jueves, 28 de diciembre de 2017

El Madrid-Barça individualmente. Ter Stegen, Piqué, Busquets, Iniesta, Leo y Suárez, la columna vertebral a gran nivel

Una de las claves de la victoria azulgrana en el Bernabéu fue la excepcional respuesta individual de todos y cada uno de los jugadores que saltaron al césped para enfrentarse al Real Madrid. Algunos de ellos ya venían demostrando un gran nivel de manera continuada como Ter Stegen o Busquets, otros venían dando síntomas de mejora tras un comienzo de temporada preocupante, como Luis Suárez y Piqué, y Messi, pese a haber bajado su producción respecto al comienzo de temporada y tras clasificar a Argentina para el Mundial, parecía en los últimos partidos haber vuelto a acelerar en su rendimiento.


En la portería, Marc André ter Stegen dio continuidad a sus actuaciones durante toda la temporada. Sin demasiados aspamientos, siempre mostrando seguridad, con ese aire de eficiente funcionario alemán, impertérrito ante cualquier situación por muy complicada que esta parezca volvió a dejar la portería a cero con algunas paradas de mérito y contribuyendo con un absolutamente impresionante 100% de acierto en el pase, si bien es cierto que luego, sus balones largos durante la primera media hora, raramente fueron convertidos en posesiones en campo contrario por sus compañeros. En resumen, otra magnífica e impoluta actuación del teutón.

En la defensa, los laterales, si bien es cierto que en la primera parte tuvieron ciertos problemas con los 2 contra 1 que le propusieron los rivales, sobre todo Sergi Roberto, ya en la segunda parte, subieron su posición unos metros y fueron claves para el aposentamiento del juego azulgrana en campo contrario, incluida la asistencia del primer gol por el de Reus. Los centrales estuvieron inexpugnables por alto y atentos a auxiliar a sus laterales en situaciones de inferioridad. Piqué firmó de nuevo, y ya van unas cuantas, una imperial actuación en el Bernabéu, sobre todo en los momentos más difíciles de la primera parte, cerrando sin duda su mejor partido de la temporada. Vermaalen, pasó con nota el examen de su debut en un Madrid-Barça y además colaboró en la circulación de balón que adormeció el choque en la segunda parte.

El centro del campo dio un paso al frente, liderado por un majestuoso Sergio Busquets, que si bien tuvo un par de pérdidas peligrosas en la primera parte, se adueñó con el paso de los minutos del ritmo del partido, y nos regaló para la posteridad su calmada, talentosa y decisiva salida de balón en el primer gol ante Toni Kroos. También Rakitic, bajando a la altura de Sergio en muchos momentos, o descolgándose como en el primer gol, firmó uno de sus mejores partidos con la camiseta azulgrana. Iniesta, en el tiempo que estuvo sobre el campo, puso la calma necesaria, a través del juego y con los gestos y las palabras hacia sus compañeros ejerciendo de capitán, además de ser capaz de darle esa velocidad extra a la posesión azulgrana, que facilita el trabajo para Messi y Suárez recibiendo en ventaja. Por último, Paulinho, que mostró en toda su extensión lo paradójico de su juego; intrascendente en la circulación, incapaz de bajar los balones en largo de Ter Stegen en la primera parte, sin embargo convierte en peligro máximo cada una de sus llegadas al área, transformándose al cargar en ella en un futbolista decisivo, que rozó el gol en un par de ocasiones, además de obligar a Carvajal a sacar la mano para evitar que marcara él el segundo gol.

Arriba, Luis Suárez, esta vez sí que tuvo éxito en su lucha constante, y además tuvo el acierto para abrir la lata, además de un buen número de ocasiones donde creó el peligro que no se le veía durante la temporada actual. En la primera parte fue el único capaz de consolidar en posesiones en campo contrario los envíos largos de Ter Stegen, y cuando el equipo subió unos metros, empezó a ser un peligro constante para Keylor y sus defensas. 

Y luego está lo de Messi, que tardó en entrar en juego, pero que en cuanto recibió un balón en condiciones ya dejó solo ante el portero a Paulinho. El nivel de pánico que crea está condensado en la jugada del primer gol, donde al pararse y abrirse ante la galopada de Rakitic, se llevó con él a Kovacic y fue decisivo para la consecución del gol. A partir de ahí, un recital de juego y pases de gol, habilitando en no menos de media docena de veces a Suárez, Paulinho, Semedo, André Gomes, hasta cerrar su actuación con un brillante desborde en el último minuto a Marcelo y un pase atrás para que Aleix cerrara la cuenta. Otra muesca más en su revólver del Bernabéu, donde siempre sobrevolará el miedo a que el argentino vuelva a destrozar un partido. Nunca un rival ha generado esa sensación de inferioridad en ese estadio, de eso estoy más que seguro.

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miércoles, 27 de diciembre de 2017

El Madrid-Barça desde lo táctico. Duelo de pizarras mucho mejor leído por Valverde durante el encuentro

En esta segunda entrega de lo que fue el Madrid-Barça voy a centrarme en las variantes tácticas que se vieron en el partido, que fueron bastantes, y creo que muy interesantes de desmenuzar, pues dejan a Valverde en gran lugar, como se lleva mereciendo todos estos meses, y sin embargo, en mi opinión, tampoco dejan tan mal como pareciera a Zidane, que buscó soluciones al problema, es decir, Messi en su jardín del Bernabéu.


Parecía claro que ambos entrenadores iban a apostar por el 1-4-4-2 de los últimos tiempos, una vez superados los tridentes, ya sea por salidas intempestuosas (Neymar) o lesiones continuadas (Bale). La primera sorpresa táctica, sin embargo, llegó al oficializarse las alineaciones. Como era de esperar, Valverde sacó lo que tiene, que tampoco es que sea poco, pero pocas alternativas le facilita la plantilla entre su composición y las lesiones. El banquillo era un tanto desolador, con Denis y Alcácer como únicas alternativas para dar la vuelta al partido en caso de que se pusiera cuesta arriba. Sin embargo, Zidane, se convirtió en lo que hasta ahora no me había parecido nunca, un técnico intervencionista. Algo que no tiene por qué ser malo, sino todo lo contrario, al buscar soluciones entre los recursos disponibles, que en el caso del francés no se puede negar que son abundantes. La exhibición de Messi el pasado abril, como le pasó a Ancelotti en el 3-4 del 2014 o a Mourinho en el 5-0 de 2010, convenció a Zidane de la necesidad de priorizar a Messi en su planteamiento.

