Llega el momento del análisis, tras dejar pasar unas preceptivas 24 horas de luto tras el desastre de París en San Valentín, habiendo rumiado en soledad, con la compañía de Twitter, e incluso compartiendo mesa y mantel con un culé de prestigio como mi amigo @gorkaerviti, al que gracias a la dolorosa derrota del día anterior, y unidos por un sentimiento de vacío inquietante tuve la oportunidad de encontrar (gracias Gorka por la invitación;-) ).
Lo acontecido en el Parque de los Príncipes fue un hundimiento en toda regla. Inesperado, por la magnitud y el desarrollo del mismo. Merecido por la combinación de la brillantísima actuación del rival y la desastrosa puesta en escena propia. Descorazonador, por la calidad de los jugadores del Barça y su contraste con el rendimiento ofrecido en el partido. Y definitivo, por la absoluta entelequia de poder arreglar el desaguisado en una milagrosa remontada histórica a la que ni el juego actual y reciente, ni la calidad y situación psicológica del rival, ni mucho menos el ADN del barcelonismo puede aspirar si salpimentamos mínimamente de cordura esa receta que el corazón quiere cocinar para el próximo 8 de marzo en el Camp Nou.
Llevo un tiempo diciendo que fuera de la victoria al Barcelona le queda la nada más absoluta. Jugamos del gol al juego en vez del juego al gol. Un estilo de juego como el del Barcelona, tejido a través de sus centrocampistas, no solo se ha convertido en un equipo de delanteros, circunstancia comprensible, y hasta digerible por el excelso nivel de los 3 monstruos de delante, sino que directamente ha prescindido del centro del campo, ni siquiera como zona de paso.
Decía un sabio del fútbol, que "cuanto más rápido lleves la pelota hacia adelante, más rápido volverá", y el partido de París fue un paradigma de esta sentencia que bien podría haber quedado grabada en piedra en un tiempo pasado, no tan lejano en las catacumbas del Camp Nou. Físicamente desbordados por un equipo extraordinariamente atlético, la defensa se aculaba más atrás de lo conveniente mientras, en un ejercicio de desesperación, el centro del campo intentaba presiones arriba, dejando latifundios vírgenes de contrarios una vez cualquier jugador francés superaba la primera línea de presión, ya fuera con un pase, un desborde o uno de los miles balones divididos ganados. Llegaban conduciendo sin opsición al balcón del área, para allí superar a la tan desafortunada como vendida defensa blaugrana.
Emery, legendario perdedor ante el Barça de Messi, y que solo había podido ganar a los azulgranas un día que el pequeño genio argentino andaba lesionado, tejió una tela de araña buscando limitar al máximo las intervenciones del mejor jugador del mundo. En toda la primera parte, intervino en tan solo 17 ocasiones, un tercio de las habituales en los partidos que gobierna el 10. Y en cuanto le llegaba el balón, casi siempre en condiciones precarias, una jauría de jugadores franceses se lanzaban a por él, forzando pérdidas impropias, una de las cuales ocasiona el segundo gol del PSG. Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que fue el peor partido de la carrera de Messi en el Barcelona, pero de ahí a culparlo de esta derrota, como sibilinamente sugería una portada de ayer bajo el titular de "desastre" con una foto de Messi en solitario, hay un enorme trecho que por justicia tanto con el jugador como con la realidad del encuentro no hay por donde recorrer.
Iniesta, sin ritmo de juego tras su lesión muscular, fue absolutamente superado por un jugador que a mi modo de ver debería estar jugando en el Camp Nou hace ya al menos un par de años, Verratti, quien ofreció una exhibicion de juego al alcance de muy pocos jugadores. Busquets, como síntoma y termómetro del estado del equipo, vagaba por el campo, presionando fuera de cacho, y obligado a un esfuerzo físico que aquel Barça ordenado a través del balón nunca le hubiera solicitado. André Gomes condensa su aportación en esa pérdida de balón a los 3 segundos de la segunda parte, mal perfilado como siempre. Luis Suárez no recibió siquiera un balón digno para sacar provecho a sus innumerables capacidades de delantero. Y tan solo Neymar, más por orgullo que por cualquier otra cosa, podía discutirle el duelo a su marcador, que aún así acabó decantando Meunier con una extraordinaria galopada sin oposición y su posterior asistencia en el cuarto gol de Cavani.
