lunes, 10 de julio de 2017

Historias del Culé de Chamberí: Brasil-Italia del Mundial de España'82. El partido que marcó mi infancia.

Estamos en 1982, España acababa de nacer entre las democracias europeas, y apenas un año antes había superado un intento de golpe de estado (el 23-F). Se comenzaba a hablar de un posible cambio de gobierno ante una UCD que se desmoronaba por momentos, y el país tenía ante si la prueba del algodón para mostrarse al mundo como un país moderno durante el acontecimiento más importante del planeta, Juegos Olímpicos aparte, y que hace que durante un mes, el mundo entero esté pendiente de un país: el que organiza el Campeonato Mundial de Fútbol. Y ese año, se jugaba en España.



El primigenio Culé de Chamberí, mi padre, había tenido la gran idea de, para asentar mi incipiente afición futbolera nacida aquella tarde de invierno en el pueblo, comprar una de esas publicaciones por fascículos tan en boga en los 80: la Enciclopedia Mundial del Fútbol. Eran 6 tomos, más el bonus track dedicado a España'82, que fueron llegando más o menos cada 2 meses a casa durante la temporada 1981-82, y que un impúber @culedechamberi devoraba a todas horas, casi memorizando cada página. Ante mi, además, se presentaba la oportunidad de vivir un Mundial en casa, en una época en que se podían ver todos los partidos en la única televisión que existía, Televisión Española.

Estos libros son el germen de mi pasión por el fútbol

En 1982, podemos decir que España entera tenía dos equipos. El primero, evidentemente, era la selección española, que tan modesto papel realizó en el Mundial, aunque esto merece y será tratado en un post aparte. Y el segundo era el Brasil de Telé Santana. Una selección plagada de jugadores talentosos en el mediocampo (Toninho Cerezo, Falcao, Socrates y Zico), jugando prácticamente con 6 mediocampistas, pues Eder, uno de los delanteros, combinaba como uno más, y Junior, el teórico lateral izquierdo era más un interior que otra cosa. En realidad, jugaban un 1-3-6-1, con las losas que Waldir Peres en la portería, y el torpísimo Seginho en el ataque, representaban. En la primera fase, realizaron 3 partidos memorables, remontando a la URSS en Sevilla y ganando ampliamente a Escocia y Nueva Zelanda. 

Se presentaban en la liguilla de la segunda fase como incuestionables favoritos al título, condición que confirmaron en el primer partido de la segunda fase ante Argentina, a la que avasallaron en una exhibición de fútbol sublime. Para entonces, toda España, ya se paralizaba ante la televisión cada vez que Brasil jugaba, y aquel 5 de julio, no iba a ser una excepción. Brasil se enfrentaba a Italia, quien tras una flojísima primera fase en Galicia, con 3 empates en 3 partidos y clasificándose de milagro, había recuperado parte de la autoestima venciendo a la entonces campeona del mundo, Argentina. Sin embargo, se presentaba en el partido como una víctima propiciatoria ante la selección brasileña, a la que incluso valía el empate para ser semifinalista de aquel mundial. Nadie, ni siquiera los periodistas italianos confiaban en la improbable victoria trasalpina en Barcelona.

Brasil 82. De pie: W. Peres, Leandro, Oscar, Falcao, Luisinho y Junior;
abajo: Socrates, Toninho Cerezo, Serginho, Zico y Eder

Era una calurosa tarde de verano, el estadio del Espanyol, en la carretera de Sarriá, hoy en día desaparecido por la voracidad urbanística y los problemas económicos del club perico, estaba lleno hasta la bandera que dirían los clásicos. Los dos equipos se presentaron con su once de gala y ya en los primeros minutos se vio que los italianos iban a vender muy cara su derrota. A los 5 minutos, Paolo Rossi, cruzaba de cabeza, solo en el área pequeña, un centro magnífico de Cabrini desde la izquierda, tras una maravillosa jugada en medio campo del habilidosísimo Bruno Conti. Brasil, con su juego combinativo, lejos de ponerse nerviosa, siguió con su plan, y apenas unos minutos después, a los 12, empataba por medio de Sócrates, tras una maravillosa combinación con Zico, y engañando a un Dino Zoff que le compró el amago de centro, descubriendo el palo corto, por donde entró el balón. Fue el único error de Dino Zoff en toda la tarde. El veterano portero de la Juve, se abrió ante mis ojos como un portero majestuoso, organizando su defensa, dominando el juego aéreo con autoridad, y saliendo al área grande para tapar, como hasta entonces yo no había visto. Él, y el elegantísimo Antognoni, además evidentemente del bendecido Paolo Rossi, fueron mis grandes descubrimientos de aquella tarde. Con el tiempo los llegué a apreciar, una vez se me pasó el disgusto muchos días después.

