Una vez agotada la temporada 2017-18 en óptica azulgrana, llega el momento de poner las notas de final de curso. Y salvo dos noches aciagas, aunque mucho, la fatídica de Roma en la vuelta de los cuartos de final de Champions League, y el mucho más intrascendente, aunque doloroso por perder la imbatibilidad en la mismísima orilla del final de la temporada en Orriols contra un enrachado Levante, ha sido quizás una de las temporadas más inmaculadas y regulares en términos de resultados de la historia del Barça.
Empezaremos por poner la nota a uno de los máximos culpables del exitoso periplo del equipo en esta temporada, su entrenador Ernesto Valverde, que a principios de junio del año pasado al acabar la etapa de Luis Enrique como técnico azulgrana con una huérfana Copa de Rey. El técnico extremeño aterrizaba en un club en decadencia de resultados, tras ganar dos años antes un triplete histórico, seguido de un meritorio doblete el año siguiente.
Llegaba por encima de todo un hombre cabal, para con su proverbial calma y sentido común, poner un punto de cordura en el entorno azulgrana, tan agitado durante los últimos años por la arrolladora personalidad y carácter combativo de un Luis Enrique muy amigo de la política de tierra quemada, y al que ya ni siquiera los resultados inmunizaban. Además, se le pedía desde todos los puntos cardinales del barcelonismo que volviera a aproximarse al "modelo", en forma de juego de posición y apuesta por la cantera, tras haberse abandonado al hedonismo por las tres bestias que el equipo tenía en la delantera. Un tridente que partía cada vez más el equipo, cuyo único papel parecía acercar la pelota en la máxima cantidad posible de ocasiones a cualquiera de ellos.
Y en ese sentido se movía a su llegada la dirección deportiva, consagrada a la llegada de un constructor de juego top, como era Marco Verratti, que en aquellos días de junio posaba en Ibiza con la portada de Mundo Deportivo en la que se hablaba del interés azulgrana sonriente. Pero, hete aquí que el Jeque del PSG, curado de espanto en temas de pasta como es lógico, no solo no cedió ante las embestidas de la poco avezada dirección deportiva y ejecutiva culé, sino que contraatacó de manera inmisericorde y efectiva, llevándose por delante la línea de sucesión al trono blaugrana que desde su llegada al poder habían pergeñado, el ahora encarcelado Rossel y su delfín, ahora presidente, Bartomeu. Neymar volaba hacia París, tras un lamentable serial, dejando 222 millones y casi un mes por delante para arreglar el desaguisado que la salida del brasileño ocasionaba.
Valverde, se quedaba a media pretemporada sin una de las piezas claves de su equipo. Debía resetear cualquiera que fueran sus primigenias intenciones para adaptarse a lo que el equipo le ofrecía. Y entre medias, la inconvenientísima Supercopa de España ante un Madrid todavía con la inercia de su gran final de la temporada anterior, recién coronado campeón de la Supercopa Europea, y que, con un once lleno de suplentes, se imponía 1-3 en el Camp Nou en la ida, con mejores sensaciones que resultado para los azulgrana, pero que sucumbían en la vuelta en el Bernabéu con un 2-0, en una funesta primera parte en que uno de los primeros experimentos de Valverde, jugar con 3 centrales, acababa en fracaso absoluto, y con la sensación por primera vez en una década de inferioridad manifiesta, como Piqué confirmó en el post-partido.
El mercado se acababa cerrando con las incorporaciones de Paulinho y Dembélé, absolutamente fuera de precio ambos, y con la fracasada intentona por Coutinho, que luego acabaría viniendo en el mercado de invierno. El culé, hundido, dando rienda suelta a su pesimismo atávico; el club sumido en una moción de censura, con muchos visos de prosperar si no llega a ser por el exigente rubicón de los estatutos que habían blindado a la directiva en el cargo, con un aumento del 5 al 15% de los apoyos para hacerla efectiva.
Valverde, como buena hormiga (txingurri en vasco) se dedicó a fortalecer los puntos fuertes del equipo y de sus capacidades como entrenador, y se entregó a Leo Messi, concentrando todos los esfuerzos y arreglos tácticos a ponerle con balón controlado en las inmediaciones de la frontal del área para que empezara a ganar partidos. Y Messi, respondió con unos primeros dos meses sobrenaturales, lo que sumado a un arranque brutal de Ter Stegen y Umtiti atrás, fue consolidando el proyecto en la victoria, aunque bien es cierto que con un juego manifiestamente mejorable.
