lunes, 29 de mayo de 2017

Final de la Copa del Rey: Barça-Alavés. Messi despide a Luis Enrique con otro título tras otra exhibición.

Tras la no consecución del titulo liguero la semana anterior, el Barcelona se presentaba, por cuarto año consecutivo, de nuevo en Madrid, para disputar la final de Copa ante uno de los equipos revelación de la temporada, el "glorioso" Deportivo Alavés de Mauricio Pellegrino. El partido era también el último encuentro como entrenador del Barcelona de Luis Enrique Martínez, que buscaba coronarse por tercera vez consecutiva como Campeón de España (la Copa del Rey es oficialmente el Campeonato de España de Fútbol), y marcharse sin haber sido vencido en esta competición durante su estancia a los mandos de la nave blaugrana.


El partido no era fácil para el Barcelona, ya que una victoria del equipo ya casi se daba por descontada, especialmente en el entorno mediático más tóxico del equipo, que ya había levantado ampollas entre los jugadores y aficionados alavesistas, dando por ganada la final antes de jugarla. No había nada que ganar, y sin embargo, una inesperada derrota podría haber abierto la caja de Pandora en el universo azulgrana, que durante la semana ya había tenido unos cuantos sobresaltos, aunque fueran en el ámbito judicial: imputación y prisión incondicional para el ex-presidente Rosell, precursor e inspirador de gran parte de la Junta actual, desestimación de la acción de responsabilidad civil contra la anterior Junta (la de Laporta), y confirmación de la condena de 21 meses para Leo Messi por fraude fiscal.

El Alavés, desde su victoria ante el Celta en semifinales, y una vez conseguido el objetivo de la salvación de manera tan prematura como merecida, había podido dedicar prácticamente 3 meses a preparar este partido. El 1-5-4-1 que preveíamos sería de la partida, ya se le había atragantado al Barcelona en el inicio de la temporada en septiembre, donde el Alavés cosechó una histórica victoria en el Camp Nou, ante un equipo azulgrana atestado de suplentes tras el primer parón de selecciones y con un Messi tocado, que tuvo que salir, sin demasiado éxito a arreglar el desaguisado en la última media hora. El sistema de repliegue defensivo, con puntuales presiones a la salida de balón, había sido un dolor de cabeza para el cuerpo técnico azulgrana, que por el cada vez más deficiente juego posicional en ataque, no acertaba a superar con solvencia las defensas más cerradas. Sin embargo, la ausencia de Laguardia por sanción dejaba a la defensa vitoriana sin su caudillo, y se notó.

En el Barcelona, las ausencias por sanción de Sergi Roberto y Luis Suárez, ambos expulsados en la vuelta de semifinales ante el Atlético, fueron cubiertas por Mascherano y Alcácer, dejando un 1-4-3-3 clásico de los últimos años. El resto, salvo Cillesen que es el portero de la Copa, los componentes del once de gala que pocas veces han podido coincidir en el césped durante la temporada por las más variadas circunstancias.

El partido comenzó con un Alavés, muy agresivo, tanto en la altura de la presión como en los balones más o menos divididos, liderado por su capitán Manu y el extraordinario Marcos Llorente, un portento físico no exento de calidad. Con esta intensidad, consiguió aguantar la primera media hora, y hasta dispueso de un disparo al palo de Ibai que se comió el holandés Cillesen, y se paseó por la línea de gol. Ya en el minuto 10, Mascherano, tras un choque fortuito con Marcos Llorente había salido del campo, sustituido por el jugador fetiche de Luis Enrique, André Gomes, actuando de lateral, y esta vez sí, ofreciendo uno de sus mejores partidos, si no el mejor, como azulgrana.