Y ¿cómo lo hizo?, blindando el centro del campo con la presencia de Kovacic, quien en la Supercopa ya había hecho un gran trabajo sobre Messi en el Camp Nou. Sin embargo esta vez, también estaba el trio habitual del mediocampo madridista Casemiro-Kroos-Modric, por lo que prescindió de Isco, lo que a posteriori le valdría la mayoría de las críticas a toro pasado. La idea parecía esa, marcaje al hombre a Messi, pero según rodó el cuero pudimos ver que no era exactamente así. Formaba parte de un plan de presión altísima, hombre a hombre en el que Kovacic ejercía de sombra de Busquets para deshabilitar la salida de balón azulgrana, y los laterales Marcelo y Carvajal, se emparejaban casi a la altura del área contraria con sus homónimos azulgranas (Alba y Sergi Roberto), los delanteros con los centrales y los interiores con sus colegas azulgrana, flotando siempre a Ter Stegen, y dejando como mucho el pase a los centrales en corto. La buena disposición y actitud agresiva de los madridistas obligó durante la primera media hora al portero alemán a jugar en largo. Lo hizo con la precisión habitual, pues hizo un 100% de acierto en el sentido de que todos sus balones fueron bajados o peinados por sus compañeros más avanzados: Suárez y Paulinho, quien se descolgaba y era el más habitual objetivo de los envíos de Ter Stegen. El problema fue que casi en ninguna ocasión Paulinho pudo consolidar una posesión en campo contrario, pues se mostró impreciso en la retención de balón y en el pase.

Además, para ganar superioridad en las bandas, Zidane pidió a Cristiano que cayera a banda izquierda para hacer dos contra uno con Marcelo, y Modric hizo lo propio desde atrás en la derecha. Este planteamiento colocó al Madrid en el penúltimo escalón del gol, pero entre la imprecisión de los centros laterales, la imperial actuación de los centrales azulgranas y la falta de carga del área, tan solo con un muy desacertado y hasta cierto punto indolente Benzema. De hecho, esa primera media hora no alumbró parada alguna de Ter Stegen, ni siquiera un "¡huy!". Pobre bagaje para el dominio ejercido, lo que también facilitó la falta de agobio de los chicos de Valverde, quien pidió contención a sus laterales, que no abandonaron la línea de cuatro durante la primera parte, como parte de un plan maestro perfectamente diseñado para aguantar la previsible y confirmada carga de la infantería madridista al comienzo del partido.

A partir del minuto 29, con la ocasión de Paulinho a pase de Messi tras una larga posesión, ya aposentada por primera vez en campo contrario durante más de un minuto, el partido se abrió, y llegó un intercambio de llegadas más claras, con otra oportunidad para Paulinho de cabeza, tras buena jugada entre Messi, Iniesta y Alba. Por parte madridista rondaron el gol Cristiano escorado y Benzema en su única intervención positiva que remató de cabeza al palo tras un error lamentable en salida del errático y paradójico Paulinho, que descolocó a Sergi Roberto, obligó a salir a la banda a Piqué y Vermaalen fue superado por el francés. Se llegó al descanso sin goles, y con la sensación del lado blaugrana de que lo peor ya había pasado, y además no había sido tan duro.

De esta guisa, Valverde en el descanso pidió un paso adelante de los laterales y de Sergio Busquets, y entrar en la segunda parte mostrando la autoridad del equipo con lo que siempre le ha caracterizado, la posesión del balón. Eso sumado a un cierto bajón en la agresividad del Madrid, cambió totalmente el partido, pasando a jugarse casi 30 metros más cerca del marco de Keylor Navas. Y así empezaron las llegadas y llegó el gol en una salida imperial de Busquets hacia Rakitic, quien conectó con la primera visita de Sergi Roberto al vértice del área contraria. En la jugada, la altura de los laterales madridistas fue clave, pues ambos llegaron tarde a su posición, y dejaron vendidos a Varane y Ramos, que nada pudieron hacer en inferioridad.

Con el gol, Busquets y Messi tomaron definitivamente el mando del partido, y durante un cuarto de hora, se mascó la tragedia en el Bernabéu, con un Madrid desquiciado y perdido, personificado en Ramos y Carvajal, que bien pudo acabar con ambos en el vestuario antes de tiempo, pero que sólo el segundo, descolocado una vez más y superado a su espalda por Luis Suárez, acabó expulsado tras despejar en escorzo con la mano el postrero remate de Paulinho, otra vez llegando. 0-2 y superioridad numérica blaugrana, apuntalada por la conservadora decisión de Zidane de sacar a Nacho por Benzema, y dejar un 1-4-4-1, que dejaba a merced del Barcelona el partido. Así, la magistral aplicación de cloroformo por parte de Busquets e Iniesta, y la exhibición de poner compañeros mano a mano con el portero de la Bestia Parda, parecía acercar a goleada histórica el partido.

Faltaba el último arreón madridista, que se produjo con la entrada de Bale y Asensio por los dos mediocentros, pasando a un 1-4-2-3 mucho más atrevido, y, sobre todo, tras la salida de Iniesta que hizo, durante unos breves minutos, perder el control absoluto que hasta entonces había gozado el Barça desde el descanso. Fueron varias llegadas consecutivas, con un par de ocasiones claras, resueltas por Ter Stegen con la suficiencia habitual, y que pese a enardecer momentáneamente las huestes madridistas, fueron rápidamente neutralizadas por la flema de Busquets, y un par de pases de Messi dejando a Semedo, Paulinho y André Gomes ante Keylor. De ahí al final, tranquilidad, posesiones largas azulgranas y la impotencia por parte madridista de meter mano a un equipo que a favor de obra es prácticamente inalcanzable pese al paso de los años.

