Como cada febrero, vuelve la Champions a nuestras vidas. Y servidor, camiseta del Centenari enfundada, se acomodó ante el televisor con toda la expectación del mundo, extraordinariamente acompañado por la tercera generación de Culés de Chamberí, que le pidió a su papá que le dejara ponerse, aunque fuera encima del pijama, su camiseta de Messi, para ver un rato el fútbol.
Tras la habitual marathon de partidos de enero con Copa y Liga entrelazándose sin solución de continuidad en un rally que acaba pesando en las piernas más preparadas. Por eso, en la última década, el partido de ida de octavos de la Champions ha solido ser de los más sufridos de la temporada. A todo ello hay que sumarle el rival, un regalo póstumo de nuestros amigos del Atleti, que aun eliminados nos hacen la vida imposible en Champions. Empatando inutilmente en Stamford Bridge en la última jornada, dejaron al Chelsea de Conte sin liderato del grupo, y con más de un 50% de posibilidades de enfrentarse al Barça, como así fue, al ser el de octavos un sorteo dirigido.
Se presentaba el Barça de Valverde con algunas dudas por el rendimiento en los últimos partidos de Liga, con un par de empates y la sufrida victoria de Ipurúa del fin de semana. Valverde repetió su, a día de hoy, alineación titular. La que tomó el Bernabéu, y que añade a los 10 titularísimos, la presencia en la medular de Paulinho como el 11º hombre. Se avecinaba otro de aquellos partidos tácticos, pues en los banquillos se sientan en mi opinión dos de los mejores técnicos en cuanto a análisis y dirección de partidos del futbol actual: Conte que volvía a su habitual defensa de 3 con carrileros largos, y Valverde, el más eficaz cambiador de dinámicas desfavorables de partido.
Los primeros 15 minutos pusieron sobre la mesa con meridiana claridad las cartas de ambos técnicos. Conte, en repliegue bastante bajo, con presiones escogidas, pero que fueron haciéndose más continuadas según avanzaba la primera parte; y Valverde, controlando el partido para evitar las contras con una posesión más defensiva que ofensiva, llena de pases de seguridad, pero que alcanzaba el 75%. Paulinho ya me empezaba a desesperar tremendamente cuando convirtió una jugada de ataque en ventaja del Barça en una contra tras pérdida que derivó en el primer susto de la noche: cabalgada del afiladísimo William para acabar en el poste izquierdo de un batido Ter Stegen.
La posición de Paulinho en banda derecha, inicialmente, obligaba a Marcos Alonso y los medios del Chelsea a estar pendientes de él, abriendo la posibilidad para que Sergi Roberto y Messi ocuparan ese interior derecho desde el que dirigir las embestidas culés. Sin embargo, según avanzaba el partido, los ingleses vieron lo inocuo de la presencia de Paulinho y su incapacidad para dar continuidad al juego, con lo que pudieron centrarse más en la persecución de Messi, así como dar más continuidad a la presión ante la imposibilidad de que el brasileño fuera una vía de salida para los barcelonistas.
Otro palo de William, esta vez al derecho, y un par de remates desviados de un Hazard que jugando de falso nueve, caía hacia el mediocampo y hacia las bandas sembrando el desconcierto de la defensa culé, fueron el legado ofensivo del Chelsea, que estaba jugando el partido que exactamente quería jugar su entrenador. Por el Barça un par de cabezazos desviados de Paulinho y de Piqué fueron la única noticia del ataque azulgrana. Pintaba mal para el Barcelona que no acababa de coger altura en el juego desde donde disparar la presión tras pérdida, lo que ocasionaba que cada robo blue fuera una potencial transición de peligro para Ter Stegen.
La segunda parte empezó con algo más de control y altura en el juego azulgrana, facilitados en gran medida por las conducciones interiores un partido más de Sergi Roberto, quien, rompiendo líneas, aposentaba la posesión azulgrana ya en el último tercio del campo con asiduidad. Así llegó la primera ocasión de Suárez, muy bien tapada por Courtois, que parece en plena campaña para volver a Madrid. Sin embargo, en un error en la salida de un corner jugado en corto por el Chelsea, William recibió absolutamente solo en la frontal, con el tiempo necesario para acomodarse el balón a su pierna diestra y golpear maravillosamente de rosca pasada un balón inalcanzable para un Ter Stegen que tapado vio en posición de privilegio como el balón se cerraba de fuera a dentro para acabar besando las mallas de su portería.
En este momento el partido se había puesto justo en el punto donde Conte lo había querido llevar desde el principio. 1-0, necesidad de abrirse por parte azulgrana por el mal resultado y espacio para las contras de los tres mediapuntas blues. Valverde buscó algo de profundidad con Aleix Vidal en lugar del desafortunado Paulinho. Y en este cambio se vio la magnitud de la desgraciada lesión de Dembelé, quien en circunstancias normales debía ser el cambio, pero con el que no quiso arriesgar Valverde, como luego confirmó en sus declaraciones post-partido.
Pero cuando peor parecía estar el partido para el Barça, llegó el error del novato Christensen quien dio un pase horizontal barriendo todo el frente de ataque azulgrana, algo que en categorías inferiores es cambio inmediato, para que un muy metido en el partido Iniesta robara y tuviera ese tranquilo dominio del espacio y del tiempo y, en vez de precipitarse ante la cercanía del gol, encontrar a Messi, dándole la oportunidad al argentino de sumar otro equipo a su lista de víctimas, cambiando así totalmente el signo de la eliminatoria. Hasta el final, el Barcelona se conformó con el resultado, y el Chelsea apenas pudo inquietar la, por otra parte, muy sólida defensa barcelonista.
Un mal partido del Barcelona que se resuelve con un bastante buen resultado, que deja las cosas abiertas para la vuelta dentro de tres semanas, si bien obligará al Chelsea a tomar una actitud algo más ofensiva que la de este partido de ida, donde a menudo se dibujaban dos líneas de 5 y 4 hombres replegadas cuando el juego azulgrana se asentaba en campo contrario. Seguro que se verá un extraordinario partido en el Camp Nou el próximo 14 de marzo, y allí estaremos para contarlo.
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