miércoles, 28 de febrero de 2018

¡¡Ahora, Quini, ahora!! Nunca nadie tuvo mejor ídolo.

Se ha ido. Su corazón, tan grande que no le cabía dentro de ese corpachón venido a menos con los años, dijo basta. Tras superar un cáncer, durante cuya recuperación mantuvo en vilo a toda la afición futbolera del país, parecía que estaba casi para saltar a jugar el próximo domingo en El Molinón, pero desafortunadamente, un infarto se lo ha llevado. Y con él se va un enorme trozo de mi infancia, pues fue, sin duda, mi primer ídolo futbolístico.



Su figura de azulgrana festejando un gol de manera tan respetuosa con aquel salto, su 9 a la espalda, el de mi primera camiseta del Barcelona, la primera de Meyba, se me viene a la cabeza desde anoche sin parar. Me enteré de casualidad. Una cuenta que suele publicar fotos históricas del Barcelona, @BarcaHistoric, me etiquetó en una foto del Brujo, y yo, como siempre respondí "mi primer ídolo". De repente, se acumularon los me gusta a aquella foto, y me enteré de la terrible noticia.

Ídolo inigualable en el Sporting, llegó al club en 1968 tras haber goleado al filial sportinguista con el Ensidesa Avilesino, en cuya empresa trabajó su padre. Enseguida Carriega le hizo un hueco, y allí consiguió 3 Pichichis en Primera División, aparte de otros dos en Segunda, en los ascensos de 1970 y 1977. En 1970, junto a su malogrado hermano Jesús Castro y algún otro compañero consigue el Campeonato de Europa Amateur (análogo al actual sub-21), endosándole 4 goles en la semifinal a la anfitriona Italia. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que es el mejor jugador de la historia del Sporting, al que volvería para cerrar su carrera desde 1984 a 1987. ¡Cuantas veces la mareona gritó aquel mítico: "ahora, Quini, ahora"!

Quini finalmente fichó en 1980 por el Barcelona, que había intentado anteriormente su fichaje, pero el derecho de retención que poseían entonces los clubes al subir una modesta cantidad el sueldo del jugador, lo había impedido. Llegaba para sustituir a Krankl, el goleador de Basilea; otro ariete muy querido, bota de oro, que se había ganado el corazón de los azulgranas cuando en un accidente de tráfico en Barcelona, su mujer, que estuvo días entre la vida y la muerte, recibió una avalancha de donaciones de sangre de barceloneses anónimos solidarizándose con el austriaco. Sin embargo, pese a aquel convulso Barça de inicios de los ochenta, enseguida con su juego y su carácter afable y cercano se ganó al Camp Nou.

Yo me aficioné al fútbol de verdad a principios de 1981, y la práctica totalidad de mis primeros recuerdos del Barça tienen a Quini como máximo referente. Su secuestro, meses después, tras marcar un doblete ante el Hercules en el Camp Nou, cuando el Barça iba lanzado en búsqueda del líder Atlético para hacerse con la Liga, lo recuerdo tan doloroso como si le hubiera pasado un familiar. Tanto, que mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, me llevó por primera vez al Camp Nou el día que Quini repareció tras su secuestro.

Son todos mis primeros pasos en el barcelonismo. Mi primer título como azulgrana, en junio de aquel año con sus dos goles en la final a su equipo del alma, el Sporting;  el primer Madrid-Barça con un magnífico gol de vaselina a Agustín; el gol 3.000 del Barcelona en Liga ante el Castellón; la Liga de Lattek del 82 en la que marcó 26 goles, pérdida increíblemente en las últimas 6 jornadas con 7 puntos de ventaja, y no volviendo a ganar un partido hasta el final; la posterior victoria en la Recopa de aquel año, marcando el gol de la victoria que no pudo coger la realización de televisión, en pruebas para el Mundial de España. Todo permanece en mi recuerdo impregnado con el aroma inconfundible de aquel Quini con el 9 a la espalda.

Por ello, anoche, se me fue un trozo de mi infancia; feliz, inocente, siempre envuelta en azulgrana. Quini es de aquellos rara avis que reciben en vida el cariño y el reconocimiento que normalmente solo le llegan a uno cuando fallece. Y es que, en este país, donde no se perdona el éxito, nunca nadie tuvo una mala palabra para referirse a él. Su incomparable bonhomía, que le llevó incluso a perdonar a sus secuestradores, la cercanía en el trato indiferentemente de la condición del otro, y el optimismo que desprendía le hacían todavía más grande. Y eso que, en vida, hubo de superar no pocas desgracias personales: además de su secuestro, su hermano, histórico portero del Sporting, falleció en una playa cántabra tras salvar del ahogamiento a varias personas, y superó el cáncer con entereza. Siempre afrontó la vida con una sonrisa y bromeando, su otra pasión, como bien pueden dar fe sus compañeros de equipo.

Ayer se fue el paradigma de ese fútbol que a veces añoramos los nostálgicos. Un jugador al que el Bernabéu no pitaba pese a marcarle goles de manera compulsiva. El vivo ejemplo de lo que querríamos que fuera un ídolo en la vida civil, alejado del egocentrismo, de tatuajes, contratos publicitarios, rajadas contras entrenadores, compañeros o árbitros. Un señor, que anoche dejó huérfano al niño, que todo aficionado al fútbol siempre llevaremos dentro. Y es que nadie nunca tuvo mejor ídolo que yo.




lunes, 26 de febrero de 2018

Jornada 25. Barça-Girona. Messi disfrutando sembró la devastación

Jornada festiva en el Camp Nou con la visita por primera vez en la historia en encuentro de Liga del Girona, en un derby bastante fraternal por la buena sintonía entre aficiones. Dada la cercanía, y la masiva presencia de gerundenses en Barcelona, se produjo la mejor entrada en Liga de la temporada con más de 85.000 espectadores, que disfrutaron en directo de un espectáculo difícilmente igualable, el de la Bestia Parda desatada y disfrutando sobre un terreno de juego.


