lunes, 23 de abril de 2018

Final de Copa. Iniesta sienta cátedra en uno de los mejores ejercicios de juego en años del Barça

Es el partido del año en España, pero a base de maltratar la competición, esta vez ni siquiera han tenido la decencia de dejarlo como único partido, no ya del fin de semana, sino del sábado. El daño que se le hace a la competición, venerada casi más que la Liga en otras latitudes como las islas británicas, es cada temporada más sangrante. Las luchas intestinas del fútbol español, con años de enfrentamiento entre Federación y Liga, tienen solo una víctima de momento: La Copa. A pesar de ello, año tras año, miles de aficionados de los dos equipos finalistas, normalmente con ausencia total de altercados entre ellos, como creo que ha sido este año, pese al caldo de cultivo en el que vivimos, se trasladan masivamente para disfrutar de un día de fútbol.



Servidor, como tiene costumbre cuando no puede ir al campo, como este año, la vio en casa, acompañado de mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, embutido en mi camiseta Meyba de comienzos de los noventa, y degustando unas cervezas frías, escenario ideal para disfrutar del fútbol. Y a fe que lo disfruté.

Tras el partido liguero del Sánchez Pizjuan, donde el Sevilla se hizo acreedor a una holgada victoria, que solo la presencia tardía de Messi en la última media hora y su efecto psicológico primero y futbolístico después, impidió, hacían presagiar, conjuntamente con la tendencia un tanto descendente del juego y ritmo azulgranas, una final mucho más igualada que la del año anterior con el Alavés.

Valverde dispuso su once de gala, con el portero de la Copa, Cillessen, que no tardaría en mostrarse decisivo, y no precisamente por sus paradas. Coutinho, definitivamente se ha hecho con la última plaza que ha estado basculando entre unos y otros durante la temporada, y se unió a Messi y Suárez ocupando la banda derecha del ataque azulgrana. Lo que parecía un claro 1-4-3-3, enseguida se vio que se convertía en un 1-3-3-2-2, ante la presión sevillista que desde el primer minuto intentó ahogar la salida de balón barcelonista. Busquets se retrasó entre centrales, creando superioridad desde el primer escalón; Raktic centró su posición justo por delante de la primera línea, y Messi, se situó prácticamente a la misma altura que Iniesta, para dejar a Coutinho y Suárez dar la posibilidad a que las salidas en largo de Piqué y sobre todo Cillessen, desahogaran los momentos de mayor presión hispalense para ganar altura con rapidez y poder asentarse ya en campo contrario. Una vez ganada la altura en el juego, volvía el clásico dibujo para, entre Busquets y Rakitic, ahogar la salida en transición sevillista, apretando mucho tanto a Banega como a Nzonzi, en el primer pase tras pérdida azulgrana.

Desde el primer minuto, un jugador se elevó sobre el resto. Andrés Iniesta, en lo que casi seguro era su última final con el Barcelona, decidió darse un homenaje, ofreciendo todo su interminable repertorio de controles orientados, desbordes mediante el freno y el arranque, siempre controlando con la pierna alejada, y dando continuidad o inicio al juego barcelonista. Soria ya había tenido que descolgar un balón de la escuadra a tiro libre de la Bestia Parda, un tanto fallón en esos primeros minutos, cuando una apurada cesión a Cillessen, que hizo adelantar líneas de manera un tanto desmesurada a todo el Sevilla, acabó con un pase del portero holandés desde dentro de su área pequeña, en profundidad, para dejar a Coutinho solo en la frontal del área contraria. Es decir un pase de 80 metros, que el brasileño aprovechó para asistir a Luis Suárez al segundo palo, e inaugurar el marcador y empezar a desequilibrar la final.

A partir de ahí, un extraordinario ejercicio de superioridad posicional, técnica y de efectividad, llevó en tres cuartos de hora más a un 5-0, con auténticos golazos como el segundo de Suárez, en una salida de balón desde el área, a uno-dos toques, cerrada con una devolución de pared por parte de Messi, digna del trabajo final de postgrado de una Arquitectura Superior, y una fulminante definición de Suárez. O el gol que coronaba la sublime actuación del capitán, en otra pared con Messi, fintando ante la salida deseperada del portero, para, a puerta vacía, depositar mansamente el cuero en las redes sevillistas. Una gozada, un partido para enmarcar, y un video para enseñar lo que debe ser el juego del Barça.

Y es que al estilo del lema del estratega de la campaña a la presidencia de Bill Clinton en el 92, cuando James Carville pergeñó aquello de "la economía, estúpido", el sábado nuestro estratega barcelonista en quizás su último mitín futbolístico, nos vino a decir "el juego, estúpido". Era un claro mensaje a las continuas y equivocadas apelaciones que desde muchos orígenes, incluida la dirección deportiva del club y muchos de sus directivos que, por puro revanchismo y desconocimiento, nos quieren alejar de lo que no solo nos ha traído tantos triunfos, sino que nos ha dotado de algo mucho más valioso, un estilo absolutamente único y envidiado. Iniesta nos quiso hacer recordar que el futuro es el juego, el juego de posición, la búsqueda de ventajas continua, el saber también que para favorecer la fluidez debes, a veces, alejarte, como hicieron Coutinho y Suárez en muchas ocasiones para permitir la salida en largo, son los triángulos continuos, el tercer hombre y el rondo que defiende y a la vez abre espacios con paciencia en la defensa más numantina. Todo ello, nos lo recordó Andrés Iniesta el pasado sábado en la final contra el Sevilla.

