lunes, 30 de octubre de 2017

Jornada 10. Athletic-Barça. La Catedral de Ter Stegen encumbra a Umtiti pero como siempre resuelve Messi

Ya hemos virado el primer cuarto de Campeonato, y los números del Barça reniegan una jornada más de las sensaciones que algunos podamos llegar a tener en bastantes partidos. 28 puntos sobre 30, un arranque de ensueño para un escenario inicial de pesadilla, tras la fuga de Neymar y la abultada derrota en la Supercopa ante el Madrid.


El Barça se presentaba en el nuevo San Mamés para abordar la segunda visita complicada de lo que llevamos de Liga, tras el empate del Metropolitano. Esta vez, al contrario de lo sucedido en Madrid, fue el resultado el que aventajó en varios cuerpos al juego, un partido más plomizo y deslabazado por momentos. Durante largos minutos el Barça se sustentó en dos de los pilares más firmes de este inicio de temporada: su portero Ter Stegen y su central más en forma, Umtiti. Ambos edificaron una victoria desde atrás que, como siempre, acabó de redondear Messi.

Uno, que ya peina alguna cana, no cree que sea posible volver al corto o medio plazo a disfrutar de un juego como el que no hace tanto tiempo veía lleno de regocijo, desde el sofá de casa, la mayoría de las veces, y cuando se daba la oportunidad desde la grada de cualquier campo donde pudiera ir a ver a mi Barça del imponente juego posicional, del dominio del escenario, y del adiestramiento impenitente de todo rival que enfrentara. Sin embargo, esta temporada estoy cogiéndole el gusto (mucho menos hedonista, sin duda alguna) a disfrutar de las variantes tácticas que Valverde ofrece en cada partido. Este sábado, la novedad era un rombo en el mediocampo, con dos interiores más pegados a las bandas (Rakitic y André Gomes) para intentar liberar espacios por dentro desde los que Busquets pudiera conectar con Messi, para habilitar a Suárez o al siempre incisivo en la frontal Paulinho. Y durante la primera parte, un muy buen Busquets pudo, salvo 5 minutos de arreón bilbaino que brillantemente abortó Ter Stegen, gobernar el partido a su antojo; si bien, dado el escaso espacio que facilitaba el Athletic atrás, tampoco lo convirtió en un reguero de ocasiones, aunque sí suficiente para un gol y un par de postes. Ya en la segunda parte, la inercia atacante bilbaina obligó a Busquets a ser demasiadas veces el tercer central, alejándole cada vez más de Messi.

Un Messi que, en la primera parte, no acababa de encontrar el espacio por donde deshilachar la defensa rojiblanca. Acabó decidiéndose por su sociedad más fructífera de los últimos tiempos, la que le facilita la profundidad y precisión en el pase atrás de Jordi Alba por la izquierda. Y la elección fue la correcta. En la jugada más clásica de esta sociedad, Leo, tras pared con Paulinho, habilitó en línea de fondo al de Hospitalet, quien, esperando la llegada en segunda línea de Messi, le asistió para que el argentino, con la precisión habitual, cruzara el balón, ante Kepa de manera inapelable.

El Athletic, incansable y animoso como siempre, se afanaba en complicar la vida al Barcelona, pero para alcanzar la meta azulgrana debía antes superar un escollo casi inexpugnable durante todo el partido: Samuel Umtiti. El central zurdo cuajó un partido impoluto, ganando cuantos duelos se le planteaban, por alto y por bajo, además de sirviendo de salvoconducto para una más que limpia salida de balón por el lado izquierdo. No creo que nadie pueda extrañarse cuando digo, que a estas alturas de la temporada no encuentro un central a su altura en el fútbol mundial. Samuel se ha convertido en referente defensivo, desde el gran acompañante central rectificador de la temporada pasada.

Y cuando el equipo bilbaíno conseguía evitar la intervención de Umtiti, se encontraba con un tipo de verde, que juega como si fuera su casa en San Mamés, pese a tener uno de los peores debuts que un portero puede tener allí, el 4-0 de la Supercopa de 2015. Si el año pasado demostró cómo un portero del siglo XXI puede ser clave en la salida de balón batiendo con regularidad y precisión, dos y hasta tres líneas de presión; el sábado, en el papel de portero más clásico, hizo pedazos las ilusiones locales de cantar algún gol, en especial la de Adúriz, al que negó en hasta 4 ocasiones por tierra, mar y aire con paradas de sobresaliente mérito por la dificultad y la sencillez con la que parecía abortarlas.

Aun así, la segunda parte fue durante 35 minutos un constante resistir ante las acometidas bilbainas, sin ser capaces de mantener ese minuto de posesión, que diera aire al equipo, amansara a los leones, y acercara la portería contraria. Con la salida de Semedo, y el paso de Sergi Roberto al mediocampo, el equipo asentó posesiones en campo contrario, redujo el riesgo de la cercanía constante de su portería, y consiguió, ya a última hora, sellar la victoria en un contraataque comenzado por el de Reus, gestionado con maestría por Messi, habilitando a Suárez en el mano a mano, y rematado por Paulinho tras el rechace de Kepa.

