Ayer por la mañana me levanté con una sensación extraña. Y lo primero que hice fue tuitear una de mis canciones favoritas, "Hoy puede ser un gran día" de Joan Manuel Serrat. En otras ocasiones, que necesitábamos remontar y no lo conseguimos, el día, y después el partido, fluía como uno cualquiera, casi sin emoción, pero ayer era distinto. No digo que preveía que lo conseguiríamos, sino más bien al contrario, este experimento sociológico-futbolístico del Culé de Chamberí es lo que más ha podido influir en esta extraña fe en la remontada.
A remontar con todo: camiseta Meyba y Moritz Epidor |
Mi fe, en forma de porcentajes mentales de éxito, había venido creciendo desde el 1% o bastante menos de la noche de la masacre de París, hasta un 15-20% tras ver el gran partido que se jugó ante el Celta. Pero ayer se iba disparando según se acercaba el partido. Una locura. Fui compartiendo durante el día, noches históricas de remontadas y grandes victorias que me venían a la cabeza (el 5-0 del 94, el 4-0 al Milan del 2013, la remontada del Chelsea en 2000, aquel 5-4 al Atleti en Copa del 96 viniendo de un 0-3, el gol de Bakero en Kaiserlautern, Goteborg en el 86 y el del Dinamo de Kiev del 93). Partidos que han marcado mi militancia en el barcelonismo, alegrías enormes, resultados imposibles, noches mágicas todas; pero varios escalones por debajo de lo que viviría a partir de las 20.45, la hora H de Champions. Y es que, menos juego académico, el partido lo tuvo absolutamente todo. En el césped, en la grada y en mi casa.
En mi casa. Como muchos de vosotros sabéis, me encuentro estos días a la espera de que mi mujer me diga "Vamos para el hospital, que ya viene, que está a punto de nacer Alba". Y aunque suelo ver los partidos de la Champions en casa de mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, por lo que no tengo el canal donde daban el partido, sí que lo podía ver a través de la aplicación que debidamente conectada a mi tele, nos dejaba ver el partido en una buena calidad de imagen, a través de mi conexión wi-fi. Le pedí a mi padre, que se viniera él a casa para ver el partido, y aprovechó a venir un rato antes para estar con sus nietas en los minutos previos al partido.
En la grada, un lleno hasta la bandera, como dicen los clásicos, un Camp Nou en ebullición, pero sin histeria. Ambiente ensordecedor, mosaico, y gritos de ánimo durante todo el partido. Ayer se puede decir sin miedo a equivocarse que el Estadi metió el primero.
En el césped, Luis Enrique dispuso un 3-4-3 más clásico que otras veces, con 3 centrales, Messi en la mediapunta, Rafinha en la banda derecha del ataque e Iniesta intentado sentar cátedra los minutos que su físico aguantara. Emery, amarrategui, y quizás influido por la no recuperación completa de Di María dispuso un once no demasiado defensivo en nombres, pero ultradefensivo posicionalmente, que se pasó toda la primera parte achicando en los últimos 25 metros sin casi pasar de medio campo.
Lo ocurrido se puede dividir muy fácilmente en tres partes, cada una sincronizada en el césped y la grada, con lo que ocurría en mi casa.
Capítulo 1. Siguiendo el manual de remontadas
El partido empezó, tal y como uno puede soñar cuando acomete una empresa de este tipo: cervezas bien frías en casa para recibir al equipo, gol tempranero en error al alimón de defensa y portero, que multiplicó sus nervios y su canguelo, y ánimo sin desfallecer desde la grada.
El PSG no salía de su área, y el Barça, sin demasiada brillantez, se imponía sin dificultad por la ausencia de presión y despliegue parisino. El gol tempranero ahuyentó la precipitación, y las llegadas caían por su propio peso.
Ese peso se transformó en el segundo gol, en otro error defensivo, que la insistencia, fe y posterior genialidad en el tacón de Iniesta con la inestimable ayuda del defensa que se la mete en su portería, nos ponía a tiro de la remontada en el descanso y con un PSG, muy, pero que muy asustado.
Y al inicio del segundo tiempo, siguiendo con el manual de remontadas clásico, un penalty a Neymar, lo convirtió un Messi no demasiado activo, en el 3-0. Y con el equipo, cada vez más convencido, llegó un doble castigo.