Ese juego volvió. Y lo hizo a un nivel que no recuerdo en años, quizás desde la final de la Copa de Europa en 2011 en Wembley, donde un viejo zorro como Alex Ferguson reconoció que nunca le habían pegado un repaso semejante. Ganar siempre es maravilloso, pero como leí en un tuit esa misma noche de @JoanjosepPallas, esta es LA MANERA de ganar. Primero, porque pocas veces perderás jugando de esa manera, ninguna quizás con ese nivel de precisión y efectividad, pero en el poco probable caso de que no te sonría la victoria, siempre te quedará cómo has jugado, el estilo. Lo peor de los últimos años del Barcelona, a mi forma de ver, ha sido que nos hemos quedado en nada si no nos sonreía la victoria; ya no había nada detrás del resultado. La creciente descapitalización de la Masía, donde los chicos más prometedores al menos se piensan si es mejor irse ante la falta de oportunidades, cuando no se van directamente, como Mboulá, Eric García o Sergi Gómez, y el paulatino alejamiento del juego de posición, con fichajes absolutamente contraculturales, en el peor sentido de la palabra, han alejado a muchos aficionados neutrales del mundo del Barça, y han desencantado a muchos culés, entre los que me encuentro. Iniesta, como obra postuma para el barcelonismo, nos confirma el camino que debemos recorrer en el futuro. Si no lo vemos, todos, pero empezando por la Junta Directiva, habremos acabado con algo prácticamente imposible de conseguir, un estilo.

viernes, 20 de abril de 2018

Jornada 33. Celta-Barça. Empate en un partido entretenido con algunas cuestiones preocupantes


Jornada intersemanal, visita incómoda y preludio de la próxima final de Copa del Rey en una Liga virtualmente ganada. Estos eran los ingredientes del partido del martes en Balaídos. Poco que ganar o perder, salvo la imbatibilidad en Liga. A mi, me pilló de viaje por Alemania, cerca de Hannover de visita a unos clientes que marcaron una cena de bienvenida muy acogedora, pero que me dejó sin poder ver el partido, cuestión que se repite en exceso últimamente.


Valverde se suscribió a las rotaciones radicales y dio descanso a la totalidad del 10 titular habitual, salvo Ter Stegen, que como no es el portero de la Copa, no hacía falta que rotara. A cambio, lució el brazalete de capitán del equipo por primera vez, honrándolo con una actuación destacada un día más, pero quizás más vistosa por las muchas veces que hubo de intervenir.

Un segundo dato revelador, para algunos poco significativo, pero histórico y triste desde mi humilde posición fue comprobar como por primera vez en más de 16 años, ni un solo jugador de la cantera formaba parte del once inicial. Lejos queda aquel histórico día en campo del Levante, donde Tito Vilanova puso en liza tras una lesión de Dani Alves un once en el que todos los jugadores habían pasado por las divisiones formativas del club azulgrana. Casualidad o no, creo que es un indicador muy doloroso por significativo. No se puede pretender que salgan jugadores todos los años que puedan ser titulares en un equipo con el brutal nivel de exigencia del Barcelona, pero es que estamos hablando de jugadores que completan la plantilla, ya que estaban rotando los titulares. Y estas posiciones de la plantilla, del 14 al 22 son las que yo creo que deberían ser siempre ocupadas por jugadores de la casa, que hayan mamado desde niños el especial estilo de juego que decimos que todavía desplegamos, y la idiosincrasia de un club que cada día va perdiendo aquello que nos hizo únicos. Y es que, a día de hoy, si el Barcelona no gana, no nos queda nada, como cualquier otro club de élite. No hay nada a lo que agarrarse, y eso es una de las peores noticias de la situación actual del club.

La segunda vertiente de que no sean canteranos los suplentes es que cuesta dinero reclutarles. Y según las estimaciones que he leído, el coste del once de suplentes, era de más de 450 millones de euros. Bien es cierto que más o menos 300 vienen de Dembélé y Coutinho, que fueron comprados con la intención de ser titulares, pero no es menos cierto que jugadores como Vermaalen, Mina, Digne, Semedo, André Gomes, Paulinho o Alcácer se compraron a precio de oro para ser un fondo de armario que en contadas ocasiones hemos podido disfrutar, y sin embargo, lastran la economía del club en un escenario donde cada vez se hace más difícil competir económicamente con los transatlánticos de la Premier o los clubes con recursos provenientes de fortunas alejadas del fútbol.

Enfrente un Celta liberado de presión, con un juego alegre y un jugador extraordinario: Iago Aspas. Uno de aquellos jugadores que encuentran su lugar en el mundo, como me decía mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, cuando era niño, y que además es a pocos kilómetros de su pueblo, Moaña. Un jugador dinámico, que se asocia, entiende el juego, tiene desborde, pase final y gol, y que se aprovechó del latifundio que quedaba entre el mediocampo azulgrana, plagado de llegadores sin demasiada disciplina posicional y unos centrales que no sabían si salirle para abrir un espacio a sus espaldas que los rápidos compañeros de Aspas y su habilidad sabían explotar. Aspas dio todo un recital de juego, siendo indescifrable para sus adversarios, y tan solo la extraordinaria actuación de Ter Stegen, impidió al 10 celtiña acabar con la imbatibilidad azulgrana en Liga.