Machín, el muy meritorio entrenador del Girona, al que ha ascendido y parece que consolidado en Primera, dispuso esta vez un sistema más habitual de tres centrales y dos carrileros, prescindiendo de la marca individual a Messi como en la ida. Con intención de presión bastante continua, pero con la sorpresa de la ausencia de su delantero goleador, Stuani, en favor del recientemente fichado, precisamente desde el club azulgrana, Choco Lozano.

El primer minuto y medio de partido ya vislumbraba lo que sería el partido, y el Barcelona salió muy intimidante e incisivo alrededor de la frontal del área contraria. Sin embargo, en la primera vez que el Girona se hizo con el balón, lanzó un contraataque, que ante la indecisión de Umtiti y Ter Stegen, aprovechó pícaramente Portu, una auténtica bala, para superar a ambos, y con un gran remate que pegó en los dos palos, poner en ventaja de manera sorpresiva al Girona, ante la algarabía de sus seguidores en tercera gradería y repartidos por todo el estadio. Portu realizó una muy meritoria primera parte, poniendo en apuros a Umtiti a la espalda de Jordi Alba, y superándole en velocidad, como solo Iago Aspas había conseguido hasta ahora en la temporada.

Sin embargo, el mejor jugador del mundo no estaba para sorpresas, quizás deudor de ofrecer su fútbol ante los de Girona por la marca individual que sufrió por parte de Maffeo en la ida. Ya en la primera pelota que recibió entre centrales y medios "gironins" como muchas veces se repetiría por el pase vertical de Busquets, puso mano a mano a Suárez para que empatara el partido. Y es que la predisposición de Messi, al que se le veía disfrutar desde el principio, sumadas a la presión del Girona, muy bien superada por un Ter Stegen que en largo la burlaba fácilmente, la amplitud que Dembélé ofrecía como chincheta superior derecha, y la especial disposición del doble pivote visitante que al saltar por Busquets y Rakitic, dejaba la recepción del rosarino, desembocó en un espectáculo de primera parte, en la que se nos brindó un recital tan solo al alcance del 10 azugrana. Controles orientados, conducciones, pases al hueco, disparos en juego y a balón parado, jugando por derecha, izquierda o por el carril central, incluso buscando el desmarque en ruptura... todo un repertorio artísitico alrededor de la pelota.

De este modo, un 4-1 esclarecedor, nos llevó al descanso. Sin duda, un castigo excesivo para el buen hacer del Girona, pero incluso corto ante la exhibición que nos había dejado Messi en 45 minutos. La segunda parte, permitió coger confianza a los nuevos, con golazo incluído de Coutinho, el hat-trick de Suárez para cerrar la media docena, y los primeros apuntes de lo que puede ofrecer Dembélé, terriblemente útil en su plenitud física y sobre todo mental para la Champions League, pero que mucho me temo deberemos esperar para ver hasta la temporada próxima.

La única mala noticia fue la lesión de Semedo, que cuajó un muy buen partido, entendiéndose muy bien con Dembélé, pero que debió haber pedido el cambio ante las claras muestras de dolor que le fueron sobreviniendo durante el partido. Su inexperiencia, sus ganas, y lo atractivo que estaba el partido para los jugadores, desembocaron en una lesión muscular grave que nos privará de alternativas en el lateral derecho durante este periodo clave de la temporada. Una verdadera lástima.

También me gustaría destacar el esperpéntico espectáculo de la búsqueda de la quinta amarilla por parte de Alba, con éxito, y de Luis Suárez, que de manera especialmente ridícula fue incapaz de conseguir que le amonestaran, incluso creando un par de ocasiones del Girona al final, excepcionalmente salvadas por nuestro portero alemán, quien nunca está en posición de hacer concesiones. Estos trucos, personalmente, me parecen muy lamentables, y deberían ser sancionados, como ya lo hace UEFA. Pero, en esto, como en tantas otras cosas, en España andamos unos años atrasados.

miércoles, 21 de febrero de 2018

UCL. Octavos. Ida. Chelsea-Barça. Iniesta y Messi rescatan un Barça superado por la táctica de Conte

Como cada febrero, vuelve la Champions a nuestras vidas. Y servidor, camiseta del Centenari enfundada, se acomodó ante el televisor con toda la expectación del mundo, extraordinariamente acompañado por la tercera generación de Culés de Chamberí, que le pidió a su papá que le dejara ponerse, aunque fuera encima del pijama, su camiseta de Messi, para ver un rato el fútbol.


Tras la habitual marathon de partidos de enero con Copa y Liga entrelazándose sin solución de continuidad en un rally que acaba pesando en las piernas más preparadas. Por eso, en la última década, el partido de ida de octavos de la Champions ha solido ser de los más sufridos de la temporada. A todo ello hay que sumarle el rival, un regalo póstumo de nuestros amigos del Atleti, que aun eliminados nos hacen la vida imposible en Champions. Empatando inutilmente en Stamford Bridge en la última jornada, dejaron al Chelsea de Conte sin liderato del grupo, y con más de un 50% de posibilidades de enfrentarse al Barça, como así fue, al ser el de octavos un sorteo dirigido.

Se presentaba el Barça de Valverde con algunas dudas por el rendimiento en los últimos partidos de Liga, con un par de empates y la sufrida victoria de Ipurúa del fin de semana. Valverde repetió su, a día de hoy, alineación titular. La que tomó el Bernabéu, y que añade a los 10 titularísimos, la presencia en la medular de Paulinho como el 11º hombre. Se avecinaba otro de aquellos partidos tácticos, pues en los banquillos se sientan en mi opinión dos de los mejores técnicos en cuanto a análisis y dirección de partidos del futbol actual: Conte que volvía a su habitual defensa de 3 con carrileros largos, y Valverde, el más eficaz cambiador de dinámicas desfavorables de partido.

Los primeros 15 minutos pusieron sobre la mesa con meridiana claridad las cartas de ambos técnicos. Conte, en repliegue bastante bajo, con presiones escogidas, pero que fueron haciéndose más continuadas según avanzaba la primera parte; y Valverde, controlando el partido para evitar las contras con una posesión más defensiva que ofensiva, llena de pases de seguridad, pero que alcanzaba el 75%. Paulinho ya me empezaba a desesperar tremendamente cuando convirtió una jugada de ataque en ventaja del Barça en una contra tras pérdida que derivó en el primer susto de la noche: cabalgada del afiladísimo William para acabar en el poste izquierdo de un batido Ter Stegen.