Las sensaciones futbolísticas pueden no ser las mejores. De hecho, nadie puede decir que lo sean. Pero el escenario en Liga se presenta de lo más halagüeño posible, con una cómoda ventaja que gestionar en los momentos en que los puntos ya no caigan con esta pasmosa inercia. Y, embarcado en la victoria, Valverde sigue aportando soluciones a cada jeroglífico táctico que se le presenta, con una riqueza que hace ya un tiempo que no veíamos en Can Barça.

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martes, 24 de octubre de 2017

Jornada 9. Barça-Málaga. Partido soporífero sin demasiada historia ni complicación.

Este pasado fin de semana, tuve la oportunidad de ver el partido del Barça contra el Málaga, en un bar de un pueblo de Valladolid, Quintanilla de Onésimo. Habíamos acudido allí unos cuantos para darle una sorpresa por su 40 cumpleaños a un amigo. Él pensaba que iba de fin de semana de pareja a visitar las Bodegas Arzuaga (muy recomendables por cierto), y se encontró con una veintena de tipos y tipas con una careta del homenajeado, y con ganas de farra tras haber conseguido colocar todos a los churumbeles, tal y como se demostró en la noche que siguió al partido.



Ver el partido en un bar siempre es algo distinto, pero hay una cosa que me gusta especialmente, no estás influenciado por los comentarios de la retransmisión, pues entre el ruido y los comentarios de los amigos, apenas nada se oye. Y a veces, es casi mejor, pues en este caso, el partido fue bastante flojo, pero entre la compañía y quizás también las cervezas, se pasó divinamente.

Se presentaba el Málaga de Míchel, uno de los verdugos de la Liga pasada, en el Camp Nou como colista, con apenas 1 punto de los 24 jugados anteriormente. Víctima propiciatoria que dirían los clásicos, pero su reciente historial en el Camp Nou, con victoria y empate en las últimas temporadas daban cierto regusto a posible sorpresa en el ambiente.

Valverde alineó un equipo de rotaciones, dejando al inefable Piqué reflexionando en el banquillo y dando entrada por él a un muy concentrado Mascherano.  El lateral derecho estuvo ocupado por Sergi Roberto, que volvió a cuajar una completísima actuación tanto de lateral como más adelantado tras la entrada de Semedo en la segunda parte. En el centro del campo, los 3 teóricos titulares, y arriba Deulofeu gozaba de la oportunidad que la expulsión de Piqué entre semana había interrumpido en Champions.

El partido empezó con un gol polémico a los 2 minutos. La pelota salió claramente antes del centro de Digne a Deulofeu. Y muchos pensamos lo vergonzante que es que el VAR todavía no esté ni en pruebas en la Liga española. Con esto y la escasa profundidad del Málaga, el Barcelona y en especial Leo Messi se tomaron el partido a beneficio de inventario.

Messi, que quiere siempre jugarlo todo, suele rotar dentro del campo en partidos que observa que no necesitan de una versión demasiado activa de la estrella argentina. Aún así, dejó detalles y una asistencia en el segundo gol de Iniesta, pero desde los primeros minutos se observó que el rosarino había decidido rotar en cuerpo presente. La consecuencia, un partido bastante aburrido, y bastante espesura en el ataque azulgrana, que echó de menos, una noche más, una versión más en forma de Luis Suárez.

El Málaga apenas se asomó a la frontal del área azulgrana en la primera hora, pero el partido seguía en el descanso con el exiguo y polémico 1-0, por lo que convenía cerrarlo cuanto antes para evitar cualquier sorpresa de última hora. Al poco de volver al terreno de juego, Mascherano, encontró a Messi en tres cuartos. El rosarino se giró, encaró a la defensa y filtró un pase magnífico a la llegada de Iniesta quien con un gran control y un disparo cruzado, afortunadamente envenenado hacia la escuadra malacitana, cerraba el partido.

De ahí al final, algunos ataques tímidos del Málaga, las salidas de Semedo, Paulinho y del olvidado Alcacer, unas cuantas demostraciones de fuerza de Sergi Roberto, y poco más. Espero que fueran las circunstancias del partido las que llevaran al apesadumbrado juego azulgrana, y no al revés, porque con la mejoría que se apreció en el Metropolitano y la solvencia ante el inoperante Olympiakos, parecía que se progresaba con cierta claridad en el juego.

El próximo fin de semana con la visita a San Mamés tendremos la respuesta. Pese a la mala situación de los vizcainos, siempre es un campo difícil, donde no se puede entrar a jugar de manera contemplativa, pues el vigor con el que se emplean los locales acaba pasándote por encima. Veremos...

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jueves, 19 de octubre de 2017

UCL. Jornada 3. Barça-Olympiakos. Victoria más que plácida pese a las circunstancias.

