Se presentaba el Valencia de Marcelino muy diezmado por la bajas en esta ida de semifinales de Copa en un Camp Nou semivacío, cuestión que debería hacer reflexionar a las altas esferas azulgranas. A las ya consabidas de Garay, Kondogbia y Guedes, se unió la de Zaza por una tardía indisposición. Con semejante panorama, el Barcelona se presentaba como muy favorito para un partido que resultó muy atractivo, sobre todo desde el punto de vista táctico. A mi el partido me gustó, pero tampoco me entusiasmó. Quizás porque me sigue pesando más la faceta de aficionado apasionado, que la de incipiente, y aún torpe, analista, con la que empiezo a ser capaz de ver algunas partes de los partidos, incluso los de mi equipo.
Creo que el Valencia planteó un partido que no podía ganar, pero queriendo limitar al máximo las posibilidades de quedar magullado. Seguramente por el número e importancia de sus bajas, pero también no olvidemos por un cierto ADN conservador de Marcelino cuando enfrenta equipos grandes. Y respecto al objetivo, se puede ir satisfecho, porque vuelve a Mestalla con la eliminatoria viva.
La primera parte fue una exhibición de estilos en juego sin balón de ambos equipos. El Valencia, ordenadísimo y extraordinariamente concentrado con dos líneas de 4, y uno de los puntas ayudando hasta a veces tener 10 jugadores dentro del área propia en jugada. Siempre pendiente de la conexión Messi-Alba, este planteamiento se vio favorecido por la imprecisión azulgrana en los cuarenta y cinco minutos iniciales. Su gran ejercicio defensivo exigía casi una jugada perfecta, pero dada la calidad que enfrentaba y la cantidad de minutos que el balón estaba en su último cuarto de campo, era cuestión de tiempo que llegaran jugadas de este tipo. Pero se fue al descanso sin conceder siquiera un tiro a puerta. A cambio, la nada más absoluta en ataque, pues ni 5 veces pudo pasar del medio campo, sobre todo por la presión azulgrana.
Y es que la agresividad de los centrales, Rakitic, Alba y sobre todo Busquets, hacían recuperar casi siempre en los dos primeros pases valencianistas, devolviendo la pelota rápidamente a la frontal del área y la tensión extrema al entramado defensivo valencianista. En el gráfico que sigue se puede apreciar la altura casi una treintena de las recuperaciones azulgranas, con mención, una vez más, honorífica para un Sergio Busquets que sigue siendo el jugador más beneficiado por la idea de juego que aplica Valverde.
El comienzo de la segunda parte trajo alguna salida del Valencia, pero enseguida Valverde movió el banquillo para meter a Coutinho en el lugar de la sorpresa de la alineación inicial: Aleix Vidal. Con la entrada del brasileño, el Valencia volvió al repliegue intesivo, ya hasta los últimos minutos del partido. El Barcelona pareció subir una marcha la circulación del balón en la frontal, pero tuvo que ser de nuevo la Bestia Parda, que en una nueva jugada sobrenatural, zafándose de varios defensas en una baldosa, levantara la cabeza para habilitar al enrachado Luis Suárez, que de cabeza subiría al marcador el único tanto del partido.
De ahí al final, más posibilidades del Barcelona para ampliar, y alguna salida con peligro, pocas y no muy claras del Valencia en las postrimerías del encuentro. Los últimos veinte minutos sirvieron para confirmar la vuelta al mejor nível de Umtiti, anticipando por arriba y por abajo con autoridad, y sacando todos y cada uno de los balones jugados para iniciar la fase ofensiva. El Camp Nou volvió a corear su nombre, pues será clave en el desenlace de la temporada para el equipo.
Respecto a la Bestia Parda, ya comenté ayer en Twitter que la gran diferencia del Messi de este año, frente a los de los últimos 4-5 es que ahora el Barça entero juega para Messi, buscando maximizar su impacto en los partidos, y antes era Messi el que tenía que jugar para que el Barça compitiera en muchos partidos, sobre todo en los importantes. Esto es un mérito incuestionable de Valverde, que le evita a Messi tener que ejercer labores administrativas para poder centrarse en la genialidad circunscrita a su ámbito más dañino: los aledaños del área. Porque si bien es cierto que Messi convertía en demasiadas ocasiones estas labores administrativas en genialidad, siendo capaz de crear una jugada inmediata de valor gol apenas 3 segundos después de empezarla en su medular, no es menos cierto que si se mejoraba el departamento de administración del equipo (salida de balón, circulación en tres cuartos y la presión que tanto le ayuda para recibir en ventaja el primer pase tras recuperación) como ha hecho extraordinariamente bien Valverde, dejaríamos la genialidad del mayor de los genios para una zona donde su impacto es máximo, y de paso le aliviamos el desgaste físico que la administración producía, a un jugador que ya viró la treintena y con muchísimos kilómetros (partidos) además.
Yo no sé si llegará para poder ganar la Champions, pero este equipo que ha construido Valverde, desde la confianza de las victorias es un equipazo incuestionable, y creo que se dice poco. Y eso es consecuencia de la alargada sombra de un equipo de ensueño que es imposible que vuelva, pero que sigue todavía demasiado interiorizado en las cabezas de los culés (sobre todo) y aficionados al fútbol en general.
Desde luego, yo, personalmente, y a 2 de febrero (31 cumpleaños de Piqué, por cierto), ya le otorgo el sobresaliente a la labor de Valverde en esta temporada, por lo que ha construido y cómo lo ha hecho. El Cum Laude vendrá en función de los títulos que consiga. El acceso a la final de uno de ellos, tendrá que resolverse el jueves próximo en Mestalla, donde llega el Barça con un mejor resultado de lo que pudiera parecer, y el Valencia todavía vivo, y espero que recuperando bajas.
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