sábado, 24 de marzo de 2018

Historias del Culé de Chamberí: Urruti t´estimo. Mi primera Liga.


En esta época en que se celebran más de la mitad de las Ligas que se disputan, es difícil para el barcelonista millenial triomfant actual hacerse una idea lo que hace varias décadas suponía un campeonato liguero para los culés babyboomers o de la generación X. Los 60s, 70s y 80s, previos al advenimiento del Cruyff entrenador, dejaron apenas una Liga por década. Épocas oscuras, como un día de la marmota del gaspartismo, donde se festejaban con alborozo Copas del Rey o Recopas, como ahora las nuevas generaciones hacen con las Champions. Servidor, nacido para el barcelonismo militante en 1981, tardó relativamente poco para lo que se estilaba por entonces en saborear las mieles del triunfo ligueo, pero esa primera vez está marcada a fuego en las memorias de mi niñez. Fue un 24 de marzo de 1985, en Pucela, en el estadio de la pulmonía, inagurado pocos años con motivo del Mundial de España, y tiene un protagonista indiscutible, Francisco Javier Urruticoechea, Urruti.


La temporada 1984-1985 amanecía en Can Barça llena de incertidumbres. Escarmentados de decepciones durante el reciente cuatrienio vasco, en el que el culé de a pie había presenciado todo tipo de desgracias, desde desaprovechar ventajas ligueras de 5 puntos en las últimas 6 jornadas con Lattek, asistir atónitos a como secuestraban a nuestro delantero estrella cuando se venía remontando desde atrás sin otro posible desenlace que el titulo, hasta ver cómo el mismo jugador rival lesionaba gravemente la estrella del equipo, ya fuera alemana o argentina echando por tierra las aspiraciones ligueras del equipo. El desarrollo de cada temporada convertía en quimérico aquel tradicional “Aquest any, sí”, que se acuñaba en los aledaños del Camp Nou al final de cada Trofeo Gamper, al que en cualquier caso, mi padre, el primigenio Culé de Chamberí nunca dejó de llevarme como punto álgido de nuestras felices estancias estivales en Roses, cada mes de agosto.
 Además, el traspaso de Maradona y la salida de Menotti, habían sido sustituidas por un semidesconocido inglés, Terry Venables, cuyo palmarés se reducía a un par de ascensos, y un delantero escocés, Steve Archivald reclutado por petición expresa del mister inglés, cuyas únicas referencias entre el barcelonismo eran haberle enfrentado en unas semifinales de Recopa en el 82 con el Tottenham, con el que recientemente había conquistado la Copa de la UEFA y algunos partidos con su selección en el Mundial de España. Nada más que llevarse a la boca para los culés aquel verano del 84, acostumbrados por aquel primer nuñismo a protagonizar portadas estivales con el habitual fichaje de la superestrella del momento. Aquel verano tras presenciar la mejor actuación de los últimos veinte años de la selección, subcampeona europea tras apenas caer en el Parque de los Prínicipes ante la anfitriona, teníamos que conformarnos con la consolidación del desafortunado Rojo, la eterna promesa de la cantera que ya Menotti había promocionado, y la llegada del fugaz Clos y sobre todo de un ya prematuramente alopécico veterano del filial de casi 25 años, que deslumbró en el mencionado Gamper, marcando ante el Bayern y haciéndose con el galardón de mejor jugador del Trofeo; Ramón María Calderé.

El caprichoso calendario había deparado ya para la primera jornada la visita al eterno rival, el Madrid que consolidaba a la generación que reinaría en el futbol español los años siguientes, la Quinta del Buitre, acompañados todavía por un buen elenco de veteranos, dirigidos por un mito de la casa, Amancio Amaro, que en la víspera aseguró que iban a ganar aquel primer partido. Lo mejor de la fecha era que iba a ser la guinda perfecta para mis vacaciones de verano, pues además de la ya tradicional visita al Gamper, podía presenciar en directo aquel Madrid-Barça en el Bernabéu. Ante mis incrédulos pero felices ojos, un imponente Barcelona sometió al Madrid en su campo, liderado por un omnipresente Calderé, que además de cerrar el resultado con el último gol del partido, saboreó la madera en dos ocasiones y se multiplicó para liderar una presión hasta entonces nunca vista por estos lares, para con un incontestable 0-3, auparse al liderato de la Liga desde la primera jornada para no abandonarlo ya hasta el final del campeonato, con un arrollador comienzo de 10 victorias y 5 empates.


El equipo se podía recitar de memoria. De hecho es el primer once que soy capaz de recitar casi sin pensar: Urruti, Gerardo, Migueli, Alesanco, Julio Alberto, Victor, Schuster, Cadreré, Rojo, Carrasco y Archibald. Además, Sanchez, Moratalla, Boquerón Esteban, Marcos, Clos y Pichi Alonso, completaban una plantilla compensada, y en la que el díscolo Schuster, pasó a ser un responsable capitán, liderando a sus compañeros en campo por un limitado espacio de tiempo, que podemos acotar hasta su cambio en la final del año siguiente en la final de la Copa de Europa en Sevilla. Venables dio luz a un equipo solidario de ritmo altísimo de juego, y que basado en una presión asfixiante ya vislumbrada en el primer partido en el Bernabéu, pasaba por encima de sus rivales, con un halo de modernidad ante los anacrónicos planteamientos de la época. Especialmente memorables son los partidos que se disputaron en el Calderón (1-2) en La Romareda (2-4 sin Carrasco que había empotrado su BMW aquella semana) o la para mi obra cumbre de aquel equipo, más allá de la tan manida victoria en el Bernabéu, un 2-5 en Mestalla remontando un gol inicial de Roberto (el Robert Fernández de nuestros desvelos actuales), con una majestuosa exhibición de Schuster, coronada por un sensacional gol en el que roba un balón y cabalga 40 metros hasta superar a Sempere de disparo cruzado.


El Madrid se había descolgado ya en la segunda vuelta, tras volver a perder 3-2 en el partido de vuelta en el Camp Nou, y tan solo el Atlético de Madrid seguía, aunque desde la lejanía, la estela blaugrana. Era apenas cuestión de tiempo. Tanto que recuerdo que mi padre puso una pegatina de campeones en la trasera de su Citroen CX Palas antes de tiempo, desafiando el mal fario que esas cosas suelen traer. A falta de 5 jornadas para el final, el Barcelona tenía su primer match-ball a la Liga, con la visita al Real Valladolid de Fenoy, Pato Yañez, Minguela, un joven Eusebio, que jugó los últimos minutos y Mágico González que había abandonado temporalmente la bahía de Cádiz por el frío castellano. Una victoria azulgrana garantizaba el alirón, por lo que fuimos muchos los barcelonistas que nos desplazamos desde todos los rincones a Pucela, ante la posibilidad de conquistar una Liga tras once largos años. Valladolid era una plaza a la que en cualquier caso solíamos acudir a ver al Barça. Apenas a dos horas en coche de mi casa de Chamberí, mi padre tenía un colega abogado que habitualmente nos conseguía las entradas para el partido, y solíamos pasar el día en el casco antiguo de la ciudad, comiendo de tapas, y siempre visitando La Sepia (esa que años después algunos de mis amigos de morro muy fino calificaron de demasiado dura a la ración que da nombre y fama al establecimiento). En la capital vallisoletana presencié algunos otros partidos míticos, como un empate a 2 ante el Valladolid de Cantatore, con Aravena de estrella, o el debut con gol incluido del que en aquel entonces estaba seguro iba a ser el jugador más importante del fútbol español en la siguiente década: Iván de la Peña. Sin embargo, nada comparable a lo que viví aquella tarde primaveral de 1985.

Los nervios por la posible consecución del título atenazaron a los jugadores, y no se vio a aquel Barcelona dominante habitual de aquella temporada. Un tempranero gol a la salida de un córner botado por Schuster marcado por Clos, que jugaba en el lugar habitual de Carrasco, había puesto en ventaja en el marcador al equipo, pero no había tranquilizado el ánimo de los jugadores, muy imprecisos durante toda la tarde. Así, a los pocos minutos, en una falta en la frontal, magistralmente cobrada por el Mágico González, el Valladolid empataba, alejando el alirón azulgrana, cuyo juego no le hacía acreedor de la necesaria victoria. Pero ora vez el balón parado, una de las grandes virtudes de aquel Barça de Venables vino al rescate y la precisión quirúrgica de la pierna derecha de Schuster puso un balón que Alesanco, acababa por introducir en las mallas blaquivioletas, poniendo al alcance de la mano el título para los intereses barcelonistas.

Pero todavía faltaba la dosis de épica necesaria con la que poderle contar a los nietos los presentes aquella tarde en el Nuevo Zorrilla una historia a la altura de aquella efeméride. En el minuto 88, Sánchez Arminio, arbitro de aquel encuentro, pitaba penalti de Julio Alberto en una jugada más que dudosa. Si aquel penalti entraba, no había alirón aquella tarde. Mágico González, el genial salvadoreño, se disponía a patear ante uno de los mejores especialistas en parar penaltis del fútbol español. La consecución del título, en las manos de un Urruti, que pasó desde aquel minuto a ser leyenda del barcelonismo, con el sobrenombre de "Urruti t´estimo" que Joaquín María Puyal le dedicó aquella tarde. El lanzamiento abajo a la derecha del portero, fue adivinado por el portero vasco y atajado, ante la algarabía de la parroquia culé que era multitudinaria en el nuevo Zorrilla aquel día. Entre ellos, en una localidad cercana al palco en tribuna, un niño lloraba de alegría ante lo que era su primera Liga. De muchas, afortunadamente.

lunes, 19 de marzo de 2018

Jornada 29. Barça-Athletic. Una gran primera parte facilita el modo ahorro de energía un día más.

Aunque hoy es oficialmente el dia del Padre, al caer en lunes, y no tener a bien las autoridades habilitarlo como festivo, muchos papás lo celebramos ayer. Así que, servidor, que comenzó el día ataviado por regalos artesanales hechos por mis niñas, y con un generoso y exuberante desayuno sorpresa, ya vislumbraba que tocaba ver el partido del Barça en diferido, porque qué menos que corresponder con una comida fuera de casa en familia, en la que las niñas disfrutaran. Además, silenciando grupos de whatsapp y huérfano de Twitter, pude vivir un auténtico falso directo de media tarde, sin ningún atisbo del resultado del partido, salvo el hecho incontrovertible de que, independientemente de lo que hubiera pasado en el partido, el mundo no se había acabado.


Se presentaba un Athletic recientemente eliminado de la Europa League en el Camp Nou, reservando a sus amenazas atacantes de inicio (Williams y Adúriz). Enfrente, un Barcelona diezmado en su columna vertebral, sin Suárez (sancionado), Busquets (lesionado) e Iniesta (dosificado), debía buscar un planteamiento que minimizara el peso de las ausencias. Valverde, que se ha destapado como un consumado estratega, dispuso un equipo lleno de desborde y agresividad en área contraria, para compensar la más que previsible pérdida de fluidez en la salida de balón por la falta de la clave de bóveda (Busquets), del tercer miembro de la ruta de salida más eficaz, la que por la izquierda garantizan Umtiti, Alba y Andrés Iniesta, y la presencia de dos interiores (Paulinho y Coutinho) que por diferentes cuestiones se relacionan más con el gol que con el control del partido.

Esos problemas de salida se evidenciaron en los primeros minutos, aunque es cierto, que la preferencia en este estadio inicial del juego durante todo el partido fue la de asegurar todavía más los pases. En contrapartida, una vez que se instalaba el equipo en campo contrario, se desataba un vértigo que desbordó repetidamente al equipo vizcaino, con constantes alternativas en el balcón del área, y mención especial para un Dembélé, que esta vez buscó mucho más el vértice del área que la línea de fondo. Así, en una de las primeras jugadas, muy trenzada y paciente, Messi encontró (en milimétrico fuera de juego, por cierto) a Jordi Alba, quien al ver la devolución al la Bestia Parda bien tapada por los avisados rojiblancos, dejó el pase atrás para Alcácer, quien quirúrgicamente depositó el balón en las mallas de Kepa, que ya había tenido que aparecer para negar un lanzamiento de falta de Messi.

El resto de la primera parte fue un duelo de todos los jugadores de ataque del conjunto azulgrana ante un sensacional Kepa, que demostró un día más que tiene todo para marcar una época en el Athletic, y en el fútbol español, diría yo. Qué gran noticia para mi fue que el Real Madrid se echara atrás en su fichaje, pues hubiera dado un salto de calidad innegable y por muchos años a su portería. Tan solo Messi, a pase de Dembélé, y desde la frontal, consiguió superarle, en un segundo asalto entre ambos, pues el primero en similares circunstancias fue resuelto por Kepa en una de, a mi modo de entender, paradas de la Liga, dificilísima por la cercanía, el lanzador, y el bote previo a la llegada a la portería.

La segunda parte, aparte de la activación del modo de energía culé, trajo consigo un ataque de orgullo bilbaino, tras la pobre impresión del primer tiempo, que trasladó el partido a la mitad azulgrana. Si bien no se le recuerda a Ter Stegen ninguna parada de verdadero mérito, es cierto que la imagen del Athletic quedó ciertamente restablecida, acorde a lo que un equipo de su historia debe mostrar. Salió Iniesta para jugar media hora, y ofrecernos algunos de esos detalles que tanto echaremos de menos a su partida, que esperemos se retrase al menos otra temporada más, como muy sabiamente se encargó de transmitirle el Camp Nou con la intención de compensar la mareante oferta china, que incluso incluye una distribución masiva en el país oriental de los vinos de su bodega.

En el apartado individual, además de lo comentado sobre el creciente Dembélé, Coutinho aportó nuevos detalles individuales y una mejor adaptación a lo que se espera de él dentro del sistema como interior. También Piqué, en la linea ascendente de recientes actuaciones añadió una mayor presencia en la salida, con conducciones y apoyos a Sergi Roberto, abriendo rutas en el sector derecho que desembocaran en Dembélé y Messi. Alcácer, como siempre, aportó además del gol, movimientos inteligentes como continuos desmarques de fuera hacia adentro y viceversa, que subvencionaban las llegadas de Coutinho y Jordi Alba por el lado izquierdo del ataque azulgrana.

En resumen, una sólida actuación que sumada a la derrota del Atlético en Villareal, parecen sellar definitivamente el dominio azulgrana esta temporada en el campeonato doméstico. Ello, sin duda, aliviará la carga de partidos comprometidos, pudiendo dosificar así a un grupo de jugadores que llevan muchos minutos en sus piernas, y que han traído al equipo hasta esta envidiable situación en Liga, Copa y Champions.

jueves, 15 de marzo de 2018

UCL. Octavos. Vuelta. Barça-Chelsea. Messi sella el pase ante un gran y desafortunado Chelsea

Allá por el mes de diciembre, cuando se conocen los cruces, y se intenta adivinar el escenario futuro que un par de meses después presentarán las eliminatorias, en una comida con un par de amigos, decidimos juntarnos para ver la vuelta de octavos del Barça-Chelsea. Así, cumpliendo con lo pactado, anoche tuve la oportunidad de ver el partido, en una de esas pantallas de ensueño en casa de mi amigo Gorka, gran delantero y mejor persona, quien con la inestimable colaboración de su mujer, Virginia, ejerció de extraordinario anfitrión para ver un partido que se presentaba a mi modo de ver más complejo de lo que el entorno vaticinaba.


Se presentaba el Chelsea en el Camp Nou a un gol de volvernos a aguar la fiesta, y con una inestimable alforja de resultados positivos pasados en el Camp Nou, como aquella semifinal de 2012 donde Torres acabó de descabellar las aspiraciones del Barça de Guardiola, en su última noche europea, de reeditar su triunfo en la máxima competición europea. Ante eso, el Barça oponía sus últimos 25 resultados en casa en competición europea, que lo clasificaban dado el 1-1 de la ida.

Valverde, contra todo pronóstico, daba la alternativa a Dembélé como decimoprimer hombre, en una alineación ofensiva y optimista con la que hacer pensar a Conte antes de repetir el partido de la ida. Sin embargo, el partido empezó con un Chelsea agazapado en un 5-4-1 en repliegue, pero que apenas duro 120 segundos. Los que tardó Messi en sacar las vergüenzas de Courtois, especialmente desafortunado ayer, al hacer el primer gol de la noche previo sonrojante caño, disparando sin ángulo con su pierna derecha.

Ahí cambió por completo el decorado. El Chelsea, se vio obligado a buscar el gol, y el Barça sorprendido por el gol más tempranero que se le recuerda a Messi, y cegado por la pronta ventaja, dejó la iniciativa a un Chelsea que durante un cuarto de hora se presentó en el penúltimo escalón antes de Ter Stegen con asiduidad y amenazando, con un Hazard y un William a gran nivel, dejando a Giroud la fijación de los centrales azulgranas, que por otra parte rayaron a un nivel sobresaliente toda la noche. El Barça no salía, era dominado, pero la primera vez que volvió a oler sangre Messi, le robó la cartera a su amigo Cesc (en uno de sus mejores partidos para el Barça, aunque fuera de blanco ayer), en tres toques se fue de dos defensas, atrayendo la atención de toda la defensa, y ayudado por el desmarque de Luis Suárez que arrastró al que le defendía, dejando unas preciosas hectáreas para la llegada en cabalgada del novedoso Dembélé, quien recibió del rosarino, se acomodó el balón, y soltó un latigazo seco al angulo derecho de la portería de un Courtois de nuevo batido.

De ahí en adelante, el Chelsea, en un destacable ejercicio de orgullo, intentó sin éxito volver a entrar en la eliminatoria con un gol, que el deslumbrante Marcos Alonso, rozó en varias ocasiones, palo incluído, pero que nunca consumó. Se llegó al descanso con 2-0, la eliminatoria muy encauzada pero cierta sensación que en cualquier momento el Chelsea podía complicar la noche azulgrana. La sensación continuó al inicio de la segunda parte, con el Chelsea amenzante, pero volvió a aparecer Messi en su versión de francotirador, como dice Ramón Besa en su siempre extraordinaria crónica, para ajusticiar definitivamente al Chelsea con un nuevo caño a Courtois, esta vez mucho menos culpable del gol, tras una jugada en la que sin saber cómo, se volvió a encontrar la Bestia Parda en ventaja por su extraordinaria lectura de las jugadas. Aún hasta el final, tuvo el Chelsea oportunidades para al menos encontrar un muy merecido gol del honor, pero la noche era de Messi, una vez más.

Lo peor del partido fue sin duda la lesión de Busquets, quien se ha confirmado sufre una fractura en el quinto dedo del pie, y le hace ser baja para los próximos partidos, y duda para la ida de los cuartos, cuyo rival conoceremos en el sorteo de mañana. Yo, como dije anoche en la radio, querría que el bombo nos deparara un Madrid-Barça. ¿Será que me va la marcha?

lunes, 12 de marzo de 2018

Jornada 28. Málaga-Barça. El Barça ofrece una solvente victoria a papá Messi

Amanecíamos el sábado con una noticia un tanto perturbadora para el barcelonismo. "Messi, baja de última hora para el partido de Málaga por motivos personales", rezaba el parte del club. Menos mal que uno tiene un timeline en Twitter de valor, y enseguida supe que la noticia era más que positiva, pues el argentino había culminado su hattrick doméstico con la llegada del tercer niño. A partir de ahí, algunas críticas de aficionados desnortados a su ausencia, de los que apostaría no han sido padres ninguno, pues nada puede ser comparado a ver nacer un hijo. Por muchos millones que gane uno, lo que no se puede justificar es que alguién no pueda disfrutar de sus derechos laborales más elementales. Jugar o no jugar es decisión exclusivamente suya. La decisión que tomara era respetable en cualquier caso, y la suya, además, a mi me ha gustado mucho, como padre de hatrick que soy también, femenino en mi caso.


Así que el partido de Málaga se presentaba novedoso. Una plaza no demasiado propicia históricamente. De hecho, la última donde el Barça hincó la rodilla en Liga, en abril pasado. Pero el presente del equipo malagueño tampoco vaticinaba un desenlace similar, coleccionando derrotas desde la llegada de su tercer técnico, Jose González. En cualquier caso, Valverde dispuso un once sin rotaciones adicionales a la forzosa de la Bestia Parda, y dispuso un claro 4-3-3, bastante clásico, con Dembélé como gran novedad y Coutinho en la otra banda del ataque blaugrana.

El partido comenzó con buenas sensaciones, dominando completamente el escenario, con un Busquets bajando entre centrales para asegurar la superioridad numérica desde abajo ante la doble punta local. Luis Suárez ya había avisado al atareado Roberto, tras una buena asistencia de... ¡Paulinho! que dio sus primeros balones en ventaja a compañeros en todo el 2018, cuando Jordi Alba le habilitó en un espectacular y tocado centro que el uruguayo alojó fácilmente de cabeza en las mallas de los blanquiazules, que veían como se les ponía muy pronto cuesta arriba el encuentro.

Ya en esos primeros minutos, la actuación de Dembélé me pareció destacada, pese a no acertar en el último pase o regate en el primer cuarto. Siempre amenazante, tácticamente interiorizaba con criterio abriendo el carril exterior derecho a las llegadas de Sergi Roberto. El francés, iba cogiendo el gusto al partido, y en una gran jugada colectiva nacida una vez más en un pase de Ter Stegen, llegó a línea de fondo, frenó en seco pisando el balón con la derecha, y habilitó a Coutinho que entraba al primer palo con la izquierda, para que el brasileño en un brillante recurso técnico, colocara de tacón el balón fuera del alcance de Roberto. 0-2, y tocaba encender el modo de ahorro de energía ante el importante partido del miércoles ante el Chelsea en el Camp Nou.

Pese a algún despiste al final del primer tiempo en defensa, los blaugranas, o mejor dicho, solo granas, inhabilitaron a un Málaga, que además perdió, más que justamente a Samuel, por una desmesurada entrada con los tacos al tobillo de Jordi Alba, que suerte tuvo de resbalar en el último momento y dejar de tener apoyado el pie donde recibió la tarascada, pues era un lance claro de fin de temporada para el de Hospitalet. Afortunadamente, fue solo el golpe, y pudo seguir hasta ser sustituido por Digne avanzada ya la segunda mitad del partido.

Además de Dembélé, en su mejor partido azulgrana, Rakitic volvió a mostrarse muy por encima del partido en su posición de apoyo en salida por derecha, compensando muchas veces las subidas de Busquets para liderar la presión alta. Un seguro de vida el croata esta temporada. También es muy destacable la buena actuación de Umtiti, muy agresivo en la anticipación a la espalda del interior izquierdo, Paulinho, que muchas veces cargaba el área, dejando despoblado ese flanco por las continuas subidas de Jordi Alba. El francés, se bastó y se sobró para, sin vértigo ninguno ante los 60 metros que quedaban a su espalda, anticipar una y otra vez, impidiendo la salida malacitana. Parece que vuelve al nivel de antes de la lesión, tan necesario para que el Barça pueda optar a algo importante en Champions.

Una Champions que se acerca a su fase decisiva, con el partido del miércoles ante el Chelsea, del cual me preocupa la poca conciencia de la peligrosidad del rival, y del resultado, pues siendo un muy buen botín el empate con gol de Stamford Bridge, no deja de obligar a la victoria azulgrana en el caso de que los blues marquen en feudo azulgrana. Y si se adelantaran en el marcador, tanto el buen repliegue de los de Conte, como el peligro de sus contras lideradas por Hazard y William, complicarían sobremanera la eliminatoria. Hay que tener confianza, pero no olvidar que el rival es de nivel.

lunes, 5 de marzo de 2018

Jornada 27. Barça-Atlético. Media hora de Iniesta, un gran bloque y Messi encauzan espero que defintivamente el título de Liga

Era el partido de la Liga. Primero contra segundo. El invicto líder contra el pujante perseguidor que parecía haber encontrado la pócima mágica para convertir el eterno repetitivo 1-0 en victorias holgadas y cómodas. En la previa, muchas de las plumas más prestigiosas escribían trayectorias encontradas, pues unos recientes empates parecían anunciar la caída próxima de los culés. Se recordaba al Madrid de Queiroz, sin contar con que aquél era un equipo sin estructura alguna, suma de individualidades en contraposición al armazón que Valverde ha construido, desde la temprana Supercopa que tiñó de fatalismo el porvenir culé. Todo sin sumar en la ecuación que todavía juega para el Barcelona Messi.


Por segundo partido consecutivo, pese a lo intempestivo del tiempo, el Camp Nou disfrutaba de una asistencia a la altura del recorrido del equipo, con más de 90.000 enfervorizados aficionados dispuestos a sumar como el 12º jugador que dicen los clásicos. Enfrente, lo previsible, cuatrivote de Simeone, a quien la alergia profunda que le produce la aventura le hace previsible como un funcionario alemán en una oficina de registros. Enfrente, Valverde optó por el desborde y el disparo de Coutinho como el 11º jugador que sumar a los 10 de guardia en las grandes ocasiones.

