Tras el varapalo de la eliminación de Champions en Roma, por lo inesperado y merecido, que convirtieron el habitual bajón que ocasionan estas derrotas en algo especialmente duro de digerir, el Barça volvía al Camp Nou para enfrentar a un equipo que tiene uno de los mejores bagajes a domicilio ante el Barça de toda la Liga, si no el mejor. El Valencia de Marcelino además venía invicto desde mediados de febrero, con una inercia muy positiva, y con ganas de devolver la eliminación copera, todo un desafío para el deprimido equipo de Ernesto Valverde.
Servidor no pudo presenciar el partido en directo (eso que os ahorrasteis con la ausencia de mis comentarios en Twitter durante el partido). Andaba festejando el cumpleaños de la hija de uno de #MisVikingos en una preciosa finca en el campo, cerca de Chinchón. Rodeado de futboleros, desde el principio tuve claro que sería imposible llegar a casa sin saber nada del partido, con lo que interioricé que vería por la noche otro partido en diferido, como así fue.
La alineación de Valverde, como viene siendo habitual, no dejaba margen a las confianzas, y menos con una situación como la que se acababa de vivir en Roma. Del 10 titular habitual, pleno salvo el recientemente operado Rakitic, sustituido por un Paulinho bastante irrelevante un partido más. Y el 11º, como desde su llegada en Liga para Coutinho, que jugando de falso extremo derecho, se asomó con asiduidad a la corona del área para inquietar a los centrales valencianistas y abrir el carril para las llegadas de Sergi Roberto, de nuevo lateral derecho titular en detrimento de Semedo.
El Valencia plantó su 1-4-4-2 habitual, con especial atención a las zonas interiores, con Guedes y Soler algo más centrados de lo habitual en en fase defensiva, y Kondogbia y Parejo, atentos al pase atrás de los laterales azulgranas en despliegue dirigidos a las llegadas en segunda línea, primordialmente de Messi. Replegados, pero siempre con la idea de robar y desplegarse con la velocidad que Guedes, Rodrigo y Mina permiten, habilitados por la sapiencia futbolística de Parejo, y el refuerzo de Gayá por banda izquierda siempre amenazante para doblar al exuberante Guedes sobre el lateral derecho contrario.
Sin embargo, el partido se vio marcado muy rápidamente por el primer gol azulgrana, en una de las numerosas visitas de Coutinho al vértice del área, tras recibir un pase atrás de Sergi Roberto. El brasileño habilitó magníficamente a Luis Suárez en su desmarque entre los centrales para que el uruguayo definiera con precisión y cambiara el escenario inicialmente previsto.
A partir de ahí, vimos un partido muy entretenido y equilibrado, donde el acierto en las áreas definió el resultado. Ambos porteros estuvieron acertados, especialmente Ter Stegen, quien hasta a punto estuvo de parar el postrero penalti de Parejo. Al inicio de la segunda mitad, Umtiti, unos segundos después de resbalar y casi propiciar el empate valencianista, marcó el segundo gol a la salida de un córner botado por Coutinho que sumaba doblete de asistencias. Durante todo el encuentro se vieron buenas combinaciones en ataque por los dos bandos.
Destacar el contraste entre 2 jugadores, Parejo y Paulinho. El primero, que a mi modo de ver es el tipo de jugador que debería ocupar el espacio de interior en un equipo del estilo y la intención futbolística del Barcelona, dominó magníficamente el tiempo del partido, manejando las transiciones defensa-ataque a la velocidad que conviniera de acuerdo al interés del equipo valencianista. El brasileño sumó otra intrascendente actuación para su personal y demasiado larga cosecha de 2018, donde cada día que juega se ven más claras las carencias que se le presuponían, y además ha perdido todos los activos estadísticos que maquillaban su incapacidad para la elaboración, y que engañaron a muchos durante los primeros meses de la temporada. Como he sostenido desde su "indeseada" llegada, puede ser un recurso puntual, nunca un discurso para un equipo como el Barça.
Messi, por su parte, volvió a mostrarse algo apático y desconectado. Si bien participó más atrás de lo habitual para paliar la ausencia de Rakitic que como hemos comentado Paulihho es incapaz de compensar, se le vio falto de chispa, quizás algo deprimido, incluso, ante una nueva temporada en que no podrá luchar por conquistar el principal título europeo. Con la Liga ya decidida, y la final de Copa en una semana, puede que ya esté pensando en dosificarse para llegar a la cita mundialista que tanto le obsesiona en la mejor de las condiciones. ¿Qué se le puede reprochar?
Al final, una balsámica victoria azulgrana, que sirve para mitigar algo la depresión europea, evitar cualquier atisbo de crisis doméstica y además batir el récord de jornadas consecutivas invicto de la Real de comienzos de los ochenta. A una semana de la final de Copa ante el Sevilla, un buen analgésico para el dolor continental.
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