Pero volvamos al partido. Brasil había empatado el partido y dominaba, aunque algo impreciso en el pase, lo que Italia seguía aprovechando para desplegarse con peligro. Había un cierto punto de displicencia en el juego brasileño, jugaban casi sin defensas, sin marcar, confiando que sus ilimitados recursos ofensivos compensarían cualquier distracción o error, pese a jugar con uno de los peores delanteros que recuerdo en el fútbol a este nivel, el torpe y espigado Serginho, que para entonces ya había fallado una ocasión solo, sin oposición, delante de Zoff. Ese desdén de Brasil, se demuestra en el segundo gol italiano, cuando Toninho Cerezo, da un incomprensible, infantil e impreciso pase horizontal en la salida de balón, y Paolo Rossi, más despierto que los 3 brasileños que se encontraban en las inmediaciones, acierta a robar, y a rematar ante la líquida oposición de Waldir Peres, incapaz de parar cualquier balón medianamente complicado en todo el campeonato. Así se llegó al descanso, con la sorpresa de la victoria italiana, que no era tal si nos ateníamos a lo visto en el primer tiempo; un Brasil impreciso y fallón, frente a una muy ordenada selección italiana, que salía con mucho peligro a la contra con cada pérdida de balón brasileña, a lomos de los Cabrini, Tardelli, Conti, Graziani y Antognoni, y siempre con Rossi predispuesto a rematar la faena.


Así empataba Socrates el partido en el minuto 12

El comienzo de la segunda parte nos trajo un escenario muy diferente, con Brasil, subiendo varias marchas la velocidad y precisión de su juego, comenzando a arrinconar a una Italia, que ni mucho menos se sentía incómoda defendiendo su ventaja. Era un choque de estilos llevados a la máxima expresión, por la oposición de los mismos, y su perfecta ejecución y puesta en escena. A los 68 minutos, una gran jugada colectiva de Brasil, con Toninho Cerezo arrastrando con su desmarque a tres defensas italianos, permite a Falcao, rematar violentamente tras un recorte en la frontal del área. Era el empate que clasificaba a Brasil para semifinales. Y, en ese momento, Brasil, con esa mentalidad romántica del fútbol, siguió atacando sin tapujos, descuidando atrás lo que creía fervientemente que podría compensar su talento ofensivo. Y en el minuto 74, apenas 15 minutos antes del final, en el primer saque de esquina de Italia en todo el partido, consecuencia de una mala cesión de cabeza de Junior a su portero, Paolo Rossi, tras un rechace y, una vez más, solo en el área pequeña habilitado por un Junior desorientado y sin marca, remachaba el 3-2 que sería definitivo. En ese momento, muchos espectadores comenzaron a ser conscientes de que Italia podía ganar ese partido, y que increíblemente, Brasil, podía quedar fuera de las semifinales. Los últimos minutos fueron un ataque constante aunque un tanto desordenado por parte de Brasil, ante el que Italia, acaudillada por los guantes Uhlsport de Dino Zoff, resistió hasta el final. La resistencia de aquellos minutos quedó reflejada en una parada de Dino Zoff a un cabezazo a bocajarro del central brasileño Oscar, llena de reflejos y técnica para conseguir un dificilísimo blocaje.

