha hecho rutina de lo excepcional, y aún así, nos sigue sorprendiendo semana tras semana. Tras haber fallado un par de jugadas en la primera parte, y filtrado unos cuantos pases solo a su alcance, decidió frotar la lámpara otra vez. Tras recibir de Iniesta que en un ejercicio de funanbulismo ya se había librado de un par de contrarios, fue esparciendo rivales en un metro cuadrado en la media luna del área, tocando con izquierda y derecha, con el exterior y el interior, hacia fuera y hacia dentro, de caño o de recorte, así hasta desparramar cuatro periquitos, y sacarse un recurso de puntera, centelleante, que un todavía frío Roberto fue incapaz de atajar, (es de justicia decir que esos tiros y a ese sitio son casi imposibles de blocar) y Luis Suárez, atento y voraz como siempre, convertía en el 2-0 y la sentencia del partido. Y por si quedaban dudas, nada más acabar las repeticiones, volvió a encarar a la defensa blaquiazul, yéndose de otros 3 o 4 para ya trastabillado dejar a Jordi Alba el balón para que este definiera cruzado el tercer gol.
Messi rodeado de defensas que no pudieron pararlo |
Fue un minuto de magia, un minuto de fútbol nivel dios, que acabó de resolver otro partido más para el Barcelona, que en la segunda parte fue mucho más académico que en la primera, controlando el partido a su antojo, y dejando al Espanyol con solo una llegada, eso sí, con gol. Pero, el partido estaba ya decidido, y Messi, generoso él, todavía nos deparó una última definición a un toque con el exterior y entre las piernas de un destrozado Roberto, tras recibir un balón que caía del cielo, colgado por Luis Suárez a la espalda de la defensa. Otra obra de arte, porque buscó eso, al mirar antes de golpear la posición del portero.
Messi antes de tocar de exterior entre las piernas de Roberto |
Bien es cierto que Messi solo se conectó al comienzo de la segunda parte, pero la luz que desprende su juego es inigualable, incomparable e irrepetible, por mucho que busquemos en el pasado, en el presente y seguramente en el futuro de este juego, el Fútbol, que nunca ya será lo mismo, una vez has visto jugar a este chico, que, por cierto, se va de merecidísimas vacaciones a Argentina a pasar las fiestas navideñas para esperemos volver con la misma magia en enero, donde comienza lo realmente sustantivo de la temporada.
Con izquierda, derecha, interior, exterior... |
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