Ya está aquí, ya se acabó uno de los culebrones del verano, la llegada de Ousmane Dembelé al FC Barcelona. El joven jugador francés ha podido cumplir su sueño (¡qué poco original!) de fichar por el Barça. Lo ha conseguido, tras ponerse en rebeldía con su anterior equipo, el Borussia Dortmund, en una actitud que no podrá extrañarnos tome en un futuro si descubre que su sueño en realidad estaba en otro sitio diferente a la Ciudad Condal. Dejó de entrenar con su equipo en una infantil y poco profesional actitud que parece no ha sido suficientemente mencionada, en comparación con el malvado Neymar que entrenó y jugó hasta el último de sus días como barcelonista, pese a saber seguro que se iba, pues su precio estaba fijado en una cláusula, que sabía su nuevo equipo estaba dispuesto a asumir.
Dembelé no conocía su precio, de hecho parece que su rebeldía se debía a que el Borussia al ficharle le había prometido aceptar una oferta de un grande si ésta llegaba. Pero parece que eso debía haber sido en dos años, y no al año siguiente de aterrizar desde el Rennes a cambio de 15 millones, y el 25% de un futuro traspaso, arrebatándoselo al mismo Barcelona, donde el chico no veía demasiadas oportunidades de jugar con la MSN, y puso en suspenso su sueño por unos días. Estos condicionantes los ha utilizado el conjunto de la región del Ruhr para encarecer la operación, hasta límites muy por encima de lo lógico para un chaval con apenas 100 partidos en el fútbol profesional. Las urgencias y la lamentable planificación deportiva azulgrana hicieron el resto.
En lo futbolístico, Dembelé parece representar una continuación a la apuesta sobre el tridente. La marcha de Neymar, si algo bueno podía tener es la vuelta a los origines del modelo del juego de posición, que tanto defiendo, frente a la sumisión al talento descomunal de los delanteros que Neymar, Suárez y Messi habían propiciado, con el devoto auspicio de Luis Enrique. Su llegada se me antoja el movimiento de cambio pieza por pieza más claro de todos los posibles. Y esto, además, puede significar el comienzo de la tumba de este proyecto de grandioso futbolista que es Dembelé.
Las comparaciones con Neymar serán injustas, pero inevitables. Y no precisamente con el Neymar que llegó a Barcelona, algo que podría considerarse plausible, sino con el Neymar de los últimos meses de la competición pasada, tomando las riendas del equipo en momentos puntuales, por encima incluso de la Bestia Parda. Son perfiles similares, es cierto, y el desorbitado precio pagado por el chaval, mucho me temo alentará todavía más la legitimidad de la comparación. Pero Dembelé es tan solo un proyecto, uno grandioso, ilusionante, excitante, pero solo un proyecto.
De sus cualidades, me quedo con una que no ha sido suficientemente ensalzada estos últimos días, su control orientado. Su control, en muchas ocasiones es el pistoletazo de salida de sus regates, pues aúna en su primer toque, el dominio de la pelota y el comienzo del desborde que lo caracteriza. En el Barça, ese control puede ser origen de grandes cosechas ofensivas. Bien es cierto que muchas veces es un control algo largo, al que los espacios con los que habitualmente ha jugado penalizan poco. Tendrá que aprender a afinarlo en los angostos itinerarios hacia el gol que suele gestionar el equipo azulgrana.
Su portentosa capacidad para el regate ha sido ya suficientemente diseccionada durante los últimos días en todos los soportes (audio, video, periódico, revista, web...) por lo que no me extenderé en ella. Sí que lo haré en su falta de acierto en la definición, pero esto es más un pecado de juventud que otra cosa. Además, podrá entrenar todos los días con el mejor en ese y muchos otros aspectos, Leo Messi, quien también fue un buen día un grandioso proyecto de futbolista, al que le faltaba algo de gol. Dembelé no tiene la seguridad técnica que tenía ya Leo con su edad, pero a favor del galo juega su condición de ambidextro, lo que debería darle una enorme ventaja a la hora de la definición. Dembelé, irá mejorando sus registros goleadores con absoluta seguridad. De hecho, no creo que se mueva por debajo de la quincena de goles en esta temporada.
En lo que sí existe cierta unanimidad es en su capacidad para buscar el último, y yo añadiría penúltimo, pase. A diferencia de la definición, se me antoja mucho más difícil adquirir esa visión de juego para descifrar al compañero mejor colocado, si no es algo congénito en el futbolista. Además, existe una cualidad que creo que puede casar muy bien con el juego del Barça, y es que cuando Dembelé llega a línea de fondo, no centra, sino que pasa. Es una diferencia sutil, pero clave para jugar en un equipo como el Barcelona, ya que muchas veces, la mejor opción para llegar al gol desde línea de fondo es la llegada en segunda línea, normalmente del inmisericorde Messi, por lo que llegar y centrar nunca suele ser la mejor opción, sino que levantar la cabeza antes del centro, como habitualmente hace el joven francés proporciona un plus relevante en cuanto a generación de goles en el recuento final de la temporada.
A mi individualmente es un jugador que me encanta, y lo ficharía para cualquier equipo en cualquier contexto. Salvo quizás precisamente el contexto actual del Barcelona, por lo que he comentado que representa de continuidad con el modelo de tridente, frente a la vuelta a los orígenes. También es cierto, que su año con Tuchel en Dortmund ha propiciado una sustancial mejora en la capacidad de asociación de Dembelé, pero entre asociarse y desbordar, la cabra tira al monte, y el nuevo fichaje blaugrana elegirá correr. Y yo, como le pasa a uno de mis referentes en clave blaugrana, @eldeu, quizás también porque me voy haciendo mayor, estoy cansado de correr.
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