La posición de Paulinho en banda derecha, inicialmente, obligaba a Marcos Alonso y los medios del Chelsea a estar pendientes de él, abriendo la posibilidad para que Sergi Roberto y Messi ocuparan ese interior derecho desde el que dirigir las embestidas culés. Sin embargo, según avanzaba el partido, los ingleses vieron lo inocuo de la presencia de Paulinho y su incapacidad para dar continuidad al juego, con lo que pudieron centrarse más en la persecución de Messi, así como dar más continuidad a la presión ante la imposibilidad de que el brasileño fuera una vía de salida para los barcelonistas.

Otro palo de William, esta vez al derecho, y un par de remates desviados de un Hazard que jugando de falso nueve, caía hacia el mediocampo y hacia las bandas sembrando el desconcierto de la defensa culé, fueron el legado ofensivo del Chelsea, que estaba jugando el partido que exactamente quería jugar su entrenador. Por el Barça un par de cabezazos desviados de Paulinho y de Piqué fueron la única noticia del ataque azulgrana. Pintaba mal para el Barcelona que no acababa de coger altura en el juego desde donde disparar la presión tras pérdida, lo que ocasionaba que cada robo blue fuera una potencial transición de peligro para Ter Stegen.

La segunda parte empezó con algo más de control y altura en el juego azulgrana, facilitados en gran medida por las conducciones interiores un partido más de Sergi Roberto, quien, rompiendo líneas, aposentaba la posesión azulgrana ya en el último tercio del campo con asiduidad. Así llegó la primera ocasión de Suárez, muy bien tapada por Courtois, que parece en plena campaña para volver a Madrid. Sin embargo, en un error en la salida de un corner jugado en corto por el Chelsea, William recibió absolutamente solo en la frontal, con el tiempo necesario para acomodarse el balón a su pierna diestra y golpear maravillosamente de rosca pasada un balón inalcanzable para un Ter Stegen que tapado vio en posición de privilegio como el balón se cerraba de fuera a dentro para acabar besando las mallas de su portería.

En este momento el partido se había puesto justo en el punto donde Conte lo había querido llevar desde el principio. 1-0, necesidad de abrirse por parte azulgrana por el mal resultado y espacio para las contras de los tres mediapuntas blues. Valverde buscó algo de profundidad con Aleix Vidal en lugar del desafortunado Paulinho. Y en este cambio se vio la magnitud de la desgraciada lesión de Dembelé, quien en circunstancias normales debía ser el cambio, pero con el que no quiso arriesgar Valverde, como luego confirmó en sus declaraciones post-partido.

Pero cuando peor parecía estar el partido para el Barça, llegó el error del novato Christensen quien dio un pase horizontal barriendo todo el frente de ataque azulgrana, algo que en categorías inferiores es cambio inmediato, para que un muy metido en el partido Iniesta robara y tuviera ese tranquilo dominio del espacio y del tiempo y, en vez de precipitarse ante la cercanía del gol, encontrar a Messi, dándole la oportunidad al argentino de sumar otro equipo a su lista de víctimas, cambiando así totalmente el signo de la eliminatoria. Hasta el final, el Barcelona se conformó con el resultado, y el Chelsea apenas pudo inquietar la, por otra parte, muy sólida defensa barcelonista.

Un mal partido del Barcelona que se resuelve con un bastante buen resultado, que deja las cosas abiertas para la vuelta dentro de tres semanas, si bien obligará al Chelsea a tomar una actitud algo más ofensiva que la de este partido de ida, donde a menudo se dibujaban dos líneas de 5 y 4 hombres replegadas cuando el juego azulgrana se asentaba en campo contrario. Seguro que se verá un extraordinario partido en el Camp Nou el próximo 14 de marzo, y allí estaremos para contarlo.

martes, 20 de febrero de 2018

Jornada 24. Eibar-Barça. Un gran Eibar no tiene suficiente para poder discutirle el marcador al Barça

Esta jornada me pillaba de escapada de esquí con la familia y amigos. Tras la ciclogénesis explosiva del año anterior que ni siquiera nos permitió bajar los esquís del coche en todo el fin de semana, habíamos decidido darle una nueva oportunidad a la estación y sobre todo al Resort, dado el magnífico trato dispensado en condiciones tan adversas y con niños pequeños. El horario del partido (16:15) no vislumbraba que uno pudiera tener fácil ver el partido en directo sin alguna cuita marital. Sin embargo, los astros se alinearon, y el cielo se cubrió dejando una incómoda nevada en la estación de Boi Taüll, como para que todo fluyera en favor de mi presencia a la hora H delante del televisor del bar del Resort ;-)


Ante mi sorpresa, Valverde ponía lo que creo él considera el once de gala, es decir, el que tomó el Bernabéu en diciembre, pese a tener en 3 días un decisivo y complicado encuentro en Stamford Bridge con la vuelta de la Champions. Enfrente, el Eibar e Ipurúa, una dupla extremadamente bien avenida, llena de sinergias futbolísticas y emocionales, que convierten la visita al equipo armero en una especie de punto y aparte de la temporada. Esta simbiosis se vio acentuada por las condiciones meteorológicas, que con lluvia, acentuaron las virtudes de su propuesta futbolística.

Los eibarreses salieron con un entusiasmo incluso por encima del esperado, presionando muy arriba, juntando el equipo hacia la vera de Ter Stegen, defensa adelantada incluída. Esta presión, ayudada por las dimensiones del campo, fue extremadamente efectiva durante todo el partido, pero especialmente en este inicio, donde tan solo la falta de calidad arriba y la solidez y tranquilidad del triángulo Umtiti-Ter Stegen-Piqué hicieron que aquellos ¡ay, ay, ay! se convirtieran en ¡Uys! con la frecuencia debida. Y es que hasta ese penúltimo pase el plan del Eibar era perfecto en ejecución. El Barça, huérfano de balón, con Busquets muy presionado por Joan Jordan, y bastante falto de claridad en su salida de balón por primera vez en mucho tiempo, se tuvo que enfrentar a un partido de enorme incomodidad.

