Es difícil escribir sobre un partido tan extraño como el que vivimos anoche en el Camp Nou en la ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones. Por un lado, la contundencia del marcador traslada una cierta tranquilidad, pues dada la solidez del equipo de Valverde este año, se me antoja complicado vislumbrar siquiera una posibilidad de que la Roma remonte la semana que viene en el Olímpico que definitivamente encumbró a Leo Messi en Mayo de 2009. Por el otro, si nos atenemos a las sensaciones que ofrece el juego, me embarga cierto pesimismo ante la falta de recursos ofensivos en el desborde, y el estado físico de alguno de los jugadores clave. Como aquí hemos venido a disfrutar, nos pondremos más del lado optimista sin dejar de lado alguno de los síntomas preocupantes apreciados en los últimos partidos.
Sorprendió Valverde con la alineación el día que parecía que había cierta unanimidad ante el once. Ante la muy previsible presencia de Dembélé, el extremeño se decidió por doblar el lateral con Semedo, dejando a Sergi Roberto en posición adelantada, para junto con Andrés Iniesta en la banda contraria, doblar las parejas sobre las que amenazar la cobertura romanista, abrirla y posibilitar la aparición de espacios en zonas centrales que la genialidad de Messi se encargaría de castigar. También volvía tras lesión, y visiblemente mermado todavía, Busquets para mover al equipo y recuperar cierta fluidez pérdida últimamente.
Pero la Roma, bien plantada, con dos líneas bien juntas, no cayó en la trampa. Ante la visible falta de desborde en banda de los azulgrana, reducida a algunas incursiones optimistas de Nelson Semedo, optó por concentrar sus esfuerzos defensivos en la zona de influencia de Leo Messi, doblando, triplicando o incluso cuadriplicando la marca sobre el argentino si hacía falta. Durante la primera media hora, Messi salía del primer e incluso del segundo regate, pero no obtenía rédito ninguno, quizás también lastrado todavía por sus molestias físicas. Luis Suárez tuvo un partido de los del inicio de curso, falto de chispa ante la exuberancia física del central griego Manolas, que me causó una gran impresión.
La Roma, desde la solidez y el éxito del plan defensivo se fue acercando poco a poco a la meta de Ter Stegen, aunque sin exigirle en ningún momento. El planteamiento de Di Francesco estaba funcionando, y solo la presión azulgrana facilitaba alguna recuperación cercana al balcón del área que preocupaba y exigía al ayer bastante inseguro Allison Becker, un portero que venía con gran halo de figura, pero que confirmó mis dudas acerca de su blocaje y sus despejes demasiado centrados. En una de estas recuperaciones azulgranas, Rakitic encontró a Iniesta quien se asoció por dos veces con Messi, y Daniele De Rossi a la desesperada se lanzó a evitar el remate franco del rosarino, con tan mala fortuna que encontró un disparo ajustado contra su propia puerta que bien podría haber firmado su rival, con el añadido del factor sorpresa para el portero, que nada pudo hacer para evitar el 1-0.
Se llegó al descanso, y la Roma intentó recomponerse tras el gol, llegando con peligro en un remate franco de Perotti. Sin embargo, al animarse, dejó de cerrar el espacio de Messi, quien empezó a recibir con mayor comodidad en zona de tres cuartos. Sin embargo fue el balón parado y la mala fortuna transalpina otra vez, los protagonistas del segundo gol, en un córner sacado en corto entre Rakitic y Messi, que el croata colocó en el área pequeña para que Manolas, por dos veces, la primera chocando con el palo, y la segunda consumando la desgracia en la caída, quien al anticipar otro remate franco azulgrana, de Umtiti esta vez, alojara la pelota de un incrédulo Allison.
El enfado del portero brasileño se acrecentó con el inmediato tercer gol, ya en una jugada más típica de Messi quien encontró a Luis Suárez dentro del área. El uruguayo algo lento, se acomodó el cuero, disparó suave pero colocado, y Allison dejó un balón muerto en el área pequeña para que Piqué, que acompañaba la transición, apenas tuviera de empujar el balón al fondo de la portería, y poner la guinda a su monumental partido en defensa de su área, donde su sola presencia se bastó para desbaratar casi todos los ataques giallorossos.
Con un 3-0 nada consecuente con el juego visto hasta ese momento, Busquets ya no pudo soportar más las molestias, y dejó su lugar a Paulinho. A partir de ahí, se sucedieron ataques de la Roma que cada vez eran más peligrosos, y empezaron a necesitar de Ter Stegen para evitar que se convirtieran en gol. Eso sí, la primera de sus intervenciones vino precedida de un fallo en su juego de pies, que recordó a tiempos pasados por el exceso de confianza. La pelota se movía siempre en las cercanías de la portería azulgrana, y al final, llegó el inevitable gol, en un balón al área en que Dzecko aprovechó su superioridad física ante Jordi Alba para alojar el balón por bajo en la portería. El 3-1, abría una rendija a la esperanza romanista, y más viendo que seguían rondando las cercanías de Ter Stegen.
Salió Denis en los últimos minutos por un desfondado Iniesta, al que le faltó cambio de ritmo para sacar jugo de sus numerosas llegadas al borde del área. El gallego volvió a sumar, aportando desde la banda izquierda, e incluso atreviéndose con pisaditas y recortes. En una de sus intervenciones, centró al corazón del área, y en un error infantil, la defensa romana intentó controlar, lo que aprovechó el siempre voraz Luis Suárez para estrenarse esta temporada en Champions, y dejar un resultado casi definitivo para alcanzar las semifinales de la Champions, tras un par de temporadas de ausencia imprevista.
El juego no envía señales positivas, pero es cierto que a este Barça no se le ve sufrir ni aun cuando es dominado puntualmente, y si conseguimos recuperar cierta frescura física en jugadores clave tocados como Messi, Busquets o Suárez, todo es posible en esta Champions, tan cerca y tan lejos a un tiempo.
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