También en Champions se iban alcanzando objetivos, y empezaba a destacarse el acierto de Valverde en los cambios en los partidos igualados, siempre decisivos para sumar victorias. También afloraba una mejora en la salida de balón, apoyada en un Ter Stegen majestuoso batiendo líneas y con un pasillo de seguridad Umtiti-Alba-Iniesta, que daba altura con facilidad y frecuencia al juego azulgrana partido tras partido, pese a que Luis Suárez arrastrando una lesión desde la fatídica noche del Bernabéu, estaba lejos de lo que se espera del uruguayo, quien resucitó tras el parón de selecciones de otoño, donde descansó para recuperarse.
Llegaron los primeros partidos importantes, en el Wanda y en Mestalla. Ante el Atlético, el equipo daba un paso adelante para con un muy buen juego neutralizar el gol de Saúl, y estar a punto de ganar el partido. Contra el Valencia, una sensacional primera parte en la presión, como no se recordaba desde tiempos de Guardiola, quedó inocua ante la falta de gol; en la segunda un tempranero gol valencianista fue neutralizado por la que sería la sociedad de la temporada Messi-Alba.
El equipo llegaba imbatido y con un buena ventaja al partido del Bernabéu, ante un Madrid necesitado del triunfo para no quedar muy descolgado. El Barça, líder destacado en Liga y clasificado sobradamente para octavos de Champions, todavía invicto, aguantó una primera parte igualada en el Bernabéu para a imagen y semejanza de toda la temporada, masacrar en la reanudación a un Madrid que quedaba moribundo con el 0-3. Qué diferencia con aquella noche de agosto, y no habían pasado ni cuatro meses. Valverde se había ganado con sus decisiones a la plantilla.
Enero trajo la primera derrota en Cornellá, rápidamente compensada por la clasificación en la vuelta. Fue un mes intenso, en el que se alcanzó la final de Copa, y se aumentó la diferencia en Liga. A partir de aquí, llegó el momento valle de la temporada, febrero. En la ida de octavos en Stamford Bridge se sufrió y un error defensivo blue nos dio un empate muy meritorio. Antes de la vuelta, el partido de la Liga. El atlético, en alza, recortando diferencias, se presentaba en el Camp Nou, y era derrotado por una genialidad a pelota parada de la Bestia Parda. El sistema defensivo no dejó disparar ni una vez a puerta al Atleti, y decidió la Liga. 10 días después, el Chelsea, mucho más dominante que el 3-0 final dice, caía en el Camp Nou. Todo era color de rosa, y Valverde seguía acertando con la recurrencia del sol al salir.
Pero llegaron los cuartos de final. Tocaba la Roma, el rival deseado por la crítica (yo quería al Madrid). Otro engañoso resultado en el Camp Nou, 4-1, convenció a todos, tal y como reconoció hace poco Messi, de que estábamos en semifinales. Y llegó la noche aciaga del Olímpico de Roma. Una noche donde todo lo que podía salir mal, salió mal. Un mal planteamiento de Valverde, incluyendo una sorprendente por tardía reacción desde el banquillo, unas actuaciones individuales decepcionantes, un gol tempranero, y graves errores defensivos, nos dejaron un increíble y todavía más doloroso 3-0, una eliminación temprana para lo esperado, y las primeras críticas a Valverde, del que se llegó a filtrar que se jugaba la continuidad en la final de Copa.
Y la plantilla, agradecida a Valverde, le regaló el mejor partido de la temporada en la final ante el Sevilla en el Metropolitano. Un 5-0 que resume perfectamente lo acontecido en el campo. Un juego de posición majestuoso, un gran nivel de acierto, y un Iniesta en trance, dejaron una actuación para la historia. Y la demostración de que este equipo es capaz de jugar así de bien.
Los últimos partidos, nos trajeron el alirón ya esperado en Coruña, a falta de 4 partidos por jugar, algo que hace tiempo que no se veía; un Barça-Madrid muy trabado y la derrota en Orriols ante el Levante que impedía una impoluta e invicta Liga completa.
Valverde ha superado con creces las expectativas, mereciendo un sobresaliente, que no llega a matrícula de honor por la noche aciaga de Roma. Resucitó un equipo muerto en agosto para dominar con puño de hierro las competiciones domésticas, dejando más solidez que brillantez, bien es cierto. No ha podido dar mucha alternativa a la cantera, dada la amplitud numérica de la primera plantilla.