Valverde se coronó como un auténtico mariscal de campo una tarde más, y en el más complicado de los escenarios, el campo del eterno rival. Zidane, por su parte, se apropió, muy a su pesar, de todos los palos de la crítica y el público por sus decisiones; alguna de las cuales entiendo fueron acertadas si se contextualizan convenientemente, pero que a ojos del madridismo, visto el marcador, tienen dos nombres propios que lo sitúan en pecado mortal: Benzema por acción e Isco por omisión.

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martes, 26 de diciembre de 2017

El Madrid-Barça desde lo emocinal. Messi empezó a ganar este partido en abril

Como es periodo navideño, sin fútbol más allá del Boxing day en Inglaterra y los torneos de Fútbol 7 de los niños, voy a ampliar mi aportación sobre el último partido del siglo, el del pasado sábado entre el Madrid y el Barcelona en el Bernabéu. Lugar donde el equipo del cabal Valverde entiendo que dio un golpe definitivo, salvo sorpresa y desmoronamiento histórico al Campeonato de Liga, sumadas también las derrotas de Valencia y Atlético en la jornada que cierra este 2017 de sensaciones encontradas para el culé de a pie.


Mi primer aporte sobre el partido del sábado en Chamartín, lo quiero centrar en lo emocional. El fútbol es un deporte de momentos, de instantes, donde no siempre se apunta la victoria quien mejor ha estado desarrollando su plan durante los 90 minutos, si bien es cierto que sí que suele ser así. Un puñado de momentos inspirados o afortunados pueden cambiar radicalmente el escenario y también el resultado de un partido de fútbol. Esa es una de las grandezas de este deporte. De ahí, que el plano emocional cobre en mi opinión una importancia superlativa, y en él voy a centrar esta primer entrega del análisis del partido.

Valverde, al que había que platearse hacerle ya un monumento en las cercanías de Aristides Maillol por la gestión que está haciendo de los recursos que tiene en plantilla, sacó al césped del Bernabéu el once que todos esperábamos: Vermaalen en el lugar de Umtiti, Sergi Roberto en el lateral, y Paulinho como cuarto centrocampista. El resto, los 8 indiscutibles: Ter Stegen, Alba, Piqué, Sergio, Andrés, Rakitic, Suárez y la Bestia Parda.

Zidane sorprendió a todos al alterar el plan de salida, quitando al unánimemente mejor jugador del Madrid de la temporada, Isco, para dar entrada a un más rocoso Kovacic, que además venía de una lesión y no parecía con ritmo suficiente para aguantar un partido de tanta tensión y con unos desafíos tan mastodónticos en su área de acción. Sin duda, ésta fue la primera pequeña gran victoria del Barça el sábado, y emana indudablemente de la exhibición del Petitó el pasado mes de abril en el mismo escenario donde se jugaba el partido. Aquel día, Zidane pensó que ya se había producido el cambio de ciclo y quiso confirmarlo; olvidándose de Messi y enfatizando el juego en lo que consideraba el punto flaco del Barça, su lateral derecho. Adelantó mucho la presión de los interiores y dejando un latifundio con un único guardián, Casemiro. Lo que sucedió todos lo sabemos: Messi ajustó la mirilla y dominó el partido para ganarlo además donde más duele, en el último minuto.

Aun así, la necesidad del conjunto blanco le dio para poder dominar con cierta claridad la primera media hora, con presión hombre a hombre, flotando a Ter Stegen quien solo podía salir en largo hacia Paulinho y Suárez, bien controlados por los centrales merengues. Esto limitó la posesión y presencia en campo contrario del Barcelona. Sin embargo, este dominio no se tradujo en peligro, y los centrales azulgrana despejaban balones con suficiencia, sin apuro excesivo.

Llegó el minuto 29, y se produjo en mi opinión el primer giro del partido. El Barcelona consiguió su primera posesión de un minuto en campo contrario, coronada con una magistral asistencia de Messi a Paulinho quien, en su mejor característica (y casi única, diría), la llegada al área por sorpresa, tuvo la mejor ocasión del partido hasta ese momento. Ahí comenzó un cuarto de hora con más intercambio de golpes, en los que el Madrid vio cómo tampoco era capaz de ganar. Ni por dominio, ni por pegada, habían asustado demasiado. De hecho, yo tuiteé en el descanso que el partido estaba controlado.

Y ahí, el plano emocional golpeó a un Madrid muy inestable, que ya había dado algunas muestras de desquiciamiento en la primera parte, con protestas constantes en jugadas poco relevantes. El Barcelona subió una marcha el juego, y 15 metros el equipo; y el Madrid se desmoronó. Llegó el primer gol, en el que Kovacic, psicológicamente atado a la posibilidad de que Messi decidiera como en abril, flotó a Rakitic, que galopó solitario e incrédulo hasta el área para habilitar a un Sergi Roberto que por primera vez visitaba la frontal contraria y lo celebró tocando de primeras para que Suárez cargara su indicador de confianza y desnivelara el marcador.

Con el 0-1, el Madrid, absolutamente groggy, permitió 10 minutos de dominio apabullante del Barcelona, en el que se vislumbraba el 0-2 con cristalina claridad. Y éste llegó, incluso antes de que Zidane pudiera hacer un cambio, con el añadido que implicó una expulsión de Carvajal por sacar con la mano bajo palos un gol del nuevamente puntual Paulinho, en una decisión marcada por la inferioridad psicológica que nubló completamente al de Leganés. 0-2, y el Madrid en inferioridad. Casi jaque-mate.

