Nadie había tenido demasiado en cuenta durante el parón de selecciones que retomaríamos el campeonato de Liga con un derby barcelonés (o metropolitano como decía, no sin un punto de mala leche Laporta). El Barça continuaba con el espíritu funcionarial con el que Valverde afronta los partidos de Liga, sea cual sea el rival, confiado en que si no hay situaciones extrañas, la inercia de tener a la Bestia Parda te lleva a la consecución del campeonato. El Espanyol por su parte, con poco ya que decidir en una zona suficientemente alejada tanto del descenso como de la competición europea el próximo año. En estas, el siempre controvertido Piqué se autoinvitó a un late night televisivo de corrosivo humor, donde al más puro estilo de Peppa Pig (una de las referencias vitales de mis hijas) pudó saltar en cuantos charcos de barro se le cruzaron, encabronando sobremanera al españolismo más guerrillero.
La previa se calentó repentinamente, en la mayoría de los casos descontextualizando la situación, como si fueran unas declaraciones en "Informe Semanal", aunque afortunadamente el partido se movió en los parámetros que Valverde perseguía. Su homólogo, Rubí, que formó parte del último staff técnico de Tito Vilanova, optó por meter una novedosa defensa de 5 con un rombo por delante, que muchas veces se hundía en su frontal cerrando los espacios interiores, y dejando las bandas para un uno para uno de los laterales de ambos equipos. El objetivo claro de Rubi era llevar el partido hasta la última media hora con un marcador igualado, o al menos corto para intentar desde el banquillo agitar con Wu Lei y Sergio García en búsqueda de la sorpresa.
Valverde opuso un once muy titular. Es más, en ausencia de Dembélé, convendremos que es un once que sin duda firmaríamos todos para una final de Champions. La primera parte, bastante soporifera, se movió en los registros que el entrenador del Espanyol deseaba, con apenas una parada de cierto mérito (y en remate en propia puerta) de Diego López. Con nula inspiración individual, escaso desborde, una circulación, si bien no lenta, insuficiente para hacer brotar espacios ante la doble barrera españolista. Todo agravado por cierta falta de energía por parte azulgrana que dificultaba todo.
Y de esta guisa nos fuimos más allá de la hora, por lo que Rubi ganó el partido de las pizarras, y dio entrada a sus revulsivos ofensivos, aunque algo menos al prescindir de los dos jugadores minimamente ofensivos. Sin embargo, quedaba el comodín eterno del que ahora Valverde dispone tras haberlo sufrido durante muchas temporadas, final de Copa incluida: la Bestia Parda. Minuto 70, eslalom vertical frenado en falta prácticamente en la línea frontal del área. Sobrepoblación en la barrera entre propios que quieren estorbar y ajenos que intentan tapar lo máximo de huecos.
Cualquiera que haya pegado un par de patadas a un bote, pensaba en ese momento que la única alternativa era el tiro al palo del portero. Sin embargo, el haber metido ya dos goles de falta en el partido de la primera vuelta, multiplicaba los temores y las precauciones pericas, plasmadas en la carrera atrás de Victor Sánchez para tapar el palo que no defendía el portero, tal y como exitosamente hizo hace un par de semanas un defensor del Rayo. Sin embargo, el siempre despierto Sergio Busquets, al ver recular a su ex-compañero también mudó su espacio de influencia en la molestia de la defensa, incluso amagando tocar el balón con la mano (circunstancia por cierto totalmente lícita, siempre y cuando no se golpee el balón con la mano, a diferencia de las patadas, golpes o zancadillas cuyo mera intención ya supone infracción). Al final, el balón superó la barrerar con un golpeo delicadísimo del argentino, y Victor tan solo pudo tocar el balón, desviándolo hacia la portería, e imposibilitando cualquier posibilidad del portero para sacar ese balón, que por otra parte eran muy marginales. 1-0.
De ahí al final se estiró el Espanyol con el bullicioso Wu Lei negado siempre por un contundente y eficaz Lenglet, un día más demostrando un nivel tan continuado como excepcional. El Barça, de la mano de un profundo Malcom, que va aprovechando las escasas oportunidades que el entrenador le brinda, llegaba con mucho peligro, hasta que en una de sus incursiones, el pase atrás fue rematado de primeras y cruzado de nuevo por Messi, que minutos antes había enviado, extrañamente, un balón muy similar del mismo origen muy por encima del marco. Una segunda oportunidad no la perdona Messi, y finiquitó a falta del descuento cualquier aspiración españolista de puntuar en el Camp Nou, desde donde se vuelve un año más, puntualmente, con una derrota como en las últimas 10 temporadas. Lejos queda aquel 2009, donde un casi desahuciado equipo periquito, tomaba de la mano de un doblete de Lo Pelat el fortín azulgrana inexpugnable hasta ese momento de la mano del debutante Guardiola.
Quedan 9 jornadas, 27 puntos, y se enfila una semana que se presume definitiva si se consigue sumar los seis puntos en El Madrigal y en casa ante el Atlético de Madrid. Veremos, porque con la necesaria dosificación de esfuerzos, veo complicado ese pleno. Espero equivocarme, y que a partir de la ida de cuartos, la dosificación liguera de los puntales del equipo se pueda acelerar.
Por último, actualizamos el #Bestiapardometro, con nuevas cifras, ya rozando el porno futbolísitico, y quedan, al menos, 12 partidos por jugar. Tremendo lo del petitó...
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