martes, 30 de abril de 2019

Liga 2018-19. Jornada 35. Barça-Levante. Campeones con gol de la BP como no podía ser de otra forma. 8 de 11.

La primera Liga que yo viví, no es que me pillara andando y hablando, ni siquiera sabiendo leer y escribir, sino que ya podía abordar la mayoría de las operaciones matemáticas que puede realizar una calculadora, empezaba ya a estudiar sintáxis y una segunda lengua extranjera en la España de los 80. Mi hija mayor de siete años, ya ha vivido 5, mi mediana de 5 ha celebrado conmigo 4, y la pequeña, que tiene 2 años, ya lleva 2 Ligas. Este contraste es lo que nos trajo Johan Cruyff en un principio, quien nos empezó a acostrumbrar a esa felicidad cotidiana que el advenimiento de Leo Messi ha sublimado. 8 de 11 rezaban las camisetas conmemorativas (ya convenientemente encargadas como regalo tardío de Sant Jordi), en un acierto por parte de los responsables de marketing blaugrana, desafortunadamente eclipsados por una deslucida y ñoña celebración al final del partido.


El Barça se encontraba ante su primer match-ball a la Liga, tras haber conseguido el Atlético vencer en sus dos anteriores envites ligueros. Esta vez, estaba en la mano de los azulgrana finiquitar la Liga, cuestión más que conveniente ante la inmediata semifinal de Champions que siempre es recomendable que ocupe la totalidad de la atención del equipo para poderla afrontar con las mejores garantías. Valverde quiso de nuevo reservar a Messi, dejando a Suárez en punta junto con una especie de casting para ver quién será el acompañante del uruguayo y el argentino ante el Liverpool. Coutinho y Dembélé, volvían a coincidir en bandas y debían competir por el puesto, junto con el lateral derecho, quizás más abierto del once de gala azulgrana. En el medio campo también descansaba Busquets, repitiendo el centro del campo que una semana antes tan poco acierto tuvo ante la Real Sociedad en el Camp Nou.

El Levante, por su parte, parecía que rotara a su pareja atacante, pues tanto su goleador Roger, como su gran estrella el Comandante Morales comenzaban el choque desde el banquillo. Aun jugándose la vida, los granotas priorizaban sus dos próximos choques ante rivales directos como Rayo y Girona a la muy improbable consecución de algún punto en el Camp Nou. Pero siempre pueden contar con la más que segura buena actuación de su portero Aitor, que se trasnforma en una especie de Lev Yashin cada vez que se enfrenta al Barça, cuajando siempre magníficas actuaciones. Esta vez no sería menos.

El partido empezó con un Barça muy activo e incisivo, exigiendo desde el principio a la ordenada defensa levantinista. Suárez, Coutinho y en menor medida Dembélé, llegaban a las lindes de la portería visitante y parecía cuestión de tiempo el gol azulgrana. El juego se iba diluyendo, pero no las llegadas, y el Levante, no es ya que no llegara a Ter Stegen, es que ni siquiera pasó de medio campo en toda la primera parte en el Camp Nou. Pero con 0-0 se llegó al descanso.

Valverde, al final, parece que tenía muy claro el casting de la delantera, y cambió a Coutinho en el descanso, en una inequívoca señal de quien será el titular ante el Liverpool. En su lugar, para alegría de la parroquia, salió la Bestia Parda, y tardó un cuarto de hora en poner las cosas en su sitio, tras asediar la meta granota, cazó un balón suelto en el área, recortó con la izquierda y a la velocidad de la luz ajustó con la izquierda a la base del poste para poner por delante al Barcelona en lo que a la postre sería el gol que decidió el Campeonato de Liga.

Sin embargo, de ahí al final, el Levante se despertó y empezó a llegar a la meta de Ter Stegen, si bien concediendo huecos atrás que en cualquier momento podían sentenciar el partido. Pero el Barça no acabó de apuntillar a su rival, y sufrió un par de sustos mayúsculos con un mano a mano desperdiciado por Morales, que entró como Messi tras el descanso; y sobre todo un remate del también sustituto Bardhi en el descuento, que entre el poste y Ter Stegen consiguieron con un punto de suerte dejar a buen recaudo los tres puntos que significaban la consecución del título.

Acabó el partido, con festejos espontáneos de jugadores con sus familiares, hasta que un bastante flojo speaker junto con una canción bastante ñoña e inadecuada para el momento que se estaba viviendo, acabaron con la euforia de la grada y el campo, que ni siquiera un animado Gerard Piqué consiguió reanimar. Una pena que una celebración organizada echara al traste con la eufórica celebración de un Camp Nou casi lleno. Cosas del marketing.

Para terminar, me gustaría dejar un dato muy sintomático. Antes de la llegada de Johan Cruyff al Barcelona como entrenador en 1988, se habían ganado 10 Ligas desde la primera de 1929, precisamente ganada por el Barça. Desde su llegada, son 16 en menos de 30 años las que hemos celebrado, lo que deja una señal inequívoca de lo que significó Cruyff para espantar los demonios de un club perdedor. Demonios que definitivamente ha ahuyentado un Leo Messi, que ha ganado 10 de las 15 Ligas que ha jugado, perdiendo otras 3 en la última jornada, en la demostración de la bestia competitiva que estamos disfrutando todos los culés, y que nos ha afianzado en este felicidad cotidiana que personalmente tanto agradezco en mi visión hedonista del fútbol, y que también expresa esa camiseta con el "8 d´11" que en breve ocupará mi armario.

Además, mientras consigue Ligas y nos hace felices, la BP sigue engrosando su #Bestiapardometro hasta llegar a niveles de nunca nadie a final de abril:



lunes, 29 de abril de 2019

Liga 2018-19. Jornada 34. Alavés-Barça. Victoria el día que Aleñá echó la puerta abajo definitivamente

El Barça visitaba Mendizorroza en jornada intersemanal, con la posibilidad de poder acercarse más al título de Liga, o incluso ganarlo si perdía el Atlético ante el Valencia en su campo. El Alavés, por su parte, que viene perdiendo fuelle en el último mes y medio, tenía una oportunidad de dar una alegría a su público, e intentar reengancharse a la lucha por esos puestos europeos que ha venido merodeando desde comienzo de la Liga.


