Una vez terminada la temporada 2016-17, y presentado ya Valverde como entrenador para las dos próximas, toca hacer recapitulación, y en el caso del entrenador, Luis Enrique, procede hacer una reseña de lo que ha sido su paso como entrenador del primer equipo del Barcelona. 3 años con luces y sombras que a continuación me gustaría diseccionar.
Luis Enrique llegó, debemos recordarlo, tras el paso del inefable Tata Martino. Aquel argentino de arcaicos hábitos, que el hoy preso Sandro Rosell le recomendó a Zubizarreta, ante la estupefacción del de Aretxabaleta que ya entonces hubiera querido traer a Ernesto Valverde. Aquel año, el Barça perdió la final de la Copa del Rey ante el Real Madrid, en el famoso sprint de Bale con Bartra; fue eliminado en cuartos de final de la Champions por el Atlético de Madrid; y en un último partido en el Camp Nou donde una victoria le daba la Liga, fue incapaz de sacar más allá de un empate ante un Atlético de Madrid, al que permitió cantar el alirón tras casi 20 años en el mismo Camp Nou.
Luis Enrique se encontró un panorama más desolador en la percepción generalizada de falta de hambre y cuesta abajo que en la realidad de aquella plantilla. Messi venía de 18 meses de lesión en lesión, habiendo perdido la final del Mundial de Brasil, Xavi estaba más fuera que dentro del club y ya no era ni titular, Piqué se consideraba a si mismo fuera de la élite mundial de defensas centrales, y Victor Valdés había decidido poner punto y final a su trayectoria blaugrana. Conjuntamente con Zubi, acertó en los fichajes más importantes: Luis Suárez, en un momento arriesgado tras la sanción de la FIFA aterrizaba desde Liverpool, Rakitic venía a dar algo más de fuerza al medio campo y un joven Ter Stegen, que venía a sustituir a Valdés, fue escoltado por deseo expreso de Unzúe, por un portero más bregado y conocedor de la Liga Española como Claudio Bravo.
La primera temporada se puede dividir en dos partes, antes y después de la suplencia de Messi y posterior motín tras el partido de Anoeta. En la primera parte, un Luis Enrique que creyéndose empoderado por la directiva decía que el líder era él, no hablaba de fútbol y ya llenaba de rifi-rafes las ruedas de prensa. Además, el equipo no enamoraba en absoluto, pese a mantener un buen tono de resultados, salvo la debacle del Bernabéu, donde confió en Xavi por última vez y fue pasado por encima 3-1. La tardía incorporación de Suárez por la sanción del mordisco, no dejaba ver lo que quería Luis Enrique que fuera su Barça. Sin embargo, tras Anoeta, y tras ser convenientemente reconvenido por un sabio y capitán Xavi, en el que quizás fue su último gran acto de servicio al Barça, entendió que lo mejor era llevarse lo mejor posible con Messi, y dejar que fuera el rosarino quien guiase los destinos del Barça como líder omnímodo. El resultado, 5 meses de gran juego, con el tridente hermanado y a tope, ganando Copa, Liga y Champions al final de la temporada.
La segunda temporada se inició con un sobresalto al perder estrepitosamente la Supercopa con el Athletic, bien es cierto tras haber jugado 3 días antes en Georgia una Supercopa de Europa con prórroga incluída. Sin embargo, de septiembre hasta Semana Santa se vio una versión mejorada de la del final de la temporada anterior, incluso sabiendo reponerse de una lesión de dos meses de Messi, que culminó con un estruendoso 0-4 en el Bernabéu. El Barça era líder cómodo en Liga, estaba sin sobresaltos en cuartos de Champions y en la final de la Copa del Rey. Pero una tarde en Villarreal, todo cambió. Luis Enrique con 0-2 a favor, cambió a Piqué, para dosificarlo, y el Villarreal acabó empatando el partido. A partir de ahí, 2 semanas horribles le trajeron 3 derrotas seguidas en Liga (Madrid y Valencia en el Camp Nou, y de nuevo Anoeta) y la eliminación a manos del Atlético de Madrid en Champions. Al final, la calidad y el hambre que había hecho recuperar al equipo, le bastaron para aguantar en Liga, y ganar la Copa en la prórroga tras jugar casi una hora con un hombre menos.
Y la tercera temporada, como dije la semana pasada, ha visto un deterioro enorme en el juego del equipo, salvado, día sí y día también, por Messi, y se ha debido contentar con una pírrica Copa de Rey, viendo como su archirival se hacía con los títulos importantes.
Luis Enrique es un hombre eminentemente cortoplacista, de ahí que haya siempre priorizado el momento más que el futuro del equipo, y al final se ha encontrado que lo que venía sembrando, fiándolo todo al tridente sin trabajar demasiado la elaboración, no le ha llegado para mantener el nivel del primer año.
Su legado para el futuro es nulo, pero eso no le importa nada, como explícitamente recalcó el día de su despedida. No ha mirado hacia la cantera, ha fichado para obtener rendimiento inmediato, y obliga a la entidad y al nuevo entrenador a una titánica labor de reconstrucción en el juego del equipo, sobre todo en el centro del campo, la piedra de roseta de la identidad azulgrana y el origen del periodo más exitoso de la historia del club. Luis Enrique ha sido incapaz de aprovechar en toda su extensión el haber tenido a sus órdenes posiblemente la mejor versión, "futbolística" que no goleadora, de Leo Messi, que ya asoma a la treintena con tan solo una final y título de Champions en los últimos 6 años.
Sin embargo, hay que reconocerle unos resultados (lo que él venía buscando) extraordinarios, que le dejan en el podio de los mejores entrenadores de la historia del Club. En su haber habríamos de acordar que está la resurrección del hambre de los jugadores, personificada en la figura de Piqué, al que deja como mejor central del mundo y toda una referencia dentro y fuera del campo para el barcelonismo, pese a que muchos podamos no estar de acuerdo con algunas de sus salidas de tono. También, de la mano de Unzúe, consiguió cortar la hemorragia en el balón parado, tanto a favor como en contra, que tantos disgustos nos había venido dando hasta en los mejores años del equipo, llegando a ser incluso un punto fuere del equipo. Y por último, también quiero mencionar las decisiones tácticas tomadas para solucionar los problemas del equipo en este tramo final de la temporada, con el 1-3-4-3 que solucionó en gran medida la salida de balón, y las defensas adelantadas de final de Liga que consiguieron juntar al equipo para retomar su mejor versión en la presión, dando oxígeno a un Busquets que ha realizado un extraordinario final de temporada. Soluciones puntuales, pero que han dado resultado y que personalmente me han hecho subir la nota del Luis Enrique entrenador.
Pese a que no comulgo con muchos de sus más destacados postulados, además de no ser un personaje al que tenga en gran estima ya desde su época de jugador, creo que su era merece un 7 sobre 10 de nota; que podía haberse acercado al sobresaliente de no ser por aquellas dos semanas trágicas de abril de 2016, o de las salidas de Málaga y Coruña en esta temporada.
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