lunes, 2 de julio de 2018

Mundial de Rusia'18. Episodio 12. Oportunidad única perdida.

Nos volvemos para casa en Octavos. Increíble, pero cierto. Ante una selección todavía peor que aquella Corea de 2002, pero una vez más nos elimina el anfitrión en una eliminatoria. Ya nos pasó con Francia en la Eurocopa de 1984, con Inglaterra en 1996, con la mencionada Corea en el Mundial de 2002. Y también con Alemania en 1988 y Portugal en 2004, aunque estas últimas en fase de grupos. 


Tal es mi pesar, que anoche me animé, por primera vez en dos años, a escribir un extenso hilo en Twitter, con sorprendente aceptación de crítica y público, por lo que a continuación os lo voy a transcribir como resumen de la trayectoria de España en Rusia, y en concreto del partido de ayer:

Todo empezó torcido por tres partes o protagonistas que miraron mucho por si mismos, y muy poco por la selección: el Real Madrid, desesperado por encontrar entrenador tras la inesperada espantada de Zidane, Julen Lopetegui que pensaba que no podía dejar pasar la oportunidad de su vida de entrenar al Real Madrid, y Luis Rubiales, que recién estrenada su presidencia y habiendo transigido en renovar a Lopetegui, que no era su opción, veía que podía perder una autoridad, quizás mal entendida dentro de la Federación.

Así, la selección llegó al debut en el Mundial, con media estocada en las agujas, agravada por un penalti tempranero y un gol en el descuento de la primera parte en un fallo impropio de su, en teoría, gran portero. Aún así, España se repuso por dos veces, y mereció ganar aquel primer partido con ratos de gran juego, y mucho carácter.

Pero el segundo partido marcó el finalmente definitivo cambio de tendencia hasta el desastre final en Octavos. Una Irán ultradefensiva desquició a España, y ganamos de rebote y/o de milagro. Así llegamos al tercer partido de la fase grupos con la necesidad de ganar, tal y como ocurrió en Francia 2016, sin poder dar descanso a jugadores clave, ya en la treintena y que tras una temporada, exitosa pero cargada de partidos. Marruecos nos superó claramente, pero esta vez iríamos por el lado amable del cuadro y como primeros de grupo increíblemente.

Llegamos a los fatídicos Octavos con más dudas que resultados, y con más resultados que juego. Con el debate de la portería, el de la redundancia de trescuartistas por el exceso de horizontalidad, y con futbolistas legendarios en la picota, pero también castigados físicamente por no haber tenido descanso en la fase de grupos.

El once ante Rusia entregaba la selección a Isco, el unánimemente mejor jugador de la selección en Rusia, pero que siempre, no solo en este Mundial, va de más a menos en los partidos, y, por su naturaleza como jugador, desordena a los compañeros casi tanto como a los contrarios. Esta decisión, que no tiene por qué ser errónea en si misma, debería haberse tomado con todas las consecuencias, como cualquier decisión en la vida, y haber acompañado con un segundo punta (¿Aspas?), que diera mayor filo al ataque y abriera huecos para el juego de Isco.

Así que al final, doble pivote (que ahogó a Busquets), ausencia de interiores, tres mediapuntas entre los que Isco gozó de absoluta libertad. Pese a unos decentes primeros minutos, enseguida empezaron a pisarse los mediapuntas y se redujeron las alternativas a lo que Isco creara por si mismo, y por dónde el decidiera.

Como toda decisión a medias, salió mal. Isco puso todo de si, pero apenas generó peligro real, el doble pivote no funcionó, el juego se atascó en un sinfín de pases y conducciones horizontales absolutamente inocuas. Aun así, nos encontramos con otro gol de rebote, poniéndonos por delante, pero incapaces de crear una sola ocasión con 1-0. De manera estúpida, Piqué cometió un penalti innecesario y Rusia empató. De ahí, hasta que ha salido Rodrigo (por fin un segundo punta), nada de nada.

Con Rodrigo y Aspas, con un Iniesta que suplente ha podido estar fresco para sumar en esa linea de mediapuntas al ya muy castigado Isco, una segunda vía de peligro se abría hasta Akinfeev, mejorando algo. Sin embargo, no dio para el posible gol de la victoria y nos fuimos a los penaltis.

Los penaltis no son una lotería a secas. Son el momento de ponerte ante tus miedos, y ahí, la parte psicológica tiene mayor incidencia  que la capacidad técnica o física. Si a eso le sumas el estado emocional de nuestro portero, De Gea, no había otro posible desenlace que la derrota.

Y nos vamos para casa perdiendo una oportunidad histórica por el cuadro que se nos había quedado, y que dentro de muchos años seguiremos lamentando, y yo de los que más, porque hasta dentro de mínimo dos años, no podré volver a sufrir y disfrutar con mis amigos madridistas, mayoría por estos lares.



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