Este es el momento en que Rossi marca su tercer gol
Esa parada fue el punto de partida de mis lágrimas aquella tarde en la terraza de nuestra casa de Gran Vía de Germanías en Valencia. Era la primera vez que lloraba por un partido de fútbol, y no fue ni por mi equipo, el Barça, ni por la selección española. Fue por la eliminación de Brasil, el mejor equipo de fútbol que había visto, y aunque yo no lo sabía entonces, el acta de defunción de ese fútbol romántico de ataque, que dio pie a una época de dominio del fútbol físico y defensivo, encarnado por los equipos italianos y su catenaccio, llevados a la máxima expresión por aquella Juventus de Trapattoni, Platini, Scirea, Gentile, Cabrini y Boniek. Aquel partido también desembocó en ver a los Dunga de turno, en el sitio que una vez ocuparon Toninho Cerezo, Falcao y Junior. 

Y es que aquel día murió también el Brasil que todos admirábamos y que hizo que todo un país, España, se entristeciera casi más por aquella eliminación, que la que horas más tarde, ese mismo día, se consumaba en el Santiago Bernabéu, la de la selección española, que empataba a cero con Inglaterra. Y pese a lo que aquel niño creyó aquella tarde, no fue ni mucho menos un resultado injusto, sino el triunfo del orden y la táctica sobre el talento y la magia de aquellos maravillosos brasileños que no entendían el fútbol de otra manera que disfrutando y haciendo disfrutar con la pelota en los pies.

Si queréis ver completo el partido, pues es uno de los mejores partidos de la historia de los mundiales, y quizás de la historia del fútbol, podéis como siempre verlo en @foobaliaweb, en concreto, aquí.


martes, 4 de julio de 2017

Fichajes 2017 (I): Gerard Deulofeu


En mi opinión, el retorno de Deulofeu al FC Barcelona, debe analizarse, preponderando la vertiente psicológica y emocional de lo que se va a encontrar. Futbolísticamente, encaja como un guante. Los amigos de Ecos del Balón, le han hecho un muy buen perfil.  Y es que Gerard Deulofeu es "el perfil" que necesita el Barça para darle una nueva cara al poliédrico ataque barcelonista. Capacidad tiene; fútbol, más del que a veces parece con algunas erráticas tomas de decisión; conocimiento del club, todo y más; pero todas las dudas sobrevuelan entorno a lo anímico.



Y dentro de lo anímico hay un aspecto significativo que es imposible soslayar: la reacción del Camp Nou. Gerard es un jugador que suscita una enorme división en el barcelonismo. Casi como nadie que yo recuerde, ya que no viví la época de Kubalistas y Suaristas (soy viejuno, pero no tanto) Por ello, sus primeras actuaciones esta temporada, y especialmente en el Camp Nou van a ser absolutamente reveladoras de lo que le espera y cuánto tiempo. No sé si es justo, pero es una realidad incuestionable. Hay mucho barcelonista que no traga a Deulofeu. Y el carácter de Deulofeu, además de poder no estar preparado para un papel no protagonista, como sin duda inicialmente le espera, yo creo que no será capaz de sobreponerse al murmullo y los primeros silbidos de parte de su afición. 



En lo estrictamente futbolístico, si lo que queremos es 1-3-4-3, es verdad que quizás un perfil más estático, como muy bien interpretó Rafinha, es más lo que se adecuaría para el juego del Barcelona. Me he preguntado muchas veces si Denis no podría hacer ese papel y resolver definitivamente esa dicotomía de interior sin ser interior y extremo sin ser extremo que parece que atormenta al gallego. 


Pero yo veo más a Gerard como un agitador de partidos atascados. Ese sí que es un perfil absolutamente necesario para cualquier equipo grande y una de las carencias del Barça 2016-17. También creo que puede ser una gran alternativa a las ausencias de Neymar por la izquierda para no tener que cambiar en exceso la dinámica del equipo, como pasaba la pasada temporada si jugaban Arda o Alcácer en su lugar. Deulofeu puede clonar el papel de Neymar en el juego ofensivo azulgrana, y si tiene el día, desde luego no bajar en absoluto el caudal ofensivo que genera el carioca. 

Pero como he dicho antes, el plano emotivo y su relación con el Camp Nou marcarán su integración en el equipo más que cualquier otra cosa. Si consigue enganchar actuaciones destacables en el inicio, y ahuyentar, siquiera temporalmente el murmullo, y encuentra su sitio en la plantilla, podemos estar ante la vuelta del Hijo Pródigo. Se debe tener fé, pero confianza... Yo quiero confiar.