Sin embargo, por perfecto que sea el plan del rival, ninguno cuenta con el Factor Bestia Parda que todos y cada uno de los planteamientos azulgranas tienen de su parte con la presencia del 10. Además, se da la circunstancia, que por una razón que se escapa a mi conocimiento, Messi se siente especialmente cómodo en Ipurúa, donde los espacios no existen; así que él los inventa. Cada conexión Busquets-Messi era un ¡Uy! para el Eibar. Al cuarto de hora, recibió de Busi un balón delante de la línea media armera, y con un toque suave, en diagonal, con la fuerza y dirección precisas, superó las dos líneas locales para dejar al bullicioso Suárez delante del portero, para que el uruguayo definiera con maestría sentando a Dmitrovic y marcando a puerta vacía. Un partido que se veía feo para los intereses culés, se ponía en franquía rápidamente.

Pese a no ser superior en ningún momento, el Barcelona fue adaptándose a la situación, con la ventaja que siempre otorga jugar con un Ter Stegen atrás para encontrar vías de salida a la presión normalmente ajenas a un portero, y con las rupturas de presión en conducción interior desde el lateral de Sergi Roberto, que además cuajó un estupendo partido en labores defensivas frente al peligroso Inui, que perdió casi todos los duelos con el de Reus. Además, Messi seguía creando espacios de la nada en cada recepción desde Busquets, y en la primera parte ya había dejado 5 veces solos a Suárez y compañía ante Dmitrovic, que hizo un muy buen partido, además de un remate del rosarino al palo.

La salida de balón se vio además evidenciada por el cambio de alturas de Rakitic (esta vez casi extremo derecho muchas veces) y el tosco Paulinho, quien más cerca de la base, dificultó enormemente la continuidad de las jugadas, y es que en todo 2018 es más que posible que el brasileño no haya dado un solo balón en ventaja a un compañero. Y así, salir de una presión tan intensa como la que dispuso el Eibar es muy complicado.

En la segunda parte, el partido se movió por derroteros similares, con la buena noticia que los cambios de Valverde (Coutinho y Aleix) volvieron a ser claves en la jugada del segundo gol de Alba, quien obtuvo premio a su constancia como alternativa en profundidad por banda izquierda. Atrás, Piqué, imperial de nuevo según se acerca el tramo decisivo de la temporada, y Umtiti, infranqueable por alto y por bajo, en velocidad y en posicional, fueron dique suficiente para abortar la riada atacante armera, más tempestuosa que realmente amenazante para el marco de Ter Stegen, que sumó otra portería a cero en Liga.

Es cierto que la valiente y decidida apuesta de los de Mendilíbar les hizo acreedores a una mejor suerte, pero visto fríamente, también se encontró el Barça en ventaja rápidamente, y ante la inminencia de la presumiblemente agotadora batalla de Stamford Bridge, visto el escenario poco agradable, y sin sentir demasiado amenazada su ventaja, pudo de alguna manera dosificar sus esfuerzos, o al menos, eso espero que fuera lo que decidieron los barcelonistas en Ipurúa. La respuesta la tendremos este martes en Londres, en un apasionante partido digno de una fase mucho más avanzada de la Champions.

martes, 13 de febrero de 2018

Peio Artola. El primer portero que admiré

Todos recordamos aquel primer ídolo de infancia con especial cariño e indulgencia. En mi caso eran dos, el delantero y el portero de mi equipo cuando empecé a interesarme por el fútbol, allá por los inicios de los 80. Del primero, el mítico Enrique Castro "Quni" ya he hablado alguna vez, rememorando su secuestro y su reaparición que coincidió con  el primer día que yo ví un partido en directo en el Camp Nou. El segundo era Peio Artola, o Sant Artola Gloriós como le bautizó Joaquim María Puyal tras su exhibición en el partido de vuelta de semifinales de la Recopa en el 79, en el que Artola nos clasificó para la final de Basilea. Fue en Bélgica, frente al Beveren y a su joven portero Jean-Marie Pfaff, otro de los que pasarán algún día por aquí, pues fue uno de los grandes porteros de los 80.


De Artola, uno recuerda sobre todo dos cosas. La primera era su sobriedad. Siendo un portero muy ágil, no buscaba la palomita, pese sus orígenes. Fue un portero criado en la playa de la Concha en San Sebastian jugando para un equipo tradicional de la zona, la SD Lengokoak, que se da la circunstancia que es el origen de los tres guardametas convocados por la selección española para la Eurocopa de Italia en 1980 (Artola, Urruti y Arconada). Normalemente estos porteros de playa, como en Santander o Gijón, como el mismo Arconada suelen ser más espectaculares que sobrios, mientras que los de interior, de plaza de pueblo, como Zubizarreta suelen ser más sobrios, al tener que dosificar las caídas en el duro asfalto o cemento día tras día. Esa sobriedad daba tranquilidad a los compañeros y a la afición, y también tiene que ver con un carácter austero (no cambio de coche, su SEAT 1430 Sport con el que llegó de San Sebastian en sus 9 años de azulgrana) y un gran orgullo profesional como se pudo apreciar en diferentes fases de su carrera como guardameta.

La segundo que a cualquiera le viene a la memoria es su indumentaria. Esa sempiterna camiseta verde con puños y cuello negros, que hace tiempo leí que durante muchos años fue la misma. Nada que ver con los tiempos actuales del marketing, donde se estrena camiseta en cada partido. Peio jugó toda su carrera de verde, ya que no le dejaban el negro, su primera elección, para no confundirse con los árbitros de la época. El verde es para mi el color del portero del Barcelona. Con la única excepción del azul de Urruti, todos mis recuerdos más acusados de porteros del Barça son con el verde. La camiseta de Zubizarreta en Wembley, la consagración de Victor Valdés en París, también de verde, y ahora la camiseta habitual de Marc André ter Stegen. Yo, por mi parte, mi primera camiseta de portero la tuve verde, en honor a Artola. Recuerdo que me la confeccionó mi madre como disfraz para el colegio. Yo, orgulloso como pocas veces, iba vestido de Peio Artola.