Pasaban los minutos, y cada vez se veía a un Alavés más aculado atrás, atrincherado en los últimos 30 metros del campo, y cada vez con menos asiduidad en las salidas. Al filo de la media hora, en una jugada entre Messi y Neymar, el primero marcó su clásico gol tocado con el interior del pie, con efecto, al palo derecho, inalcanzable para el portero. 1-0, y lo más difícil ya estaba hecho. Sin embargo, en el siguiente minuto, una falta lateral fue magistralmente lanzada por Theo Hernández, otra de las sensaciones de la temporada alavesista, y entró por la escuadra de Cillesen. La final se abría de nuevo y con renovados brios para el salvaje despliegue físico del Alavés.

Y aquí, una vez más, hay que hablar de Leo Messi. Para mi el indiscutible mejor jugador de la historia, en su mejor temporada para mi gusto, cada vez más maduro, y leyendo los partidos con un nivel de sabiduría y conocimiento del juego parejo al de la calidad de su pierna izquierda, volvió a decidir un partido, una final. El, solo, mandó parar. Descabalgó tácticamente al Alavés, moviéndose entre el centro del campo y la mediapunta en numerosas ocasiones y abriendo el carril para André Gomes y Rakitic al arrastrar con él a buena parte de la estructura defensiva alavesista. También, volvió esporádicamente a la parte derecha para, desde ahí, comenzar las jugadas que muchas veces acababan con un pase filtrado a la espalda del central y lateral derecho vitorianos, con la entrada de Jordi Alba y Neymar, en una jugada tan conocida como indefendible. Leo llevaba 43 minutos de lección de cómo leer el partido y ya había marcado su clásico gol, pero faltaba todavía decidir la final. 

Y lo hizo en 3 minutos. Primero, tras una jugada por banda de Neymar, debordando a unos cuantos albiazules, el balón llegó a Messi a unos diez metros de la frontal. El rosarino dio la pausa justa para atraer hacia si a los centrales y que Theo, el lateral izquierdo se cerrara para escalonar el presunto eslalom que se venía... pero Leo, había visto la llegada de André Gomes, y le puso un balón en ventaja que el portugués centró al segundo palo para que Neymar marcara a placer y pusiera en ventaja de nuevo al Barcelona. Y ya en el descuento, nos dejó otra obra de arte solo a su alcance: encaró desde la banda derecha, filtrándose y superando a cuatro rivales, para en el momento preciso, entre un bosque de piernas, asistir el desmarque de Paco Alcácer, que definió como el gran delantero que es, cruzado, rápido y raso, imposible para Pacheco. 3-1, descanso, y todo hacía indicar, como así fue, que final finiquitada.

La segunda parte, fue un ejercicio de coraje y empuje sin demasiado peligro del Alavés, con un Barcelona demasiado conservador, pero seguro de su superioridad en el campo. Los últimos minutos fueron un rosario de jugadores vitorianos acalambrados por el tremendo esfuerzo y el calor de un tarde-noche veraniega de este mayo tan atípico en Madrid.

Messi e Iniesta con su 30º trofeo con el Barça. Ahi es nada...

Al final, todos contentos. El Alavés, ovacionado por la animosa y sensacional afición vitoriana que se desplazó a Madrid en festiva peregrinación para conmemorar una temporada histórica, culminada por un encomiable ejercicio de resistencia por parte del equipo albiazul, pero incapaz de poder superar a las huestes del General Messi. El Barça, por su parte, cerrando de la mejor manera posible (con un título, aunque menor) la era Luis Enrique, y al menos, no dejando en blanco esta temporada, la primera de este experimento sociológico-futbolístico que es Culé de Chamberí.

Ahora, es el momento de hacer los análisis, poner la notas a la temporada finalizada y presentar el nuevo proyecto, que esta tarde oficializará la llegada de Ernesto Valverde como próximo inquilino del banquillo culé para las próximas temporadas. Desde aquí, iremos haciendo resumen de lo acontecido estos meses, intentando diseccionar los por qués de lo acaecido esta temporada que se cierra y vislumbrando y explicando las necesidades y cambios que necesita el FC Barcelona para volver a competir al más alto nivel del fútbol europeo la próxima temporada.

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