lunes, 29 de enero de 2018

Jornada 21. Barça - Alavés. Iniesta, Valverde y Messi acercan la victoria quizás menos merecida del curso

Tras la trabajada eliminatoria copera ante el Espanyol, se presentaba en el Camp Nou el último conjunto que se había llevado una victoria visitando el coliseo blaugrana, el Alavés, esta vez entreando por un viejo y querido amigo, el Pitu Abelardo, que está haciendo un trabajo más que digno de mención sacando del pozo al conjunto babazorro (como me gusta este apelativo, seguro que lo repito en el resto de la crónica),  e incluso mereció pasar en Copa ante el próximo rival azulgrana, el Valencia de Marcelino.


Valverde, ante la cargado del calendario, dispuso un once novedoso con tres rotaciones claras que enseguida se echaron de menos en el partido. Los dos laterales habituales dejaron su sitio a Digne y Semedo, y Sergio Busquets dejaba su labor de metrónomo a un Rakitic, que pese a jugar un gran partido, no pudo en ningún momento hacer olvidar al de Badía, sino todo lo contrario, aunque está claro que no fue por responsabilidad del croata.

Por su parte, Coutinho empezó en el teórico extremo derecho de un, en principio 1-4-3-3, que por la tendencia a interiorizar del flamante nuevo fichaje se convertía con más asiduidad de la deseada en un 1-4-4-2, con exceso de tráfico en el carril interior. Esta vez se vio que aunque Coutinho trae claramente de serie el solfeo azulgrana, quizás lo más complicado de asimilar, todavía debe conocer mejor los requerimientos tácticos que las variantes de Valverde requieren, ya que no pudo desde su posición abierta, empujar la defensa vitoriana hacia su portería, amenazando con su desborde y haciendo ganar la altura necesaria al juego azulgrana que pusiera de cara a Messi en la dirección de orquesta. Pese a ser el perfil en el que suele actuar en su selección, se le vio menos cómodo que en la izquierda, aunque tuvo sus momentos de dulce entendimiento con Messi, lo que augura grandes tardes a la parroquia azulgrana.

Abelardo, por su parte formó con dos líneas de 4, y dos delanteros claros, uno para poder recibir de espaldas, Guidetti, que cuajó un soberano partido, y otro para atacar el espacio, Sobrino, que también fue un dolor de cabeza constante para la retaguardia azulgrana. La falta de Busquets, y el exceso de tráfico en la zona interior, sumado a la falta de profundidad de los laterales azulgrana, acabó desembocando en que el equipo no se paraba correctamente en el campo, y las pérdidas no podían desencadenar la habitual presión agresiva con la eficacia habitual. Ya había avisado una vez Ibai ante Ter Stegen, y a la segunda se plantó de nuevo solo en cabalgada Guidetti ante el alemán, para, con un punto de fortuna, en semifallo, subir el 0-1 al marcador. Y aun tuvieron una cuantas ocasiones más de probar las manoplas de Marc André Ter Stegen antes del descanso.

El Barça, se manejaba con una circulación mucho menos fluida de lo habitual, con mención especial para un Paulinho que, ejerciendo de la mejor Maizena, espesaba todo balón que pasara por su cercanía, quizás en el partido en el que más se le han visto las costuras desde su llegada. Mal perfilado siempre, necesitaba de más toques y segundos de los recetados en el libro de estilo azulgrana, y muchas otras veces ocupaba espacios que dificultaban el desempeño de Messi en tres cuartos. Aun así, jugó los noventa minutos. Tan solo Iniesta ejercía el magisterio habitual, pero no encontraba acompañantes en su labor.

Se llegó al descanso con 0-1, y Valverde, intervino una vez más apenas se reanudó el partido, cambiando a ambos laterales. Con la amenaza constante de Alba, que empezó a asociarse con Iniesta para desgracia de Alexis, y las conducciones ya tradicionales de Sergi Roberto que hacían ganar altura con continuidad al juego azulgrana, fue cambiando el escenario. Como colofón, la entrada de Alcácer mantuvo mucho más ocupados a los centrales babazorros (aquí está la segunda mención...) para permitir a ambos laterales una llegada más continua y liberada hasta línea de fondo contraria.

Al final tuvo que ser una genialidad de Iniesta en banda izquierda la que diera el empate a un Luis Suárez enrachado. El manchego, se fue de cuantos contrarios le salieron al paso para ponerle un gran centro al segundo palo al uruguayo, en una de esas jugadas para el recuerdo, que los aficionados al fútbol debemos degustar como si fuera a ser la última de este extraordinario e irrepetible jugador que tanto fútbol de máxima calidad ha destilado en más de una década.

Como colofón a la remontada, Messi, que ya había avisado en la primera parte con un gran lanzamiento de falta que entre Pacheco y el palo habían conseguido evitar el gol, volvió a deleitarnos con un golpeo sensacional que teledirigió el balón a la escuadar izquierda de la portería de un Alavés, que haciendo un extraordinario partido, vio cómo, de manera un tanto inmerecida en mi modesta opinión se volvía de vacío de Barcelona, sucumbiendo a la inercia ganadora del equipo de Valverde, que una semana más con su intervencionismo, consiguió darle la vuelta al partido, moviendo los recursos que tenía a disposición en el banquillo.