Se ha hecho acreedor sin duda ninguna de continuar forjando su proyecto, con mucho más poder de decisión, y con la obligación de ser más audaz y valiente, desde la seguridad de la victoria, y con dos objetivos claros:
Llegaba por encima de todo un hombre cabal, para con su proverbial calma y sentido común, poner un punto de cordura en el entorno azulgrana, tan agitado durante los últimos años por la arrolladora personalidad y carácter combativo de un Luis Enrique muy amigo de la política de tierra quemada, y al que ya ni siquiera los resultados inmunizaban. Además, se le pedía desde todos los puntos cardinales del barcelonismo que volviera a aproximarse al "modelo", en forma de juego de posición y apuesta por la cantera, tras haberse abandonado al hedonismo por las tres bestias que el equipo tenía en la delantera. Un tridente que partía cada vez más el equipo, cuyo único papel parecía acercar la pelota en la máxima cantidad posible de ocasiones a cualquiera de ellos.
Y en ese sentido se movía a su llegada la dirección deportiva, consagrada a la llegada de un constructor de juego top, como era Marco Verratti, que en aquellos días de junio posaba en Ibiza con la portada de Mundo Deportivo en la que se hablaba del interés azulgrana sonriente. Pero, hete aquí que el Jeque del PSG, curado de espanto en temas de pasta como es lógico, no solo no cedió ante las embestidas de la poco avezada dirección deportiva y ejecutiva culé, sino que contraatacó de manera inmisericorde y efectiva, llevándose por delante la línea de sucesión al trono blaugrana que desde su llegada al poder habían pergeñado, el ahora encarcelado Rossel y su delfín, ahora presidente, Bartomeu. Neymar volaba hacia París, tras un lamentable serial, dejando 222 millones y casi un mes por delante para arreglar el desaguisado que la salida del brasileño ocasionaba.
Valverde, se quedaba a media pretemporada sin una de las piezas claves de su equipo. Debía resetear cualquiera que fueran sus primigenias intenciones para adaptarse a lo que el equipo le ofrecía. Y entre medias, la inconvenientísima Supercopa de España ante un Madrid todavía con la inercia de su gran final de la temporada anterior, recién coronado campeón de la Supercopa Europea, y que, con un once lleno de suplentes, se imponía 1-3 en el Camp Nou en la ida, con mejores sensaciones que resultado para los azulgrana, pero que sucumbían en la vuelta en el Bernabéu con un 2-0, en una funesta primera parte en que uno de los primeros experimentos de Valverde, jugar con 3 centrales, acababa en fracaso absoluto, y con la sensación por primera vez en una década de inferioridad manifiesta, como Piqué confirmó en el post-partido.
El mercado se acababa cerrando con las incorporaciones de Paulinho y Dembélé, absolutamente fuera de precio ambos, y con la fracasada intentona por Coutinho, que luego acabaría viniendo en el mercado de invierno. El culé, hundido, dando rienda suelta a su pesimismo atávico; el club sumido en una moción de censura, con muchos visos de prosperar si no llega a ser por el exigente rubicón de los estatutos que habían blindado a la directiva en el cargo, con un aumento del 5 al 15% de los apoyos para hacerla efectiva.
Valverde, como buena hormiga (txingurri en vasco) se dedicó a fortalecer los puntos fuertes del equipo y de sus capacidades como entrenador, y se entregó a Leo Messi, concentrando todos los esfuerzos y arreglos tácticos a ponerle con balón controlado en las inmediaciones de la frontal del área para que empezara a ganar partidos. Y Messi, respondió con unos primeros dos meses sobrenaturales, lo que sumado a un arranque brutal de Ter Stegen y Umtiti atrás, fue consolidando el proyecto en la victoria, aunque bien es cierto que con un juego manifiestamente mejorable.
También en Champions se iban alcanzando objetivos, y empezaba a destacarse el acierto de Valverde en los cambios en los partidos igualados, siempre decisivos para sumar victorias. También afloraba una mejora en la salida de balón, apoyada en un Ter Stegen majestuoso batiendo líneas y con un pasillo de seguridad Umtiti-Alba-Iniesta, que daba altura con facilidad y frecuencia al juego azulgrana partido tras partido, pese a que Luis Suárez arrastrando una lesión desde la fatídica noche del Bernabéu, estaba lejos de lo que se espera del uruguayo, quien resucitó tras el parón de selecciones de otoño, donde descansó para recuperarse.
Llegaron los primeros partidos importantes, en el Wanda y en Mestalla. Ante el Atlético, el equipo daba un paso adelante para con un muy buen juego neutralizar el gol de Saúl, y estar a punto de ganar el partido. Contra el Valencia, una sensacional primera parte en la presión, como no se recordaba desde tiempos de Guardiola, quedó inocua ante la falta de gol; en la segunda un tempranero gol valencianista fue neutralizado por la que sería la sociedad de la temporada Messi-Alba.
