Tras la trabajada eliminatoria copera ante el Espanyol, se presentaba en el Camp Nou el último conjunto que se había llevado una victoria visitando el coliseo blaugrana, el Alavés, esta vez entreando por un viejo y querido amigo, el Pitu Abelardo, que está haciendo un trabajo más que digno de mención sacando del pozo al conjunto babazorro (como me gusta este apelativo, seguro que lo repito en el resto de la crónica), e incluso mereció pasar en Copa ante el próximo rival azulgrana, el Valencia de Marcelino.
Valverde, ante la cargado del calendario, dispuso un once novedoso con tres rotaciones claras que enseguida se echaron de menos en el partido. Los dos laterales habituales dejaron su sitio a Digne y Semedo, y Sergio Busquets dejaba su labor de metrónomo a un Rakitic, que pese a jugar un gran partido, no pudo en ningún momento hacer olvidar al de Badía, sino todo lo contrario, aunque está claro que no fue por responsabilidad del croata.
Por su parte, Coutinho empezó en el teórico extremo derecho de un, en principio 1-4-3-3, que por la tendencia a interiorizar del flamante nuevo fichaje se convertía con más asiduidad de la deseada en un 1-4-4-2, con exceso de tráfico en el carril interior. Esta vez se vio que aunque Coutinho trae claramente de serie el solfeo azulgrana, quizás lo más complicado de asimilar, todavía debe conocer mejor los requerimientos tácticos que las variantes de Valverde requieren, ya que no pudo desde su posición abierta, empujar la defensa vitoriana hacia su portería, amenazando con su desborde y haciendo ganar la altura necesaria al juego azulgrana que pusiera de cara a Messi en la dirección de orquesta. Pese a ser el perfil en el que suele actuar en su selección, se le vio menos cómodo que en la izquierda, aunque tuvo sus momentos de dulce entendimiento con Messi, lo que augura grandes tardes a la parroquia azulgrana.
Abelardo, por su parte formó con dos líneas de 4, y dos delanteros claros, uno para poder recibir de espaldas, Guidetti, que cuajó un soberano partido, y otro para atacar el espacio, Sobrino, que también fue un dolor de cabeza constante para la retaguardia azulgrana. La falta de Busquets, y el exceso de tráfico en la zona interior, sumado a la falta de profundidad de los laterales azulgrana, acabó desembocando en que el equipo no se paraba correctamente en el campo, y las pérdidas no podían desencadenar la habitual presión agresiva con la eficacia habitual. Ya había avisado una vez Ibai ante Ter Stegen, y a la segunda se plantó de nuevo solo en cabalgada Guidetti ante el alemán, para, con un punto de fortuna, en semifallo, subir el 0-1 al marcador. Y aun tuvieron una cuantas ocasiones más de probar las manoplas de Marc André Ter Stegen antes del descanso.
El Barça, se manejaba con una circulación mucho menos fluida de lo habitual, con mención especial para un Paulinho que, ejerciendo de la mejor Maizena, espesaba todo balón que pasara por su cercanía, quizás en el partido en el que más se le han visto las costuras desde su llegada. Mal perfilado siempre, necesitaba de más toques y segundos de los recetados en el libro de estilo azulgrana, y muchas otras veces ocupaba espacios que dificultaban el desempeño de Messi en tres cuartos. Aun así, jugó los noventa minutos. Tan solo Iniesta ejercía el magisterio habitual, pero no encontraba acompañantes en su labor.
Se llegó al descanso con 0-1, y Valverde, intervino una vez más apenas se reanudó el partido, cambiando a ambos laterales. Con la amenaza constante de Alba, que empezó a asociarse con Iniesta para desgracia de Alexis, y las conducciones ya tradicionales de Sergi Roberto que hacían ganar altura con continuidad al juego azulgrana, fue cambiando el escenario. Como colofón, la entrada de Alcácer mantuvo mucho más ocupados a los centrales babazorros (aquí está la segunda mención...) para permitir a ambos laterales una llegada más continua y liberada hasta línea de fondo contraria.
Al final tuvo que ser una genialidad de Iniesta en banda izquierda la que diera el empate a un Luis Suárez enrachado. El manchego, se fue de cuantos contrarios le salieron al paso para ponerle un gran centro al segundo palo al uruguayo, en una de esas jugadas para el recuerdo, que los aficionados al fútbol debemos degustar como si fuera a ser la última de este extraordinario e irrepetible jugador que tanto fútbol de máxima calidad ha destilado en más de una década.
Como colofón a la remontada, Messi, que ya había avisado en la primera parte con un gran lanzamiento de falta que entre Pacheco y el palo habían conseguido evitar el gol, volvió a deleitarnos con un golpeo sensacional que teledirigió el balón a la escuadar izquierda de la portería de un Alavés, que haciendo un extraordinario partido, vio cómo, de manera un tanto inmerecida en mi modesta opinión se volvía de vacío de Barcelona, sucumbiendo a la inercia ganadora del equipo de Valverde, que una semana más con su intervencionismo, consiguió darle la vuelta al partido, moviendo los recursos que tenía a disposición en el banquillo.
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