Es cierto que se acumularon en 90 minutos una conjunción de factores difícilmente repetibles, pero no es menos cierto que este equipo ha sido superado esta temporada en largos tramos de partidos por equipos tan dispares como el Atlhletic, el Atlético, el Alavés, el Leganés, el Sporting, el Betis, el Sevilla, la Real, el Eibar, el Celta, el Valencia, el Celtic, el Borussia y el City. Una vez enumerados, son muchos partidos, donde casi siempre el advenimiento del primer gol por parte de uno de los 3 de arriba ha cambiado el escenario tapando una realidad, que muchos creían inexistente atendiendo tan solo al resultado, tabla de salvación de la mayoría de los encuentros mencionados.
Mi única petición al equipo es que el día 8 de marzo salgan a jugar al fútbol, hagan sufrir al PSG en el partido y si fuera posible en la eliminatoria, prescindiendo de apelaciones testiculares e invocaciones esotéricas, que nunca han funcionado en este club. Hagámoslo desde el juego, volvamos a tejer una relación causa-efecto lógica, y que sea el juego quien nos lleve al gol, no al contrario. Si conseguimos esto, yo me daría por satisfecho; y sería la primera piedra sobre la que volver a construir un proyecto que ilusione a todos.
En cualquier caso este equipo, estos jugadores, merecen el apoyo de todos los culés, pues independientemente de que nos guste más o menos sus transiciones rápidas como leitmotiv y no como alternativa, la avinagrada personalidad de su entrenador, y tantas cuestiones criticables, habremos de convenir que todos ellos nos han dado mucho. Eso es innegable.
En cualquier caso, todo lo anteriormente mencionado puede quedar en papel mojado si al petitó, (que no olvidemos que en nuestro equipo juega el mejor jugador de todos los tiempos) le da por regalarnos una exhibición descomunal al nivel de su talento, haciendo crecer exponencialmente ese despreciable porcentaje de probabilidad de asistir en el Estadi a la mayor remontada de la Historía del Fútbol.
Tremendo análisis desde todos los puntos de vista. Chapeau!
ResponderEliminarGracias Fabas.
EliminarLa reflexión en el dolor saca lo mejor de uno ;-)
Muy bueno, pero mucho me temo que esto no lo arregla ni Messi, por cierto el Real Madrid también os supero
ResponderEliminarGracias.
EliminarA mi, de los pocos equipos que no me pareció que nos superaran fuera el Madrid, aunque ese partido es paradigmático del ejemplo de que el gol nos llevó al juego, y no como era antes, y yo entiendo que debe volver a ser, llegar al gol a través del juego.
Un análisis que no se puede superar. Lo has clavado.
ResponderEliminarGracias, amigo anónimo.
EliminarComo he dicho antes, la reflexión en medio del dolor es especialmente clarividente.
Lo suscribo punto por punto. Y aunque en tu intervención en Goles con Parrado dijiste algo así como que no era momento de señalar a jugadores en concreto, yo no puedo dejar de preguntarme qué c@@@@@s tiene que hacer o, en su caso, no hacer el otro inexplicable del Barça, ese portugués abúlico e inoperante que nos ha colocado el señor Jorge Mendes. ¿Por qué LE sigue empeñado en jugar con 1 menos? Porque es que el portugués no es que no sume cuando está en el campo, es que resta. Vale, acepto que Rakitic este año está francamente mal, pero Denis, los pocos ratos que ha tenido algo ha aportado, no mucho, pero al menos suma...vale que el hueco que ha dejado Xavi es grande, y que probablemente Thiago tampoco fuera capaz de llenarlo, pero pensar que le dejaron salir por 19 millones y el otro inexplicable va a costar cerca de 38 millones...
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