Y es que Ter Stegen estuvo soberbio. Con esa suficiencia con la que condimenta sus actuaciones crea un aura de imbatibilidad en el adversario que magnifica sus ya de por si brutales condiciones. No es que sea muy bueno, que lo es, sino que a los contrarios les parece todavía mejor, lo que les obliga a angular disparos para evitar que sus larguísimos brazos y piernas lleguen al balón, llevando balones fuera solo por su presencia. Agrandado por su condición de capitán, dejó hasta una imagen icónica en una fotogénica estirada descolgando a mano cambiada un remate que era gol o gol. Si el Barça de Valverde triunfa por Messi, cimenta su férrea solidez en un portero que roza la perfección en muchos encuentros, ya sea actuando una o muchas veces a lo largo del partido, pero siendo siempre decisivo para bien. El alemán volvía al lugar donde le habían metido cuatro goles en las dos últimas temporadas, incluyendo un grosero error por su parte la temporada pasada que echó al traste una más que segura remontada del equipo. Pues con la actuación de la otra noche, cierra esa herida. Quizás, aparte de lo entretenido del encuentro y de mantenerse invicto en Liga, la única verdadera buena noticia del partido.

lunes, 16 de abril de 2018

Jornada 32. Barça-Valencia. Victoria y Record para hacer más llevadera la depresión

Tras el varapalo de la eliminación de Champions en Roma, por lo inesperado y merecido, que convirtieron el habitual bajón que ocasionan estas derrotas en algo especialmente duro de digerir, el Barça volvía al Camp Nou para enfrentar a un equipo que tiene uno de los mejores bagajes a domicilio ante el Barça de toda la Liga, si no el mejor. El Valencia de Marcelino además venía invicto desde mediados de febrero, con una inercia muy positiva, y con ganas de devolver la eliminación copera, todo un desafío para el deprimido equipo de Ernesto Valverde.


Servidor no pudo presenciar el partido en directo (eso que os ahorrasteis con la ausencia de mis comentarios en Twitter durante el partido). Andaba festejando el cumpleaños de la hija de uno de #MisVikingos en una preciosa finca en el campo, cerca de Chinchón. Rodeado de futboleros, desde el principio tuve claro que sería imposible llegar a casa sin saber nada del partido, con lo que interioricé que vería por la noche otro partido en diferido, como así fue.

La alineación de Valverde, como viene siendo habitual, no dejaba margen a las confianzas, y menos con una situación como la que se acababa de vivir en Roma. Del 10 titular habitual, pleno salvo el recientemente operado Rakitic, sustituido por un Paulinho bastante irrelevante un partido más. Y el 11º, como desde su llegada en Liga para Coutinho, que jugando de falso extremo derecho, se asomó con asiduidad a la corona del área para inquietar a los centrales valencianistas y abrir el carril para las llegadas de Sergi Roberto, de nuevo lateral derecho titular en detrimento de Semedo.

El Valencia plantó su 1-4-4-2 habitual, con especial atención a las zonas interiores, con Guedes y Soler algo más centrados de lo habitual en en fase defensiva, y Kondogbia y Parejo, atentos al pase atrás de los laterales azulgranas en despliegue dirigidos a las llegadas en segunda línea, primordialmente de Messi. Replegados, pero siempre con la idea de robar y desplegarse con la velocidad que Guedes, Rodrigo y Mina permiten, habilitados por la sapiencia futbolística de Parejo, y el refuerzo de Gayá por banda izquierda siempre amenazante para doblar al exuberante Guedes sobre el lateral derecho contrario.

Sin embargo, el partido se vio marcado muy rápidamente por el primer gol azulgrana, en una de las numerosas visitas de Coutinho al vértice del área, tras recibir un pase atrás de Sergi Roberto. El brasileño habilitó magníficamente a Luis Suárez en su desmarque entre los centrales para que el uruguayo definiera con precisión y cambiara el escenario inicialmente previsto.

A partir de ahí, vimos un partido muy entretenido y equilibrado, donde el acierto en las áreas definió el resultado. Ambos porteros estuvieron acertados, especialmente Ter Stegen, quien hasta a punto estuvo de parar el postrero penalti de Parejo. Al inicio de la segunda mitad, Umtiti, unos segundos después de resbalar y casi propiciar el empate valencianista, marcó el segundo gol a la salida de un córner botado por Coutinho que sumaba doblete de asistencias. Durante todo el encuentro se vieron buenas combinaciones en ataque por los dos bandos.

Destacar el contraste entre 2 jugadores, Parejo y Paulinho. El primero, que a mi modo de ver es el tipo de jugador que debería ocupar el espacio de interior en un equipo del estilo y la intención futbolística del Barcelona, dominó magníficamente el tiempo del partido, manejando las transiciones defensa-ataque a la velocidad que conviniera de acuerdo al interés del equipo valencianista. El brasileño sumó otra intrascendente actuación para su personal y demasiado larga cosecha de 2018, donde cada día que juega se ven más claras las carencias que se le presuponían, y además ha perdido todos los activos estadísticos que maquillaban su incapacidad para la elaboración, y que engañaron a muchos durante los primeros meses de la temporada. Como he sostenido desde su "indeseada" llegada, puede ser un recurso puntual, nunca un discurso para un equipo como el Barça.