Artola tardó en consolidarse en el fútbol de élite. Nacido en 1948, debutó con la Real Sociedad ante el Athletic en un derby de 1970. Pero primero, Esnaola, convecino de Andoaín, pero 2 años mayor, le privó de la titularidad hasta que en 1973 fue traspasado al Betis; y después Urruti, con quien acabaría coincidiendo en sus últimas 2 temporadas en el Barça le cerró el paso, hasta que una lesión en el codo de su compañero a finales de 1974, le aúpo ya con 26 años a la titularidad que ya no abandonaría hasta final de temporada, llamando la atención de los equipos grandes.

Entre ellos, el Barça, que pese a que había conquistado los tres últimos Zamoras (73, 74 y 75) con Reina primero y Sadurní en los dos posteriores, buscaba un recambio para éste último, ya veterano. Su entrenador Hennes Weisweller, dicen que por consejo de su amigo entrenador del Madrid, Miljan Miljanic, había puesto el ojo en Urruti, pero su lesión y el gran rendimiento de Artola, le hicieron decidirse por éste último. Llegó con la temporada ya empezada, en septiembre. De hecho, Artola se enteró que iba a ser traspasado porque en la comida antes del partido en el restaurante debajo de la sede del club, le dijeron que esa tarde no jugaba. Con el dinero del traspaso, el Barça continúo con la constumbre de sufragar la remodelación de las tribunas de los estadios del País Vasco, haciendo lo propio en Atocha, como tiempo atrás había ya hecho con la de San Mamés con el traspaso de Garay.


En un Barcelona convulso por las guerras entre Cruyff y Weisweiller, Artola enseguida se hizo un sitio, aportando su proverbial tranquilidad en la portería. En la temporada 1977-78, instauró un record de imbatibilidad al comienzo del Campeonato de 560 minutos, solo superado en 2014 por Claudio Bravo, que lo dejó en 754 en su debut bajo los palos del Camp Nou. Artola fue batido en el Rico Pérez de Alicante por Verde en un balón que pilló a la defensa adelantada, tal y como explicó el propio Peio en una entrevista a El Periódico. Ese mismo año, consiguió el Trofeo Zamora recibiendo tan solo 23 goles en 28 partidos.

Al año siguiente, en la mencionada exhbición en Beveren, donde el Barcelona defendía un exiguo 1-0 marcado por Rexach de penalti en la ida, soportó las acometidas de los belgas ante 3.000 falmencos que abarrotaban el vetusto estadio Freethiel. 40 años después el nombre de Artola sigue siendo maldito por las tierras de Flandes. Al final, otro penalti, esta vez transformado por Krankl, selló la clasificación para la histórica final de Basilea, donde se produjo la primera gran caravana azulgrana por Europa, y, todo hay que decirlo, en un mal partido de Artola, se acabó venciendo en la prórroga ante el Fortuna de Düsseldorf.



Artola, además ganaría 3 copas del rey, 2 de ellas como titular, incluída la primera final que tuve la ocasión de presenciar, ante el Sporting en el Manzanares. A comienzos de 1983, un monedazo que recibió en el Palau Blaugrana mientras presenciaba un partido de baloncesto le causó una lesión en el ojo que le hizo perder la titularidad definitivamente ante el recientemente fichado Urruti, para ya en 1984, con 36 años retirarse. No tuvo ocasión de conquistar una Liga, aunque en 1984, pasó a entrenar a Urruti y a Amador, los dos porteros del primer equipo en la Liga que ganó Venables.

Siguió hasta 1991 colaborando en las categorias inferiores del Barcelona y actualmente sigue viviendo en Barcelona, donde de vez en cuando, es entrevistado para conmemorar alguna de las efemérides que nos dejó durante sus nueve años bajo los palos del Camp Nou. Para mí, nunca dejará de ser, mi primer portero del Barça, el primero que admiré e intenté emular, también en una playa como él empezó, la de la Malvarrosa en Valencia. 


lunes, 12 de febrero de 2018

Jornada 23. Barça-Getafe. Previsible empate ante una gran defensa del Getafe

El Barça lleva 5 años seguidos llegando a la final de Copa. Esto en la estructura del calendario futbolístico español significa 6 semanas seguidas con doble partido semanal antes del retorno de la Champions. Un desgaste tremendo, por muy larga que sea la plantilla, además de mayor probabilidad de lesiones dada la tensión de los partidos si se trata de eliminatorias igualadas, como ha sido el caso este año. Cuando termina este periodo llega el periodo refractario o la resaca, según se quiera, antes de volver a tensionarte al máximo con la vuelta de las competiciones europeas.

En este contexto llegaba al Camp Nou uno de los rivales menos agradecidos, el Getafe de Bordalás. Un equipo con una solidez defensiva muy destacable, que no rehuye el choque, sino al contrario lo sobreexplota, pues es el equipo que más faltas realiza de todo el campeonato, en la esperanza que dada la cantidad, haya un número significativo que queden por pitar, al elevar inconscientemente el árbitro el listón.

Valverde decidió un once de administración de ventaja, donde debutaba de titular el colombiano Mina, acompañado del reconvertido Digne en el centro de la defensa. Ambos realizaron un destacable partido, sin sufrir en absoluto durante los noventa minutos, pero el equipo, consciente o inconscientemente se vio obligado a acudir en su auxilio para protegerlos, lo que unido a la presión de dos puntas que intermitentemente realizaba el Getafe a la salida de balón, acabó por instalar a Busquets como tercer central permanente en la salida de balón, alejándolo del liderazgo en la presión, y llevando la localización de la posesión un decena o más de metros más atrás de lo habitual.

Y es que el planteamiento defensivo del Getafe fue impecable. Dos líneas de cuatro, dejando la salida hacia las bandas, evitando así los huecos entre central y lateral que tan bien aprovecha Luis Suárez y cerrando con los centrocampistas los pases atrás de los laterales al llegar a línea de fondo. Todo ello, sin acularse atrás, y así evitar vivir dentro del área propia noventa minutos, algo inasumible contra el Barça de Messi.