El equipo llegaba imbatido y con un buena ventaja al partido del Bernabéu, ante un Madrid necesitado del triunfo para no quedar muy descolgado. El Barça, líder destacado en Liga y clasificado sobradamente para octavos de Champions, todavía invicto, aguantó una primera parte igualada en el Bernabéu para a imagen y semejanza de toda la temporada, masacrar en la reanudación a un Madrid que quedaba moribundo con el 0-3. Qué diferencia con aquella noche de agosto, y no habían pasado ni cuatro meses. Valverde se había ganado con sus decisiones a la plantilla.
Enero trajo la primera derrota en Cornellá, rápidamente compensada por la clasificación en la vuelta. Fue un mes intenso, en el que se alcanzó la final de Copa, y se aumentó la diferencia en Liga. A partir de aquí, llegó el momento valle de la temporada, febrero. En la ida de octavos en Stamford Bridge se sufrió y un error defensivo blue nos dio un empate muy meritorio. Antes de la vuelta, el partido de la Liga. El atlético, en alza, recortando diferencias, se presentaba en el Camp Nou, y era derrotado por una genialidad a pelota parada de la Bestia Parda. El sistema defensivo no dejó disparar ni una vez a puerta al Atleti, y decidió la Liga. 10 días después, el Chelsea, mucho más dominante que el 3-0 final dice, caía en el Camp Nou. Todo era color de rosa, y Valverde seguía acertando con la recurrencia del sol al salir.
Pero llegaron los cuartos de final. Tocaba la Roma, el rival deseado por la crítica (yo quería al Madrid). Otro engañoso resultado en el Camp Nou, 4-1, convenció a todos, tal y como reconoció hace poco Messi, de que estábamos en semifinales. Y llegó la noche aciaga del Olímpico de Roma. Una noche donde todo lo que podía salir mal, salió mal. Un mal planteamiento de Valverde, incluyendo una sorprendente por tardía reacción desde el banquillo, unas actuaciones individuales decepcionantes, un gol tempranero, y graves errores defensivos, nos dejaron un increíble y todavía más doloroso 3-0, una eliminación temprana para lo esperado, y las primeras críticas a Valverde, del que se llegó a filtrar que se jugaba la continuidad en la final de Copa.
Y la plantilla, agradecida a Valverde, le regaló el mejor partido de la temporada en la final ante el Sevilla en el Metropolitano. Un 5-0 que resume perfectamente lo acontecido en el campo. Un juego de posición majestuoso, un gran nivel de acierto, y un Iniesta en trance, dejaron una actuación para la historia. Y la demostración de que este equipo es capaz de jugar así de bien.
Los últimos partidos, nos trajeron el alirón ya esperado en Coruña, a falta de 4 partidos por jugar, algo que hace tiempo que no se veía; un Barça-Madrid muy trabado y la derrota en Orriols ante el Levante que impedía una impoluta e invicta Liga completa.
Valverde ha superado con creces las expectativas, mereciendo un sobresaliente, que no llega a matrícula de honor por la noche aciaga de Roma. Resucitó un equipo muerto en agosto para dominar con puño de hierro las competiciones domésticas, dejando más solidez que brillantez, bien es cierto. No ha podido dar mucha alternativa a la cantera, dada la amplitud numérica de la primera plantilla.
Se ha hecho acreedor sin duda ninguna de continuar forjando su proyecto, con mucho más poder de decisión, y con la obligación de ser más audaz y valiente, desde la seguridad de la victoria, y con dos objetivos claros:
- Recuperar definitivamente el juego de posición, al que se ha acercado, si bien no lo suficiente, sí que dando la vuelta a la tendencia de alejarse de él que había establecido Luis Enrique.
- Dar oportunidades a las joyas de la cantera. Aleñá es clarísimo, pero también hay que dar la alternativas a jugadores como Cucurella, Miranda, Cuenca, Oriol Busquets y Abel Ruiz, además de cambiar la tendencia de perder jugadores desde el juvenil con la excusa de no ver posibilidades de llegar al primer equipo.
Desde luego, desde este modesto blog culé chamberilero, mi agradecimiento más profundo por hacerme volver a creer, tras la horrible noche de agosto que tuve que soportar en la segunda gradería del Bernabéu, viendo como, entre olés, el Barça era zarandeado como un juguete roto por un Madrid que parecía que ganaría todo esta temporada. Desde aquí siempre fuimos muy de Valverde, y solo hay que leer entradas desde su llegada.
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