Messi, por su parte, volvió a mostrarse algo apático y desconectado. Si bien participó más atrás de lo habitual para paliar la ausencia de Rakitic que como hemos comentado Paulihho es incapaz de compensar, se le vio falto de chispa, quizás algo deprimido, incluso, ante una nueva temporada en que no podrá luchar por conquistar el principal título europeo. Con la Liga ya decidida, y la final de Copa en una semana, puede que ya esté pensando en dosificarse para llegar a la cita mundialista que tanto le obsesiona en la mejor de las condiciones. ¿Qué se le puede reprochar?

Al final, una balsámica victoria azulgrana, que sirve para mitigar algo la depresión europea, evitar cualquier atisbo de crisis doméstica y además batir el récord de jornadas consecutivas invicto de la Real de comienzos de los ochenta. A una semana de la final de Copa ante el Sevilla, un buen analgésico para el dolor continental.

miércoles, 11 de abril de 2018

UCL. Cuartos. Vuelta. Roma-Barça. Debacle merecida a la par que inesperada a las orillas del Tíber


Dicen las lenguas antiguas que la Historia la escriben los vencedores. Desde anoche ha quedado claro que la de esta Champions 17-18 no será glosada por ningún juglar de la hoy magullada y deprimida corte culé. Una imperial Roma sí que escribió una inolvidable y brillante página de la suya, impidiendo con una tan merecida y contundente como inesperada remontada el paso del César blaugrana del Rubicón de los cuartos de final de la Champions por cuarta vez en los últimos cinco años. Este César barcelonista venía marcando, desde la estival Supercopa, una impoluta campaña por tierras hispánicas y también se paseaba invicto en sus incursiones más allá de los Pirineos. Apenas una intrascendente derrota en Copa, tardía y por la mínima, ante el rival ciudadano, rápidamente compensada en la vuelta era lo más parecido a una decepción que se había vivido desde agosto. Sin embargo, probó con un trago largo el amargo sabor de la derrota, por primera vez definitiva, a orillas del Tiber, precisamente donde el primer Barça de Guardiola se coronó rey de Europa allá por mayo de 2009, con Messi sobrevolando sobre la meta de Van der Sar. Guiños del destino.


Pese a la más que jugosa ventaja, obtenida de manera un tanto abrupta en la ida, Valverde repitió once, incluyendo tocados y apercibidos, para intentar evitar, como explicó en la víspera que ocurriera algo extraordinario, como al final acabo aconteciendo. Di Francesco, por su parte, en un magistral planteamiento, dispuso una línea de tres atrás, liderada por un extraordinario otra vez Manolas, adelantando las líneas casi de manera suicida, pero creyendo desde el primer minuto en la verosimilitud de la gesta. Acompañó a Dzeko, con un delantero adicional, Schik, que nunca fue detectable para la zaga blaugrana, y que ganó una vez y otra la partida por alto a Jordi Alba, lo que produjo que Umtiti, en uno de sus peores partidos, quedara en tierra de nadie, jugada tras jugada, entre el apoyo a su lateral, y la ayuda a su compañero en la zaga, Piqué, al que el delantero bosnio de la Roma le dio una de las peores noches de su carrera. El central francés acabó por no hacer ni una cosa, ni la otra, a lo que sumó una imprecisión nunca vista esta temporada en la salida. 

Un Busquets sensiblemente disminuido físicamente veía como le pasaban una y otra vez los balones por encima en las dos direcciones. Desde el lado romanista para buscar por arriba en largo con gran acierto a sus dos delanteros, y por el lado azulgrana, desde Ter Stegen, incapaz de encontrar compañeros en corto y obligado a jugar en largo para perder la inmensa mayoría de las segundas jugadas por la distancia del centro del campo con la delantera. Un auténtico disparate.

Arriba, Iniesta, en el que parece podría ser su última y triste aparición en competición europea, nunca pudo asentar una sola posesión en campo contrario, y Messi, visiblemente mermado (creo que muscularmente está tieso) tampoco recibió un solo balón en ventaja en tres cuartos. Absolutamente desaparecido el rosarino, se limitó a un par de faltas y dos disparos a puerta con poco peligro en la segunda parte. Una noche más, como en cada eliminación europea desde 2007, el equipo no lo rescató como tantas veces hace él con el equipo. Por último, Luis Suárez. Voluntarioso, pero desacertado y superado físicamente una vez más por Manolas, dio muestras preocupantes de declive, y no fue en ningún momento una amenaza parar el señalado Allison, que no tuvo que hacer una sola parada de mérito en todo el partido.

Los romanos, liderados por el reaparecido Nainggolan, un gladiador heredero de la mejor época del Coliseo, y el capitán De Rossi, dignísimo portador del brazalete y continuador de la estirpe de grandes capitanes romanistas, de  los Totti, Giannini, Conte o el malogrado Di Bartolomei, ejercían de émbolo para la presión, dejando desnortado a todo el equipo blaugrana (ayer azul celeste), en un desbordante ejercicio físico y de liderazgo. La estrategia, simple pero efectiva, de buscar el balón largo, especialmente sobre Dzeko, magistral y decisivo, para llegar desde la segunda línea en la descarga del bosnio, recibió un plus de legitimidad con la llegada del primer gol, casi en el primer acercamiento a la puerta de Ter Stegen. Hasta entonces, apenas cinco minutos, parecía que el Barcelona imponía su jerarquía con unos primeros sustos de Sergi Roberto y Messi. Desde entonces, y prácticamente hasta el tercer gol giallorosso, nada más de un Barcelona, superado en todas las líneas, y que apenas se mantuvo a flote por las paradas de su portero.

Se llegó al descanso con un todavía beneficioso 1-0 para los intereses azulgranas, en la esperanza que el ímpetu romanista cesara con el paso de los minutos si se mantenía el resultado. Pero el enésimo balón largo en vertical para Dzeko, acabó en un clamoroso penalti de Piqué, que el capitano De Rossi, transformó en el segundo. El tercer gol, era una cuestión de tiempo, dada la inercia. Y tras un par de llegadas claras de los delanteros locales llegó en un córner pésimamente defendido al primer palo, donde llegó, para mi, uno de los grandes triunfadores de la eliminatoria, Manolas, que además de imponer su exuberancia física en su zona, se permitió el lujo de sellar una remontada que los hoy niños de la Roma contarán a sus nietos dentro de muchas décadas. Una noche en la que consiguieron derrumbar a un gigante blaugrana, que cayó a los pies de los impetuosos lobos romanos, sin más reacción que un par de llegadas tardías, que solo inquietaron a los exultantes corazones de los aficionados de la Roma, que se dispusieron a festejar una noche que bien lo mereció.

Al final, el Barcelona, cayó de un forma inesperada por lo que venía demostrando en solidez durante la temporada, pero bien es cierto que le faltó cierta grandeza en la derrota, como también le ha venido faltando en la victoria durante la temporada. En mi fuero interno sabía que el equipo no estaba en condiciones de luchar una Champions, y menos con el estado físico por la carga de partidos que los jugadores más influyentes tienen en las piernas, pero también pensaba que por qué no, aunque fuera una sola vez, el Barcelona podía ganar una Champions sin necesitar ser el mejor con claridad como ha ocurrido en todos los títulos anteriores. Los que me conocen, saben que tengo una frase que describe bien eso: nunca he visto ganar al Barcelona algo que no mereciera. Y creo que tendré que seguir esperando para verlo.

Las reflexiones más profundas de este nuevo descalabro europeo, sus implicaciones en el corto y, sobre todo, medio y largo plazo creo que merecen todavía unas horas más de reposo y reflexión. Una vez convenientemente rumiada la inesperada eliminación, intentaré exponerlas en un post algo más extenso.



lunes, 9 de abril de 2018

Jornada 31. El Barça iguala el récord de la Real de Ormaechea a lomos de Messi un día más

Tras haber dado buena cuenta de la Roma con mejor resultado que juego, el Barça recibía en el Camp Nou a un Leganés, que el año pasado puso en muchas dificultades al Barcelona, depresivo entonces tras ser vapuleado en Paris unos día antes. El que escribe no pudo ver el partido en directo, pues andábamos uno cuantos despidiendo al último célibe del grupo, y como siempre sellando la solidez del futuro matrimonio tras haber de pasar por un trance como ése.


La tranquilidad del diferido (esta vez sabiendo el resultado) me permitió tener una visión desapasionada del encuentro. El Leganés, un equipo de autor, en concreto de su entrenador Asier Garitano, fue un rival más que incómodo, e incluso supo sobreponerse a una espléndida primera media hora azulgrana en la que había puesto ya tierra de por medio.

Valverde, gestionando la ventaja en Liga, había dispuesto algunas ausencias importantes en el equipo. Jordi Alba, el algo despistado últimamente Umtiti, el todavía renqueante Busquets y el sobrekilometrado Iniesta dejaban su sitio a Sergi Roberto (actuando de novedoso lateral izquierdo), Vermaalen (que volvió a firmar una más que convincente actuación), Rakitic (más que afianzado como relevo del de Badía) y el portugués André Gomes, que va poco a poco progresando. La disposición del equipo, algo asimétrica doblaba al interior izquierda (Gomes-Coutinho) para dejar todo el carril derecho a la exuberancia de la pareja Semedo-Dembélé. Esta disposición depistó al normalmente sólido entramado defensivo pepinero, y Messi se encargaba de castigar apareciendo siempre por el lado débil de la defensa pepinera.

Tras unas primeras llegadas a la antesala del área, amagando más que pegando, una falta en la frontal, majestuosamente lanzada una vez más por Messi estrenaba el marcador. Los siguientes minutos fueron aumentando el dominio azulgrana y en una buena jugada del ataque azulgrana, Messi engañaba con el cuerpo el disparo cruzado para alojar el balón por el poste corto de Cuéllar en un buen pase en profundidad de Coutinho.

A partir de ahí, el Barcelona activó descaradamente el modo ahorro de energía un día más, y por momentos excesivamente descomprimido permitió al Lega rehacerse en el juego e ir aproximándose a Ter Stegen, si bien es cierto que sin llegar a exigirle lo más mínimo. Mediada la segunda parte, un buen centro lo recogía El Zhar para ayudado por un desvío del tacón de Sergi Roberto, alojar el balón en la portería azulgrana, y dar algo de vida al encuentro. Poco más hizo el Leganés en ataque, pero el corto resultado hacía temer por un accidente más que la peligrosidad visitante. En cualquier caso, Messi acabó con el debate tras asistencia de Dembélé, controlando eso sí con el brazo, que aunque pegado al cuerpo yo creo que es mano.

El partido dejó detalles del lado azulgrana, como el homenaje al fútbol formativo azulgrana y a la inteligencia del jugador que significó su primer tiempo como lateral izquierdo, posición absolutamente inédita para él, pero que solventó con la suficiencia que viene haciendo en las últimas 2 temporadas. También se vieron detalles de Coutinho, cuya calidad le hace acreedor de la confianza de la afición, pero que todavía debe aprender a jugar cuando lo que toca es controlar un partido, todavía demasiado acostumbrado al frenesí de Klopp en Liverpool. Vermaalen, si sigue disponible, es el tercer central que cualquier entrenador quisiera tener, pues no baja un ápice el nivel. Algo más procupante es que Luis Suárez parece que ha llegado al final de la temporada con el depósito en la reserva, y destacó más su buena aportación defensiva en el juego aéreo que su amenaza a la sólida defensa blaquiazul. Aunque todo lo compensa un Messi que sigue sumando actuaciones a la altura de la exigencia que su carrera impone, y consigue marcar un hat-trick con un aire funcionarial que roza lo insultante.

En resumen, una jornada más el Barcelona sigue sumando de tres en tres, lo que añadido al postrero empate en el derbi madrileño, deja a apenas 10 puntos el título de Liga. La duda es apenas, cuando se consumará. El sábado contra el Valencia tiene la oportunidad de acercarse más a él, y de superar el récord de jornadas sin conocer la derrota que desde muy principios de los ochenta tiene la Real Sociedad de Alberto Ormaechea, con los Satrústegui, Zamora, López Ufarte y Arconada como protagonistas.

jueves, 5 de abril de 2018

UCL. Cuartos. Ida. Barcelona-Roma. Desconcertante partido. Maravillloso resultado con un decepcionante nivel de juego

Es difícil escribir sobre un partido tan extraño como el que vivimos anoche en el Camp Nou en la ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones. Por un lado, la contundencia del marcador traslada una cierta tranquilidad, pues dada la solidez del equipo de Valverde este año, se me antoja complicado vislumbrar siquiera una posibilidad de que la Roma remonte la semana que viene en el Olímpico que definitivamente encumbró a Leo Messi en Mayo de 2009. Por el otro, si nos atenemos a las sensaciones que ofrece el juego, me embarga cierto pesimismo ante la falta de recursos ofensivos en el desborde, y el estado físico de alguno de los jugadores clave. Como aquí hemos venido a disfrutar, nos pondremos más del lado optimista sin dejar de lado alguno de los síntomas preocupantes apreciados en los últimos partidos.


Sorprendió Valverde con la alineación el día que parecía que había cierta unanimidad ante el once. Ante la muy previsible presencia de Dembélé, el extremeño se decidió por doblar el lateral con Semedo, dejando a Sergi Roberto en posición adelantada, para junto con Andrés Iniesta en la banda contraria, doblar las parejas sobre las que amenazar la cobertura romanista, abrirla y posibilitar la aparición de espacios en zonas centrales que la genialidad de Messi se encargaría de castigar. También volvía tras lesión, y visiblemente mermado todavía, Busquets para mover al equipo y recuperar cierta fluidez pérdida últimamente.

Pero la Roma, bien plantada, con dos líneas bien juntas, no cayó en la trampa. Ante la visible falta de desborde en banda de los azulgrana, reducida a algunas incursiones optimistas de Nelson Semedo, optó por concentrar sus esfuerzos defensivos en la zona de influencia de Leo Messi, doblando, triplicando o incluso cuadriplicando la marca sobre el argentino si hacía falta. Durante la primera media hora, Messi salía del primer e incluso del segundo regate, pero no obtenía rédito ninguno, quizás también lastrado todavía por sus molestias físicas. Luis Suárez tuvo un partido de los del inicio de curso, falto de chispa ante la exuberancia física del central griego Manolas, que me causó una gran impresión.

La Roma, desde la solidez y el éxito del plan defensivo se fue acercando poco a poco a la meta de Ter Stegen, aunque sin exigirle en ningún momento. El planteamiento de Di Francesco estaba funcionando, y solo la presión azulgrana facilitaba alguna recuperación cercana al balcón del área que preocupaba y exigía al ayer bastante inseguro Allison Becker, un portero que venía con gran halo de figura, pero que confirmó mis dudas acerca de su blocaje y sus despejes demasiado centrados. En una de estas recuperaciones azulgranas, Rakitic encontró a Iniesta quien se asoció por dos veces con Messi, y Daniele De  Rossi a la desesperada se lanzó a evitar el remate franco del rosarino, con tan mala fortuna que encontró un disparo ajustado contra su propia puerta que bien podría haber firmado su rival, con el añadido del factor sorpresa para el portero, que nada pudo hacer para evitar el 1-0.

Se llegó al descanso, y la Roma intentó recomponerse tras el gol, llegando con peligro en un remate franco de Perotti. Sin embargo, al animarse, dejó de cerrar el espacio de Messi, quien empezó a recibir con mayor comodidad en zona de tres cuartos. Sin embargo fue el balón parado y la mala fortuna transalpina otra vez, los protagonistas del segundo gol, en un córner sacado en corto entre Rakitic y Messi, que el croata colocó en el área pequeña para que Manolas, por dos veces, la primera chocando con el palo, y la segunda consumando la desgracia en la caída, quien al anticipar otro remate franco azulgrana, de Umtiti esta vez, alojara la pelota de un incrédulo Allison.

El enfado del portero brasileño se acrecentó con el inmediato tercer gol, ya en una jugada más típica de Messi quien encontró a Luis Suárez dentro del área. El uruguayo algo lento, se acomodó el cuero, disparó suave pero colocado, y Allison dejó un balón muerto en el área pequeña para que Piqué, que acompañaba la transición, apenas tuviera de empujar el balón al fondo de la portería, y poner la guinda a su monumental partido en defensa de su área, donde su sola presencia se bastó para desbaratar casi todos los ataques giallorossos.

Con un 3-0 nada consecuente con el juego visto hasta ese momento, Busquets ya no pudo soportar más las molestias, y dejó su lugar a Paulinho. A partir de ahí, se sucedieron ataques de la Roma que cada vez eran más peligrosos, y empezaron a necesitar de Ter Stegen para evitar que se convirtieran en gol. Eso sí, la primera de sus intervenciones vino precedida de un fallo en su juego de pies, que recordó a tiempos pasados por el exceso de confianza. La pelota se movía siempre en las cercanías de la portería azulgrana, y al final, llegó el inevitable gol, en un balón al área en que Dzecko aprovechó su superioridad física ante Jordi Alba para alojar el balón por bajo en la portería. El 3-1, abría una rendija a la esperanza romanista, y más viendo que seguían rondando las cercanías de Ter Stegen.

Salió Denis en los últimos minutos por un desfondado Iniesta, al que le faltó cambio de ritmo para sacar jugo de sus numerosas llegadas al borde del área. El gallego volvió a sumar, aportando desde la banda izquierda, e incluso atreviéndose con pisaditas y recortes. En una de sus intervenciones, centró al corazón del área, y en un error infantil, la defensa romana intentó controlar, lo que aprovechó el siempre voraz Luis Suárez para estrenarse esta temporada en Champions, y dejar un resultado casi definitivo para alcanzar las semifinales de la Champions, tras un par de temporadas de ausencia imprevista.

El juego no envía señales positivas, pero es cierto que a este Barça no se le ve sufrir ni aun cuando es dominado puntualmente, y si conseguimos recuperar cierta frescura física en jugadores clave tocados como Messi, Busquets o Suárez, todo es posible en esta Champions, tan cerca y tan lejos a un tiempo.

lunes, 2 de abril de 2018

Jornada 30. El retorno del Cid adelanta el domingo de resurrección para rescatar un punto

Tiempo de Semana Santa, de pasos, silenciosos o no, por toda la geografía española. Si hay un sitio donde se vive con pasión la Semana Santa, ese es en Sevilla, una ciudad entregada a sus cofradías para después pasar casi sin solución de continuidad al desenfreno de la Feria. El invicto Barça de Valverde visitaba en esta fechas posiblemente la salida más complicada que le queda en el Campeonato: el Ramón Sánchez Pizjuan, en vísperas para ambos de equipos de la ida de cuartos de final de la Champions. Pese a ello, el Sevilla de Montella salió con todo en la tarde noche del sábado ante su siempre animosa afición, que entonaba "a capela" como es habitual el himno de El Arrebato, para mi quizás el más bonito himno de todos los himnos modernos que intentan actualizar las vetustas melodías clásicas.


Valverde, con la baja confirmada de Busquets, cuya recuperación ha estado enfocada a poder contar con él para la ida de cuartos ante la Roma, sumó la ausencia en el once, del tocado Messi, que no había podido disputar ninguno de los dos partidos amistosos de Argentina en el parón de selecciones, donde triunfó en Italia, pero fue brutalmente sometida por la selección española con media docena de goles. Así, Rakitic ofició de medio centro, con Paulinho en la segunda altura del medio campo, e Iniesta y Coutinho en la banda izquierda en un teórico tercer escalón, para dejar la banda derecha a Dembélé y con Suárez en punta.

El Sevilla planteó magníficamente el partido con una presión continua, con Correa apoyando a Muriel para tapar a los dos centrales, evitando su superioridad numérica. Esto obligaba a Rakitic a colocarse entre los centrales, dejando el siguiente escalón de la salida a un Paulinho, incapaz de dar continuidad a ningún ataque, lo que envalentonó a los sevillistas en la presión y acabó obligando a Iniesta a venir un escalón más abajo para poder dar continuidad y altura al juego desde atrás. Sin embargo, nunca encontró el control suficiente el Barcelona, pese a que en los primeros minutos, cada una de sus llegadas eran una antesala de gol, sobre todo por el buen inicio de Coutinho y la frescura de Luis Suárez arriba que amenazó en un par de ocasiones la virginidad de Sergio Rico.

Según iba avanzando la primera parte, se iban espaciando y diluyendo las llegadas azulgranas, empezándose a imponer el Sevilla en todos los duelos individuales, con un Banega extraordinario, magníficamente escoltado por Nzonzi y Vázquez, y con unos muy agresivos Lenglet y Kjaer que continuamente anticipaban en campo contrario. Así, en una de las aproximaciones sevillistas Correa controló magistralmente un balón pasado para, tras apoyarse en un compañero, habilitar al Mudo Vázquez, quien soltado por un Paulinho una vez más decisivo en la vertiente negativa, remató demasiado solo ante la descolocada zaga culé. Con posterioridad, Piqué, al borde del descanso volvió a fallar un balón en la línea de gol, como hace un par de temporadas en el mismo escenario, en posición acrobática quizás innecesaria. De este modo nos fuimos al intervalo con un partido que se estaba jugando como más le convenía a Montella, y encima habiendo encontrado una valiosa ventaja.

El arranque del segundo tiempo fue aciago para los azulgrana, que recibieron el segundo gol en otro fallo de Paulinho, que controlando un balón en el balcón del área propia fue incapaz, no ya de girarse para salir, sino de controlar decentemente un balón que acabó en los pies de un Ter Stegen exigido y presionado. El despeje del guardameta alemán fue cortado por el Sevilla, que en cuestión de segundos se plantó nuevamene delante suya y tras un primer despeje a bocajarro del portero, acabara en los pies de Muriel, quien ayudado por el toque involuntario de puntera de Umtiti, encontró la portería tras pegar en el poste derecho. Un toque de suerte para Muriel, que no se repitió más en todo el segundo tiempo, donde desaprovechó no menos de media docena de contras claras con el Barcelona ya volcado en busca del gol que les metiera en el partido.

Tras el segundo gol sevillista, Valverde se vio obligado a tirar de Messi, quien desde la primera jugada metió el miedo en el cuerpo a equipo y afición sevillista. En el primer balón que tocó, puso en franquía, tras cabalgar entre contrarios 30 metros, a Coutinho que centró para que Kjaer en un extraordinario ejercicio defensivo impidiera el seguro gol de Suárez, quien minutos más tarde mandaría un balón a la madera tras asistencia de Jordi Alba. Pero el Sevilla, ante un Barça lanzado al ataque con los dos laterales casi a la altura de Suárez, gozó de numerosas contras magníficamente llevadas por sus mediocampistas, y solo su falta de acierto en la definición impidieron decantar definitivamente el partido a su favor. Serían una docena de llegadas, que tan solo exigieron una parada de Ter Stegen, y un balón sacado bajo palos por Piqué, ambos ante Navas. El resto de jugadas acabaron con disparos mansos y desviados.

Parecía que se iba apagando la llama de la esperanza azulgrana con el paso de los minutos, pero la salida de un extenuado Navas, que recién salido de lesión pidió el cambio, volteó completamente el escenario del partido. A partir del minuto 85, el Barcelona, a lomos de Messi, en plan Cid Campeador, empezó a llegar continuamente y con mucho peligro a la portería de un muy inseguro, por alto y por bajo, Sergio Rico. Primero la BP, rodeado de rivales en el área pequeña, forzó un córner, y tras un primer rechace, Rakitic cabeceó al palo con Rico batido. El consiguiente contraataque sevillista la cortó Messi en campo propio para volver a poner a Suárez en posición de remate que acabó en córner. A la salida de ese saque de esquina, el uruguasho en posición acrobática casi imposible consiguió por fin perforar la meta sevillista, en el gol que buscaban los azulgranas para poder entrar en el partido. Rápidamente devolvieron el balón al medio del campo los azulgranas, y se podía leer la duda y el miedo en la cara de los sevillistas, quizás presagiando lo que segundos después se vendría sobre ellos.

En el saque de centro, robó el equipo azulgrana, y Coutinho se adentró en el vértice derecho del área sevillista, centró atrás, Suárez dejó pasar y Messi, viniendo desde atrás, embocó su tiro más típico, calcado al del Benabeú del año pasado, empatando un encuentro de manera inverosímil, tanto por la superioridad sevillista como por los apenas 50 segundos que pasaron entre un gol y otro. Y es que Messi, sin apretar demasiado para no forzar sus tocados isquios, metió el miedo en el cuerpo al Sevilla solo con entrar, lo consolidó con su primera jugada en el campo, y lo certificó con un gol marca de la casa, ante la que es quizás su víctima favorita.

También me quedo con los buenos minutos de Denis, que no jugaba desde Anoeta en enero y testimonialmente. Sumó un hombre más a la espalda de los mediocentros sevillistas, aportó desborde y siempre punzante, contrastó con el hombre a quien sustituyó, Paulinho, que una noche más fue incapaz de dar un balón en ventaja a un compañero, mostrándose como un auténtico lastre, pues tampoco llegó al área, ni aportó sostén defensivo alguno. En mi opinión, ha llegado un momento en que se hace necesario prescindir del brasileño.

Al final, de manera un tanto inmerecida por el desarrollo del partido se salvó la condición de invicto y apenas queda un partido para igualar el récord de la Real Sociedad de Hormaechea de 1980, precisamente a caballo entre las dos temporadas anteriores a sus títulos de Liga. Los donostiarras estuvieron 38 jornadas sin perder, hasta visitar precisamente Nervión, donde Bertoni y sus compañeros acabaron con su racha. Esta vez, a punto estuvo de repetir el equipo hispalense su habitual corte de una racha, pues ya el año pasado consiguieron también contra el Madrid de Zidane, que no había perdido hasta entonces tampoco, endosarle su primera derrota.

También fue un buen preludio para la final de Copa del próximo día 21, en la que el mazazo psicológico del empate del pasado sábado seguro que pesa en la cabeza de los jugadores del Sevilla en el momento de volver a ver enfrente al Barcelona, ese día seguramente liderado desde el primer minuto por su rival más temido, la Bestia Parda.