Bien es cierto, que el gris partido del argentino, unido a la falta de habituación de Coutinho al papel de interior versión Barça, y la tendencia de Alcácer también a interiorizar su posición hacia el área, dio mucho aire al planteamiento defensivo del Getafe, que con apenas un 30% de posesión, veía como la localización de la posesión se dividía en partes iguales en cada mitad de campo.

Al descanso, menos actividad todavía de la habitual, y solo con la salida de Iniesta, que evidentemente sí que entiende esa posición de interior izquierdo, pues la ha dado forma él mismo, y la entrada de un desafortunado, pero siempre incisivo y abierto Dembelé, pudimos empezar a ver con continuidad posesiones en el balcón del área getafense. Sin embargo, el empuje, el dominio ya también en el plano geográfico además del de posesión no se tradujo en demasiadas ocasiones claras, siempre bien resueltas por la pareja de centrales en despejes meritorios o de Guaita, seguro cuando hubo de intervenir.

Un empate sin goles que seguro alegró expecialmente a mi amigo Gildrix, y que, sin ser preocupante, sí que supone un contratiempo al ver reducida la ventaja con el Atlético, que continúa ganando sin demasiada brillantez, pero sí que con regularidad. Ahora por fin llegan días de barbecho competitivo entresemana que seguro aprovecha Valverde para recuperar lesionados y tocados y para oxigenar a una plantilla que más psicológica que físicamente ha dado algunas muestras de cansancio últimamente. Veremos cómo lo gestiona el entrenador azulgrana, que vio cortada su racha de marcar tras ejecutar cambios en partido de mínima diferencia o empatados.

viernes, 9 de febrero de 2018

Copa del Rey. Semifinales (Vuelta). Valencia-Barcelona. El Barça de Valverde gobierna todos los contextos

La semifinal de Copa se presentaba como un desafío exigente para el grupo de Valverde, traca final de la cuesta de enero, donde la competición copera tiene su punto álgido todas las temporadas, día de la final aparte. El Barcelona defendía una exigua, pero valiosísima ventaja, pues un gol a favor prácticamente decidía la eliminatoria, ante un Valencia que recuperaba algunas de las bajas que mermaron su potencial ofensivo en la ida. Piqué, duda tras la batalla de Cornellá, arriesgó siendo año de Mundial y a apenas 10 días del decisivo duelo de Champions contra el Chelsea, demostrando una vez más que su compromiso con el equipo (Barça y selección por mucho que moleste) está fuera de toda duda.


Valverde presentó un once casi de manual. El portero de la Copa, Cillessen, los 9 de gala y la última plaza fue nuevamente para el inexplicable André Gomes (desde hoy hereda el epíteto de Mathieu). Esta mañana, pronto, me llegaba una petición desde Zaragoza para explicar lo del portugués, y las incontables oportunidades que recibe de sus entrenadores. Mi capacidad de análisis futbolístico no llega para ofrecer una explicación convincente, pero vayamos a ello. Según cuentan, parece que André Gomes es una fiera en los entrenamientos (que no en los partidos, como todos vemos), y por ello los entrenadores le tienen en mayor estima que el resto de aficionados. También es cierto que el portugués es versátil (aunque no esté a la altura en ninguna posición a mi humilde entender), ocupa mucho campo y su físico le refiere como alternativa válida sobre el papel para partidos de mucha brega y lucha aérea. Lo cierto es que su primera parte, y en especial sus primeros 20 minutos rozaron el oprobio más absoluto como tuiteé anoche. Su cambio al descanso supuso un alivio para todos los barcelonistas. Encima en su lugar salio Coutinho (niña bonita de los culés desde ya) que a los pocos minutos marcó el gol que decidía la eliminatoria, lo que cabría suponer significa el descabello para la frágil moral del melancólico portugués.

Los primeros minutos del partido fueron un clinic extremo de Leo Messi. Llevó el partido a la velocidad que él consideró pertinente, acelerando (las menos) y pausando (las más) en función de lo que su mapa del fútbol dictaba. Por momentos andaba (despacio) con el balón en los pies avanzando, sin que ningún rival, le apretara, ahuyentados ante la práctica seguridad de ser dejados en evidencia en el envite. A su lado, Iniesta tocaba la misma partitura, y los cambios de velocidad de la circulación azulgrana eran monopolio de este celestial dúo, siempre escoltado por el imperial Busquets. Enfrente, el Valencia, un día más replegado, buscaba salir ante las pérdidas azulgranas (escasas o casi nulas de no haber alineado a André Gomes) con un sensacional Rodrigo, que en la única jugada de peligro real de la primera parte por parte valencianista enviaba un soberano testarazo al larguero de Cillessen.

Tal y como se preveía se llegó al descanso sin movimiento en el marcador. Y es que como leí hace días (disculpad que no cite, pero no he encontrado quién lo escribió): el Barcelona de Valverde cocina en las primeras partes para comer en la segundas. Un más agresivo comienzo del Valencia se truncó con una gran jugada del renacido Luis Suárez, recortando hacia afuera y poniendo en el segundo palo para que Coutinho, tirándose en tackle cruzara el balón ante un evidenciado Jaume Domenech, que acabó igual de dentro de la portería que la pelota. A partir de ahí, control de balón y posesiones largas, especialmente largas tras algún achuchón valencianista, como el que propició una parada extraordinaria de Cillessen a disparo a bocajarro de Gayá. La entrada de Paulinho nos devolvió a un escenario anterior (el de Gomes), ya que el brasileño en circulación es un jugador que más que sumar, resta. No ofrece nunca un pase en ventaja al compañero, y como lo que tocaba no era llegar, pues evidenció lo de las últimas semanas, un mal encaje en el Barça de enero. En un nuevo robo de Suárez, el uruguayo profundizó trastabillado pero con suficiente equilibrio como para habilitar a un magistral Rakitic que puso la guinda a uno de sus mejores partidos como azulgrana, en el que tuvo un 97% de acierto en el pase, fue clave en la presión altísima que evitaba transiciones y que la defensa azulgrana tuviera que girarse y correr, llegando además en numerosas ocasiones al área con peligro, como en el caso del segundo gol.