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viernes, 26 de enero de 2018

Copa del Rey. Cuartos. Vuelta. Barça-Espanyol. Messi da la bienvenida a Coutinho

Tras demostrar en el Benito Villamarín que el tropiezo de Cornellá en la ida había sido apenas un diminuto borrón en la inmaculada trayectoria del equipo, el Barça de Valverde debía aplicar correctamente el Tipp-Ex para borrar definitivamente cualquier atisbo de vulnerabilidad. Para ello, era necesario darle la vuelta al 1-0 que traía el Espanyol de un Quique Sánchez Flores, que definitivamente parecía haber desoído los cantos de sirena que le llegaban hace unas semanas desde la Premier.


La ultradefensiva alineación del Espanyol, se iniciaba con la sorpresa de la alineación de un señor portero como Pau López, en cuitas con la directiva por su renovación; una defensa de 4 con laterales muy defensivos; línea de medios de 5, sin apenas noticia de jugadores de vocación ofensiva; y el naúfrago Gerard Moreno arriba. Solitario, desasistido, pero siempre peligroso, Gerard es un jugador un tanto underground. Poco mediático, pero de movimientos y rendimiento sensacional, es uno de los mejores delanteros de la Liga, a mi modo de ver, y el mejor delantero desconocido, seguro.

Valverde dispuso una novedad, la inclusión en el téorico lugar de Paulinho de Aleix Vidal en banda derecha del ataque para dibujar un 1-4-3-3 un tanto asimétrico y que sobrepobló el sector derecho del ataque, con Messi cayendo hacia allí, y Sergi Roberto apoyando, conduciendo con sus clásicas arrancadas, casi ya míticas, y buscando superioridades constantes en esa zona del campo. El resto, el equipo de gala, con el holandés Cillessen como siempre guardando la meta en la Copa.

Enseguida se dibujó lo que sería el partido. La falta de presión por parte blanquiazul, y la altura inicial de sus dos líneas defensivas facilitaban la cómoda posesión en campo contrario del Barça (84% en el primer cuarto de hora). Así, con paciencia pero con cierta fluidez, movían al son de Busquets el balón de un lado a otro del campo, haciendo bascular a las dos líneas defensivas del Espanyol, que apenas se desperezaban lanzando desesperados balonazos por si Gerard era capaz de sacar petróleo de alguno de ellos. 

Además de todo eso, Messi estaba muy enchufado para desgracia perica. El primer balón que tocó, lo convirtió en un pase inverosimil de 50 metros rasante a la llegada de Alba, y eso significaba que habría mambo. Y así fue. Una pérdida espanyolista en una de sus escasas posesiones, la aprovechó la Bestia Parda para habilitar a Aleix en el extremo; centrando éste de primeras un balón tenso, con la rosca, altura y dirección precisas para filtrarse entre portero y centrales, y ser rematado por Luis Suárez, de cabeza en plancha y a placer, igualando la eliminatoria en menos de diez minutos.

Y el partido siguió por los mismos derroteros, paciencia blaugrana y repliegue blanquiazul. Se veía que era cuestión de tiempo, y no tardó mucho en llegar el segundo gol. Otro robo de Messi, esta vez en área contraria, y un rápido disparo antes de que se recompusiera la defensa, tiene la fortuna de ser desviado por Naldo dejando a Pau fuera de toda posibilidad de intervención. A partir de ahí, el Espanyol intentó alguna presión esporádica, pero la alineación era demasiado incompatible con una aproximación ofensiva continua sobre la portería contraria, por lo que siguió sin siquiera molestar a Cillessen.

En la segunda parte, Quique cambió para dar algo más de mordiente con la velocidad de Baptistao. La intención era llegar más, y acompañar al hasta entonces abandonado a su suerte Gerard Moreno. Sin embargo, no hubo lugar de apuntar una parada mínimamente meritoria de Cillessen, que sumó para su equipo la enésima portería imbatida (clean sheet, hoja limpia, que dicen en Inglaterra). Además de alguna entrada destemplada por parte visitante, todo quedó en esperar si debutaba Coutinho.

Y Valverde, atento a todo, decidió dar a su parroquia el gusto de ver a su nuevo, flamante y carísimo fichaje. Y bastaron 2 toques para ver que encaja como un guante. Su primera aproximación al área derivó en un caño monumental a Victor Sánchez que tuvo que hacerle falta. Combinó mucho con Messi, que se arrimó a su lado como hacía en años pasados con Neymar, y Busquets tuvo siempre una salida en vertical en él. Las sensaciones de Coutinho fueron buenísimas, y además, parece que entró en ese olimpo de afortunados jugadores que caen de pie en el Camp Nou, como Simonsen, Saviola o Larsson, por ejemplo, quienes ya antes de demostrar nada fueron acogidos bajo su manto protector por el soci.

En conclusión, el Barça pasó la eliminatoria, administrando una ventaja escasa desde dentro (los jugadores leyeron perfectamente cada momento) y fuera del campo (Valverde fue moviendo piezas para asegurar la clasificacion), con un Messi, sobrenatural una vez más, incluso en enero de un año de mundial. Ahora viene el Valencia en semifinales en un calendario que no da tregua. La Copa promete nuevos escenarios excitantes.

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miércoles, 24 de enero de 2018

Ronaldinho: la sonrisa que nos devolvió de las profundidades de la mediocridad

Reconocerás que, si eres culé (y si no quizás también) al leer el comienzo del título de este post se te ha dibujado una sonrisa espontánea. Esa sonrisa es lo que mejor define no solo al futbolista, sino también al personaje: Ronaldinho.