El arranque del partido fijó las piezas sobre el tablero. Una primera tímida presión atlética con delanteros y centrocampistas enseguida fue desactivada por la trabajada salida de balón culé, apoyada en la superioridad que siempre ofrece jugar con un portero como Ter Stegen capaz de batir líneas con el pase con precisión, acrecentado por la técnica en el toque de todas sus líneas restantes. De ese modo, enseguida se vio que la altura del juego azulgrana lo aposentaba con regularidad y rapidez en el mediocampo atlético, y el Atlético optó por un mayor repliegue.

Si la salida de balón colocó el partido en el campo colchonero, la presencia de Iniesta lo aceleraba continuadamente hacia el último tercio, el balcón del área. Hasta su cambio, más allá de la media hora de juego, el manchego fue indiscutiblemente el dominador del encuentro. Incluso tras sentir el problema muscular, jugó más de 10 minutos poniendo a compañeros y rivales en su clave de sol particular, inclinando el campo hacia los dominios de Godin, Giménez y Oblak.

Y finalmente, la visita continuada al balcón del área se traduce en el marcador con la puntualidad de un reloj suizo si el tercer escalón del juego cuenta con el mejor jugador de todos los tiempos. La Bestia Parda (BP) ya había avisado, yéndose en una baldosa de tres contrarios y disparando tímidamente desde la frontal. También habilitando desde el sector derecho, fantásticamente aclarado por los desmarques en profundidad de Coutinho en ese sector, a todo el espectro atacante azulgrana, desde su conexión con Alba a un Luis Suárez más luchador que acertado, pero que cimentó, con su fijación de los centrales, que tanto ofensiva como defensivamente, los azulgranas jugaran una decena de metros más avanzados de lo habitual. Recibió Messi cercano al balcón del área y tuvo que ser parado en falta por Thomas. El resto, es historia. Tercer golazo de falta en tres jornadas consecutivas, lo nunca visto; y además, cada uno de ellos con un registro. El primero por debajo de la barrera, el segundo a la escuadra del palo del portero, y el del partido más importante de la Liga por encima de la barrera, alejándose del alcance de Oblak para acabar anidando en su escuadra izquierda.

Con la lesión de Iniesta, y algún acercamiento más azulgrana se llegó al descanso, donde Simeone no tuvo alternativa que ir a buscar a su rival, tanto posicionalmente como con los cambios. El panorama cambió radicalmente, con un Barcelona con muchos más problemas para mantener el cuero ante la ausencia de Iniesta, reemplazado por un superado Gomes, que silbado por la grada casi desde su primer error, tuvo más influencia en el cierre de las subidas de Filipe Luis, que con el balón en los pies. El Atlético amenazaba más por lo que se suponía que podía llegar que por la realidad de sus acciones. Y su paso adelante tan solo se vio cortado en el ecuador de la segunda mitad con una subida de la presión azulgrana que le dio el aire suficiente para poder encarar el último cuarto de hora con tranquilidad, apoyado por las dobles parejas Busquets-Rakitic, colosales ambos ayer, y Piqué-Umtiti, muy por encima de los delanteros atléticos. Tal fue el aplomo del equipo, que no fue necesaria la aportación al resultado del habitualmente puntual Ter Stegen, que volvió a la ducha con sus guantes por estrenar.

Y es que ya lo decía Vieja Europa, en su habiual hilo postpartido, un must para cualquier aficionado al fútbol, y más si es culé: "Si este Barça de Valverde se hubiera dado en el 2004, estaríamos hablando maravillas de él; si el Barça de Rijkaar se hubiera dado en 2017, hoy sería objeto de muchos recelos. Si no se asume la excepcionalidad de buena parte del periodo de Pep, difícil volver a disfrutar". Debemos hacernos a la idea cuanto antes, pues así evitaremos hacernos daño los culés, limitando nuestra capacidad para entender y disfrutar del enorme equipo que ha contruído Valverde alrededor de Leo Messi. Yo, al menos, así lo estoy haciendo.

viernes, 2 de marzo de 2018

Jornada 26. Las Palmas-Barça. Un Barça primero relajado y después desquiciado da vida a la Liga

Jornada intersemanal de Liga, coincidiendo con la ausencia de partidos de octavos de Champions League, y para el Barcelona apenas 72 horas antes del trascendental partido del domingo en el Camp Nou ante el Atlético de Madrid, que viene apretando por detrás en la clasificación. Visita a las Islas Canarias en el desplazamiento menos corto de todos los que esperan en el Campeonato de Liga, y ante un equipo necesitado de puntos y de sensaciones positivas: la UD Las Palmas.


Las sanciones a la carta (Alba) y la acumulación de partidos (Rakitic y Piqué) configuran un once con rotaciones, pero en el que están presentes tanto Messi, como el amenazado de suspensión Suárez, que no consiguió el fin de semana anterior ser amonestado para descansar. La última vez que Suárez jugó con este árbitro fue amonestado en el minuto 1, lo que sin duda estuvo muy presente en el juego del uruguayo, un auténtico gatito, sin la agresividad, ni mal ni bien entendida, de sus actuaciones habituales, lo que le convirtió en un delantero mucho menos amenazante.

El partido, del que por cierto poco se había venido hablando en días anteriores, empezó con el equipo excesivamente relajado, aunque la sola presencia y actitud de Messi en los primeros 20 minutos no lo evidenció lo suficiente. La Bestia Parda leyó rápido que el daño se le podía hacer más arriba a los amarillos, y en tres magníficas cabalgadas dejó un saldo de dos faltas con amarilla al contrario, una asistencia de gol desaprovechada por Luis Suárez y dos disparos. El primero por encima de la barrera, magníficamente salvado por un acertado Chichizola, y el segundo buscando el palo del portero, jugando con la mente del portero y desalojando la familia de arañas de la escuadra derecha del marco canarión. 0-1 y partido encarrilado.

A partir de ahí, se empezó a vislumbrar claramente la relajación, y a florecer algunas actuaciones individuales poco convincentes, como la de Paulinho, quien, un día más, pareció más un obstáculo que una solución, continuando con su costumbre de no dar un solo balón en ventaja al compañero. También Digne escenificó que, Messi aparte, ninguna posición como el lateral izquierdo ofrece una distancia tan sideral entre su titular y su suplente, pues las numerosas situaciones en que era puesto en ventaja el francés en ataque no significaron nunca el más mínimo peligro real para el contrario. Se llegó al descanso con un flojo encuentro azulgrana, al menos resuelto en el marcador por el golazo del de siempre.

Nada más comenzar la segunda parte empató el equipo local de penalti, y empezó la segunda fase del partido barcelonista, la del desquiciamiento. Un desquiciamiento que se suele repetir en demasiadas ocasiones cuando el arbitraje corre a cargo del trencilla del partido de anoche, y que es algo que deberían trabajar los azulgranas, pues se convierte en un problema evidente en demasiadas ocasiones, cortocircuitando el juego del equipo durante largos periodos de tiempo, sin ninguna otra razón. Las entradas de Coutinho y Dembélé tampoco dinamizaron en exceso el juego, desembocando en un empate final con gusto muy diferente para ambos contendientes. Los locales, saludando desde el centro del campo, y los azulgrana cabizbajos hacia el túnel de vestuarios.

En el plano individual, además de los arriba comentados Paulinho y Digne, es necesario comentar el mal partido de Sergi Roberto, viva imagen de las dos fases comentadas de relajación y desquiciamiento, que entregó una de sus peores actuaciones de la temporada, y las dificultades de Umtiti en el perfil diestro, demostrando una vez más la inconveniencia de hacer coincidir en el centro de la defensa a dos jugadores zurdos, normalmente mucho más laterales que los diestros y menos acostumbrados a jugar cambiados de perfil por una cuestión meramente estadística. Por parte de Las Palmas, además del buen partido de Chichizola, destacó la entrega y acierto del lateral uruguayo Aguirregaray, inconmensurable en situaciones límite, el despliegue en mediocampo de Etebo, y el incordio constante en punta de Calleri.

De este porte se llega al partido del domingo, que va tomando carices más decisivos, ante un Atlético en gran forma, y desempolvándose el pesimismo atávico culé; ese que ni siquiera más de una década de Leo Messi ha conseguido desterrar del imaginario barcelonista y que puede perfectamente apreciarse en tertulias de ondas o de barra, o en redes sociales. Lo que está claro es que será un partido de poder a poder, como decían los clásicos, y aquí estaremos para comentarlo tras el fin de semana.