De esta guisa se llegó al final, con el Barça finalista por 5ª temporada consecutiva, lo que significa 20 eliminatorias de Copa del Rey sin ser eliminado. Y Valverde, con su cambio al descanso volvió a evidenciar que quizás sea el mejor entrenador de la actualidad en lectura de partido. Como muestra un botón, Valverde ha cambiado en 15 partidos de Liga con resultados ajustados (empate o un gol de diferencia) y ha marcado en los 15 tras los cambios. Eso es intervencionismo decisivo por parte de un entrenador al que no asusta tomar decisiones durante los partidos.

martes, 6 de febrero de 2018

Jornada 22. Espanyol-Barça. El Barça salva su imbatibilidad en un partido desagradable

Tras los acontecido en las últimas semanas, eliminatoria de Copa mediante, volvía el Barcelona al campo del Espanyol en un partido que ya habitualmente de los más (si no el que más) incómodos de jugar, con el único aliciente de conservar la imbatibilidad y quizás también el de no dejar demasiada energía pues el partido se encuadraba en medio de una exigente semifinal copera ante el Valencia y a las puertas del retorno de la Champions con la llegada de febrero.


Además, dos cuestiones multiplicaban la incomodidad del partido. Por un lado, todo lo vivido en la eliminatoria de Copa, con la transitoria alegría de parte perica por la inesperada victoria en la ida, y la derrota en la vuelta, las declaraciones post-partido y las denuncias espanyolistas ante Antiviolencia, a todas luces improcedentes. Por el otro, una variable incontrolable, la meteorológica, que hizo caer una cantidad estimable de agua antes y sobre todo durante el partido, lo que fue minando las condiciones del césped hasta hacerlo muy difícilmente practicable en la segunda parte.

Valverde hizo la madre de todas las rotaciones, la de Messi. Además de la de los laterales titulares y de un Rakitic que empieza a acumular demasiados partidos y kilómetros de esfuerzo, por lo que un descanso le viene de fábula. Aun así, la presencia de Alcácer y Coutinho, acompañando al enrachado Luis Suárez, ofrecían un 1-4-3-3 de inicio que enseguida se hizo con los mandos del partido, pese a la agresiva presión blanquiazul, llegando con cierta asiduidad a los dominios de Diego López, titular en detrimento del reticente a la renovación Pau. Según pasaban los minutos, comenzaba a observarse zonas del campo donde el balón no corría bien, se frenaba e impedía una fluida circulación del mediocampo culé. 

Pese a todo, se elevaba sobre todos un Iniesta que se adapta a cualquier circunstancia, dominando el partido, y tan solo la falta de entendimiento de un Digne cada vez más intrascendente, impedían que fuera una banda productiva, ya que Coutinho se mostró más incisivo y acoplado que en anteriores partidos. Por el lado contrario, el freno lo ponía Paulinho, al que según se va mostrando el equipo que quiere Valverde, se le están viendo más las costuras, y no era capaz de poner en franquía a un Semedo que sí que se movió con soltura en el lateral derecho. Por el bando espanyolista, el extraordinario Gerard Moreno estaba muy por encima de cualquier compañero, empezando a incomodar a toda la defensa azulgrana con sus inteligentes movimientos y su técnica depurada. Pero sin demasiada novedad, se llegó al descanso.

La salida del segundo tiempo fue más decidida por parte local, acaudillados por la ya en esos minutos primorosa actuación de Gerard Moreno, y conscientes de la anulación de la ventaja técnica azulgrana que el estado del césped ofrecía. La mezcla de zonas donde el balón casi no rodaba, con otras en las que la rapidez era extrema hacía cada vez más complicada la gestión del esférico y los acercamientos al marco de Ter Stegen eran cada vez más asiduos; escenario poco propicio parecía. Y así se confirmó en una pérdida de Digne, que aprovechó Sergio García, recién incorporado al terreno de juego, para poner un centro preciso y tenso en la cabeza de Gerard Moreno que casi a quemarropa puso a trabajar el marcador electrónico para algarabía de la parroquia local, que veía aproximarse la segunda victoria ante el rival ciudadano en menos de un mes, cuando había que irse casi 10 años atrás para divisar la anterior.

Con el campo impracticable, incluso para un Messi, que salió poco antes del gol, parece que con ganas, el panorama era de lo más sombrío para la imbatibilidad culé en Liga. El Barça se puso manos a la obra, sacó a Jordi Alba y empezó a empujar al Espanyol hacia su portería, aunque con poca sensación de peligro, hasta que Sergio García, que ya había empezado a congeniar con Umtiti, le hizo una absurda falta lateral cuando el balón se iba hacia fuera de banda y no había peligro alguno. La falta la sacó Messi para ponérsela en la cabeza a Piqué para que empatara el partido, y salvara la imbatibilidad azulgrana.

Y habiendo conseguido lo que más podía doler a los espanyolistas que tan mal quieren al 3 azulgrana, éste se dio el gustazo, equivocado pero entendible en mi opinión, de mandar callar a una grada que se pasa el partido, no ya pitándole, que está más que acostumbrado, sino insultándole no solo a él, sino a su familia, hijos incluidos con cánticos de la peor calaña. El gesto encendió un partido que debía haber quedado congelado con el empate, y se sucedieron pequeñas revanchas, como la de Gerard Moreno con el propio Piqué en una entrada tardía, peligrosísima y llena de malas intenciones, como cualquiera que haya jugado un poquito conocerá, y que el propio Moreno calificó de "dura", así que nada más que decir.

Y Piqué, otra vez en el ojo del huracán de las tertulias y los informativos poco amigos del Barcelona, en los que se pone al central de la Bona Nova de vuelta y media, y apenas se comenta de soslayo que le lesionaron voluntariamente. Todavía no sabemos de qué importancia, pero como mínimo es duda para el jueves en la vuelta de las semifinales de Copa. Piqué se equivocó, pero no fue el único desde luego.

