martes, 29 de septiembre de 2020

Liga 20-21. Barça-Villarreal. El día que Ansu echó la puerta abajo

Domingo, ocho y media de la tarde. Una temporada más, y en mi caso ya son cuarenta y una (41) conscientes, ahí estábamos, sentados ante la televisión, esperando que empezara el primer partido oficial del Barça en esta 2020-21. Da igual que nos metieran ocho apenas hace un mes y medio, que la lamentable, vergonzante y desvergonzada directiva hiciera la del avestruz, metiendo la cabeza bajo tierra como si nada fuera con ellos, con un berenjenal histórico en lo deportivo por lo que todos sabemos; en lo económico, porque además de tener telarañas en la caja fuerte no podemos inscribir jugadores por el límite salarial de la Liga y el Fair Play Financiero de la UEFA; y en lo institucional con el club en el juzgado bajo secreto de sumario, y con una moción de censura en ciernes con mucho visos de prosperar (afortunadamente) por primera vez en la centenaria historia del club. Da absolutamente igual, porque esto no se cura, una vez inoculado nos persigue toda la vida, es ese trocito de infancia que nunca te abandona, y que tanto tenemos que agradecer.


Se presentaba el Barça de Koeman ante un amenazante Villarreal, cuyo mercado de verano ha sido de los más sugerentes, con Parejo, Coquelin y el estimulante Kubo bajo las órdenes del histriónico Emery, con el que esperan dar ese salto que los lleve de aspirante a Europa League a asiduo en Champions. Un Emery que volvía al lugar del crimen tres años después de sufrir el legendario 6-1 con el PSG que remontaba el 4-0 de la ida en la mayor remontada de todos los tiempos, y cuyo bagaje de 12 derrotas en 12 partidos en el Camp Nou era casi lo único a lo que agarrarse por parte del dubitativo hincha culé, más cerca del "ay, ay, ay" que del "Aquest Any, Sí" que nos devuelve a aquellos oscuros años ochenta que cantaban Los Piratas.

Koeman puso en liza el mismo once que el Gamper, con la misma defensa que recibió el abuso bávaro, el novedoso desde hace un par de décadas doble pivote con Busquets y un reforzado De Jong, y una linea atacante con Ansu, Coutinho y Griezmann por detrás de un Messi con licencia para campar e intercambiar posiciones con quien considere oportuno, pero partiendo desde la posicíón de nueve.

Tras unos primeros minutos de cierto tanteo, se desató la tormenta. El adolescente Ansu decidió que, tal y como hizo con la selección un par de semanas atrás, vista la competencia actual en plantilla y los rumores de fichajes, convenía dar un golpe encima de la mesa del vestuario. Y en tres jugadas, como dicen los clásicos, tiró la puerta abajo con dos definiciones quirúrgicas que ves a primera vista y piensas que podría hacer cualquiera, pero que en las repeticiones te das cuenta de la seguridad técnica insultante, aquello que Valdano solía resaltar del primer Messi adolescente todavía también. Un remate de interior de primeras a la escuadra y una definición mano a mano, engañando con el cuerpo el lado al que disparar de una pulcritud apabullante. Y la tercera encarando y desbordando dentro del área para provocar un penalti que cerraba el partido pasada la media hora de juego y que ponía todo de cara en el debut liguero, una vez un circunspecto Messi marcó el penalti. Y aun antes del descanso dio tiempo a ver un cuarto gol, en el primer desmarque de ruptura en el área que le recuerdo a Busquets en una década que perfectamente vio Messi para colocarle con mimo el balón en la bota al borde del área pequeña, pero que Pau Torres en un desesperado intento de evitar lo inevitable, introdujo en su propia portería. 4-0 y a otra cosa.

En la segunda parte se vio la confirmación de un Messi más participativo que en los primeros minutos de partido, donde apenas tocó bola, y con los primeros atisbos de sonrisa tras este tormentoso mes de burofaxes, interpretaciones contractuales, palabras faltadas, entrevistas exclusivas y despedidas instagrameras, en un registro desconocido hasta ahora para el capitán azulgrana, que fue reelegido por votación de sus compañeros en sus peores momentos como jugador azulgrana. Afortunadamente, estamos seguros que según vaya corriendo el balón, volverá su sonrisa y que la juventud que le rodea puede darle esos años extra que todos esperamos seguir disfrutándoles de azulgrana. Aun así, gol y asistencia en plena depresión para su debut, y un par de paradas in extremis de Asenjo, que evitaron que ampliara sus estadísticas todavía más.

Debutaron también un incisivo Trincao, un Pedri que lleva el mapa del fútbol de serie en su cabeza y sus pies, y un Pjanic que todo indica que complicará la titularidad de Busquets con su variedad en el juego corto y largo y su buen disparo. Hasta Dembélé se atrevió con un par de jugadas de las suyas que acabaron en nada. Y atrás, la resurrección de Alba y la constatación que Piqué ha venido al 100% desde el primer partido y que Lenglet se atreve a anticipar también a 70 metros de su portería.

En resumen, un partido que se puso rápido de cara por la exhibición del niño Ansu, y que el Barça aprovechó para ir construyendo la nueva realidad táctica con la frescura que las altas y sobre todo las bajas le ofrecen. Esperemos a próximos capítulos menos favorables para ver de qué pasta está hecho el equipo. De momento, solo buenas noticias.