jueves, 29 de junio de 2017

Barça 2016-17 (y V): Leo Messi

Decía Tito Vilanova que Messi, era como un alumno que ya sabe todo lo que le puedes llegar a enseñar, y podemos afirmar que en esta temporada ha sublimado su condición de jugador total, moviéndose en todas las facetas del juego, desde la salida de balón a la definición. Por eso me atrevo a decir que la temporada 2016-17 ha sido la mejor temporada de la carrera de Leo Messi. Y en las próximas líneas intentaré argumentarlo.



Como queda fuera de cualquier posible encasillamiento futbolístico, por asunción de diferentes roles y responsabilidades y por el extraordinario nivel con la que los desempeña, debemos dedicarle en exclusiva el último análisis relativo al Barça de la 2016-17 a Leo Messi.


Messi: Premio Nacional de Carrera

Pese a los estratosféricos números de goles y asistencias del rosarino, quizás este año se ha podido ver al Messi más poliédrico, leyendo las necesidades de los partidos, casi minuto a minuto, y escogiendo siempre dónde se podía hacer el mayor daño al equipo contrario. Nos ha regalado actuaciones sublimes desde el punto de vista individual en plazas no precisamente menores, como en Sevilla, Valencia y el Bernabéu, echándose al equipo a la espalda y tomando la decisión unilateral de ganar el partido. Y lo mejor es que muchos los ha ganado.

Pero también ha retrasado su posición, haciendo en muchos ratos del partido de interior derecha, dando pistas sobre lo que podría ser la parte final de su carrera, esperemos que todavía lejana. Esa función de interior, llevando a Rakitic a una posición de banda posicional, le acercaba a la base de la jugada, auxiliando la deficiente salida de balón del equipo, pero alejándolo de la zona donde debe decidir los partidos: el área contraria.

También ha frecuentado la mediapunta, bien centrando su posición por momentos puntuales que el partido lo demandaba, y especialmente en la variante de Luis Enrique del 1-3-4-3. En esos momentos, se producía un acercamiento a la posición de Neymar, coincidiendo con los mejores momentos del carioca en la temporada como contra el Celta y la vuelta del PSG.


Ha seguido alimentando las explosivas subidas de Jordi Alba, con sus balones cruzados entre el lateral y central derechos, convirtiendo esos "alley oops" en una jugada absolutamente indefendible por la precisión del rosarino y la velocidad del de Hospitalet. También ha seguido fomentando su sociedad atacante con Luis Suárez, ya un amigo, más que un compañero, sumando entre los dos más de 60, sí, sesenta, goles en la Liga (65 exactamente).

Sin embargo, ¿cómo es posible que con este Messi se haya ganado apenas una Copa? La respuesta es que Messi ha tenido que atender obligaciones demasiado mundanas en muchas ocasiones que le han alejado de donde es realmente diferencial. Ha debido participar en posiciones retrasadas ante los problemas en la salida de balón y de juego posicional en ataque del equipo, recibiendo muchas veces a 60 metros de la portería rival, y no a 30 como debería ocurrir en un equipo suficientemente trabajado y con los automatismos que no hace tanto eran santo y seña del Barcelona. 

Esta multiplicación de labores, a veces quizás agravadas por un cierto voluntarismo por parte de Leo, al querer ayudar ante los atascos en la creación, hace que por sus carencias en términos de ubicuidad, nos detraían el deleite de ver a Leo donde realmente decide Campeonatos, es decir en el zona metropolitana de la portería.

En cualquier caso, Leo nos ha hecho disfrutar como nadie en el campo, y también ha dado muestras de una identificación con los aficionados en un par de fotos memorables. Una acaudillando a las huestes azulgranas tras el sexto gol al PSG, y la segunda mostrando la camiseta con su nombre, tras haberle descabezado al eterno rival en el Bernabéu en el último minuto.


Esperemos que pronto se anuncie su renovación y que el club sea capaz de encontrar los resortes para que Messi vuelva a poder centrarse en donde ser el mejor del mundo se traduce en una cascada de títulos para su equipo, los alrededores del área contraria. Para ello, necesitamos al menos un interior posicional que le libere en la creación, a la par que un Iniesta más participativo y al que le respeten más las lesiones. También es necesario recuperar los automatismos perdidos en la salida del balón, para que se gane con solvencia la altura suficiente en el juego para poder poner en suerte la pelota en los pies y la cabeza del rosarino, quien a partir de ahí gestionará sabiamente lo que para el resto de los mortales es absolutamente imposible, el camino hacia el gol.

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