Valverde con las miras puestas ya claramente en las semifinales de Champions comenzó a rotar a los jugadores más cargados de minutos en las piernas, dejando directamente en Barcelona a Rakitic, y en el banquillo a Messi, Alba y Arthur. Esto abrió la posibilidad de inaugurar el casting para el acompañante de la pareja Messi-Suárez ante el Liverpool, con Coutinho y Dembélé en las bandas del frente de ataque.

También permitió ver a Aleñá en un perfil novedoso en el primer equipo, el de interior izquierdo. Se suele decir que para que un canterano se consolide en el primer equipo, lo que debe de hacer es derribar la puerta del vestuario demostrando un nivel indiscutible. Esto precisamente es lo que consiguió Carles Aleñá en la noche de Mendizorroza. Comenzó dando un clinic liderando la circulación de balón del equipo en mediocampo a base de dar continuidad desde el interior, aprovechando sus extraordinarios controles orientados que ya le dejaban en ventaja para continuar la jugada, a la par que siempre hacían inalcanzable el cuero a los rivales, al utilizar la pierna alejada en los mismos. Y esa continuidad se colmaba de veneno cuando un compañero le habilitaba una salida en vertical, y Coutinho y Sergi Roberto, jugando por la izquierda se beneficiaron de pases en profundidad que dotaban a la jugada del cambio de ritmo que transformaba la circulación de balón en ocasión de gol.

Mientras, en el casting de delanteros de banda, Coutinho se mostraba mucho más participativo que Dembélé, quien no acaba de encontrarse tras la lesión. El brasileño combinó con continuidad y acierto tanto con sus compañeros de carril, como con los centrocampistas y con Suárez, al que dejó solo nada más empezar el partido. Sin ser un partido para volverse locos, está más que claro que Coutinho es ya uno más en el barco azulgrana de este final de temporada. También se apreciaba una mejora en Arturo Vidal, mucho más responsabilizado cerca de Busquets, y limitando sus pulsiones anárquicas que habitualmente manchan su aporte al equipo, peses a la adhesión inquebrantable que parece haber conseguido por una buena parte del Camp Nou.

Se llegó al descanso sin goles, pero con un gran dominio, bastante llegada y sin sufrir un mínimo sobresalto nuestro portero alemán, un espectador más, pues ni siquiera precisaba de participar en la salida ante la ausencia de presión del equipo babazorro. Los laterales Semedo y Sergi Roberto, cambiaron los carriles, y casi en la primera acción del de Reus en banda derecha, metió un balón en el área que, una vez más, dejó pasar de manera inteligente Luis Suárez, viendo la llegada desde segunda línea de Aleñá que definía con tranquilidad y precisión para ponerle un broche a la quizás su primera actuación sobresaliente, estamos seguros de muchas, en el primer equipo del Barcelona. 0-1, y partido más que encarrilado.

Todavía más se encarriló, cuando en la jugada de un gol anulado al Barça por fuera de juego de Umtiti, el VAR apreció que anteriormente existió una mano en el área alavesista, que devino en un penalti, eficamente transformado por el "uruguasho". Para mayor desgracia local, Messi entró en el campo, y estuvo a punto de marcar un tercer tanto que entre Pacheco y el poste evitaron. De ahí al final, infructuosas intentonas alavesistas de marcar el gol del honor que no evitaron una portería más a cero de MAtS, gran noticia de los últimos partidos con vistas a la fase decisiva de la Champions.

Messi, por su parte, en media hora apenas tuvo oportunidades, pero sí que pudo mover ligeramente el #Bestiapardometro con su remate al palo.




viernes, 26 de abril de 2019

Liga 2018-19. Jornada 33. Barça-Real Sociedad. Victoria en mi reencuentro con el Camp Nou

Vivir a 600 kilómetros del campo de tu equipo de fútbol es una putada. No nos vamos a engañar. Si yo tuviera posibilidad, me encantaría ser un asiduo del Camp Nou, y poder haber disfrutado en directo todos estos años de triunfos, de Messi, pero también aquellos primero años de levantarrecopas en los 80, cuando se festejaban las Copas del Rey como las Champions de hoy en día. Sin embargo, esta escasez de oportunidades de acudir en directo a ver a mi equipo de local hace que sean mucho más especiales las ocasiones en que puedo paladear esa experiencia durante cada temporada. Suele ser a principios de temporada, en verano o en Semana Santa cuando se me presenta la oportunidad, cada año, de poder volver al Camp Nou.


En casa solo tenemos un abono, y como es lógico debe disfrutarlo su titular, el primigenio Culé de Chamberí. Pero a los dos nos gusta ir juntos al partido, así que hay que pagar por una entrada. Esta vez, a comienzo de semana, no había localidades libres en la web del Barça, pero sí en Viagogó, la plataforma de reventa de entradas con la que siempre se ha relacionado al ex-presidente Sandro Rosell. Sin embargo, una vez llegué a casa de mis padres en Cambrils, volví a comprobar, y esta vez sí que había posibilidad, incluso en la misma fila y boca en la que tiene mi padre el abono. Luego, al final, siempre nos las apañamos para sentarnos juntos, eso es verdad. Al nada módico precio de 94€, siendo la entrada más barata, pude conseguir una entrada para ver el partido contra la Real Sociedad.


A media tarde, y con amenaza de lluvia, nos dispusimos a coger el coche camino de Barcelona, como tantas otras veces hemos hecho. Pasamos por las obras del nuevo Estadi Johan Cruyff, que parecen bastante avanzadas, y entramos como habitualmente por la Diagonal, para intentar buscar aparcamiento en la zona de Pedralbes, aunque esta vez, decidimos meterlo en el parking de la Illa, para evitarnos retrasos y podernos tomar la cerveza tradicional del Rala con toda tranquilidad. Mi padre, el primigenio, ya había tenido oportunidad el martes de tomar su cervecita allí antes de la victoria ante el Manchester United, en una liturgia que siempre nos ha traído buena suerte en los minutos previos a un partido en el Camp Nou.


Hacia las 20.15, con media hora de antelación, nos dirigimos al campo para subir en el ascensor hasta la tercera gradería, que mi padre ya tiene una edad y gusta de aprovechar los eso sí, escasos recursos de modernidad que le ofrece el vetusto estadio barcelonista, como el ascensor que lleva a la parte más alta del estadio en el fondo de la Travessera de Les Corts. Y ahí se acercaba ese momento siempre especial cuando subo las escaleras de la boca 529, para volver a ver en directo, el césped del Camp Nou que tan pocas veces tengo la suerte de contemplar. Llegamos con el tiempo justo para ver el final del calentamiento del equipo, con las apuestas de los jugadores en tiros de fuera del área ante Cillessen.

He tenido la fortuna de ver a la Real Sociedad en tres partidos anteriormente en el Camp Nou, y todos habían dejado un extraordinario recuerdo. El primero fue en Copa del Rey, en mayo de 1983; ganamos 2-0 y Maradona metió el que en mi recuerdo es el mejor gol que nunca he visto en directo, con un par de recortes dentro del área y casi sin ángulo sacarse una vaselina sobre Arconada que suavemente posó el balón en el lateral de la red del segundo palo, junto a la bolsa de guantes del portero vasco. El segundo, fue en verano de 1993, en el debut de Romario en Liga, con un hat-trick brutal del carioca servido por tres asistencias de Pep Guardiola, 3-0. Y la última, con el mismo resultado que el anterior, en la misma jornada de Liga, y con debut de otro brasileño, Rivaldo, en Liga, con un doblete de la nueva estrella culé.

Las expectativas eran altas por los antecedentes, pero ni la situación en Liga, ni los compromisos inmediatos se alineaban para repetir noche inolvidable. Valverde rotó a Busquets, dejando huérfano el mediocampo de control, pese a los esfuerzos de Arthur por enderezar la nave. El cansancio y el bajón de tensión tras la victoria en Champions entre semana, sumados a una Real Sociedad muy bien puesto sobre el terreno de juego, impedían ver un Barça fluido, y el partido era más bien soso. El Barcelona fue de menos a algo más, pero sin alardes, y tras salvar Ter Stegen un mano a mano, al final de primer tiempo Lenglet, al más puro estilo Rafa Márquez, remataba en el primer palo marcando los tiempos y haciendo inútil la estirada de un Rulli, bastante tranquilo hasta entonces.

La segunda parte empezó con una Real algo más animada y un Barcelona intentando administrar la ventaja a la espera de un segundo gol que finiquitara el partido. Sin embargo, un magnífico pase de Mikel Merino a la espalda de la defensa fue eficazmente cruzado por Juanmi a la salida de Ter Stegen. Quedaba media hora, y el equipo debía volver a meterse en faena. Y apenas necesitó un minuto, porque un pase de Messi a Alba, fue esta vez culminado por el lateral sin esperar la llegada de la BP, con la derecha y al palo largo, en un gran remate con su pierna derecha, la mala, que volvía a poner en ventaja al Barcelona. De ahí al final, poco más con algunas llegadas con poco peligro de ambos equipos, y una victoria por la mínima, que acerca aún más el título de Liga, que esperamos se consume antes de la eliminatoria de semifinales de Champions.

No se puede decir que fuera un buen partido, pero siempre me resulta especial volver al Camp Nou a presenciar en directo a mi equipo. A ver si tarda menos la próxima vez.

Por último, os dejo la actualización del Bestiapardómetro, con una asistencia más que sumar para los del fútbol de teletexto:´








jueves, 25 de abril de 2019

UCL 2018-19. Cuartos. Vuelta. Barça-United. Messi y De Gea sofocan el susto inicial y derriban el muro de los cuartos

Llegaba el partido de vuelta con un ambiente, que en esa parte oscura de mi culé más fatalista me hacían torcer un tanto el gesto. El cúmulo de indicios a favor que se iban presentando: victoria en el partido de ida sin ningún disparo, un United en caída libre, una racha record sin perder en Champions en el Camp Nou, un optimismo rozando la euforia en las redes sociales y en los medios... no hacían sino despertar en mi cierto recelo.


Afortunadamente, me llegó una llamada de mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, que aprovechaba las fechas festivas para, además de llevarse a mis hijas a la playa, acudir a presenciar en directo el partido. Me llamaba desde el Rala, un bar en los aledaños del Camp Nou, donde solemos tomarnos una cerveza siempre que vamos juntos a ver un partido a Barcelona. Un ritual que no conoce derrota, y que hizo que mi parte más supersticiosa desbancará a la fatalista atávica culé. Además, la pequeña que se quedaba en casa conmigo, se vistió con sus mejores galas azulgranas para ver con su papá el partido, antes de irse a dormir algo más tarde, pues al día siguiente, nos sumábamos a la comitiva familiar en la playa de Vilafortuny en Cambrils, y convenía que durmiera buena parte del trayecto.


Valverde salió con el once esperado, con Sergi Roberto y Coutinho elegidos frente a Semedo, apercibido y Dembélé, todavía sin ritmo tras la lesión. Enfrente, el Manchester United ponía a todos los rápidos en el verde desde el inicio, dejando a Lukaku en el banquillo, en la solución que más me preocupaba desde que se conoció el emparejamiento. Y mis temores se confirmaron en los primeros segundos cuando el United produjo más peligro en el primer minuto que en todo el partido de ida, con Rashford disparando al larguero de Ter Stegen. Fueron unos minutos de caraja azulgrana que aprovecharon los mancunianos para llegar en media docena de ocasiones al área local. El tradicional "uy, uy, uy" de la grada del Camp Nou empezaba a aflorar y los nervios en la grada empezaban a contagiarse entre la parroquia culé.

Pero a los quince minutos, la Bestia Parda mandó parar. Robó un balón en tres cuartos a Ashley Young, obsequió con un caño memorable a Fred que venía a hacer la cobertura, se fue abriendo paralelo a la frontal para acabar con "su" disparo al palo largo. 1-0 y fin de los nervios con otra jugada memorable del mejor jugador que ha pisado ese campo. En ese momento, como había comentado en el podcast del Estadi Johan, era fundamental ir a por el segundo rápido para matar la eliminatoria. Y así fue, en otro disparo, esta vez con la pierna derecha de Messi, que contó con la inestimable colaboración de David De Gea, que se tragó literalmente el balón por debajo de su cuerpo, para poner punto y final al partido y a la eliminatoria. De ahí al descanso, Bestia Parda desencadenada sometiendo a un martirio a la defensa visitante, y que bien pudo acabar con algún gol más como en un remate a bocajarro de Sergi Roberto que se encontró en la cara De Gea, absolutamente desnortado tras su error en el segundo gol.

El inicio de la segunda parte se constató el control absoluto azugrana, con el United animosamente buscando el gol del honor sin demasiado peligro, que sí que tenía cada incursión azulgrana en el área del deprimido De Gea. En una de ellas, un pase diagonal de Messi a Alba, lo dejó atrás el de Hospitalet para que Coutinho sellara el resultado final con su jugada marca de la casa, a la escuadra del palo largo. 3-0, y tranquilidad, con un par de intentos de Messi de llevarse otra pelota a casa, incluída una de chilena que se fue por poco, y la guinda del pastel que puso Ter Stegen en un rectificado estratosférico a remate de cabeza en el primer palo de Alexis, muy aplaudido por el agradecido público culé, que parecía sí o sí el gol del honor mancuniano, y acabó despejado a corner de manera inverosímil por el alemán, en lo que puede ser la mejor parada de la actual edición de la Champions League.

Por fin se derriba el muro de las semifinales y se avista una semifinal que como dicen los clásicos tiene aroma de final anticipada ante el Liverpool de Jurgen Klopp, que pondrá a prueba la solidez azulgrana con una propuesta de las que más se le suele atragantar al equipo culé.

El pequeñin con el diez, por su parte, continuó alimentando el #Bestiapardometro con su intervención en los tres goles:


martes, 16 de abril de 2019

Jornada 32. Huesca-Barça. Tres debuts, un brazalete y la constatación de un sujétame el cubata de manual.

Los riesgos de agendar con antelación los compromisos por muy medidos que sean, siempre existen. Y este sábado tuve un ejemplo paradigmático. Hace ya unos meses que con amigos teníamos pendiente visitar un restaurante en concreto, La Raquetista, en el barrio de Retiro y que aprovecho para recomendar fervientemente. Este pasado sábado coincidía que mis niñas se iban a la playa con los yayos, que yo no jugaba con mi equipo y que el Barça jugaba en Huesca, una vez decidida la Liga, tal y como había pronosticado a la hora de marcar el homenaje gastronómico. Lo que visto lo visto nunca me imaginé, era que sería el día que Valverde por fin le diera la alternativa al querubín de Matadepera, Riqui Puig en Liga. Y así andaba yo, cuando a la hora de los entrantes me enteré de la presencia del chico en la alineación titular en el Alcoraz.



Como era inviable poder presenciar el debut en directo, tuve que conformarme con conectar el móvil para ver al menos la primera intervención del niño prodigio, que fue, como no podía ser de otra forma, un toque de primeras. Sencillo y horizontal, pero de primeras. A partir de ahí, ya dejé de mirar siquiera el móvil para verlo tranquilamente en casa. Ya visto el partido, Riqui dio el mejor pase del mismo, dejando a Dembélé solo con balón controlado frente al portero en su mejor oportunidad, y mostró calidad y desparpajo, así como un dosis de tranquilidad impropia de un debutante. Ilusionante estreno, sin llegar a deslumbrar, eso sí.

El Huesca se presentaba con todo, dado que se juega la vida en cada partido y cada semana le queda menos margen para salir del pozo en el que lleva inmerso casi toda la temporada, tras un prometedor comienzo de Liga. Francisco, su entrenador, uno de esos técnicos nacionales de poco renombre pero mucho conociemiento, ha dado un impulso a los nortearagoneses que puede al menos hacerles soñar hasta las últimas jornadas con la permanencia.

Enfrente, Valverde dispuso una defensa de tres centrales y dos carrileros, con otros dos debuts además del ya mencionado de Riqui, la joya de la Corona. También recibieron la alternativa al jovencísimo central francés fichado del Toulouse este pasado mercado de invierno, Jean Clair Todibo, y el lateral internacional senegalés Moussa Wagué, fichado para el Barça B tras hacer un buen papel con su selección en el Mundial de Rusia, también ambos sin sobrepasar los 20 años y un futuro en principio más que interesante.

Todibo, aunque se le notó avanzado el partido la falta de continuidad de los últimos meses, dio muestras de sus condiciones físicas, su anticipación al corte y su gran habilidad en el robo y los balones divididos, además de manejarse con cierta suficiencia con el balón en los pies. Wagué, por su parte, mostró decisión atrás y buenas maneras en la profundidad por banda y en el centro, levantando la cabeza en cada una de sus incursiones, pese a notarse la falta de costumbre de jugar como carrilero en una defensa de 3 centrales como la que probó Valverde.

Las numerosas ausencias dieron también lugar a un hecho, largamente esperado y defendido por mi parte, un #BrazaleteParaMAtS. El portero teutón es de aquellos tipos que han caído de pie en Barcelona. Y no solo por sus innegables condiciones como guardameta, sumadas a su fuera de serie juego con los pies. El rubio alemán es de aquellos elegidos que desparraman carisma con cada una de sus acciones. Lo mismo se le ve en patinete por el centro de Barcelona haciendo recados domésticos que le envía unos guantes a una aficionada de Valladolid a la que no pudo saludar al no percatarse de la pancarta que portaba. Su grado de integración en la sociedad barcelonesa es absoluto, manejándose perfectamente desde muy pronto en castellano y siendo permeable a las sensibilidades de la sociedad que tan amablemente le ha acogido. Además maneja con maestría, dedicación y trato personalizado sus redes sociales donde interactúa prácticamente con cada aficionado que le manda una foto con su camiseta, lo que le ha convertido en un ídolo de los más pequeños. Con Ter Stegen, tenemos no solo a un portero para una década, sino a un capitán del que sentirse orgulloso, cuando los Messi, Busquets o Piqué desgraciadamente ya no estén. Y además, estrenó capitanía con una portería a cero, que para los porteros siempre es importante.

Pero no todos iban a ser alegrías en un encuentro cuyo resultado final era casi lo menos importante, y Valverde fue capaz de otorgarle un interés que afortunadamente ya le ha despojado a la competición. Tenemos que hablar de Kevin Prince Boateng. Siempre mantuve mi oposición a los fichajes de invierno que cierran paso a minutos de la cantera, y que además como es su caso, en caso de fuerza mayor tampoco aportarían una solución inmediata y válida. Pero es que Boateng, con su actitud ausente, despistada, y por momentos poco profesional, no se ha ganado el beneplácito ni de la afición, ni del cuerpo técnico que le escatima todos los minutos, ni parece ser de la plantilla, a la que no acaba de convencer su caracter retraido y poco sociable. Y es que no acierto a comprender quién en su sano juicio pensó que KPB podría ser una solución válida para ese Futbol Club Barcelona. Vamos, hablando en plata, su mera propuesta como fichaje es un "sujétame el cubata" de manual, pero su aceptación roza lo paranormal, dados los antecedentes del jugador, sus cualidades futbolísticas y el momento en que se encuentra su carrera.

Quedan todavía nueve puntos para cantar el alirón, y los 3 partidos de la próxima semana podrían entre los puntos conseguidos y los que pueda perder el Atleti en el camino pueden llevarnos a festejar la 26ª Liga azulgrana antes del final del mes de abril.

viernes, 12 de abril de 2019

UCL 2018-19. Cuartos. Ida. Man Utd-Barça. Faena profesional con un protagonista inadvertido para muchos legos, yo incluido.

Tras finiquitar la Liga con la victoria del fin de semana ante el Atlético de Madrid, donde aún colea la expulsión del incontenido Diego Costa, el Barça se asomaba al muro que viene siendo incapaz de derribar las últimas tres temporadas, y donde ha labrado sus decepciones más dolorosas desde el último título en Berlín en los comienzos de junio de 2015, los Cuartos de final de la UEFA Champions League. Se abrían en el mítico Old Trafford.


Contra todo pronóstico, Valvede prescindió de Arturo Vidal en el once, habiendo además descansado en Liga por tarjetas contra el Atleti, y nos dejó el once titular actual con la elección de Semedo en el lateral derecho, seguramente para contrarrestar la velocidad y profundidad de Rashford. Por su parte el Manchester nos mostró un once sin un solo mediocampista de dominio de pelota, sino de despliegue, eligiendo a Lukaku como referencia atacante. Parecía que renunciaban a cualquier lucha por el balón para abandonarse a las transiciones rápidas y los balones rápidos a su hombre ancla.

Y así fue. Los primeros quince minutos fueron un monólogo azulgrana, con un 85% de posesion hasta la llegada del gol, haciendo perseguir la pelota a los locales que buscaban con lanzamientos en profundidad bastante aleatorios en la zona de Rashford por si ocurría un milagro. Pero, tras una posesión larga azulgrana, un balón magistralmente levantado sobre la defensa por Busquets, sobre el que volveremos más adelante, encontró la ruptura de Messi, quien intuyendo más que viendo la posición de Luis Suárez en el segundo palo, con un centro milimétrico habilitó el remate cruzado de cabeza del uruguayo que tocó ligeramente en Luke Shaw y entró suavemente por el lateral de la red del segundo palo, donde entraba Coutinho para remacharla si hubiera sido preciso. El botín del gol a domicilio estaba conseguido, y tocaba recoger las embestidas del United y buscar los huecos que potencialmente se pudieran abrir.

Y aquí es donde ya toca hablar del para mi, protagonista del partido, que no es otro que Sergio Busquets. Y me explico. Durante la primera parte, muchos de nosotros los culés, yo el primero de todos, tuvimos la percepción de que el partido de nuestro mediocentro estaba siendo impreciso, cuando no lamentable o incluso pidiendo su cambio y retirada prematura. Y esta percepción fue absolutamente errónea, pues Sergio dio un inmaculado 33 de 33 pases correctos en el primer tiempo. De hecho, falló un solo pase de los 71 pases que intentó en todo el partido, el primero de la segunda parte en un balón en profundidad al desmarque en ruptura de Alba que se le fue largo y fue cortado por un atento De Gea. 

Y ¿Por qué pasó esto?. Amén de que me comentaran que algún comentarista criticó su partido en directo, la razón fueron que tuvo sobre todo 3 episodios durante la primera parte que nos pusieron los nervios de punta a nosotros los espectadores culés: el primero un balón que pareció liarse en la frontal, pero que acabó cediendo atrás sin peligro a Ter Stegen para empezar por el lado contrario el ataque; el segundo la amarilla que recibió al agarrar a Pogba tras recibir un balón atras imposible de justificar por parte de Piqué (irreprochable en el resto de acciones durante los noventa minutos por otra parte); y la tercera, quizás la única realmente errónea por su parte un balón que cedió atrás a Ter Stegen con algo menos de fuerza de lo debido y que obligó al alemán a despejar el balón ante la amenaza, bien bloqueada por Piqué de un delantero mancuniano.

Y es que si algo podemos criticar de la primera parte es la falta de pases verticales que rompieran líneas, aunque visto con perspectiva, el pase clave del único gol del partido lo da él, encontrando a Messi tras la defensa, y siendo el minuto quince de la primera parte, lo que correspondía era priorizar el control que evitara los esperados arreones ingleses, y que fue lo que evitó con su actuación el resto de primer tiempo.

El inicio de segunda parte significó el esperado momento de arreón del United, con más fuegos de artificio que otra cosa, pero que daba sensación al animoso público de Old Trafford de estar cerca del empate. Fueron apenas 10 minutos, y en ellos, como en el resto del partido, Ter Stegen no necesitó realizar ni una sola parada. Pasados estos diez minutos, entre Busquets y los, en mi opinión demasiado pronto cambiados, Athur y Coutinho, asentaron un par o tres de posesiones largas en campo contrario que bajaron definitivamente el soufflé local,  e incluso justo antes del cambio, tras una posesión tan larga como la del gol, Suárez se encontró solo ante De Gea, tras un gran pase del muy acertado Semedo, desperdiciando una ocasión clarísima de cerrar el partido y la eliminatoria prácticamente.

Entraron Vidal y Sergi Roberto, para uno dar la pulsión agresiva habitual, esta vez a mi modo de ver innecesaria y contraproducente, y otro picar al espacio que el cansancio local iba aumentando, y que acertado en la gestión del tiempo y el espacio, desperdició repetidamente por malas elecciones o ejecuciones del último pase una vez llegado al área. El United apenas inquietó a unos Piqué y Lenglet sobradísimos en la defensa de su área, y se acabó el partido con una victoria de prestigio que pone de cara la eliminatoria ante la vuelta en el Camp Nou de la próxima semana, pero que todavía no está decidida como pudimos comprobar en el antecedente mancuniano de París.

Por su parte, la Bestia Parda, a mi modo de ver algo aturdido y molesto por el viaje en la nariz que le proporcionó el impetuoso Smalling tuvo tiempo antes de darle chicha al #Bestiapardometro, para dejarlo de esta guisa:




miércoles, 10 de abril de 2019

Jornada 31. Barça-Atleti. Game Over definitivo a la Liga.

Tras el postrero empate conseguido entre semana en Villarreal, el Barça afrontaba la visita del Atlético de Madrid, segundo clasificado, con una cómoda ventaja de 8 puntos, que sumados al empate conseguido en el Wanda Metropolitano en la primera vuelta, hacían bueno tanto la victoria como un empate que mantendría la ventaja y le añadiría la ventaja de la diferencia de goles que dificilmente podrían remontar los colchoneros en las últimas 7 jornadas. Además, el partido llegaba en vísperas de la ida de los cuartos de final de Champions, ese muro contra el que el Barça lleva golpeándose 3 años consecutivos, y que especialmente tras el discurso de comienzo de temporada de Messi, parece el objetivo prioritario del Barça esta temporada.



Por su parte, el Atlético no tenía otra alternativa que venir a buscar al Barcelona en su campo, en una dinámica que le disgusta y no controla en absoluto el equipo del Cholo Simeone, mucho más cómodo en planteamientos reactivos que propositivos. Pese a todo, Valverde dispuso un once previsiblemente titular, optando por Sergi Roberto en el lateral derecho ante la falta de amenaza y profundidad en banda izquierda del Atleti, y quizás buscando un apoyo en la salida de balón en caso de presión atlética que el jugador de Reus tiene mucho más interiorizada que el portugués Semedo.

El partido comenzó con muy buenas versiones de ambos equipos. El Barça con mucha intención de ir a por el partido, muy buena actitud y predisposición en la presión y con una más que aceptable velocidad y precisión en la circulación. El Atleti, por su parte, con mucha más posesión de la esperable, y asentando ataques en el último tercio de campo con asiduidad. El Barça amenazó con un palo de Alba tras sobrenatural pase al espacio de la BP, y Coutinho en una gran combinación con Suárez obligó a Oblak a inaugurar su recital de paradas de la noche en el Camp Nou. El Atleti no acababa de llegar, aunque Griezzman se asomó al área y disparó inocentemente a las manos de Ter Stegen, en una muy buena primera media hora de partido que hacía albergar muchas esperanzas de estar ante un partido sensacional, un anuncio extrardinario para la Liga a nivel mundial.

Sin embargo, al filo de la media hora, se acabó ese partido. Diego Costa, sobrerrevolucionado en sus acciones desde el primer minuto, dio rienda suelta a su verbo callejero por una posible falta en mediocampo, llegándose a encarar con el árbitro y según afirmó el acta insultándole gravemente. Fue expulsado, y se acabó la diversión. A mí me hubiera gustado que Gil Manzano (un árbitro horrible por otra parte) hubiera sido capaz de gestionar ese momento de otra manera, pero viendo las imágenes es una situación complicada, pues no era viable hacerse el sordo con Costa a 20 centímetros de su cara.

El caso, es que el Atlético encontró una perfecta explicación a su más que probable derrota, el Barça se descentró, y además se relajó ante la muy remota posibilidad de perder el partido, pues como decíamos al comienzo, el empate también era un resultado muy favorable para sus intereses. Simeone reaccionó valientemente sacando a Correa por Arias y pasando a un 1-4-3-2 para tener alguna posibilidad de llegada y cerrando pasillos interiores para obligar al Barça a utilizar las bandas. El partido, a partir de ese momento se encalló, en un ejercicio unidireccional con poca chispa, en el que solo Oblak mantenía en el partido y en la Liga al Atleti.

A la hora de juego, Valverde dio entrada a Malcom para dar más amplitud y profundidad por banda derecha, centrando defintivamente a Messi detrás de Suárez, y empezaron a sumarse llegadas con cierto peligro magistralmente resueltas siempre por un muy seguro Jan Oblak que no ofreció una actuación a la altura de su jerarquía en las portería a nivel mundial. Parecía que el partido podía cerrarse con 0-0, e incluso el Atlético tuvo una ocasión a balón parado rematada sin peligro por encima de Ter Stegen, pero Luis Suárez, tal y como hizo días antes se guardaba todavía un as en la manga. Recibió de Alba unos metros fuera del área, se perfiló para el disparo y con una rosca preciosa alojó el balón en la portería del Atlético tras tocar el poste, inalcanzable hasta para el mejor Oblak. 1-0 y gritos ya de "Campeones, campeones..." en el Camp Nou. Más estruendosos aún cuando nada más sacar de centro, el Barça robó el balón y puso en velocidad a Messi ante la defensa atlética, que en un principio consiguió parar el slalom del rosarino, pero no arrebatarle el balón, por lo que el 10 fue amagando en paralelo a la portería, a la altura del punto de penalti, amenazando con su tradicional remate al palo largo del portero, para el final, con un toque suave, sutil, superlativo, alojar el balón como si de un pase se tratara en la red del esloveno por su palo contrario, sin siquiera dar posibilidad a que el guardameta se lanzara en su búsqueda. 

2-0, Liga finiquitada y a la Champions que nos espera en Old Trafford a partir de este miércoles contra el Manchester United, donde Messi intentará conseguir su primera victoria y alimentar más el #Bestiapardómetro que queda como sigue:





martes, 9 de abril de 2019

Jornada 30. Villarreal-Barça. Un golazo que valdrá una Liga en un partido trepidante pero descontrolado

El Barça se presentaba en Villarreal a un partido que se presumía muy poco apacible. Por un lado, un rival incómodo, que en la historia reciente podría ser junto a la Real Sociedad los dos equipos que más se le suelen atrangantar a los azulgrana, y añadiendo como aderezo que se jugaba la vida tras ver perder una ventaja de 0-2 en Balaídos el fin de semana y pasar de estar cómodamente por encima del descenso a jugárselo en las próximas semanas. Por otro lado, el partido se encuadraba entre el derby barcelonés y el partido que puede finiquitar la Liga ante el Atlético, en vísperas del inicio de los cuartos de final de la Champions League.


Así, todo indicaba que sería el partido para dar descanso a los más cargados de minutos como Messi o Piqué, que además se encontraba a una sola tarjeta de la suspensión. En su lugar, un Malcom reforzado por sus buenos minutos ante el Espanyol y un Umtiti que volvía a la titularidad, esta vez en el sector derecho del centro de la zaga, ocupada por dos jugadores zurdos.

Uno ya ha explicado bastante la problemática de jugar con dos centrales zurdos, pero voy a explicitarlo una vez más. Existen dos cuestiones que desaconsejan la alineación de dos centrales zurdos: la lateralidad y la prevalencia de los zurdos. La primera se refiere a que por lo general, los zurdos suelen estar más lateralizados que los diestros, es decir que tienen más dificultades para manejarse con perfiles cambiados. Podríamos decir que los zurdos son más zurdos que los diestros, diestros. Y eso, en la vida real, en que nos han puesto la vida al revés, mal que bien lo vamos superando, pero en el deporte, donde no existe esa necesidad, se nota mucho más, y más en la posición de central donde poca ventaja se le puede sacar a jugar con el perfil cambiado. Y el segundo, es el de la prevalencia. Los zurdos somos aproximadamente el 13% de la población mundial, por lo que es difícil que coincidan en un misma posición de defensa central dos zurdos en un equipo, con lo que los zurdos están mucho menos habituados a tener que jugar con el perfil cambiado, que un diestro, cuya prevalencia en la población es mucho mayor y puede coincidir más veces con otro central diestro, y tener que jugar por la derecha, incluso habituándose a ello. Las últimas parejas de centrales del Barça: Puyol-Márquez, Puyol-Piqué y Piqué-Mascherano son todas parejas de diestros de hecho.

El partido empezó ya un tanto torcido con el Villarreal más metido en el partido y llegando al área de Ter Stegen, hasta que un gran pase en profundidad de Sergi Roberto a Malcom, permitió al brasileño profundizar y dejar en bandeja el gol para Coutinho y poner por delante al Barça. El gol aturdió al Villarreal, y en especial a su defensa que minutos después se encontraba con un segundo gol en contra en un magnífico centro de Arturo Vidal, cruzado de cabeza por un Malcom que sumaba gol y asistencia en un cuarto de hora. Parecía todo decidido y más cuando Coutinho estrelló en el poste un seguro tercer tanto. Sin embargo, el Barcelona, abandonado al descontrol durante todo el partido dio vida al Villarreal, en un intercambio de golpes que los azulgranas suponían que les sería favorable. Llegaban los amarillos, y en una contra del fabuloso Samuel Chukwueze que se rifó durante todo el partido a ambos centrales, pareciendo el mismísimo Garrincha redivivo, recogió un rechace del palo para acortar las distancias y devolver a su equipo al partido.

Se llegó al descanso con ventaja de 1-2, pero a la salida del vestuario, el Villarreal volvió a coger otra contra de Toko Ekambi, que no se sabe bien si voluntariamente engañó a un Ter Stegen que compró el centro y desguarneció su primer palo por donde entraba la pelota. El Villarreal había vuelto de entre los muertos y culminaba minutos después la remontada (justo al contrario que en Vigo) con un gol de Iborra, justo tras tener que tirar Valverde de Leo Messi para arreglar el desaguisado.

El Barça se tiró al ataque desesperadamente, dejando huecos que la pareja de delanteros aprovechaban, y que solo un gran Ter Stegen evitó que finiquitaran el partido, circunstancia que parecía acontecer cuando el recién entrado Carlos Bacca, siguiendo la estela de sus compañeros de vanguardia, se plantaba solo ante el alemán, y ponía dos goles de diferencia a favor del submarino amarillo, que parecían ya insalvables para los azulgranas en apenas 10 minutos.

Pero este equipo, además de muchas cosas tiene un coraje y una resistencia a la derrota que muchas veces no se tiende a ponderar en su justa medida. Y es que este Barça es una bestia competitiva de primer orden. Empezó la BP, en su tercer falta consecutiva en las últimas tres jornadas. Esta vez a la escuadra del palo del portero, palo incluído. Ni todos los conciudadanos palentinos de Sergio Asenjo, habrían evitado ese gol en un golpeo desmesuradamente perfecto. Quedaba apenas el descuento, tan solo de 3 minutos incomprensiblemente tras lo acontecido en el campo con cambios, expulsiones y revisiones de VAR incluídas. Pero en ese tiempo, Messi disparó alto, Alba obligó mano a mano a Asenjo a realizar una gran parada, y en el último saque de esquina del partido, un balón llovido en la frontal era empalado violentamente de zurda por Luis Suárez para empatar el partido, llevar la desolación a los jugadores y aficonados groguets, y seguramente asegurar el campeonato de Liga para los azulgranas.

Fue un partido trepidante para el espectador neutral, donde los ataques se impusieron a las defensas, y tan solo los porteros con sus actuaciones de mérito evitaron que el resultado hubiera sido todavía más abultado e histórico. Curiosamente, ya se dio un 4-4 entre estos dos equipos en el año 2001, con hat-trick de Kluivert, remontando un 3-0 inicial y empatando también en el descuento. Y no solo eso, sino que días más tarde volvería aquel oscuro primer Barcelona de Gaspart a empatar rementando en el último minuto a 4 en el Camp Nou contra el Zaragoza.

El #Bestiapardómetro, pese a la suplencia de Messi, siguió sumando guarismos fuera ya del alcance de nadie, nunca:



martes, 2 de abril de 2019

Liga 2018-19. Jornada 29. Barça-Espanyol. Messi finiquita un derby descafeinado

Nadie había tenido demasiado en cuenta durante el parón de selecciones que retomaríamos el campeonato de Liga con un derby barcelonés (o metropolitano como decía, no sin un punto de mala leche Laporta). El Barça continuaba con el espíritu funcionarial con el que Valverde afronta los partidos de Liga, sea cual sea el rival, confiado en que si no hay situaciones extrañas, la inercia de tener a la Bestia Parda te lleva a la consecución del campeonato. El Espanyol por su parte, con poco ya que decidir en una zona suficientemente alejada tanto del descenso como de la competición europea el próximo año. En estas, el siempre controvertido Piqué se autoinvitó a un late night televisivo de corrosivo humor, donde al más puro estilo de Peppa Pig (una de las referencias vitales de mis hijas) pudó saltar en cuantos charcos de barro se le cruzaron, encabronando sobremanera al españolismo más guerrillero.


La previa se calentó repentinamente, en la mayoría de los casos descontextualizando la situación, como si fueran unas declaraciones en "Informe Semanal", aunque afortunadamente el partido se movió en los parámetros que Valverde perseguía. Su homólogo, Rubí, que formó parte del último staff técnico de Tito Vilanova, optó por meter una novedosa defensa de 5 con un rombo por delante, que muchas veces se hundía en su frontal cerrando los espacios interiores, y dejando las bandas para un uno para uno de los laterales de ambos equipos. El objetivo claro de Rubi era llevar el partido hasta la última media hora con un marcador igualado, o al menos corto para intentar desde el banquillo agitar con Wu Lei y Sergio García en búsqueda de la sorpresa.

Valverde opuso un once muy titular. Es más, en ausencia de Dembélé, convendremos que es un once que sin duda firmaríamos todos para una final de Champions. La primera parte, bastante soporifera, se movió en los registros que el entrenador del Espanyol deseaba, con apenas una parada de cierto mérito (y en remate en propia puerta) de Diego López. Con nula inspiración individual, escaso desborde, una circulación, si bien no lenta, insuficiente para hacer brotar espacios ante la doble barrera españolista. Todo agravado por cierta falta de energía por parte azulgrana que dificultaba todo.

Y de esta guisa nos fuimos más allá de la hora, por lo que Rubi ganó el partido de las pizarras, y dio entrada a sus revulsivos ofensivos, aunque algo menos al prescindir de los dos jugadores minimamente ofensivos. Sin embargo, quedaba el comodín eterno del que ahora Valverde dispone tras haberlo sufrido durante muchas temporadas, final de Copa incluida: la Bestia Parda. Minuto 70, eslalom vertical frenado en falta prácticamente en la línea frontal del área. Sobrepoblación en la barrera entre propios que quieren estorbar y ajenos que intentan tapar lo máximo de huecos.

Cualquiera que haya pegado un par de patadas a un bote, pensaba en ese momento que la única alternativa era el tiro al palo del portero. Sin embargo, el haber metido ya dos goles de falta en el partido de la primera vuelta, multiplicaba los temores y las precauciones pericas, plasmadas en la carrera atrás de Victor Sánchez para tapar el palo que no defendía el portero, tal y como exitosamente hizo hace un par de semanas un defensor del Rayo. Sin embargo, el siempre despierto Sergio Busquets, al ver recular a su ex-compañero también mudó su espacio de influencia en la molestia de la defensa, incluso amagando tocar el balón con la mano (circunstancia por cierto totalmente lícita, siempre y cuando no se golpee el balón con la mano, a diferencia de las patadas, golpes o zancadillas cuyo mera intención ya supone infracción). Al final, el balón superó la barrerar con un golpeo delicadísimo del argentino, y Victor tan solo pudo tocar el balón, desviándolo hacia la portería, e imposibilitando cualquier posibilidad del portero para sacar ese balón, que por otra parte eran muy marginales. 1-0.

De ahí al final se estiró el Espanyol con el bullicioso Wu Lei negado siempre por un contundente y eficaz Lenglet, un día más demostrando un nivel tan continuado como excepcional. El Barça, de la mano de un profundo Malcom, que va aprovechando las escasas oportunidades que el entrenador le brinda, llegaba con mucho peligro, hasta que en una de sus incursiones, el pase atrás fue rematado de primeras y cruzado de nuevo por Messi, que minutos antes había enviado, extrañamente, un balón muy similar del mismo origen muy por encima del marco. Una segunda oportunidad no la perdona Messi, y finiquitó a falta del descuento cualquier aspiración españolista de puntuar en el Camp Nou, desde donde se vuelve un año más, puntualmente, con una derrota como en las últimas 10 temporadas. Lejos queda aquel 2009, donde un casi desahuciado equipo periquito, tomaba de la mano de un doblete de Lo Pelat el fortín azulgrana inexpugnable hasta ese momento de la mano del debutante Guardiola.

Quedan 9 jornadas, 27 puntos, y se enfila una semana que se presume definitiva si se consigue sumar los seis puntos en El Madrigal y en casa ante el Atlético de Madrid. Veremos, porque con la necesaria dosificación de esfuerzos, veo complicado ese pleno. Espero equivocarme, y que a partir de la ida de cuartos, la dosificación liguera de los puntales del equipo se pueda acelerar.

Por último, actualizamos el #Bestiapardometro, con nuevas cifras, ya rozando el porno futbolísitico, y quedan, al menos, 12 partidos por jugar. Tremendo lo del petitó...