Capítulo 2. A tomar viento la wi-fi y gol del PSG gritado por todo el barrio
Minuto 60, el PSG se había desperezado y ya había avisado con un palo de Cavani, pero el Barça seguía con su plan, perfectamente trazado y ejecutado hasta entonces. En esas, en mi casa se va la wi-fi, y dejo de ver el partido. Tras un minuto de intentos de recuperar la imagen, mi padre, muy nervioso, decide que se va a casa y ve en diferido lo que queda.
Mi padre se va, y a los pocos segundos, oigo desde la calle un grito masivo: evidentemente en Chamberí no se festeja así un gol del Barça. Yo, apesadumbrado por partida doble, me pongo con la conexión del móvil a ver entrecortado los siguientes 30 minutos, de los que apenas puedo ver una ocasión de Cavani que salva milagrosamente Ter Stegen y un posible penalti a Di María, que luego reconocería Mascherano.
Verónica, mi mujer, tras varios intentos de reiniciar la wi-fi por mi parte y viéndome visiblemente irritado, decide llamar a Servicio de Atención al cliente de mi operador (Movistar, que lo sepa todo el mundo) para ver qué ha pasado.
Pasan los minutos, entre cortes y refresh continuos en mi móvil e intentos de mi santa esposa de que le atiendan. A falta de unos 10 minutos, por fin le cogen el teléfono, hacen no sé qué prueba pero vuelve la wi-fi. Es el minuto 85 y vuelvo a ver, esta vez en la tablet lo que queda de partido, mientras ella sigue hablando con la operadora.
Capítulo 3. 6 minutos, 3 goles y la locura.
Apenas recupero la conexión, en un estado de shock completo por lo que había pasado en la última media hora aproximadamente, Neymar, de magistral lanzamiento de falta mete el cuarto gol. Queda 1 minuto y el descuento para marcar otros 2. Sacan de centro, la pierden enseguida y Messi en profundidad encuentra a Luis Suárez que se inventa un penalti, conjuntamente con el árbitro. Neymar asume la responsabilidad del lanzamiento, y para dentro. Queda el descuento, que son 5 minutos, para un gol. El milagro a tiro de piedra.
A partir de ahí, hasta Ter Stegen se pasa más tiempo en campo contrario, y de hecho es él quien roba un balón, viniendo desde adelante a un delantero que se hubiese ido solo hasta la portería sin nadie más. Roba, abre a la banda y recibe falta. Neymar saca, rechaza la defensa, la vuelve a recoger Neymar que recorta para hacerse espacio, toca por encima de la defensa con todo el Barça dentro del área y aparece un celestial Sergi Roberto, que había entrado unos minutos antes para lanzándose con el empuje de 100.000 tipos en trance en el Estadi, y muchos millones entre los que me encuentro en sus casas, desvía lo justo para depositar el balón por sexta vez en las redes del PSG.
Ter Stegen fue el único que corrio en dirección contraria para festejar el último gol. Los porteros somos así. |
Se desata la locura, todo el equipo amontonado sobre el inesperado héroe de la noche, invasión de campo de suplentes y equipo técnico azulgrana que recorren casi 100 metro enloquecidos para festejar, Messi se sube a la publicidad, y como se ve en la foto, parece acaudillar a la enfervorecida masa.
En una morada chamberilera, un tipo doblada la cuarentena, embutido en su camiseta Meyba de comienzos de los noventa, se tira al suelo, enloquecido, feliz, incrédulo, extasiado, y se le viene a la memoria que ha llegado el día que el fútbol, más de 30 años después le ha devuelto al barcelonismo, y en especial a aquel niño que lloraba desconsolado en brazos de su padre, el primigenio Culé de Chamberí, lo que una calurosa tarde-noche sevillana le quitó en una maldita tanda de penaltis. Y puedo decir que lo ha hecho con creces, aunque muchos de aquellos sufridores no hayan podido vivir para ver esto. Va por todos ellos, los máximos exponentes del pesimismo atávico culé. Ese que un 8 de marzo de 2017, sobre las 22.40 mandamos a la perpetua prisión de un pasado que seguro nunca fue mejor.
Sígueme en Twitter en @culedechamberi y en facebook.com/unculedechamberi.
Messi acaudillando a las huestes azulgranas tras el 6º gol de Sergi Roberto |
Sígueme en Twitter en @culedechamberi y en facebook.com/unculedechamberi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario