jueves, 28 de febrero de 2019

Copa 2018-19. Semifinal. Vuelta. Real Madrid-Barça. Goleada de difícil análisis futbolístico

El día después, se me hace difícil todavía entender el partido de anoche en el Bernabéu. No recuerdo un partido en el que haya estado más disgustado con el juego del Barça y que sin embargo cosechara un resultado tan brutalmente favorable, que nos lleva por sexto año consecutivo a la final de Copa, hito que seguro que nunca en la historia se ha repetido en el futbol español, y que deja la oportunidad de tener un nuevo "Barça de les cinc copes", casi 70 años después.


Yo iba torciendo el gesto según se acercaba la hora del partido, que una vez más tuve la suerte de ver junto a mi padre, el primigenio Culé de Chamberí. Pese a que futbolísticamente, si todo se movía en cauces lógicos tenía mucha confianza en la victoria, tanto indicador favorable me escamaba cada vez más: esa estadística de la última década de visitas al Bernabéu, cuyos resultados nos clasificaban en más de un 75% de los casos, las dudas madridistas, #MisVikingos hablando de un 15-20% de posibilidades para el Madrid, la exhibición reciente de Messi en Sevilla... Y salía ese Culé fatalista que todo aficionado del Barça tiene más o menos dentro, y pensaba que alguna circunstancia sorprendente nos apartaría de la final.

Valverde, para variar sacaba un equipo más preocupado por el rival que por proponer, con Sergi Roberto doblando el lateral como en la infausta noche de Roma, repitiendo el once que salió en Lyon, con un resultado que por cierto nos mandaba para casa. Y la primera parte parecía confirmar el peor de los augurios. Un Barça horroroso en la salida e ineficaz en la presión dejaba una muy mala impresión, dejando al Madrid la iniciativa del partido. Un Madrid que afortunadamente tiene como únicos argumentos la intensidad excesiva (hubo entradas muy tardías, incluyendo tacos clavados) y la entusiasta pulsión vertical de un chico de 18 años que se ha convertido en el clavo ardiendo al que se agarra el madridismo, cada vez más parecido al Saviola de Gaspart en cuanto a última esperanza de un equipo extraviado y venido a menos. La verdad es que si le quitaras los últimos dos segundos de cada jugada del brasileño, te quedaría un video de highlights para convencer a cualquier secretario técnico del fútbol mundial, pero su finalización de los ataques, fuera en pase o en tiro convertían su despliegue en meros fuegos de artificio. Y además, al fondo, un rubio alemán vestido de verde chillón ponía el candado a su portería durante toda la noche.

Se llegó al descanso con 0-0, y la esperanza de que a poco que se mejoraran, se impondría la lógica. Empezaba la segunda parte y nada parecía cambiar, hasta que en el primer desmarque de ruptura de Dembélé, bien habilitado por Alba, acabó con un balón atrás del francés para que apareciera Luis Suárez y de un rápido y ajustado disparo, pusiera en ventaja al Barça, con merecimiento escaso, siendo generoso. El Madrid, tocó a rebato con orgullo, pero toparon con Ter Stegen y la repetida inocencia de sus puntas durante un cuarto de hora. Hasta que en otro balón al espacio a Dembélé, esta vez por la derecha, acababa con Varane, tirándose a la desesparada para evitar el seguro gol de Suárez y alojando la pelota en su propia portería. Hasta ahí, la eliminatoria.

Messi, mientras tanto seguía dosificando sus intervenciones hasta límites insospechados y había decidido una vez visto el resultado, radicalizar su ahorro de energía. Ni siquiera hizo falta su intervención para llevarse un resultado, otrora escandaloso e histórico, pero que increíblemene se está convirtiendo en una tárea funcionarial para el Barcelona, que cerró la goleada con un penalti de Casemiro a Súarez, que Messi le cedió para no abandonar su noche de barbecho ni siquiera para romper esa estadísitica que decía que no había marcado todavía contra el Madrid en Copa. No era necesario.

Ahora, el sábado volvemos al lugar del crimen para si es posible certificar un título de Liga que solo el Barcelona puede echar a perder, viendo la falta de fiabilidad de sus rivales directos esta temporada. Yo lo veré en territorio amigo, pues en un rato me voy a pasar el Carnaval escolar esquiando en Boi Taull, Lleida. Desde allí lo veré con uno de #MisVikingos.


lunes, 25 de febrero de 2019

Liga 2018-19. Jornada 25. La BP gana más de media Liga con otra exhibición antológica

De nuevo, como hace quince días ante el Athletic, esta vez por obligaciones parentales con mis pequeñas princesas, me veía obligado a ver en diferido el partido del Barça. Volviendo a notar que a la hora de finalización del encuentro, el mundo seguía existiendo, lo pude ver con más tranquilidad. Aun más, cuando justo unos minutos después del final del partido, me llamaba mi padre, también ejerciendo de canguro con sus otros nietos en Zamora. No se lo cogí, pero enseguida, por si acaso le devolví la llamada por si pasaba algo grave, avisándole de entrada que no había visto el partido todavía, así que no podía comentar nada, a lo que me respondió con un demasiado seco: "luego hablamos", que me dejó claro que bastante bien había ido la visita a Nervión, como efectivamente sucedió.


Era esta, para mi, la visita clave de lo que resta de temporada. Una victoria conservaba, como mínimo, la ventaja ante el doble encuentro en el Bernabéu, y además, podía considerarse la visita más complicada, estadística en mano, de lo que queda de Liga. Encima, Valverde se descolgó con los interiores infernales Rakitic-Vidal, con lo que la gestión del cuero en medio campo se suponía cuando menos complicada, como así fue. Dembélé esperaba en el banquillo en una nueva oportunidad para el cada día más melancólico Coutinho, excesivamente embriagado por ese fado vital que comentaba en el primer episodio del podcast del Estadi Johan Cruyff. Y atrás, la mayor de las novedades, la vuelta del Puyol negro, Samuel Umtiti, que volvía a jugar por primera vez desde el lejano empate en el Metropolitano allá por noviembre, y una vez superado el tratamiento conservador que le llevó por esos extraños designios a Doha.

Enfrente, Machin, le propuso un jeroglífico táctico, renunciando a sus hasta ahora innegociables tres centrales para dejar una defensa de cuatro, y doblar la vigilancia a Jordi Alba, con el habitual carrilero derecho Navas, como interior encargado de un marcaje casi al hombre. Arriba, Ben Yedder escoltado por detrás por el siempre motivado ante el Barça Sarabia, eran la apuesta hispalense para hincarle al diente de nuevo al Barça, como ya habían hecho con bastante éxito en Copa en Nervión. El partido comenzó con un Barça un tanto perdido, en el que la falta de ritmo de Umtiti le hizo mella en un par de fotos con resultado gol, y Arturo Vidal dio la peor de sus versiones, alocado con el cuero, ineficaz en la presión e inocuo en el área contraria. Y encima, una pérdida de Messi en un pase decisivo en la frontal del área devino en el contraataque que ponía por delante al Sevilla por medio de Navas. Todo parecía complicarse, entre el defectuoso planteamiento con ese centro del campo, el mal juego consiguiente, el fallo de Messi y el resultado en contra con un Sánchez Pizjuan enfervorecido.

Pero, claro, tenemos a la Bestia Parda. Y en una jugada, que había ya acelerado ya él en tres cuartos jugando en la frontal con Suárez que abrió para Rakitic, que libre de marca, al estar Navas siempre pendiente de Alba, y el lateral con Coutinho, tuvo tiempo para ponerla con la zurda con templanza y encontrar a un Messi que se había retrasado justo el metro necesario para poder recoger con una volea de primeras acomodando el cuerpo y poniéndosela inalcanzable a Vaclik en su escuadra derecha. Empate, y primeros sudores friós por la grada ante el despertar de su peor pesadilla. Sin embargo, aun tuvieron tiempo para en otro fallo posicional de Umtiti, y la pasividad de Piqué y Alba, llegar al descanso en ventaja con un buen remate cruzado de Mercado.

Valverde, desfizo el entuerto, sacó al negado Vidal y al más gris Semedo del último mes y medio, por Dembélé y Sergi Roberto, para hacerle pensar de nuevo a Machín, y jugar un arriesgado, pero en este caso valiente 1-4-2-3-1, con Messi al mando de las operaciones por el medio. Y de qué manera. El rosarino, reventó el Bestiapardómetro, con un segundo gol para empatar, trabajando la escuadra y la pierna contraria que en el primer gol, e igual de imparable para el portero checo del Sevilla. Y, después, con la entrada de un Aleña que ya no solo mejora y da continuidad al juego como ningún centrocampista es capaz en esta plantilla, sino que se atreve a asomarse al área y explotar su extraordinario golpeo exterior, la BP recogió un rechace de Kjaer a tiro del canterano para con una suavidad propia de un entrenamiento, levantar lenta pero inexorablemente el balón por encima de un entregado Vaclik, para que entrase despacio, con la menor velocidad de todos los goles que le recuerdo al 10. Y para evitar cualquier atisbo de reacción de los locales, habilitó tras acomodarse un balón en tres cuartos con el pecho, y sin dejarla caera a Suárez para que rompiera su sequía de los últimos partidos, con una fácil vaselina que certificaba el triunfo, y casi más de media Liga, tal y como están los rivales en el campeonato doméstico.

Y, esto que acabo de resumir en un párrafo, fue una exhibición antológica para acabar con cualquier atisbo de duda sobre su estado físico, otra más, que me recordó especialmente, la que quizás para mi es la mayor de las actuaciones de Messi en Liga con el Barça, y a la que tuve la fortuna de poder asistir en directo. Un partido, con el mismo resultado, y que había rememorado curiosamente esa misma mañana del partido en Twitter. Estoy hablando de aquel partido en La Romareda de marzo de 2010. Igual que en este partido, Messi estaba algo tocado. Igual que en ese partido, Messi marcó tres goles. Igual que en este partido, Messi habilitó al delantero necesitado y negado del equipo para que marcara, aquella vez cediéndole un penalti provocado por él mismo tras regatearse a toda la defensa maña. E igual que hizo Ben Yedder el sábado, a través de Twitter, Ander Herrera en la radio aquella tarde-noche en La Romareda, expresaron que no se podía ganar con un jugador a ese nivel. Entonces Messi había marcado los últimos 9 goles del Barça, esta vez llevaba 7. Han pasado nueve años y la vida sigue igual, afortunadamente...


Y es que no solo se han agotado los adjetivos para calificar a este tipo, sino que está llevando las comparaciones a un esfera desconocida. No ya ese a mi modo de ver irreal duelo con Cristiano al que solo sostiene la comparación en el #FutbolDeTeletexto, ni siquiera ese que le coloca en una pugna con Maradona, Pelé, Cruyff o Di Stefano por el podio de la historia del mundo. Para mi, también se le queda pequeña la comparación con otros deportistas históricos como  Michael Jordan, Muhammad o Jesse Owens. Yo es que creo que ya podemos decir que ha saltado a otra esfera, y a mi modo de ver ha trascendido ya esta época, para codearse con Mozart, Leonardo o Alejandro Magno. ¿Exagerado?, puede ser, pero es así como yo lo veo, y esto no deja de ser un cuestión muy subjetiva.

No me voy sin actualizar el Bestiapardómetro que casi revienta el pasado sábado con los 3 goles y la asistencia de Luisito, y que ya queda como sigue, a la altura de la mejor temporada de cualquier futbolista de la historia, y estamos a final de febrero.




jueves, 21 de febrero de 2019

UCL 2018-19. Octavos. Ida. Olympique Lyon-Barça. El peor de los buenos resultados en un partido muy dominado.

Volvía por fin la Champions tras el parón invernal, y en el formato que nos recuerda a la antigua Copa de Europa, eliminatorias ya hasta el final. El Barça, jugaba la ida fuera por duodécima vez consecutiva al ser una vez más campeón de grupo. El rival, un peligroso y joven Olympique de Lyon que ha cambiado aprovechando la Euro de 2016 en Francia su mítico estadio de Gerland, por un Parc OL, nuevo y moderno, pero todavía falto de los momentos históricos y la mística del antiguo. El OL, invicto en la fase de grupos, está dando en competición europea una imagen mucho más acorde a su potencial que su versión doméstica, donde transita tercero a 17 puntos de intratable PSG.


Además del interés propio del encuentro, este año han sonado diferentes jugadores del Olympique como futuribles azulgranas. Ndombelé, Aouar, y últimamemente y con más fuerza que ninguno el lateral izquierdo Mendy, que sufrió un golpe en el calentamiento y jugó un tanto minorado en sus condiciones. De ellos, la verdad es que apenas se vieron detalles, pero nada que me haga presagiar un posible futuro exitoso de los chicos en Can Barça. De hecho, a mi, personalmente el que más me gustó fue Terrier, al que no conocía de nada, pero que juega con un sentido y un dominio de los tiempos más que interesante.

Valverde sorprendió con la alineación de Sergi Roberto en el interior izquierdo, lo que rumorea ha podido volver a abrir la crisis de Instagram con Arturo Vidal, que ante la ausencia de Arthur, se las prometía muy felices, y se vio sorprendido con la suplencia. Mucho mejor lo parece llevar Coutinho, que ni siente ni padece, aunque es verdad que le dio cierta pausa al ataque al sustituir a un Dembélé, que se enfrentó a auténticas bestias físicas y no pudo desbordar como en él es habitual.

El partido comenzó con un Barça mandón, pero le salió un OL respondón que en dos zarpazos obligó a Ter Stegen a sacar lo mejor de si, en dos paradas de mucho mérito. Una vez pasadas las dos llegadas galas, el Barcelona intensificó el dominio, con una presión que forzaba muchas pérdidas en campo propio de los medios franceses, acortando el camino hacia el gol, pero se fallaba en el último pase, en el remate y hay que reconocer que la defensa francesa estuvo muy acertada al tapar múltiples remates del equipo que esta vez vestía de amarillo. Y es que el Barça jugaba cómodo y encontraba ventajas en campo contrario, pero los delanteros, Messi incluido, estaban extrañamente descoordinados. Así se llegó al descanso.

El comienzo de la segunda mitad trajo para mi los peores momentos del Barcelona, en un primer cuarto de hora con juego demasiado partido y sin control que igualaba las fuerzas. Sin embargo, a partir de la entrada de Coutinho, el juego se serenó, se volvió a jugar al ritmo que marcaba Busquets, que se reencontró con su mejor versión en la vuelta de la Champions, y se sucedían las llegadas, algunas bastante claras ante la portería de un Anthony Lopes que se tenía que multiplicar con el paso de los minutos. Messi no acababa de estar acertado y Luis Suárez desesperaba al barcelonismo con una de sus noches muy aciagas.

En resumen, tras más de una veintena de tiros a puerta el Barça sigue peleado con el gol. Procupante tendencia en los últimos partidos, con un gol, y de penalti como botín atacante. Se consigue el peor de los buenos resultados, pero se decide todo en el Camp Nou, con un equipo, el francés, al que ya se le hizo muy largo el partido en casa, situación que debería agravarse en su visita al Camp Nou. Como contrapunto, decir que cualquiera de sus resultados obtenidos fuera de casa en esta Champions deja fuera de la competición al Barça. Habrá que andarse con ojo, porque además vuelve el mejor de ellos, Nabil Fekir, un fenómeno que sí que me encanta, no como los que han ido anunciando como futuribles.

martes, 19 de febrero de 2019

Liga 2018-19. Jornada 24. Barça-Valladolid. Homenaje a la renovación del Valverde con otro partido discreto.

La semana iba avanzando con la ausencia de partidos entre semana por primera vez desde Año Nuevo, de manera tranquila en el Barça, hasta que el viernes a primera hora de la mañana saltaba la noticia desde el club: Ernesto Valverde renovaba por otro año con opción a un segundo, cerrando de golpe los comentarios y esperanzas que se venían sucediendo en el entorno azulgrana acerca del futuro entrenador del Barça. Bartomeu ha encontrado su entrenador ideal: discreto, que transige como buen hombre de club, buen entrenador no se puede negar, y según nos filtran muy considerado por los pesos pesados del equipo. Pero también cortoplacista, conservador y falto de audacia. Para mi, los tres defectos opacan el resto de sus virtudes a día de hoy. Fue un grandísimo gestor de la escasez del Barça del año pasado tras la marcha de Neymar, pero no le veo capaz de dar el salto una vez recuperado el pulso y ya dado de alta.


El primer partido tras su renovación, visitaba el Camp Nou el Valladolid de Sergio González en quizás el peor momento de su temporada. Con las curvas que se aproximan (Lyon, Sevilla y Madrid por partida doble), Valverde optó por reservar a algunos de los titulares más cargados de minutos como Lenglet, Rakitic y Luis Suárez. Vermaalen, Aleñá y Boateng ocupaban sus lugares. De las pocas noticias buenas del partido es la cada vez más obvia adaptación de Aleñá al equipo. Tanto como para que se quede ya en el once sine die. Y también, el buen tono fisico de Dembélé tras volver de lesión, a falta de ajustar su último regate de nuevo.

La primera parte fue muy insulsa, con poco que destacar. Hasta que la BP, a la salida de un corner, perdió un balón impropio en un pase horizontal que devino en un contraataque en superioridad pucelana muy mal resuelta, y que de vuelta, Ter Stegen muy vivo devolvió el golpe, y Piqué, que no había podido volver, se encontró en la frontal para disparar en franquía, y fue agarrado por detrás. Penalti señalado y certificado por el VAR, que Messi trasformó magníficamente pese a que Masip, que le conoce bien, le había adivinado el lado. Al descanso, 1-0, y poco más.

Ya en la segunda, el Valladolid empezó a diluirse defensivamente, y Masip empezó un recital enorme en su portería, manteniendo a su equipo en el partido ante unos desacertados Boateng, Suárez que le sustituyó, y Messi, al que incluso le paró un segundo penalti, mucho menos ajustado que el primero, y por lo tanto parable en caso de ser adivinado, como fue el caso. El Valladolid ni siquiera hizo mancharse los guantes a Ter Stegen, y se llegó al final del partido con un pírrico y discreto, pero corto en función de las ocasiones 1-0.

Al final, la campanada del Girona en el Bernabéu el domingo a la hora de misa convirtió el discretísimo partido en una jornada extraordinariamente provechosa que encarrila casi definitivamente la Liga para los intereses azulgranas, justo en el momento en que vuelve la Champions, y tendremos la oportunidad de comprobar si el equipo es capaz de volverse a enchufar como ha hecho en los partidos exigentes durante toda la temporada, también hay que decirlo.

Y pese a fallar un penalti, la BP sigue alimentando el Bestiapardómetro para los amigos del #FutbolEnTeletexto.


miércoles, 13 de febrero de 2019

Liga 2018-19. Jornada 23. Athletic-Barça. Empate y gracias a Ter Stegen ante un bullicioso Ahtletic

El partido de la pasada jornada es de esos que me pilla jugando. Sí, a mi edad, todavía jugando. Porque más allá de un compromiso familiar ineludible como ante el Valencia, lo que realmente me hace perderme los partidos del Barça es que me coincidan en horario con los de mi equipo, el Sallema. Esta vez, el partido acababa justo a la hora de comienzo en San Mamés, así que apenas me perdí el primer cuarto de hora, y entre cervezas y comentarios sobre el partido recién terminado (en derrota desgraciadamente), llegamos al descanso viéndolo en el bar. De ahí a casa, para perdernos lo mínimo de la segunda parte, que fue, precisamente lo mejor del Barça en todo el partido. Así, que fue un partido visto a retazos.


Tras los dos empates en el Camp Nou ante Valencia en Liga y Real Madrid en Copa, el Barça visitaba el nuevo San Mamés (qué campo más bonito, por cierto) sabiendo ya que su nuevo perseguidor eran los merengues, que habían dado buena cuenta del Atleti en el Metropolitano en un derby más lleno de polémica que de fútbol. Valverde volvía al estadio que tantos años le acogió, tanto en el césped como en el banquillo, y dispuso una alineación incluyendo ya a un todavía algo reservado Messi.

La alineación estaba marcada por dos ausencias. La primera, la del arma más devastadora que tiene el Barcelona para atacar el espacio, Jordi Alba y su A-18. La acumulación de tarjetas obligaron a situar a Semedo a pierna cambiada, pese a haberse llevado a Miranda, al que dejó en la grada en una incomprensible decisión. Semedo estuvo más que correcto, pero nunca pudo replicar ni parcialmente la amenaza que supone la motocicleta de L´Hospitalet. La segunda, por lesión y por un tiempo mayor, la de Arthur, que dejaba huérfano el mediocampo de centrocampistas de toque y asociación. Rakitic y Vidal copaban los interiores para dolor de ojos de los líricos como yo.

El Athletic empezó el partido con mucha intensidad y presión, como no podía ser de otra manera, encomendándose a los valores propios que se pueden esperar de un equipo del Athletic: fuerza, garra y velocidad. Durante buen rato se hicieron acreedores de un gol que les pusiera en ventaja, pero nuestro alemán con guantes no estaba dispuesto a permitir ultraje alguno a su marco. Nos dejó una parada para la posteridad por su belleza en un vuelo a mano cambiada con el cuerpo extremadamente arqueado para palmear a córner un gran disparo de Susaeta. Y también negó a Raúl García una semichilena desde dentro del área. El Barcelona apenas despertó al final con un par de arreones de Messi, con balón al larguero incluido en globo, y un par de pases de la casa. Poco, muy poco.

Sin embargo, el arranque de la segunda parte fue diferente. El Barcelona comenzó a controlar el balón de manera asidua en el último tercio del campo, pese a la falta de finura de sus interiores, especialmente un Vidal muy desacertado en la ejecución. Su cambio por Aleñá hacía presagiar todavía un mayor dominio territorial azulgrana, pero en ese momento Gaizka Garitano decidió hacer entrar al jugador que cambiaría el resto del partido, Iker Muniaín. El pequeño mediapunta dio la pausa necesaria al equipo con el balón y a la vez la aceleración precisa para volver a poner en aprietos al infranqueable Ter Stegen, que se sacó una parada todavía más salvaje que la de la primera parte, sacando un brazo fuerte imposible en mano a mano con Iñaki Williams. Pese a la entrada de Dembélé en el campo, ya recuperado de su lesión, el Barcelona no mostró en ningún momento peligro suficiente como para pensar en llevarse el partido.

Al final, el empate no puede considerarse un mal resultado, y más viendo el desarrollo del partido, pero deja un poso de preocupación, sobre todo referente al verdadero desgaste que un año más haya podido dejar la Copa en una plantilla, con media docena de jugadores clave por encima de la treintena. Esperemos acontecimientos, y aprovechemos esta semana completa de descanso competitivo hasta la llegada el sábado al Camp Nou de un Valladolid en quizás el momento más delicado de toda la temporada.

viernes, 8 de febrero de 2019

Copa del Rey 2018-19. Semifinal. Ida. Barça-Madrid. Empate que deja satisfechos a todos

Cada vez que hay un Barça-Madrid o Madrid-Barça al que no puedo ir al campo, ya sea Copa, Liga o Champions, paso siempre por los mismos escenarios. Es mi día de la marmota particular. Soy una repetición compulsiva de aquel magnífico anuncio que hizo para el Mundial de Sudáfrica Mahou, por otro lado la cerveza que me lleva acompañando toda la vida, desde que jugaba a las chapas con las que me daban en el bar de debajo de casa de mi abuelo en Ponzano, hasta mis quedadas actuales, ya diurnas en horario infantil, de cañas con los amigos. Me van surgiendo diferentes planes para ver el partido. Esta vez #MisVikingos se iban a juntar y podía ser una buena ocasión para rodearme con el enemigo. Pero al final, siempre acabo llamando a mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, para verlo juntos. Esta ida de semis de Copa la vimos en mi casa para que pudiera aprovechar el pre-partido y ejercer un rato de yayo con sus nietas.


Y así, con la niñas cenando, empezó el partido en el Camp Nou. Valverde, inesperada pero acertadamente para mí, dejó a la Bestia Parda en el banquillo, y a cambio, puso en el campo al casi inédito Malcom, que sorprendentemente se convirtió en uno de los hombres del partido, formando junto a Semedo, otro de los destacados, la banda que monopolizó la atención, en ambas direcciones durante buena parte del partido. Solari, por su parte, que había estado filtrando la posibilidad de hacer jugar a Marcos Llorente para neutralizar a Messi, decidió que entraría en el partido intentando mandar. Y el Barça, no sé si por convicción o incapacidad de evitarlo, se lo permitió. El resultado, 0-1 antes de los diez minutos, y el objetivo que el segundo de Valverde, Aspiazu, había comentado de marcar sin recibir, al garete.

Siempre se suele decir que Barça y Madrid son vasos comunicantes, que cuando uno sube el otro baja, y este partido fue un paradigma de este tópico. Comenzó el Madrid muy fuerte, tanto en dominio de juego como en el marcador, pero cada cuarto de hora de la primera parte, el juego azulgrana se iba imponiendo, y la amenaza madridista asentada en el juvenil entusiasmo de un buen Vinicius que pecó de inocente en alguna acción clara pero hizo un buen partido a mi modo de ver, y sobre todo en un Benzema, que posiblemente se encuentre en el mejor momento de su carrera, iba reduciéndose a salidas cada vez más esporádicas, pero indudablemente peligrosas. También ayudó a la mejora azulgrana y a la consolidación de su dominio, la docena de balones que durante la primera parte, fueron, no ya rifados, sino directamente devueltos a dominio azulgrana por un Keylor Navas, que es un portero de otro tiempo. En cualquier caso, esa mejora azugrana no se vio reflejada en el marcador, y llegamos al descanso con ventaja visitante.

La segunda parte acrecentó el dominio culé, inclinando el campo ya sin dejar salir en el primer cuarto de hora al Madrid prácticamente de su campo. Y en una jugada, también con sucesión de errores de la zaga madridista, Malcom, tras disparar al poste Suárez un rechace de Keylor a incursión de Alba, marcaba el empate, poniendo la guinda a su actuación, también de menos a mas como el equipo, aunque indudablemente ayudada por la lamentable puesta en escena de un Marcelo en las antípodas de lo comentado sobre Benzema. Tras el empate, entró Messi, y el Madrid dio un par de pasos atrás más. Sin embargo, me pareció que tras disparar una falta desde la frontal, algo debió notar el rosarino, porque jugó el resto del encuentro con el freno de mano echado. Esto ayudó en el último cuarto de hora al Madrid a volver a igualar la contienda, e incluso a tener una clarísima ocasión desperdiciada por un Bale que no parece haber conseguido heredar la poltrona que dejó huérfana Cristiano con su fuga a Turín.

Los últimos compases fueron muy tranquilos pese a lo apretado del marcador, quedando claro que todos quedaban satisfechos con dirimir la contienda en el Bernabéu en unas semanas. Los locales en la esperanza de recuperar a un Messi al 100% y a un Dembélé, que visto lo visto con Marcelo, podría haberle hecho trizas de haber podido participar en este encuentro. Y los visitantes, tras el correctivo recibido en la Liga, creen ver certificada su mejora con Solari, además de jugársela, con unas semanas más de afianzamiento del proyecto, ante su afición, aunque sea en el Jardín de Messi.


miércoles, 6 de febrero de 2019

Liga 2018-19. Jornada 22. Barça-Valencia. Remontada incompleta ante el rival más duro en el Camp Nou

Si preguntas a cualquier futbolero sobre la diferencia entre ver un partido en directo y en diferido, te dirá que no hay color. Y da lo mismo que hayas estado enclaustrado sin contacto alguno con el exterior, y sin posibilidad de conocer nada del desarrollo del partido, no ya del resultado final. Yo creo que esa diferencia está ocasionada en que cuando ves un partido en diferido, ya sabes que el mundo no solo no se ha acabado, sino que no ha cambiado un ápice de cómo lo habías dejado antes de empezar el encuentro, y eso le despoja de todo aire de trascendencia que solemos darle a los partidos.


El pasado sábado, yo tenía "sarao" familiar, y me era imposible ver el partido, así que pretendía verlo con la tranquilidad de la noche en casa, disfrutando de cada instante del encuentro. Sin embargo, ante la posibilidad mínima de poder ver la segunda parte, aunque fuera en un móvil, no pude resistirme. Lo primero que ví fue un 1-2 inquietante, pero no inesperado. Y me pasé los segundos cuartenta y siete (sí, solo descontó dos el ínclito Undiano) minutos de la segunda parte con el móvil en la mano junto a mi sobrino pre-adolescente, follower de mis crónicas y madridista, aunque admirador de la Bestia Parda hasta el punto de preguntarle a su padre si podía ser del Madrid y que le gustase mucho Messi.

El Valencia, como adelanté en mi podcast del Estadi Johan Cruyff la semana pasada, me parece el rival más incómodo y de mejor trayectoria en el Camp Nou de todos los que han venido pasando por el santuario blaugrana en la última década gloriosa liguera. Ha arrancado victorias y empates con asiduidad, y siempre ha complicado el partido para los azulgrana salvo en una ocasión que se llevó un poker de Messi, y en otra que se llevó un hat-trick también de la BP. Además, cuenta con un jugador, cuyo estilo siempre le hace brillar en el coliseo azulgrana: Dani Parejo. Y el sábado no fue una excepción, el de Coslada dio un auténtico clinic, culminado con su gol de penalti, perfectamente lanzado al lateral de la red de Ter Stegen, que no tuvo opción alguna pese a adivinar la dirección del lanzamiento. A Parejo, esta vez se unieron un Rodrigo que va recobrando la forma que le llevó al Mundial de Rusia, y Neto, un portero de gestos extraños pero sumamente efectivos para evitar que los balones de toda índole acaben alojados en las redes que defiende y que evitó con no menos de media docena de intervenciones la remontada culé.

Esta remontada estuvo forzada por el acertado planteamiento de Marcelino, que ya a los dos minutos había requerido del máximo acierto de Ter Stegen y de la ayuda posterior de su poste para mantener el resultado inicial. El Barça, llegaba arriba también, pero cada salida valencianista era una amenaza, que acabó por confirmarse en una contra majestuosamente llevada por Rodrigo que filtró  para que Gameiro fusilara esta vez sí a MAtS. El Barça se rehizo con unas cuantas llegadas, pero aprovechando que Piqué estaba siendo atendido por un choque de cabezas que acabó con Gameiro conmocionado y sustituido, un centro lateral de Cherychev pilló descolocada a la defensa azulgrana, y Sergi Roberto empujó dentro del área para ser castigado con un penalti que como arriba hemos mencionado fue traducido en el segundo gol por Parejo.

Llegaron unos minutos de cierta perplejidad azulgrana, pero una incursión de un Semedo muy incisivo en los cuarenta y cinco minutos que jugó acabó en penalti, pese a que apenas unos segundos después, Messi había alojado ya la pelota en la escuadra de Neto. El penalti, fue, en cualquier caso, transformado por Messi con mucha tranquilidad. De ahí al descanso un aluvión en el que Sergi Roberto se encontró con el palo que evitó su resarcimiento tras su torpe proceder en el penalti. Pero al descanso se llegó por detrás en el marcador, aunque con la esperanza de poder revertir una situación menos traumática de lo que diez minutos antes parecía.

El comienzo de la segunda parte fue, a mi gusto, de los mejores cuartos de hora de la temporada. El Valencia, aculado por completo delante de un Neto que tuvo que emplearse a fondo ante la delantera azulgrana. Fue un asedio en toda regla, con robos que ni siquiera dejaba un par de segundos el balón en pies de los jugadores valencianistas, con todas las camisetas azulgranas defendiendo hacia adelante, centrales incluidos, que robaban en las posiciones teóricas de los interiores. Se mascaba el empate. Pero antes de que ocurriera, el Valencia tuvo dos ocasiones muy claras y casi consecutivas de sentenciar el choque, a pies de Rodrigo que no pudo poner la guinda a su gran actuación con un gol. De hecho, en la siguiente jugada del segundo susto valencianista, tras un rebote en una incursión suicida de Suárez, Vidal rebañó el balón para cedérselo a Messi, quien sin posibilidad alguna de encontrar puerta directamente, utilizó a los 3 defensas blancos que le tapaban con una doble misión; primero como referencia para lanzar un balón combado por fuera de la muralla defensiva, y segundo como tapón para que Neto no pudiera ver salir el balón de su pie, y se acabar alojando en las mallas.

Justo en ese momento, vinieron dos circunstancias que acabaron con la posibilidad de terminar la remontada. Por un lado, Aleñá, que cuajó un grandísimo partido como interior derecho, acercándose a Messi, amenazando siempre con pases, controles y conducciones agresivas, era incomprensiblemente sustituido por Arthur, cuando el cambio era evidente que debía haber sido el alocado Vidal, que volvió a mostrar su pulsión hiperdinámica en el medio y el ataque azulgrana, ensuciando más que cualquier otra cosa el juego de ataque posicional azulgrana. Y por otro, el golpe que sufrió Messi en el muslo, que le obligó a ser atendido de urgencia en la banda ante el acongoje generalizado, y pese a aguantar sobre el campo redujo considerablemente la presión del émbolo azulgrana sobre la meta valencianista, dejando escapar dos puntos, que tras la derrota del Atleti en el Villamarín al día siguiente, no fueron tan dolorosos como en principio parecía, y más aun cuando se supo que el problema de Messi fue apenas un doloroso golpe.

Ahora toca pensar en la Copa, donde nos espera el Madrid redivivo de Vinicius y Benzema, y que ha pasado de considerar la competición, un chupito sin importancia los únicos cuatro años a seguramente convertirlo en el gran objetivo del año, si, como parece no le llega para pelear la Champions de ninguna de las maneras este año.

Mientras el lastimado Messi, siguió sumando para el Bestiapardómetro con su doblete, dejándolo como sigue:



viernes, 1 de febrero de 2019

Copa del Rey 2018-19. Barça-Sevilla. Locura, descontrol y momentos sublimes en una gran remontada

Voy a empezar mis impresiones con una cuestión que quizás sea inesperada. Yo he vivido siempre en territorio comanche, mis visitas al Camp Nou, aunque casi alcancen la cincuentena, diría, han sido excepciones maravillosas que he disfrutado con fruición, sin dosificarme en absoluto, y que siempre me han parecido pocas y cortas. Es quizás una de las grandes cuentas pendientes de mi vida, poder ir con asiduidad a ver al Barça jugar en casa. Por eso, me hierve la sangre, cuando, como el miércoles, con una invocación expresa por parte del mejor jugador de nuestra historia, la Bestia Parda, a acudir a apoyar al equipo, veo un estadio con apenas 58.000 espectadores. ¿Qué coño hacíais los que os quedasteis en casa si no es por una razón de fuerza mayor? Esos 40.000 desertores deberías vivir avergonzados, y me alegro que muchos de vosotros os arrepintiérais de no haber vivido en directo otro partidazo del también mejor equipo de la historia que lleva una década larga dándonos alegría y haciéndonos disfrutar regularmente cada tres días. Llegarán tiempos oscuros, y os arrepentiréis todavía más de haber sido tan injustos, comodones y desagradecidos en noches como la del miércoles.


Valverde y sus once guerreros no se dieron por aludidos, y salieron ya desde el minuto 1 por todo y con todo. El once más titular que se podía presentar se presentaba en el verde y acogotaba desde el comienzo al Sevilla, que apenas podía achicar balones con su defensa de tres centrales y un stopper por delante. Se sucedían las llegadas a las inmediaciones de un portero casi novel, Soriano, que ya daba alguna muestra de nerviosismo. Así, a los poco más de diez minutos, Messi recibió en la frontal, muy marcado y, al armar la pierna dio al muslo de Promes, y acabó golpeando el césped. Para mi penalti claro. Estúpido, pero claro. Enseguida, el propio Messi, en una demostración de lo que es un capitán, sin necesidad de sobreactuaciones gestuales, gritos o arengas, le dijo a Coutinho que lo tirase con la intención de volver a embarcar al brasileño en la dinámica del equipo. Coutinho lo lanzó fuerte y ajustado. Gol, pese a la gran estirada de Soriano que adivinó la dirección del disparo. La primera piedra de la remontada estaba ya colocada.

La siguiente tuvo como protagonista al hombre de la Copa en el Barça: Jasper Cillessen. Un monumental portero, que ejerce de manera ejemplar de suplente, tanto en el banquillo como cuando tiene que salir. Siempre acertado y decisivo, sea en León ante un 2ªB, o en la final de la Copa del Rey. Estamos hablando de un tipo que sin duda es Top-10 mundial, y que aquí es y asume ser el portero suplente. Es algo tan excepcional como insostenible. El holandés merece que se le deje volar si ese es su deseo; creo que convenderemos todos. En dos intervenciones, la primera a taconazo genial del André Silva, en quizás una de las paradas de la temporada, salvando al palo un gol seguro, y un minuto después, superando su teórica gran debilidad que son los penaltis, pues nunca hasta este partido había parado uno en partido oficial en su carrera. Adivinó la intención de Banega, y puso no la siguiente piedra, sino todo un muro para apuntalar la remontada.

El Barça seguía afilado, con un Arthur especialmente vertical, como se demostró en el segundo gol antes del descanso, en un pase filtrado hacia Rakitic, que el croata desvió lo justo para despistar a Soriano, y empatar la eliminatoria al ecuador del partido. A la vuelta de vestuarios, un vendaval. Coutinho de nuevo, en plancha como si de un panzer alemán se tratara y Sergi Roberto, el goleador de las remontadas, tras asistencia inexistente para cualquier otro que no fuera la BP, ponían tierra de por medio con 2 goles. Sin embargo, remontar tan pronto creo que desconcentró un tanto al equipo, que no tuvo muy claro durante algunos minutos qué hacer.

Así, tras un error muy inhabitual de Cillessen con el pie, el Sevilla montó una rápida jugada de ataque que acabó Arana con un gran disparo inalcanzable para el holandés. El Sevilla volvía a la eliminatoria, pues un gol más les clasificaba para semis. Valverde, que esta vez creo que estuvo lento con los cambios, sacó a Vidal por Rakitic en una apuesta clara por el intercambio de golpes, y después a Semedo por Coutinho, en un cambio algo más conservador que llevó a Sergi Roberto a jugar por banda izquierda casi de extremo. El Sevilla se aproximaba pero las ocasiones claras eran azulgranas. Messi, falló un gol impropio, a bocajarro, en una intervención milagrosa esta vez de Soriano, y el propio rosarino y Sergi Roberto tuvieron la sentencia.

Ésta llegó casi en el descuento en una contra que Alba, una vez más Alba se encargaba de llevar hasta línea de fondo para con un grandísimo y complicado centro dejar que Luis Suárez, pusiese una guinda a su extraordinario partido jugando de espaldas y habilitando compañeros. Pero la traca final fue otra, y ya en el descuento una jugada maravillosa, que rememoró al más talentoso "Rugby Champagne" francés. Suaréz, Piqué, Alba y finalmente Messi entrelazaron una serie de paredes utilizando todas las superficies del pied para acabar dejando a la Bestia Parda al borde del área pequeña con el balón controlado, y ésta vez sí, marcar a placer para cerrar un partido que pone en valor a este equipo, y a su voracidad competitiva desde el gusto estético.

Fue un partido tácticamente mejorable, falto de control en muchos casos, abriendo la posibilidad al rival para volver a la eliminatoria, con fallos individuales cuantiosos por parte azulgrana, pero fue una gozada para el espectador neutro con seguridad, y una vez asegurada la clasificación para el culé en particular. Fue un partido más propio de los mejores tiempos del Barça de Luis Enrique que del de Valverde, mucho más calculador, pétreo y por qué no decirlo, cicatero. 

Un gran partido que nos deja vivos en Copa, donde nos espera el Real Madrid, que esta vez sí, hemos tenido la fortuna de enfrentar tras un sorteo. Eso que llevo yo años pidiéndome para Champions, ha caído en Copa. ¿Estaré equivocado? Veremos, pero lo que es seguro es que será intenso. Como dijo Pep Guardiola en 2008 el día de la presentación del equipo en el Camp Nou: "abróchense los cinturones".

Como siempre cerramos con la actualización del Bestiapardómetro, con un gol y una asistencia más, más el penalti sufrido que yo cuento como asistencia también.