Hace unos días, Roberto de Assis, el hermanísimo, y también representante de Ronaldinho, anunciaba, o mejor dicho oficializaba, lo que creo que todos ya habíamos interiorizado y asumido: Ronaldinho se retira. En los últimos dos años, ya solo aparecía en bolos diversos, dejando siempre detalles de lo que nunca dejará de ser: un mago del balón. Se ha escrito mucho, y bien sobre él, pero uno no podía dejar pasar la oportunidad de hablar de alguien que cambió una dinámica terrible no solo en el equipo, sino en el barcelonismo en general, poniéndonos en la senda de un liderazgo, tanto en cuanto a levantamiento de metales como, sobre todo, en cuanto a convertirse en la referencia de juego en el fútbol mundial que, durante la última década, justo coincidiendo con su marcha, hemos venido disfrutando los culés.

Pongámonos en faena y contextualicemos su llegada. Julio de 2003. El barcelonismo venía del más absoluto infierno sumidos en el tardo-nuñismo y su sublimación con Joan Gaspart como presidente del Barça. Eran tiempos oscuros, en que se celebraban clasificaciones para previas de Champions como títulos, y en los que se presentaba el Osasuna en el Camp Nou, te pegaba un meneo de juego, acababas empatando al final no se sabe bien cómo, y te ibas aliviado, ni siquiera ya enfurecido. Un grupo de jóvenes entusiastas  había ganado, contra todo pronóstico, las elecciones. Liderados por un joven abogado llamado Joan Laporta, y a lomos de un concepto atractivo, el círculo virtuoso, que nos debería llevar a lo más alto. Sin embargo, pese a haber llegado a un acuerdo por Beckham con el Manchester United, el rubio inglés, teórica llave maestra que iba a poner en marcha aquel círculo virtuoso, se decantaba por incorporarse al imperio galáctico que Florentino Pérez venía acuñando a base de fichajes multimillonarios verano tras verano, a la orillas del Paseo de la Castellana.

Se necesitaba un golpe de efecto que, más allá de la ilusión que la nueva forma de dirigir el Barça proponía, ilusionara de verdad a un especialmente afligido aficionado culé, cuyo fatalismo se encontraba, esta vez justificadamente, en máximos históricos. Sí, máximos históricos. Y ese golpe de efecto llegó tras la brillante gestión del flamante nuevo vicepresidente deportivo, Sandro Rossell, entonces todavía trabajando codo con codo junto con Laporta y demás chicos del Powerpoint (Soriano, Ingla, Bartomeu…). Aterrizaba desde París un brasileño, sonriente y optimista, con aire desenfadado, despreocupado, como si no supiese bien dónde y cuándo llegaba, siempre antecedido de un saludo surfero que acabó siendo origen de unos dibujos animados, los Barça Toons.

Su fútbol era como su carácter: alegre, juguetón. Una técnica privilegiada, acompañada de una potencia descomunal en el tren inferior, le permitía desarrollar un fútbol creativo y fantasioso, arrancando desde esa izquierda que hizo suya durante años, para desplegar sobre el verde todo su portafolio de recursos técnicos interminables. Efectistas pero efectivos. Y siempre sin abandonarle su sonrisa, incluso cuando era bajado inmisericordemente y de manera poco académica, incluso a veces violenta, por los defensas contrarios, impotentes ante la manifiesta superioridad que irradiaba el juego del entonces 10 blaugrana. Recuerdo una frase de Gudjohnsen, aquel rubio islandés que pasó sin demasiada gloria por el Barça de Rijkaard, que hablaba de lo increíble que era entrenar con el astro brasileño, porque hacía cosas con la pelota que hasta que se las veía hacer a su compañero. No es que fueran imposibles, es que eran inimaginables. Al hilo, comentaba, que cualquier día, haría hablar a la pelota, y todos lo verían con absoluta normalidad, viniendo de quién venía.

Además, era un tipo que desde el primer día cayó de pie. Su primer partido oficial con el Barça en el Camp Nou fue la mítica noche del gazpacho. Un partido absolutamente atípico, de madrugada. Pues para poder contar con los internacionales azulgrana que debían partir por normativa de selecciones la mañana siguiente, y también cumplir con la negativa del Sevilla, el rival aquella noche, a adelantar un día el partido, se jugó a las 00.05. El estadio, contra todo pronóstico, estaba hasta la bandera. Ronaldinho ya había dejado un detalle técnico nunca visto, la “espaldinha”, con la que tocó de primeras un balón que sacó Valdés hacia él y dejó a un compañero libre para continuar la salida de balón. Pero faltaba lo mejor. El equipo, todavía por hacer, pues venía de una temporada donde apenas se había clasificado para la UEFA, y todavía debía acoplar la nómina de fichajes que los nuevos dirigentes habían acordado (Márquez, Quaresma, el desafortunado Rustu o Luis García, entre otros). El Sevilla se había adelantado en el marcador, y el Barcelona, pese a tener ocasiones, sobre todo por parte de un canterano debutante aquel partido, llamado Sergio García, no conseguía marcar. Corría el minuto 58, y Ronaldinho recibió un saque con la mano una vez más de Victor Valdés, todavía en campo propio. Avanzó, pausadamente, deshaciéndose de rivales con recortes, caños, y cuando estaba a aproximadamente 30 metros de la portería, soltó un latigazo seco, que tras golpear violentamente en el larguero se colaba en la portería sevillista, desatando la primera vez de muchas el delirio en el estadio barcelonista.

Tal era la tensión acumulada, de años diría yo, del barcelonismo, que una estación meteorológica en Barcelona, ante el estruendo ocasionado, registró un movimiento sísmico, en una metáfora de lo que aquel gol representó a mi entender: una ruptura, un punto de inflexión en la historia azulgrana, el giro copernicano que nos devolvió el orgullo a través de esa sonrisa, que se trasladaba a su juego, y que ya en la segunda vuelta de aquella primera temporada empezó a dar sus frutos en forma de resultados, y al año siguiente nos devolvía a la senda de los títulos con una Liga largamente celebrada y esperada, y una segunda Champions en París en la tercera temporada, junto a la consecución de un nuevo título de Liga, y algo todavía más importante, el asentamiento definitivo en el primer equipo del mejor jugador de la historia del fútbol: Messi, a quien Ronaldinho, lejos de los típicos recelos que el inabarcable talento del rosarino podría haber despertado normalmente en el entonces monarca de ese equipo y del fútbol mundial, acogió bajo su manto protector, dejándole en herencia póstuma el número 10 del Barça.

Luego vendría su declive, excesivamente temprano a ojos de todos, pero ese es un asunto, que hoy no toca tratar, hoy toca celebrar que Ronaldinho nos devolvió el orgullo y la sonrisa.

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lunes, 22 de enero de 2018

Jornada 20. Betis - Barça. Otra segunda parte imperial liderados por Messi y Luis Suárez

Apenas ha pasado un año, y nos encontramos en el mismo escenario, en la misma jornada, pero con unos condicionantes tan diferentes como la posterior puesta en escena y resultado. La temporada pasada, el Barcelona también inauguró la segunda vuelta jugando en campo del Betis. El Barça de Luis Enrique se encontraba ya con pocas posibilidades de fallo, pues cabalgaba en persecución del Madrid de Zidane que acababa de proclamarse Campeón del Mundial de Clubes, con record de imbatibilidad superado, con muchos partidos ganados de aquella manera en las postrimerías, pero muy por delante del Barça. El equipo regaló más de una hora que el Betis le dominó sobradamente, y apenas consiguió un empate a última hora, polémicas aparte.


Ayer, mismo escenario, mismo rival, pero con mejor equipo y en dinámica positiva tras la victoria a domicilio en el derbi sevillano, entre otras. Lo que realmente cambió es el equipo que se presentó en el Benito Villamarin. Un equipo que sabe a lo que juega, que cree en ello con una determinación que desde los tiempos más esplendorosos no recordábamos y cuya confianza en sus posibilidades le dota de un aplomo que intimida. Se dedica a jugar cada uno de los minipartidos que se suceden durante los 90 minutos con la mejor predisposición posible, y acaba por ganarlos con holgura, y últimamente con mayor brillantez de la que se le concede, como ayer.

El Betis de Quique Setién replicó el planteamiento de Pep Guardiola con el Bayern de Múnich en las semis de Champions en el Camp Nou en 2015. Presión asfixiante a defensa y mediocampo, hombre a hombre y flotando a Ter Stegen. Esta vez, los desplazamientos del alemán no fueron tan dañinos, y se vio un partido muy competido, con cambios tácticos constantes, de altura de interiores, intercambios de posición para optimizar recursos, y consultas constantes en la banda de jugadores. Yo, cada vez soy más degustador de estas cuestiones, pero me sigue pudiendo el lado lúdico del fútbol, y entiendo que a mucha gente le pudiera parecer un primer tiempo algo soso. Parecía jugarse más a lo que quería el Betis, pero es que este Barça se adapta a cualquier contexto que le marque un partido, y no sufrió en absoluto el momento del Betis en el partido. Se fue creciendo con el paso de los minutos y asentándose en campo contrario, hasta que le lesión del Vermaalen, le descentró en los últimos minutos.

Se abrió la segunda parte, con un Betis con bríos recobrados, y algo más pausado en su juego. Sin embargo, el Barcelona rápidamente se apoderó del balón, subió sus posesiones hasta el balcón del área contraria y empezó a ser realmente amenazante. Y enseguida, una sensacional jugada, empezada en Ter Stegen y que con uno o dos toques de Umtiti (quien parece no haber dejado nunca de jugar), Rakitic, André Gomes y Luis Suárez, dejó al croata cabalgando en solitario hacia los dominios de Adán, para definir con tranquilidad y poner el marcador a favor. Sin dejar tiempo para recobrar la moral a los locales, un robo de Busquets habilitó en un nanosegundo a Messi frente al portero, y 0-2. Partido finiquitado.

De ahí al final, un Luis Suárez que ya se había mostrado muy afilado durante el partido, marcó por partida doble y Messi también completó su doblete, además de dejar detalles para la posteridad, solo al alcance suyo, como esa salida de balón driblando contrarios al trote en su propia frontal del área, ovacionada por todo el estadio, que sabía que había presenciado un momento memorable de fútbol.

También me gustaría referirme a la extraordinaria presión que seguía ejerciendo el equipo al final del partido y con el partido más que encarrilado. Demuestra una determinación colectiva en lo que se está haciendo, pues Valverde, a base de acertar en planteamientos y movimientos tácticos durante los partidos, tiene tan convencido al grupo que llevan a cabo los planes con una disciplina militar. Disfrutemos de este equipo, al que se le ve todavía margen de mejora sobre lo extaordinario ya construido, pues debemos sumarle a Coutinho y Dembelé para ampliar los registros de un ataque que ya está sometiendo soberanamente a todos los rivales en los segundos tiempos con los recursos disponibles.

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jueves, 18 de enero de 2018

Copa del Rey. Cuartos de Final (Ida). Espanyol-Barça. Toque de atención y pérdida de imbatibilidad

Van ya avanzando las rondas de Copa, y va creciendo el interés y la emoción. El Barça defiende un título que ha conquistado en las últimas 3 ediciones, y del que es el más laureado de entre los participantes en la historia. Ante él, el rival ciudadano, el especialmente aguerrido cuando se trata de enfrentar al Barça, Real Club Deportivo Espanyol.

El Espanyol hacía 9 años que no había ganado al Barça, quizás el objetivo de todas las temporadas, más allá de una permanencia que ya hace años que tiene bastante asegurada, con plantillas de aspiración europea, aunque pocas veces su clasificación final ha estado acorde con los objetivos del club a comienzo de temporada. Además, todavía estaba por estrenar victoria desde que abandonó el Estadio Olímpico de Montjuic para hospedarse en el moderno y funcional Estadio de Cornella-El Prat, de sucesivos nombres publicitarios que ni siquiera soy capaz de enumerar.

El Barça, a su vez, se toma esta Copa como una oportunidad para los menos habituales, si bien va barnizando las alineaciones con habituales para no desnaturalizar en demasía le esencia del equipo. Ayer, de hecho, partió con prácticamente 6 habituales del once liguero reciente, con el copero Cillessen bajo palos, Digne en el lateral izquierdo y oportunidades para Aleix y Denis, jugadores que parecen en diferentes circunstancias dentro del grupo, ya que el primero parece cerca de salir, y el segundo todavía parece con arrestos para pelear por minutos en la plantilla. Por último, la gran perla de la cantera, mi protegido Carles Aleñá, completaba el mediocampo, jugando en el perfil natural, al contrario de lo que suele ocurrir en el filial, donde juega en derecha, lo que le acerca a un mayor aprovechamiento de su gran disparo.

La primera parte fue bastante anodina, con un Barça controlando la situación, aunque no sacando jugo a su superioridad manifiesta por una imprecisión en los últimos metros, extrañamente liderada por un Messi, que cuajó uno de los partidos más grises que se le recuerdan. Mientras tanto, el Espanyol, apenas superaba el mediocampo, y se limitaba a defenderse a base de acumular hombres en dos líneas delante de la frontal del área, lo que no impedía que el Barcelona se presentara en la misma con opciones de tiro con mucha asiduidad.

Tras el descanso, llegó el momento clave del partido. Granero, sobremotivado como la gran mayoría de sus compañeros cometió un tan claro como innecesario penalti sobre Sergi Roberto, clavándole los tacos desde la tibia hasta el tobillo en una entrada destemplada que bien pudo acabar peor para el jugador de Reus. Messi, lanzó abajo a la izquierda de Diego López, pero el cancerbero gallego, en una extraordinaria estirada nos volvió a recordar que quizás la versión más mundana del rosarino es la de lanzador de penas máximas.

La grada de Cornellá explotó en alegría, quizás la más grande desde la inauguración del estadio, y el equipo blanquiazul se contagió, viéndose investido de matagigantes, sin más activo que una fe bastante irracional en sus posibilidades, pues hasta entonces, si bien el Barcelona no estaba jugando bien, los periquitos no habían dado ninguna muestra de poder hacer daño a su rival. Así, a base de empuje, fue acercándose a Cillessen, quien se vio obligado a hacer un par de buenas intervenciones, tampoco nada del otro mundo, pero mucho más que lo vivido hasta el penalti. Y así, con el Barça cada vez controlando menos la situación se llegó a una muy buena jugada, facilitada por los siempre extraordinarios movimientos de Gerard Moreno, quien abrió un socavón en el lateral izquierdo azulgrana, para que Marc Navarro lo aprovechara, y centrara atrás a la llegada de Melendo, un canterano que lleva desde los 6 años en el Espanyol, que se estrenó como goleador rematando con el interior de primeras haciendo imposible la respuesta de Cillessen.

En mi opinión, derrota merecida del Barcelona por el insulso e impreciso ejercicio realizado en Cornellá. Un serio toque de atención, que tiene solución, por suerte, si el jueves de la semana que viene en el Camp Nou dan la vuelta a la eliminatoria, y pueden seguir defendiendo el título que ganaron en junio al Alavés, quien también anda con posibilidades de repetir final.

La verdad, es que dentro de la derrota, y del poco (o nulo) aprecio que uno le tiene al Espanyol, me consuela saber que al menos un buen tipo como Jorge (Codi) estará contento por Barcelona. Un tío, que en apenas unos meses en nuestro equipo de toda la vida supo ganarse a todos con su buen talante, simpatía y también con su fútbol de alta escuela, sin importarle ser el "juvenil" más veterano del equipo, y siempre siendo importante en el buen ambiente que en todo equipo de amigos se quiere crear. Una pena, que se haya tenido que volver a Barcelona, pero sabe que en el Sallema, siempre tendrá un sitio, aunque sea en el banquillo, jejeje. ¡Felicidades, Codi!

lunes, 15 de enero de 2018

Jornada 19. Real Sociedad - Barça. Valverde también puede con la maldición de Anoeta

El Barça se presentaba en la última jornada de la primera vuelta, ya como holgado Campéon de Invierno (título honorífico cuyo término este año parece haber caído en desuso), y tras la derrota del comienzo de la tarde del Manchester City, ya como el único equipo de las grandes ligas europeas invicto. Ante ellos, la, estadísticamente en la última década, visita más difícil del Campeonato: Anoeta, donde año tras año, el mejor Barça de la Historia había sido incapaz de ganar, ya sea con Guardiola, Tito o Luis Enrique de entrenador, si bien éste último sí que lo consiguió en su competición fetiche, la Copa del Rey.

Valverde, como en él es habitual, había diseñado una alineación y disposición táctica intervencionista, con todo el músculo y la envergadura disponible en el medio campo, y con André Gomes y el paradójico Paulinho, anclados en bandas para por superioridad física conseguir salida de balón en largo si la presión txuriurdín era agobiante como se presumía. Así, salió el equipo en unos muy prometedores primeros diez minutos, donde Messi era encontrado con facilidad, los laterales progresaban y Luis Suárez daba muestras de su recobrada forma. Sin embargo, como habitualmente ha venido pasando en estos años, el primer disparo de la Real Sociedad los puso en ventaja, tras un buen centro de Xabi Prieto, sensacionalmente rematado a la escuadra tras bote en el resbaladizo césped por William José, quien entregó una excepcional actuación en los primeros 45 minutos, como muchos compañeros realistas. 

Por primera vez en mucho tiempo (quizás desde la vuelta de la Supercopa en el Bernabé), la intervención de Valverde fue contraproducente. Y es que a partir de ese gol, el partido tomó un claro color blanquiazul, el Barcelona notó el golpe y sin verse desbordado como ocurrió la temporada pasada, sí que sufrió mucho durante el resto del primer tiempo. Los dos contra uno del magistral Xabi Prieto y el prometedor Odriozola contra Jordi Alba, abandonado a su suerte por André Gomes, eran un filtro constante de llegadas. Por el otro lado, el inteligentísimo William José, caía para hacer patente su superioridad física frente a un sufrido Sergi Roberto, aguantando balones y cambiando constantemente el juego al lado fuerte de la Real, para a continuación cargar el área como en el primer gol. Zurutuza (uno de los mejores jugadores desconocidos de la Liga), Illarra (mostrando de nuevo su nivel selección), un remembrante de tiempos lejanos Canales y el punzante Juanmi, completaban el catálogo de dolores de cabeza de Valverde, que veía como el equipo era incapaz de conectar con Messi y, además, recibía un segundo gol que ponía muy caro mantener la imbatibilidad sobre las 21.15.

En ese momento, quizás en el único momento de lucidez del ataque azulgrana, un buen desmarque de Suárez y una llegada de Paulinho en su lugar de productividad distinta de cero, el área, acortó distancias, dejando lleno de dudas el camino a los vestuarios del equipo donostiarra. Si a eso, le sumas un Valverde que no estaba dispuesto a perder el duelo de pizarras, el comienzo de la segunda parte pareció desde el primer minuto otro partido. Busquets descendió para jugar entre los centrales, desatascando la salida desde abajo, los interiores se cerraron, los laterales volvieron a llegar arriba y el equipo empezó a encontrar a Messi, quien en una galopada conduciendo, habilitó a Luis Suárez para que éste, de manera tan sútil como genial, elevara de rosca por encima de Rulli para empatar el partido.

Además, la línea de centrocampistas en fase defensiva se colocó en línea de cuatro, reduciendo la presión, pero junto con el empuje de los defensas, en especial Vermaalen, que dominando por arriba y en constante anticipación, cerraba el espacio a espaldas de los mediocampistas, produciendo un atasco en el ataque realista que notó en demasía la lesión de Zurutuza.

El partido se inclinaba de manera clara del lado azulgrana. Si bien, el juego no era brillante, y menos todavía para los nostálgicos como yo, hay que reconocer que la sensación de poderío que ofrece el Barcelona en los segundos tiempos es algo digno de mención. Defensivamente, inexpuganbles, no necesitó más intervención de Ter Stegen, y las llegadas al área iban goteando. Y la entrada de Dembélé, todavía por integrar en el engranaje dio aire a la banda derecha, y llegaron el tercer y el cuarto tanto, con la misma sensación de facilidad como de inevitabilidad, para cerrar un partido que se puso muy cuesta arriba, y que cierra una primera vuelta, de sobresaliente cum laude de Valverde y sus chicos.

Además fue un triunfo contundente sin un Messi excesivamente influyente, más allá del gol de falta, cuyo golpeo nadie puede cansarse de ver repetido por la altura que coge el balón y la velocidad a la que baja el balón para alojarse en la escuadra. Quien sí que estuvo influyente, además del ya mentado Vermaalen, quien ejerce incluso de líder de la defensa por encima de Piqué, fue Sergi Roberto, cuyo mérito se engrandece al tenerse que sobreponer a la exposición a la que se vio sometido en el primer tiempo por las caídas a su posición de William Jose. El de Reus, con sus ya tradicionales conducciones, es un arma diferente en el ataque, que sumar a su llegada a línea de fondo y su calidad a la hora de poner el balón en franquía para sus compañeros desde allí, levantando siempre la cabeza antes de tomar una decisión que suele coincidir con la más conveniente en cada una de sus jugadas en profundidad.

Valverde sigue sumando méritos, y se queda solo en el olimpo de los invictos tras la derrota de Pep Guardiola ante Jurjen Klopp y su Liverpool, que no echó en falta al recientemente traspasado Coutinho.

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viernes, 12 de enero de 2018

1/8 Copa del rey Vuelta. Barça-Celta. Catarata de buenas noticias y lo de Messi...

Menos mal, que uno, que ya no es un niño precisamente, ha metido la pata tantas veces que, a base de sangre ha conseguido mínimamente aprender a no exponerse demasiado. Anoche, corría el minuto 11 de partido, y Messi, extrañamente, había perdido un par o tres de ocasiones de quedarse solo ante el portero en balones en profundidad que le llegaban en óptimas condiciones. Como estamos en enero, y Messi, además de las obligaciones propias de la temporada futbolística con el Barça, estoy seguro que tiene entre ceja y ceja la cita mundialista de Rusia, tuiteé: "Messi está en modo enero, con Mundial por delante. Lento", y aforutunadamente apostillé: "Sabéis que me dejará mal;-)".


Y menos mal, que lo hice, porque al minuto siguiente, la Bestia Parda ya había abierto el marcador con un gran remate tras la tradicional con pase atrás de Alba. Y no solo eso, cuando no había acabado de recibr respuestas jocosas a mi tuit, al siguiente minuto, el angelito, volvió a repetir la jugada, esta vez con pared anterior incluída con el lateral de Hospitalet, para poner el 2-0, y prácticamente liquidar el partido y la eliminatoria. No contento con haberme cerrado la boca, los siguientes 20 minutos de Messi fueron una exhibición memorable hasta para él, sin gastar un gramo de más de energía, andando o a lo sumo al trote, fue devastando a su paso contrarios, sin importarle el número o altura en la que se encontrara para acabar dejando uno de los mejores pases de su carrera (sí!!, de su carrera) recibiendo casi en parado y con 9 defensas y el portero entre él y la portería, batir 3 líneas a la llegada centelleante de Jordi Alba para devolverle la gentileza de los dos primeros goles, y en el súmum dejar que entre el efecto y la velocidad de Alba, vencer también al portero para que el lateral a puerta vacía sellara el tercer gol.

Y una reflexión, que acongojará más a los rivales de Messi, toda esa exhibición, remarcable incluso para él, la podría haber hecho en 2038, con 50 años, pues no necesitó esprintar en ninguna de las barbaridades que perpetró. Conocimiento del juego, dominio del espacio-tiempo y una técnica de golpeo superlativa fueron las atemporales armas que empleó. Antes de la hora, se marchó para proceder a media horita de rotación académica (sentado en el banquillo) tras haber jugado casi esa hora entera en rotación activa.

El partido, extraterrestres apartes, fue una delicia desde el punto de vista azulgrana. Jugado constantemente en campo contrario y con abrumador dominio de una posesión, escenificada en dos velocidades, una primera hipnótica pero en ningún caso lenta, dando amplitud al campo y siempre a las puertas de último tercio de campo, para acelerarla de manera centelleante según disponían Iniesta y Messi para convertir esa posesión en oportunidad de gol. Además, la posesión también favorecía una impecable colocación del equipo, lo que facilitaba la rápida presión ante cada pérdida, que evitaba siquiera tener que volver a campo propio en la gran mayoría de las veces. Sí, además, la defensa del Celta regala a un muy afilado Luis Suárez en este comienzo de 2018, un balón dentro del área, la goleada estaba servida, como así fue.

Entre los humanos, quiero destacar precisamente al que suele estar fuera de los elogios, pero que este año, no ha estado ni un solo día por debajo del notable alto: Sergio Busquets. El de Badía ofreció un clinic de tocar de primeras con todas las superficie de los dos pies para dar continuidad al juego, incluso acelerando él la jugada encontrando en vertical a Suárez y Messi. Una delicia.

Ya en la segunda parte, el anecdótico quinto gol de Rakitic, muy a gusto en su labor de punta del rombo en defensa para la presión, en un saque de esquina rematando solo (parece que Unzué se dejó en Barcelona la libreta del balón parado que tanto se destacaba en su periplo en el Camp Nou), y aparte toda una catarata de buenas noticias, que empezando de detrás a adelante, tenemos la nueva portería a cero, esta vez de Cillessen, nada exigido, pero que dejó un pase de 70 metros como muestra de su espectacular golpeo; la capacidad de corrección de Semedo, que puede ser muy importante ante rivales más dañinos y rápidos; la nueva impoluta actuación de Vermaalen, quien sigue sin fallar un pase; la magistral dosificación de la genialidad que está encontrando Iniesta esta temporada; y los primeros detalles de lo que puede ser Dembélé, quien gozó de las primeras ovaciones en el Camp Nou en un par de detalles de velocidad y regate del joven francés, quien la situación actual del equipo parece poder facilitar una adaptación que se antojaba complicada tras su lesión y la inversión realizada.

Y ahora, en la vuelta de la esquina la visita a Anoeta, el campo maldito del barcelonismo, y un Espanyol en Copa, que deseará tomarse todas esas revanchas que lleva acumulando desde quizás el durísimo empate de 2010 e Liga en Cornellá, antes del fatídico viaje a Milán cuando todos los elementos se pusieron en contra (volcán islandés incluido) para evitar la reválida del título europeo del equipo de Pep Guardiola en casa del eterno rival.

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lunes, 8 de enero de 2018

Jornada 18. Barça-Levante. Holgado triunfo en modo ahorro de energía colectivo

Primer partido del 2018, en domingo, hora de la siesta, y desangelado aspecto del Camp Nou. Desde el sofá de casa me pongo a disfrutar del partido, con mi pequeña encima y con el dulce regusto de haber revalidado el Torneo de Fútbol Sala del Colegio Maravillas con #MisVikingos, venciendo a la muchachada que, incomprensiblemente para ellos, no eran capaces de meter mano a esos viejunos que les estaban ganando todos los mini-partidos jugados. Como me decía mi padre, el primigenio Culé de Chamberí cuando me marcaba un golazo siendo yo niño, "quien tuvo, retuvo, y para la vejez guardó".


Se presentaba en el Camp Nou un Levante que llevaba 7 partidos consecutivos fuera de casa sin conocer la derrota, por lo que como decía Valverde, no debía ser una victoria ya descontada, ni mucho menos. Un equipo bien armado, con un rocoso y ciertamente agresivo mediocampo, que rascó de lo fino, especialmente en el primer tiempo. Valverde, sorprendentemente, dio la alternativa ya como titular a Dembélé, retomando el tridente ofensivo con el que abrió la temporada. El francés, voluntarioso y mostrando detalles, todavía está lejos de su mejor forma, pero pudo jugar una hora larga sin desentonar. Sergio Busquets descansaba para dejar a un aseado Rakitic la manija, y Mascherano jugaba uno de sus últimos partido, si no el último como titular en casa.

El partido comenzó con una sorprendente avalancha del Levante, que dispuso de un par de acercamientos que acabaron en córner bien defendidos por Mascherano. Apenas se había empezado a desperezar el Barcelona, llegó la clásica combinación Messi-Alba-Messi, con la novedad de pase atrás de cabeza del de Hospitalet y remate forzado y en semifallo del rosarino que se coló tras tocar el palo, y no poder llegar el ex-blaugrana Oier, a falta del pasito lateral previo que le hubiera dado esos centímetros que le faltaron para poder llegar a la bola. 1-0, casi antes de empezar a jugar.

Los siguientes minutos, ante un tambaleante Levante, muy tocado por el gol, vieron una secuencia de llegadas claras, resueltas "in extremis" por la defensa y el portero levantinista. Posteriormente se llegó a un armisticio en el que el control azulgrana se adueñó del partido, dejando aproximaciones más o menos inocuas, hasta que en la enésima llegada a línea de fondo de Sergi Roberto, levantando la cabeza antes de tocar atrás o centrar, asistió a Luis Suárez, quien en control rápido y remate de volea, alojó el balón en la escuadra de la portería, para dejar prácticamente sentenciado el partido. Dos asistencias de los laterales azulgranas que ya suman entre los dos, una docena de asistencias de gol, sin haber superado el ecuador de la Liga; dato muy significativo.

De ahí al final, se activó el modo ahorro de energía del Barcelona, muy beneficioso ante el sofocante calendario de enero, en el que además del habitual calendario liguero de fin de semana, no se atisba descanso intersemanal alguno, si se van superando rondas coperas. También disfrutamos del habitual par de intervenciones destacadas de Ter Stegen, aunque esta vez no con 0-0. La primera, vistosa, prolongando a córner a mano cambiada un buen disparo de Ivi (interesantísimo jugador, por cierto). La segunda achicando como un portero de balonmano un mano a mano rematado de primeras, tenso y ajustado al palo, en, a mi gusto, una de las mejores intervenciones de un portero en esta Liga; y siempre con ese, irritante para el contrario, aire funcionarial que el de Monchengladbach imprime a sus intervenciones.

Pudimos también disfrutar del fenomenal momento de forma de Vermaalen, que como indica @carles_domenech lleva cinco partidos (5) consecutivos, sin perder un solo balón; impresionante. También la cómoda situación nos permitió ver unos minutos de André Gomes, en el que nos brindó una gran jugada con doble recorte dentro del área; y el debut en el Camp Nou en Liga de Jose Arnaiz, el talaverano extremo izquierda del filial que tan buenas sensaciones viene dando en el Mini y en sus goleadoras presencias coperas. Y se cerró el partido con el séptimo gol del oportunista Paulinho, quien empujó a gol una virtuosa jugada del 10 azulgrana, para compensar un muy pobre partido en el que se le vieron demasiado las costuras a la hora de combinar en la base de la jugada.

En resumen, un partido en el que el líder de la Liga volvió a dar muestras de su solidez y firmeza, mejorando el juego frente al comienzo de la temporada en un partido de entreguerras, y ante un Levante que quizás no mereció tanto castigo en la tarde de domingo en Barcelona, pues dio muestras de peligro y pocas veces se vio desbordado defensivamente, pese a lo mostrado en el marcador.

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