Lo dicho, todo muy desagradable. La previa, el ambiente, el terreno de juego, la lluvia, los gestos de unos, las entradas de otros, las declaraciones postpartido. Al menos, hasta la temporada que viene no volveremos a jugar contra el Espanyol, y esperemos que, para entonces, se hayan calmado un poco las aguas.

viernes, 2 de febrero de 2018

Copa del Rey. Semifinales. Ida. Barcelona - Valencia. Buen resultado para ambos, mejorable también

Se presentaba el Valencia de Marcelino muy diezmado por la bajas en esta ida de semifinales de Copa en un Camp Nou semivacío, cuestión que debería hacer reflexionar a las altas esferas azulgranas. A las ya consabidas de Garay, Kondogbia y Guedes, se unió la de Zaza por una tardía indisposición. Con semejante panorama, el Barcelona se presentaba como muy favorito para un partido que resultó muy atractivo, sobre todo desde el punto de vista táctico. A mi el partido me gustó, pero tampoco me entusiasmó. Quizás porque me sigue pesando más la faceta de aficionado apasionado, que la de incipiente, y aún torpe, analista, con la que empiezo a ser capaz de ver algunas partes de los partidos, incluso los de mi equipo.



Creo que el Valencia planteó un partido que no podía ganar, pero queriendo limitar al máximo las posibilidades de quedar magullado. Seguramente por el número e importancia de sus bajas, pero también no olvidemos por un cierto ADN conservador de Marcelino cuando enfrenta equipos grandes. Y respecto al objetivo, se puede ir satisfecho, porque vuelve a Mestalla con la eliminatoria viva.

La primera parte fue una exhibición de estilos en juego sin balón de ambos equipos. El Valencia, ordenadísimo y extraordinariamente concentrado con dos líneas de 4, y uno de los puntas ayudando hasta a veces tener 10 jugadores dentro del área propia en jugada. Siempre pendiente de la conexión Messi-Alba, este planteamiento se vio favorecido por la imprecisión azulgrana en los cuarenta y cinco minutos iniciales. Su gran ejercicio defensivo exigía casi una jugada perfecta, pero dada la calidad que enfrentaba y la cantidad de minutos que el balón estaba en su último cuarto de campo, era cuestión de tiempo que llegaran jugadas de este tipo. Pero se fue al descanso sin conceder siquiera un tiro a puerta. A cambio, la nada más absoluta en ataque, pues ni 5 veces pudo pasar del medio campo, sobre todo por la presión azulgrana.

Y es que la agresividad de los centrales, Rakitic, Alba y sobre todo Busquets, hacían recuperar casi siempre en los dos primeros pases valencianistas, devolviendo la pelota rápidamente a la frontal del área y la tensión extrema al entramado defensivo valencianista. En el gráfico que sigue se puede apreciar la altura casi una treintena de las recuperaciones azulgranas, con mención, una vez más, honorífica para un Sergio Busquets que sigue siendo el jugador más beneficiado por la idea de juego que aplica Valverde.


El comienzo de la segunda parte trajo alguna salida del Valencia, pero enseguida Valverde movió el banquillo para meter a Coutinho en el lugar de la sorpresa de la alineación inicial: Aleix Vidal. Con la entrada del brasileño, el Valencia volvió al repliegue intesivo, ya hasta los últimos minutos del partido. El Barcelona pareció subir una marcha la circulación del balón en la frontal, pero tuvo que ser de nuevo la Bestia Parda, que en una nueva jugada sobrenatural, zafándose de varios defensas en una baldosa, levantara la cabeza para habilitar al enrachado Luis Suárez, que de cabeza subiría al marcador el único tanto del partido.

De ahí al final, más posibilidades del Barcelona para ampliar, y alguna salida con peligro, pocas y no muy claras del Valencia en las postrimerías del encuentro. Los últimos veinte minutos sirvieron para confirmar la vuelta al mejor nível de Umtiti, anticipando por arriba y por abajo con autoridad, y sacando todos y cada uno de los balones jugados para iniciar la fase ofensiva. El Camp Nou volvió a corear su nombre, pues será clave en el desenlace de la temporada para el equipo.

Respecto a la Bestia Parda, ya comenté ayer en Twitter que la gran diferencia del Messi de este año, frente a los de los últimos 4-5 es que ahora el Barça entero juega para Messi, buscando maximizar su impacto en los partidos, y antes era Messi el que tenía que jugar para que el Barça compitiera en muchos partidos, sobre todo en los importantes. Esto es un mérito incuestionable de Valverde, que le evita a Messi tener que ejercer labores administrativas para poder centrarse en la genialidad circunscrita a su ámbito más dañino: los aledaños del área. Porque si bien es cierto que Messi convertía en demasiadas ocasiones estas labores administrativas en genialidad, siendo capaz de crear una jugada inmediata de valor gol apenas 3 segundos después de empezarla en su medular, no es menos cierto que si se mejoraba el departamento de administración del equipo (salida de balón, circulación en tres cuartos y la presión que tanto le ayuda para recibir en ventaja el primer pase tras recuperación) como ha hecho extraordinariamente bien Valverde, dejaríamos la genialidad del mayor de los genios para una zona donde su impacto es máximo, y de paso le aliviamos el desgaste físico que la administración producía, a un jugador que ya viró la treintena y con muchísimos kilómetros (partidos) además.

Yo no sé si llegará para poder ganar la Champions, pero este equipo que ha construido Valverde, desde la confianza de las victorias es un equipazo incuestionable, y creo que se dice poco. Y eso es consecuencia de la alargada sombra de un equipo de ensueño que es imposible que vuelva, pero que sigue todavía demasiado interiorizado en las cabezas de los culés (sobre todo) y aficionados al fútbol en general. 

Desde luego, yo, personalmente, y a 2 de febrero (31 cumpleaños de Piqué, por cierto), ya le otorgo el sobresaliente a la labor de Valverde en esta temporada, por lo que ha construido y cómo lo ha hecho. El Cum Laude vendrá en función de los títulos que consiga. El acceso a la final de uno de ellos, tendrá que resolverse el jueves próximo en Mestalla, donde llega el Barça con un mejor resultado de lo que pudiera parecer, y el Valencia todavía vivo, y espero que recuperando bajas.