Y digo casi, porque todavía nos faltaba un nuevo cambio de rumbo psicológico. La entrada de Bale y Asensio dotaban de amenaza la hasta entonces roma ofensiva madrdista, y a la par, Iniesta tuvo que ser sustituido, ya cansado. Los 5 minutos que siguieron al cambio de Iniesta fueron los únicos en los que el Madrid se igualó, si no superó, psicológicamente al Barcelona, empujados por el empuje de la grada. Además, se le sumó la falta de un referente que tranquilizara al equipo, como repetidamente hizo en el primer tiempo el manchego. Pero ahí emergió un líder silencioso, una especie de superhéroe que desface entuertos con un aire funcionarial insultante para el rival, Marc André Ter Stegen, que sin alardes, sin levantar los pies del suelo para la palomita tribunera, negó contundentemente a Bale y a Ramos en las dos únicas ocasiones en las que se solicitó su intervención en la reanudación. Después, un par de llegadas lideradas por Messi, y el cloroformo aplicado por Busquets en la circulación dieron por terminado el tradicional akelarre madridista en el Bernabéu, que en abril dio para empatar el partido en inferioridad, pero que esta vez fue solventemente gestionado por el teutón, el de Badía y el de Rosario.

Para cerrar el partido, el convidado de piedra Aleix, se sumó a ese extraño podio de barcelonistas random que cierran goleadas y son traspasados al poco tiempo (junto a Ivan Iglesias y Jeffrén), algo que bien pudo hacer antes André Gomes, pero ni por esas tendremos la suerte de librarnos del ínclito portugués, al que Messi habilitó en un par de ocasiones frente al hasta el último minuto muy destacado Keylor.

Al final, la muy sólida armadura emocional que ha forjado laboriosamente Valverde desde la victoria continuada, si bien no brillante o seductora, le valió para aguantar tanto el arreón inicial como el akelarre tradicional del Bernabéu, para desde la confianza más absoluta pergeñar una superioridad en el plano emocional que llevó a un resultado sorprendente si se miran las dos plantillas.

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viernes, 22 de diciembre de 2017

Historias de Culé de Chamberí. Otros Madrid-Barça vividos de manera distinta

Uno se da cuenta de lo viejo que se va haciendo cuando empieza a recopilar historietas de abuelo cebolleta de casi cualquier tema futbolero que le venga a uno a la cabeza. Y más si se trata de los Madrid-Barça. Como uno ya ha vivido unos cuantos, de todos los colores, he intentado hacer memoria de algunos que me pillaron en circunstancias extrañas viviendo estos partidos. Y al final me han salido unos cuantos...

1983. Final de Copa en Zaragoza. Barça 2 - Real Madrid 1



Esa final tiene mucha historia, como por ejemplo la cacería salvaje a Maradona, y cómo se levantaba y seguía encarando defensas. Hoy sería impensable, desde luego. También es la final del golazo de Marcos Alonso (hijo del Marquitos del Madrid ye-ye y padre del Marcos Alonso del Chelsea) tras un escorzo en plancha a centro de Julio Alberto, y seguido de las ya míticas butifarras de Schuster a los que años después serían sus compañeros de equipo.

A mi, me pilló el día en Zaragoza, no me acuerdo bien por qué. No teníamos entradas, pero pasamos la mañana paseando por la ciudad, atestada de aficionados de los dos lados, con mi camiseta Meyba del Barça, y eso sí, con calcetines blancos que graciosamente me glosaron unos aficionados merengues, ante los que mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, les respondió con un glorioso (aunque también maleducado, no nos vamos a engañar) "pues las pelotas las tiene azulgranas, también", recogiendo una tribunera ovación de los culés de alrededor. Después de comer, agarramos el Citroen CX, carretera y manta a Madrid, donde en la casa de mis abuelos de la calle Ponzano viviría el partido.


1993. Liga. Real Madrid 2 - Barça 1



El Barça de Cruyff, visitaba el Bernabéu en enero de 1993, primera jornada de la segunda vuelta del Campeonato de Liga, que acabó decidiéndose por segundo año consecutivo en Tenerife. Este partido se recuerda por Diaz Vega, que concedió un discutible penalti de Ferrer a Michel, que a la postre dio la victoria al Real Madrid. Pero la polémica surgió realmente cuando tras quejarse Cruyff en sala de prensa de su arbitraje y decir que debería pitar partidos de infantiles, el colegiado asturiano, hoy uno de los 3 miembros que designan a los árbitros le respondió diciéndole que se preocupara de su planteamiento, que solía cambiar al llegar al Bernabéu. Diaz Vega dijo textualmente: "llora como un niño pequeño y se mea en los pantalones cuando va al Bernabéu”. Inimaginables declaraciones 25 años después, ¿verdad?

A mi este partido me pilló en un autobús, en la AP-2, durante la primera parte de un viaje de más de 24 horas, camino de Sansicario (Sestrieres, Italia) en un viaje de esquí en el que por primera vez en mi vida me puse sobre unas tablas (algún amigo guarda una foto mía cayéndome de mi primer arrastre, el muy...) Fue el comienzo de mi idilio con la nieve, que he intentado transmitir tanto a mi mujer, con cierto éxito diría, y a mis hijas, todavía en proceso pero con buenas primeras perspectivas. Oímos el partido en las radios de los walkman de entonces, compartiendo auriculares cada 2, y escuchando el final del partido en una radio vieja en las mesas de un área de servicio en la autopista.


1995. Liga. Real Madrid 5 - Barça 0




La devolución del 5-0 del año anterior, la culminación del 10-0 por parte de Laudrup, el debut de Valdano en los Madrid-Barça y la consagración de que no se puede jugar con un portero que no para (Busquets). Quizás, en mi opinión, el peor partido que le he visto hacer nunca a un equipo del Barcelona, dominado de principio a fin por un Real Madrid enardecido que, un año menos un día antes, había sido devastado en el Camp Nou por Romario y compañía. Zamorano con 3 goles en la primera parte, Luis Enrique de blanco y mostrando bien orgulloso su camiseta, y Amavisca en el mejor año de su carrera, igualaron la humillación de la temporada anterior, ante un pésimo Barça en que eran las últimas bocanadas del Dream Team.

