Campeones, merecidos e invictos campeones. El Barça de Valverde culminó en Riazor el camino al título, que empezó lleno de dudas, y que acaba con una superioridad difícilmente cuestionable y con un dato histórico al no haber perdido ni un solo partido hasta la consecución del Campeonato. Séptima Liga en diez años, que certifica la hegemonía azulgrana en la última década en el fútbol español, ya que hay que sumarle también 6 títulos de Copa en ese mismo periodo de tiempo.
El partido me pilló, por una vez, en territorio amigo, ya que este puente mis padres se han llevado a mis dos hijas mayores a la playa, y mi mujer, la pequeña Alba y yo, nos hemos unido el domingo por la mañana, una vez disfrutado el regalo de cumpleaños que le pude hacer a mi mujer, poder asistir al inicio de la gira de Dani Martín en Madrid. Llegamos a mediodía, y entre mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, y el que escribe, planificamos cómo ver el partido y a la vez poder pillar unas pizzas con las que celebrar el título y ahorrarle a mi señora madre hacer la cena a horas ya tardías.
Lo vimos en un pub playero irlandés en Vilafortuny, Cambrils, al lado del restaurante italiano donde solemos pedir las pizzas cuando estamos en la playa. En la terraza, pleno de barcelonistas, y dentro, algunos guiris degustando cervezas. Nosotros también colaboramos en la facturación cervecera del local, como no podía ser de otra forma, y rodeado de pantallas comenzamos a ver el partido. Este empezó con la relativa sorpresa de la suplencia del recientemente protagonista Iniesta. Sin duda, Valverde quería contar con él en el campo para el momento de la consecución del título, y Andrés ya no está para 90 minutos regularmente.
El comienzo fue muy esperanzador. Paciencia, precisión y presión ante cada pérdida. El Dépor era incapaz de pasar del mediocampo, y se repetían largas posesiones a la espera de la aceleración en la frontal en el momento que se abriera un hueco en la tupida telaraña herculina. Y en apenas 8 minutos se abrió la lata. Jugada trenzada de toda la delantera, Dembélé cede atrás y Coutinho coloca el balón en la escuadra de Rubén, que nada pudo hacer. A partir de ahí, primeras muestras de orgullo del Dépor que se iba acercando, pero cada llegada azulgrana era medio gol. Así, pasada la media hora marcó Messi en sutil asistencia de Luis Suárez. Parecía que se certificaba el título. Sin embargo, en la siguiente jugada el Dépor acortaba distancias por mediación de Lucas, ante el incipiente enfado de Ter Stegen.
La salida del segundo tiempo denotó una bajada de tensión todavía más acentuada del Barça que aprovechó el Depor para empatar en una brillante jugada culminada por el bullicioso Emre Çolak, y, en un ataque enorme de orgullo, poner cerco a la portería de un cada vez más enojado Marc André ter Stegen, que no era capaz de hacer centrarse a sus compañeros. Valverde echó mano de Denis Suárez, y el partido volvió a cambiar en el último cuarto de hora, en el que la dupla Luis Suárez-Messi, acabó por decantar la balanza del lado del ya campeón, e Iniesta hizo testimonial acto de presencia en los últimos minutos para ganar su último campeonato sobre el césped. La celebración, respetuosa ante el simultáneso descenso del Depor por su derrota, tuvo un aire coral que creo define bien la temporada azulgrana.
Es la 16ª Liga que celebro como culé desde aquella lejana tarde en Valladolid de marzo de 1985, donde pude comprobar in situ de la mano de mi padre cómo Urruti paraba aquel penalti al Mágico González para darnos la primera que viví. Casi todas, las he visto junto al Primigenio (como le llama mi amigo @gildrix), pues al vivir en territorio comanche y no poder ir con asiduidad al Camp Nou, ha sido mi padre el que me ha acompañado en cada partido importante y en cada celebración, incluída la Copa de Europa de Wembley o mi primer título, la Copa del Rey del 81. Por eso me sentí tan identificado con aquel anuncio de Mahou para el Mundial 2010 que a continuación os reproduzco.
Espero que podamos celebrar juntos muchos más títulos del Barça, pese a algunas sombras que se vienen cerniendo sobre el futuro culé. Lo que es seguro, es que nada justifica que no se festeje y se disfrute de la consecución de un título tan merecido y brillantemente alcanzado. Y a los que dudan, solo les digo que se acuerden de aquel Barça de inicios de los 80, el que yo viví, o el de los 60 o 70, si son más mayores, donde las Ligas eran apenas lo que pasaba entre el "Aquest any, sí" al salir del Camp Nou en el Gamper y la primera decepción liguera. O a los más jóvenes, la sensación del Gaspartismo o, sin ir más lejos, lo que pasaba por vuestra cabeza la noche en que perdimos en el Bernabéu en la vuelta de la Supercopa, que de eso, seguro que os acordáis...
¡Festejad orgullosos, carajo!
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