miércoles, 20 de diciembre de 2017

Historias del Culé de Chamberí. Mi primera victoria en directo en el Bernabéu. 0-3 a final del verano

Era el verano del año 1984. Tras más de 3 años de militancia culé, con un más que significativo bagaje de 2 Copas del Rey (1981 y 1983) y una Recopa (1982), mi barcelonismo todavía estaba por estrenarse en cuanto a Campeonatos de Liga. De hecho, nos teníamos que remontar hasta antes de mi nacimiento para encontrar la última Liga ganada por el Barça, la 1973-74 del desembarco triunfal del Cruyff jugador y el mítico 0-5 del Bernabéu de febrero del 74.


Aquel verano había volado Maradona a Nápoles, tras un sinuoso final de su relación con Núñez y sancionado por las autoridades españolas por el vergonzante espectáculo tras la final de Copa ante el Athletic de Clemente. Menotti también había declinado la renovación, cuando parecía que su proyecto podría llegar a su culmen en lo que hubiera sido su tercera temporada, segunda al completo. Personalmente pienso que aquel proyecto de Menotti, aun sin Maradona, podría haber cambiado la historia del Barça en los 80, y todavía más la trayectoria y palmarés del técnico argentino, que prácticamente finalizó ahí, ya que nunca más volvió a ganar un título como entrenador, pese a vagar por diferentes equipos importantes de Argentina y México, además de su breve paso por el Atlético de Madrid de Jesús Gil.

En lugar del lobby argentino, el presidente Núñez, siempre enamorado del fútbol inglés (una prueba más de sus limitaciones futbolísticas) había llegado a un acuerdo con Terry Venables, recomendado por Bobby Robson, su gran sueño cumplido una década después. Venables venía de tener cierto éxito en equipos ingleses menores como el Crystal Palace o el Queens Park Rangers, sin siquiera asomarse a título alguno, y moviéndose entre la segunda y la primera división inglesa. Su llegada instauró un tradicional 1-4-4-2, basado en un pressing intensísimo, una defensa fuerte, la omnipresencia de Schuster y jugadores de la cantera como Rojo, Calderé y Clos, que completaron una plantilla ya importante que dejó en herencia Menotti. Además, para completar la delantera, se fichó al escocés Steve Archivald, reciente ganador de la Copa de la UEFA con el Tottenham y uno de los mejores delanteros de Europa entonces, que enseguida se ganó el corazón de los aficionados culés, por su simpatía, profesionalidad, su sempiterna camiseta de manga larga y como no, por sus goles.

El sorteo de la Liga había deparado un Madrid-Barça en la primera jornada de Liga en el Santiago Bernabéu. Entonces la Liga empezaba a comienzos de septiembre. El agosto era el mes de vacaciones por antonomasia y de los torneos veraniegos hoy tan en decadencia. Recuerdo, que ese mismo día regresamos de nuestras vacaciones en Roses (Girona), donde solíamos en mi infancia pasar una quincena de agosto todos los años, como centro de operaciones para que mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, de culo inquieto como mi madre le llama, nos llevara en diversas incursiones a Barcelona, el Pirineo, algunas playas de la Costa Brava, Perpignan, Narbona, o la playa de La Grande-Motte en Montpellier.

Eran tiempos de guerra de los clubes con la televisión, y ni TVE, ni TV3 tuvieron acceso al encuentro. De hecho, apenas hay imágenes de aquella calurosa noche en Chamartín. Por suerte, teníamos dos entradas para el partido, y una gran fe depositada en el nuevo proyecto. Habíamos presenciado el Gamper en directo, como todos los años. Tras golear 9-1 en semifinales al Boca Juniors de Hugo Gatti, en la final, jugamos, vencimos y convencimos. 3-1 a un Bayern de entreguerras, donde ya destacaba Lothar Matthaus, con gol y premio al mejor jugador para el canterano Ramón María Calderé, quien debutaba en el primer equipo, y que sería uno de los protagonistas de la temporada y de aquel primer partido de Liga.

Recuerdo un partido competido en el inicio, pero en el que el pressing del Barcelona dificultaba mucho el juego del Madrid, desacostumbrada a lidiar contra un planteamiento semejante. A medida que pasaban los minutos, se iba inclinando el partido hacia el lado azulgrana. Un tiro de Calderé a la madera, que luego repetiría, y ocasiones según avanzaba el partido, dejaban la sensación de que el Barça era superior, pero no se reflejaba en el marcador al descanso.

Sin embargo todo cambió nada más reanudarse el juego. Una desafortunada acción de Angel, despejaba hacia su portería un gran centro de Rojo, quien empezaba ya a destacar como una de las figuras del equipo. Con el 0-1, el Madrid pareció ponerse muy nervioso y el público, bullicioso, veía como el Barcelona iba agrandando su dominio, sin dejar espacios, y acercándose con asiduidad a la meta defendida por Miguel Angel, que en los últimos minutos vio como Archibald remataba a placer otro centro de Rojo tras regatearle previamente, y ya en el último minuto, Calderé, que había vuelto a probar la madera anteriormente, ponía el broche a su imponente partido con un sensacional remate de cabeza, lanzándose, subiendo el 0-3 definitivo al marcador.

Era mi primera victoria en directo en el Bernabéu, y también el inicio de un Campeonato de Liga cuya trayectoria triunfal de principio a fin, acabaría con la consecución de mi primera Liga, conquistada definitivamente en el Nuevo Zorrilla de Valladolid. En un partido que también tuve la suerte de poder presenciar en directo, y llorar de alegría al ver parar a Urruti el penalti lanzado a su derecha por el "Mágico" González en el último minuto, uno de los momentos más emotivos y recordados de mi ya larga trayectoria como culé.

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