Yo lo viví en casa, golpeado por una gripe que me había dejado hecho polvo. Tanto, que me desperté en medio de la noche, pensando que aquel 5-0 había sido un mal sueño. A la mañana siguiente supe que había pasado de verdad, pues tuve que madrugar porque con gripe o sin ella, tenía partido de Regional en el Antonio Sanfiz de Aravaca con mi equipo, el Sallema, en el que jugaba aquellos días mi primera temporada. Y ahí sigo hasta hoy...


2009. Liga. Real Madrid 2 - Barça 6



Quizás la cumbre de aquella temporada irrepetible. El Madrid de Juande Ramos, que debutó precisamente en el partido de la primera vuelta en el Camp Nou, había conseguido mantener cierta distancia con el Barcelona triomfant de un Pep Guardiola que acabaría pasándose el fútbol y ganando todos los títulos de ese año. Fue a comienzos de un mes de mayo histórico, que llevó a los culés a Canaletas 5 veces: los tres títulos, la victoria en el Bernabéu y el gol de Iniesta en Stamford Bridge.

Recuerdo que esa semana, en el trabajo, donde intento no hablar de fútbol, sobre todo en fase alcista del barcelonismo, mi jefe, tras la victoria en Nervión del Madrid el domingo anterior 1-4, con hat-trick de Raul, me preguntó un tanto socarronamente si había todavía Liga; a lo que yo, desde lo más profundo de mis convicciones y quizás de manera temeraria le respondí: "La Liga se acaba el sábado". Y bien que se acabó.

Ese sábado se casaba uno de mis primos del sector filomadridista de la familia. El hijo de mi padrino, hermano de mi padre, el que a veces me invita al Bernabéu con alguno de sus 5 abonos como en abril de este año en el Madrid-Barça de los 500 de Messi. Se casaba en Gijón, en la preciosa Parroquia de San Pedro, al final de la playa de San Lorenzo, y a la misma hora que empezaba el partido. La novia, además, es otra madridista de pedigrí. Así que me pasé toda la boda de chaqué con el pinganillo en la oreja como un portero de discoteca, para ir oyendo la primera parte del partido, e informando de manera cómplice a mi padre, filas atrás en la iglesia. La segunda parte ya la oímos en el autobús que nos llevaba al cocktail y la cena, así que solo pudimos disfrutar de aquella gran victoria radiofónicamente, como cuando era niño, cuando escuchaba con mi padre Carrusel Deportivo. Ya fuera en el pueblo, en la playa, en el salón de casa, o volviendo en el coche de un fin de semana fuera.

Espero que os haya entretenido esta recopilación de historias sobre el Madrid-Barça. Ahora, solo me queda desear que se vea un gran partido, y lógicamente, que gane el Barça...

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miércoles, 20 de diciembre de 2017

Historias del Culé de Chamberí. Mi primera victoria en directo en el Bernabéu. 0-3 a final del verano

Era el verano del año 1984. Tras más de 3 años de militancia culé, con un más que significativo bagaje de 2 Copas del Rey (1981 y 1983) y una Recopa (1982), mi barcelonismo todavía estaba por estrenarse en cuanto a Campeonatos de Liga. De hecho, nos teníamos que remontar hasta antes de mi nacimiento para encontrar la última Liga ganada por el Barça, la 1973-74 del desembarco triunfal del Cruyff jugador y el mítico 0-5 del Bernabéu de febrero del 74.


Aquel verano había volado Maradona a Nápoles, tras un sinuoso final de su relación con Núñez y sancionado por las autoridades españolas por el vergonzante espectáculo tras la final de Copa ante el Athletic de Clemente. Menotti también había declinado la renovación, cuando parecía que su proyecto podría llegar a su culmen en lo que hubiera sido su tercera temporada, segunda al completo. Personalmente pienso que aquel proyecto de Menotti, aun sin Maradona, podría haber cambiado la historia del Barça en los 80, y todavía más la trayectoria y palmarés del técnico argentino, que prácticamente finalizó ahí, ya que nunca más volvió a ganar un título como entrenador, pese a vagar por diferentes equipos importantes de Argentina y México, además de su breve paso por el Atlético de Madrid de Jesús Gil.

En lugar del lobby argentino, el presidente Núñez, siempre enamorado del fútbol inglés (una prueba más de sus limitaciones futbolísticas) había llegado a un acuerdo con Terry Venables, recomendado por Bobby Robson, su gran sueño cumplido una década después. Venables venía de tener cierto éxito en equipos ingleses menores como el Crystal Palace o el Queens Park Rangers, sin siquiera asomarse a título alguno, y moviéndose entre la segunda y la primera división inglesa. Su llegada instauró un tradicional 1-4-4-2, basado en un pressing intensísimo, una defensa fuerte, la omnipresencia de Schuster y jugadores de la cantera como Rojo, Calderé y Clos, que completaron una plantilla ya importante que dejó en herencia Menotti. Además, para completar la delantera, se fichó al escocés Steve Archivald, reciente ganador de la Copa de la UEFA con el Tottenham y uno de los mejores delanteros de Europa entonces, que enseguida se ganó el corazón de los aficionados culés, por su simpatía, profesionalidad, su sempiterna camiseta de manga larga y como no, por sus goles.

El sorteo de la Liga había deparado un Madrid-Barça en la primera jornada de Liga en el Santiago Bernabéu. Entonces la Liga empezaba a comienzos de septiembre. El agosto era el mes de vacaciones por antonomasia y de los torneos veraniegos hoy tan en decadencia. Recuerdo, que ese mismo día regresamos de nuestras vacaciones en Roses (Girona), donde solíamos en mi infancia pasar una quincena de agosto todos los años, como centro de operaciones para que mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, de culo inquieto como mi madre le llama, nos llevara en diversas incursiones a Barcelona, el Pirineo, algunas playas de la Costa Brava, Perpignan, Narbona, o la playa de La Grande-Motte en Montpellier.

