No recuerdo en ninguno de los Mundiales que he podido vivir conscientemente, y ya van unos cuantos desde aquel lejano España'82, en los que la diferencia de nivel entre los contendientes de las dos partes del cuadro sean tan brutales como en este de Rusia 2018. Tras los dos vibrantes Uruguay-Francia y sobre todo el Brasil-Bélgica, nos encontramos el sábado con dos auténticos ladrillos.
El primero, a la hora de la siesta para mas inri, lo perpetraron Inglaterra y Suecia. Dos selecciones que juegan un juego bastante directo, pese a que Inglaterra haya sofisticado mínimamente la salida de balón con los tres centrales, y que puestos a elegir, siempre tendrá ventaja el original, es decir, los ingleses, que inventaron el fútbol, y más concretamente el fútbol directo. Además, la balanza de la calidad, también caíá del lado inglés, pues solo Forsberg podríamos convenir que sobresale en Suecia, mientras que Kane, Dele Alli, Sterling o el inspirado Lindgard, desompensaban claramente la balanza del lado de los tres leones.
Los primeros cinco minutos ya sumaron más pelotazos cruzados inmisericordes que los dos cuartos de final del día anterior, buscando unos a un muy sobrado Kane, y los otros a la dupla Berg-Toivonen, que en ningún momento se pudo imponer a Walker, Stones y sobre todo un Maguire que estuvo en su salsa durante los noventa minutos, pudiendo tomarse revancha de aquel montaje años antes de un mueble de Ikea, con el que prometió venganza contra el país escandinavo. Y cumplió su promesa en este partido. A punto de cumplirse la media hora, con todo el globo terráqueo salvo Suecia e Inglaterra, estaban a punto de caer dormidos, especialmente Europa en horario de siesta en su huso horario, un córner centrado a la hoya, sin rosca, simplemente puesto al área fue cabeceado por el vengador Maguire para poner el primer clavo del ataúd sueco.
En la segunda parte, emergió la figura de Jordan Pickford, reforzado en su moral por la tanda de penaltis contra Colombia, dejó tres intervenciones de mucho mérito, una a cada lado por abajo, y una tercera por arriba, desde cerca y con desvío incluido de su defensa. Había dudas sobre él, principalmente por su falta de experiencia al más alto nivel internacional, al no haber oído todavía el himno de la Champions en su carrera y lleva apenas una decena de internacionalidades. Personalmente, fue mi apuesta en Inglaterra, muy por delante de Pope o Butland, que es cierto que tuvieron mejores números en Premier durante el año, pero están un par de escalones por debajo de Pickford, a mi entender. El partido lo cerró definitivamente Dele Alli, tras otro balón bombeado a la hoya que los suecos defendieron pavorosamente. Para acabar de cerrarlo, el seleccionador sueco sacó del campo al único jugador distinto, Forsberg. Tan distinto como la canción de Sting "an englishman in New York", y al que sacrificó Suecia para abandonarse a una desesperada e ineficaz avalancha aérea para remontar, recibida con regocijo por Maguire y compañía, absolutamente en su salsa despejando pelotazos frontales. En resumen, Inglaterra se planta en semifinales con muy poquito, y es que el lado amable del cuadro, es muy, pero que muy amable.
Ya al final de la tarde se presentaron en nuestros hogares rusos y croatas para deleitarnos con despliegue físico, y apenas el fútbol que Modric principalmente nos pudiera servir. En compensación, fue quizás el partido más emocionante del Mundial. Y eso que abrió el marcador el Schillaci de Rusia'18, Denis Cheryshev, que en un extraordinario movimiento y disparo a la escuadra llevó el delirio a las gradas de Sochi. Pero antes del descanso, empató Croacia en una jugada horriblemente defendida por Rusia, que Kramaric cabeceó a placer pese a estar rodeado por 5 defensas rusos. Sí, esa defensa impenetrable para la selección española dejaba una y otra vez huecos de índole geográfica a los croatas, muy desafortunados en el remate y el último pase.
Hubo una jugada que bien pudo marcar el partido, con la lesión en el último minuto del segundo tiempo del portero croata, Subasic, que está convirtiendo su Mundial, entre tandas de penaltis y emotivas dedicatorias a su amigo fatalmente fallecido hace años en un partido, Hrvoje Custic, en un tobogán de emociones para él y para todo su país. Croacia había hecho todos los cambios, y parecía que un tirón acabaría con su participación en el partido y posiblemente en el Mundial. No solo aguantó, visiblemente mermado, sino que paró algunos balones de mérito en la prórroga y un penalti en la tanda.
La prórroga, como casi todo el Mundial estuvo presidida por la emoción, el poco juego y el balón parado. Así llegó el tanto croata, por medio del defensa Vida, que cabeceó un córner botado por Modric. Y cuando parecía que Rusia quedaría eliminada, un arreón tremendo de orgullo, acabó con otro cabezazo a lanzamiento de falta esta vez del lateral Mario Fernandes, aprovechando que la defensa croata, ante la precariedad de su portero, aculaba en exceso la defensa en el balón parado.
Llegamos a la tanda de penaltis, y tras un par de errores repartidos, el fútbol nos trajo una vez más el paso de héroe a villano tantas veces presenciado. Mario Fernandes, que además del gol ha sido uno de los mejores laterales del Mundial, con un golpeo tétrico, lanzó fuera su penalti, y dejó igual de fuera a Rusia, y en un mar de lágrimas el estadio olímpico de Sochi, y toda a patria rusa, tras marcar Rakitic por segunda vez, el penalti decisivo de una tanda, circunstancia nunca vista en la historia de los Mundiales.
Croacia, por su parte, pasó a semis, tras dos prórrogas, dos partidos bastante mediocres, y demasiado hype por parte de los gurús, sobre todo entregados a Modric, un jugador de época, al que parece que se le quiere compensar el mérito, si no negado, sí relativizado de los últimos años, haciéndole estrella de un Mundial, que en ningún caso estoy de acuerdo que haya sido. Destacado, por supuesto, como casi siempre, pero mejor jugador del Mundial, ni por asomo. Al menos, hasta hoy.
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