Volvía por fin la Champions tras el parón invernal, y en el formato que nos recuerda a la antigua Copa de Europa, eliminatorias ya hasta el final. El Barça, jugaba la ida fuera por duodécima vez consecutiva al ser una vez más campeón de grupo. El rival, un peligroso y joven Olympique de Lyon que ha cambiado aprovechando la Euro de 2016 en Francia su mítico estadio de Gerland, por un Parc OL, nuevo y moderno, pero todavía falto de los momentos históricos y la mística del antiguo. El OL, invicto en la fase de grupos, está dando en competición europea una imagen mucho más acorde a su potencial que su versión doméstica, donde transita tercero a 17 puntos de intratable PSG.
Además del interés propio del encuentro, este año han sonado diferentes jugadores del Olympique como futuribles azulgranas. Ndombelé, Aouar, y últimamemente y con más fuerza que ninguno el lateral izquierdo Mendy, que sufrió un golpe en el calentamiento y jugó un tanto minorado en sus condiciones. De ellos, la verdad es que apenas se vieron detalles, pero nada que me haga presagiar un posible futuro exitoso de los chicos en Can Barça. De hecho, a mi, personalmente el que más me gustó fue Terrier, al que no conocía de nada, pero que juega con un sentido y un dominio de los tiempos más que interesante.
Valverde sorprendió con la alineación de Sergi Roberto en el interior izquierdo, lo que rumorea ha podido volver a abrir la crisis de Instagram con Arturo Vidal, que ante la ausencia de Arthur, se las prometía muy felices, y se vio sorprendido con la suplencia. Mucho mejor lo parece llevar Coutinho, que ni siente ni padece, aunque es verdad que le dio cierta pausa al ataque al sustituir a un Dembélé, que se enfrentó a auténticas bestias físicas y no pudo desbordar como en él es habitual.
El partido comenzó con un Barça mandón, pero le salió un OL respondón que en dos zarpazos obligó a Ter Stegen a sacar lo mejor de si, en dos paradas de mucho mérito. Una vez pasadas las dos llegadas galas, el Barcelona intensificó el dominio, con una presión que forzaba muchas pérdidas en campo propio de los medios franceses, acortando el camino hacia el gol, pero se fallaba en el último pase, en el remate y hay que reconocer que la defensa francesa estuvo muy acertada al tapar múltiples remates del equipo que esta vez vestía de amarillo. Y es que el Barça jugaba cómodo y encontraba ventajas en campo contrario, pero los delanteros, Messi incluido, estaban extrañamente descoordinados. Así se llegó al descanso.
El comienzo de la segunda mitad trajo para mi los peores momentos del Barcelona, en un primer cuarto de hora con juego demasiado partido y sin control que igualaba las fuerzas. Sin embargo, a partir de la entrada de Coutinho, el juego se serenó, se volvió a jugar al ritmo que marcaba Busquets, que se reencontró con su mejor versión en la vuelta de la Champions, y se sucedían las llegadas, algunas bastante claras ante la portería de un Anthony Lopes que se tenía que multiplicar con el paso de los minutos. Messi no acababa de estar acertado y Luis Suárez desesperaba al barcelonismo con una de sus noches muy aciagas.
En resumen, tras más de una veintena de tiros a puerta el Barça sigue peleado con el gol. Procupante tendencia en los últimos partidos, con un gol, y de penalti como botín atacante. Se consigue el peor de los buenos resultados, pero se decide todo en el Camp Nou, con un equipo, el francés, al que ya se le hizo muy largo el partido en casa, situación que debería agravarse en su visita al Camp Nou. Como contrapunto, decir que cualquiera de sus resultados obtenidos fuera de casa en esta Champions deja fuera de la competición al Barça. Habrá que andarse con ojo, porque además vuelve el mejor de ellos, Nabil Fekir, un fenómeno que sí que me encanta, no como los que han ido anunciando como futuribles.
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