Eran tiempos de guerra de los clubes con la televisión, y ni TVE, ni TV3 tuvieron acceso al encuentro. De hecho, apenas hay imágenes de aquella calurosa noche en Chamartín. Por suerte, teníamos dos entradas para el partido, y una gran fe depositada en el nuevo proyecto. Habíamos presenciado el Gamper en directo, como todos los años. Tras golear 9-1 en semifinales al Boca Juniors de Hugo Gatti, en la final, jugamos, vencimos y convencimos. 3-1 a un Bayern de entreguerras, donde ya destacaba Lothar Matthaus, con gol y premio al mejor jugador para el canterano Ramón María Calderé, quien debutaba en el primer equipo, y que sería uno de los protagonistas de la temporada y de aquel primer partido de Liga.

Recuerdo un partido competido en el inicio, pero en el que el pressing del Barcelona dificultaba mucho el juego del Madrid, desacostumbrada a lidiar contra un planteamiento semejante. A medida que pasaban los minutos, se iba inclinando el partido hacia el lado azulgrana. Un tiro de Calderé a la madera, que luego repetiría, y ocasiones según avanzaba el partido, dejaban la sensación de que el Barça era superior, pero no se reflejaba en el marcador al descanso.

Sin embargo todo cambió nada más reanudarse el juego. Una desafortunada acción de Angel, despejaba hacia su portería un gran centro de Rojo, quien empezaba ya a destacar como una de las figuras del equipo. Con el 0-1, el Madrid pareció ponerse muy nervioso y el público, bullicioso, veía como el Barcelona iba agrandando su dominio, sin dejar espacios, y acercándose con asiduidad a la meta defendida por Miguel Angel, que en los últimos minutos vio como Archibald remataba a placer otro centro de Rojo tras regatearle previamente, y ya en el último minuto, Calderé, que había vuelto a probar la madera anteriormente, ponía el broche a su imponente partido con un sensacional remate de cabeza, lanzándose, subiendo el 0-3 definitivo al marcador.

Era mi primera victoria en directo en el Bernabéu, y también el inicio de un Campeonato de Liga cuya trayectoria triunfal de principio a fin, acabaría con la consecución de mi primera Liga, conquistada definitivamente en el Nuevo Zorrilla de Valladolid. En un partido que también tuve la suerte de poder presenciar en directo, y llorar de alegría al ver parar a Urruti el penalti lanzado a su derecha por el "Mágico" González en el último minuto, uno de los momentos más emotivos y recordados de mi ya larga trayectoria como culé.

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martes, 19 de diciembre de 2017

Jornada 16. Barça - Depor. Iniesta dirige una maniobra orquestral del ataque azulgrana

Por segunda jornada consecutiva, el Barcelona jugaba una vez ya conocidos todos los resultados de sus rivales en la jornada (salvo el del Madrid, aplazado por el Mundial de Clubes), y con mejores noticias que cuando visitó Villarreal, pues el Valencia tropezó en Ipurúa, y dejaba la posibilidad de ampliar distancias con el segundo, ahora el Atlético de Simeone. El rival, el Depor del ex-azulgrana Cristóbal Parralo no parecía una amenaza excesiva para poder consolidar la posición de liderato con vistas al partido del Bernabéu que cerrará el año.

Me pilló el partido un tanto a desmano, pues un par de horas antes jugábamos nuestro partido de Liga, ante unos chavales de mejores pies que cabeza, circunstancia tantas veces repetida. La clara derrota llamaba más que nunca a unas cervezas de confraternización, curación de heridas y cierto sabor a conjura, por lo que el partido se vio entremezclado con interesantes conversaciones futboleras de toda índole, mientras veíamos la retransmisión entre cervezas y pinchos.

Valverde, en otra muestra de inteligencia emocional además de táctica, dejó en el banquillo a Sergio Busquets, a una amarilla de la suspensión, y al que protegió para el partido en el Bernabéu. En su puesto actuó Ivan Rakitic, muy acertado y adaptado al puesto. Vermaalen se consiolidaba en el once y Alcácer recibía una titularidad, jugando arriba a la izquierda, ganada a pulso por sus últimas actuaciones, pero que solo le duró un cuarto de hora al caer lesionado y ser reemplazado por el inquieto Aleix Vidal.

La entrada de Vidal, que pasó a la derecha, envió de nuevo al gran protagonista del partido, Andrés Iniesta hacia su perfil más eficaz, el izquierdo. Una vez allí, comenzó a castigar repetidamente las espaldas del centro del campo herculino, que había comenzado el partido presionando arriba la salida de balón azulgrana, volviendo ésta a pasar con nota un nuevo desafío. Mucho trabajo de entrenamiento se aprecia en los primeros pases del ataque barcelonista. En el comienzo, sin embargo, una vez aposentados en campo contrario, el equipo no acababa de encontrar la fluidez, al ocupar espacios similares las dos bobinas del motor de juego azulgrana: Iniesta y Messi. Con el cambio de sector del manchego, brotó repentinamente el manantial de juego azulgrana, y empezaron a acumularse en cascada las llegadas y ocasiones, el primer gol, un primer poste de Messi, y el segundo que remataría Paulinho a la red.

La inauguración del marcador fue una maniobra deliciosa de Iniesta que en tres cuartos apreció el desmarque ruptura de Messi, a lo Alba, y le habilitó con la izquierda para que el rosarino amortiguara majestuosamente con el pecho el balón para cedérselo generosamente a Suárez, quien a placer no desaprovechó el regalo. Se vio un Súarez, más metido en el juego, más preciso y dañino, que bien pudo irse al descanso con un doblete si el ínclito Mateu y/o su asistente hubieran visto que la parada del destacado Ruben, tras la rabona del uruguayo, se produjo ya dentro del marco. Esta vez, al menos, era más difícil que el día del Valencia apreciarlo. En cualquier caso, lo mismo que siempre digo: existiendo la tecnología para resolver este tipo de jugadas, no sé por qué no se aplica.

El segundo tiempo empezó como había acabado el primero, con buenas sensaciones en el juego, y a los pocos minutos pudimos disfrutar de la que, personalmente, calificaría como mejor jugada de la temporada. Una recuperación de Jordi Alba en la frontal propia, es elevada a la categoría de arte en la salida de balón por Iniesta y Messi, dando continuidad hacia más allá del medio del campo, donde Aleix habilitó a un incisivo todo el partido Sergi Roberto, quien, de primeras, envió un balón tocado raso que cruzó entre la defensa y el portero, imposible para ambos, hasta alcanzar en el segundo palo al voraz delantero uruguayo que se desquitaba de gol anteriormente no concedido, y ponía el partido definitivamente del lado azulgrana.

De ahí al final, asistimos a un sinfin de ocasiones, la mayoría protagonizadas por un extrañamente desacertado Leo Messi en la definición, quien hasta 3 veces, como en la primera jornada ante el Betis se topó con la madera, e incluso falló un penalti acertadamente despejado por Rubén, como en la 2ª jornada liguera. Esperemos que los próximos partidos, repita la Bestia Parda la misma liturgia que siguió a sus análogas situaciones del arranque de temporada, con un recital de goles y juego que ya le colocaron muy destacado en el Pichichi y auparon al Barcelona a la situación privilegiada que vive en estos momentos.

Lo veremos el próximo sábado, día 23, en horario asiático, las 13.00. Con un Madrid necesitadísimo de la victoria, y un Barça que podría asestar un golpe casi de gracia a su más directo rival, para el resto de la Liga. Desde luego, será un partido imprescindible de ver para cualquier futbolero que se precie.

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martes, 12 de diciembre de 2017

Jornada 15. Villarreal-Barça. Importantísima victoria que deja algunas preguntas sin resolver

El Barça se presentaba en Villarreal en el último partido del fin de semana, conociendo los resultados de sus perseguidores, que todos ellos habían conseguido sumar los tres puntos con mayor o menor solvencia. Tras los dos últimos empates, y dadas las circunstancias de las victorias rivales y la ausencia del bastión defensivo de la temporada Samuel Umtiti, la visita al conjunto "groguet" se presentaba como una auténtica prueba de fuego para la solidez estadística del líder de la Liga. Cualquier tropiezo podría animar a los rivales, que vislumbrarían una debilidad no atisbada hasta el momento en el Campeonato.


El Villarreal de Calleja, es un equipo muy sólido, defensiva y ofensivamente, con las ideas claras y con una serie de jugadores en alza, algunos jóvenes y otros ya consolidados en el panorama futbolístico nacional. Además, se dio la circunstancia que tras superar su cuarta operación de cruzados, Sergio Asenjo volvía a la portería en partido de Liga. La mejor de las noticias para empezar el encuentro. Al palentino se le notó todavía algo falto de explosividad y rapidez en algunas acciones, pero fueron correctamente compensadas por su colocación y experiencia, dejando algunas buenas paradas y ningún fallo reseñable. Con portería en más partidos, volverá a ser uno de los mejores porteros de Europa, y a mi personalmente me encantaría que fuera uno de los porteros elegidos por Lopetegui, otro portero, para defender la camiseta de la selección en Rusia el próximo verano. Por calidad y carácter, no será, desde luego.

Calleja le montó un planteamiento de nuevo cuño al Barcelona, con un central, Semedo, de stopper por delante de la línea de cuatro defensas, ensuciando la zona de influencia de Leo Messi, incómodo y extrañamente impreciso durante el partido. Además, los interiores replegaban, intentando hacer salir a los centrales y sobre todo a Busquets en conducción a tres cuartos para sacarles de sitio en un potencial repliegue a su salida al contragolpe. El acertado planteamiento defensivo, unido a la inoperancia de los mediocampistas azulgranas, plasmado en el planísimo juego de Rakitic, las bajadas innecesarias a la base del voluntarioso pero desacertado Denis, y las costuras técnicas y tácticas que se le volvieron a ver a Paulinho, hicieron que en el primer tiempo, más allá de un remate de Piqué a la salida de un corner y un par de incursiones de Alba, no hubiera peligro para Asenjo. En el otro extremo, un par de salidas amarillas, desde las bandas del joven Raba y Soriano, buscando al solitario Bakambu, ya certificaron el extraordinario momento de Marc André ter Stegen, que volvió a dejar una parada para el recuerdo en un remate de volea de Soriano que botó en el suelo y fue majestuosamente controlados en dos tiempos por el alemán. Una parada de una dificultad máxima, resuelta con solvencia una vez más por el portero del Barcelona.

A la vuelta del descanso se produjeron tres acontecimientos que cambiaron el sino del encuentro. En el primer minuto, Semedo se resintió de su reciente lesión, y el cambio dibujó un nuevo panorama para el Barcelona, dejando de obstaculizar la zona a la espalda de los mediocampistas amarillos. A los pocos minutos, la entrada de Alcácer por un nuevamente intrascendente Denis, empezó a inclinar el partido, y en 3 minutos el Barcelona gozó de 2 ocasiones claras del propio Alcácer y Messi, habilitadas ambas por un otro día más incisivo y preciso Jordi Alba, a quien la entrada de Alcácer en la punta izquierda entretuvo a su lateral, y facilitó las superioridades por ese lado. La tercera y quizás más decisiva influencia en el cambio fue la desproporcionada entrada del joven Raba a Busquets con la plancha por delante y a una altura peligrosísima para la integridad física del de Badía: roja e inferioridad para el Villarreal, que ya no amenazó la portería rival, y se tuvo que limitar a achicar durante media hora los ataques del Barcelona.

Tras otro poste de Suárez, llegó una jugada laboriosa del equipo azulgrana en ataque que aceleró como siempre Leo Messi, tocando en vertical para Lusito quien en una pared dentro del área con Alcácer, sensacional en el toque con el exterior, dejó al uruguayo en carrera frente a Asenjo, al que dribló con solvencia para empujar el 0-1, que parecía desnivelar definitivamente el partido. A partir de ahí el Barça se dedicó más a controlar la posesión, y en un fallo en salida claro de Victor Ruiz, Busquets habilitó a Messi, para que el rosarino, se deshiciera fácilmente de sus dos marcadores y fusilara al meta del Villarreal, sellando la victoria pese a sumar uno de los partidos más extrañamente imprecisos que le recuerdo.

Al final, lo mejor el resultado y las alternativas de Valverde en el partido, que siempre suelen sumar al equipo. También muy destacable el gran partido de Vermaalen, quien sin ser excesivamente exigido sí que dio salida al juego por su lado, con pases precisos (95% de acierto) y tensos que hacían ganar altura al equipo. Tan solo le faltó adentrarse algo más en la zona del interior izquierdo conduciendo, como suele hacer Umtiti, para hacer más daño en el primer escalón del juego, aunque quizás por la falta de minutos o porque el Villarreal promovía esas situaciones, no acabó de sumarse conduciendo.

En las preguntas por resolver, la falta de profundidad y de peligro si no son Messi y Alba quienes conectan, la soledad de Suárez un día más, hasta la entrada de Alcácer, y algún que otro fallo posicional de los mediocampistas que facilitaron salidas del rival sencillas y potencialmente dañinas desde fuera hacia adentro en la primera parte. ¿Dará para luchar la Liga con esto? Seguro. ¿Dará para reinar en Europa, donde se avecinan curvas con el enfrentamiento en octavos de final ante el Chelsea de Conte? Lo dudo mucho, la verdad.

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martes, 5 de diciembre de 2017

Jornada 14. Barça-Celta. Tropezón que da más rabia según fue la jornada

Jornada matinal en el Camp Nou para recibir al Celta del ex-segundo entrenador del Barça con Luis Enrique, Juan Carlos Unzué, quien sonó en diversas quinielas para hacerse cargo de la nave azulgrana en el lugar del asturiano, pero que ha acabado en Vigo, consolidando el proyecto que tan bien había guiado las últimas temporadas el desafortunado Berizzo (desde aquí todo mi apoyo). Como buen conocedor del plantel azulgrana, el entrenador olívico planteó un partido con toda la intención de dañar los puntos débiles del sistema azulgrana, castigando especialmente los costado de Busquets y Umtiti ante las subidas de Jordi Alba, y presionando selectivamente arriba para complicar la salida de balón azulgrana.


Bien plantado sobre el terreno de juego, y ya asomándose desde el principio a los dominios de Ter Stegen, el Celta, con un Iago Aspas que comenzaba a dar síntomas de que una ocasión más sería un dolor de cabeza para la defensa del Barcelona. El de Moaña encontró siempre los espacios entre Busquets y los defensas para acertadamente seleccionar el espacio y el tiempo de sus picaduras. La primera de ellas, rompiendo el fuera de juego a la espalda de Jordi Alba, acabó con un pase a Maxi Gómez, quien a placer remató, pero increíblemente se topó con el sobrehumano estado de forma de Marc André ter Stegen, quien posiblemente realizó la parada de lo que llevamos de temporada, lanzándose como un portero de balonmano para tapar todo lo tapable, pero que tuvo la mala fortuna que su despeje quedara más a placer, a puerta vacía para que el mismo Aspas estrenara el marcador.

Se ponían las cosas feas para el Barça que hasta ese momento solo había vivido de un par de destellos celestiales de Messi. Pero al minuto del gol celtiña, una trenzada jugada de ataque llevada por los jugadores de más calidad del equipo, Iniesta y la Bestia Parda, acabó con un balón suelto en el área remachado entre las piernas del muy buen arquero Rubén Blanco por el 10. Empate, y por lo que se vio en los siguientes minutos, Messi se había decidido a jugar, liderando una catarata de llegadas que milagrosamente no tuvieron más eco en el marcador hasta el descanso. Sin embargo, aunque en menor medida que al principio, el Celta no le había perdido la cara al partido y no se conformaba con achicar el agua en su área.

El comienzo de la segunda parte pareció confirmar la tendencia a inclinar el capo hacia Rubén, y el Barcelona comenzó a merodear el gol, hasta encontrarlo en una gran jugada colectiva, cerrada con pase al hueco de Messi a Alba y pase de la muerte de la motocicleta de Hospitalet para que el uruguayo Luis Suárez se revindicara, y pusiera en ventaja al Barcelona, que lo siguió intentando, pero sin mayor éxito. El Celta, del que no había habido desde el descanso noticias ofensivas, volvió a aprovechar una subida de Alba, para encontrar a Iago Aspas en banda, superando a Umtiti que cayó lesionado en su persecución. El sensacional delantero gallego llegó a línea de fondo y volvió a habilitar a Maxi Gómez que esta vez cruzó fuerte para empatar el partido de manera definitiva.

Ya sin Iniesta en el campo, retirado con molestias, y con un Messi mucho menos encendido que en la primera mitad, si bien siguió llegando al marco céltico, es cierto que también recibió algunos sustos en el área barcelonista, magistralmente defendida un día más por el portero alemán. Al final, reparto de puntos, que si bien por buen juego y ocasiones podríamos decir que inesperado, pero dado el gran planteamiento y la magistral ejecución del mismo por Iago Aspas y sus secuaces no podemos tratar de injusto, ni mucho menos, sino merecido.

Lo peor, sin duda, y esperemos que no implique un punto de inflexión en la temporada fue la lesión de uno de los pilares hasta ahora del equipo, el central francés Samuel Umtiti, que estará unos dos meses de baja, lo que significa todo un contratiempo para Valverde que ahora sí, necesitará de la vuelta del mejor Piqué para liderar una defensa hasta ahora muy solvente en el primer tercio de la temporada. Seguro que el central de la Bonanova será capaz de retomar el liderazgo en la zaga y acaudillar las huestes azulgranas desde la retaguardia junto a Ter Stegen.

Tras la posterior derrota del Valencia en Getafe y el empate sin goles del Real Madrid en San Mamés, me queda todavía un peor regusto por el tropiezo en casa, ya que una victoria ante el Celta habría supuesto poner ya muchísima tierra de por medio con todos los perseguidores, aunque todavía estemos a comienzos del mes de diciembre y quede todo un mundo.