Tras el muy meritorio empate en el Metropolitano, se asomaba el Barça a la tercera jornada de la Champions, como líder de grupo y con pleno de victorias tras las dos primeras jornadas ante Juventus y Sporting de Portugal. Recibía al, en principio, rival más débil del grupo, el Olympiakos, que venía además en una crisis de resultados en el campeonato griego que suele dominar claramente, agazapado en una modesta quinta plaza que ya ha puesto en el disparadero a su técnico, Takis Lemonis. El Camp Nou, en una muy desapacible tarde-noche de lluvia, apenas registró media entrada, algo extraño en noches de Champions.


Valverde dio la titularidad a los 3 jugadores que cambiaron el signo del partido el pasado fin de semana ante el Atlético, renovando totalmente el carril derecho del equipo: Sergi Roberto por Semedo, Paulinho por Rakitic y Deulofeu por André Gomes. Además, Digne se asomaba al lateral izquierdo ante las molestias de Jordi Alba, lo que pese al más que decente partido del francés, redujo el peso de la banda izquierda en el reparto del juego ofensivo azulgrana, potenciando al carril derecho y sus nuevos inquilinos.

La falta de presión y la inoperancia ofensiva del Olympiakos radicalizó un escenario parecido al de los últimos minutos del Metropolitano, con el Barça buscando el gol sin recibir apenas sobresaltos, más allá de una tarjeta amarilla, a la postre relevante, de un Piqué que sigue lejos de su mejor versión. Sergi Roberto seguía asomándose al pico derecho del área, haciendo ganar mucha altura al juego por su banda, Deulofeu esperaba abierto, y recibiendo en banda para encarar el uno contra uno, bien de su lateral, de Messi o de los cambios de orientación de un otra vez inspirado Iniesta. Y Paulinho era feliz percutiendo en la frontal del área constantemente, lo que a su vez liberaba espacio a Messi en tres cuartos, sin necesidad de retrasarse demasiado dada la inclinación del campo hacia la meta del meta Proto que enseguido vio cómo se le acumulaba el trabajo.

Era cuestión de tiempo que llegara el gol, y éste se produjo en una buena jugada combinativa en la frontal, que terminó con un cambio de juego de Iniesta hacia Deulofeu que ganando la espalda de su marcador, ponía de primeras un balón que era introducido una vez más (y ya van 5) en propia puerta por un defensa griego, Nikulau. El partido era absolutamente unidireccional, y se mascaba una goleada, pues Suárez, Messi y Deulofeu, hacían lucirse al portero griego y Paulinho se encontraba con la madera en un cabezazo en otra de sus llegadas de segunda línea.

Sin embargo, todo pudo torcerse por obra y gracia de Gerard Piqué, que ya habiendo sido amonestado en una jugada donde el único delantero le pilló en paños menores con un movimiento básico de "me acerco a la base y salgo en ruptura", decidió intentar su gol, como tantas otras veces en las postrimerias de partidos decididos. Pero esta vez era con 1-0 y antes del descanso. Una falta rápidamente sacada, y que Piqué aprovechó para salir disparado hacia el área para, tras rechace del portero a tiro del muy incisivo Deulofeu, el mejor del Barça hasta entonces, acabar metiendo entre la mano y el cuerpo el balón en la portería, si bien de manera quizás instintiva, desde luego inapelable. Resultado: gol anulado, segunda amarilla, expulsión y Gerard Deulofeu cambiado por Mascherano al inicio de la segunda parte. Una pena porque el de Riudarenes estaba ante una oportunidad magnífica para recuperar de golpe toda la confianza perdida con la falta de titularidades del último mes.

La segunda parte podía haberse complicado en caso de que el Olympiakos hubiera sido un equipo mínimamente competitivo, pero lejos de eso, Messi se puso a los mandos, y en dos jugadas acabó con cualquier posibilidad de sorpresa. Primero una falta magistralmente lanzada por encima de la barrera cuando parecía no haber espacio para hacerla bajar, y posteriormente tras sentar a un defensa, ganar línea de fondo y asistir atrás para el buen disparo cruzado de Digne. De ahí al final, algunos cambios, y el inmerecido gol del honor a la salida de un corner del equipo griego en un gran cabezazo del desafortunado Nikulau, que así se pudo resarcir de su gol en propia meta con un remate a la escuadra de un inédito Ter Stegen.

Clasificación más que encauzada y posibilidad de conseguirla directamente en la siguiente jornada en Atenas. Plácida victoria en un partido sin demasiada historia competitiva, pero que sigue construyendo en la confianza de la victoria el proyecto de Ernesto Valverde, que ayer cumplía 100 días como técnico azulgrana, cumplidos con una más que buena nota desde mi punto de vista.

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miércoles, 18 de octubre de 2017

Jornada 8. Atlético-Barça. Paso adelante en un gran partido

Segunda visita del Barça a Madrid, y segunda vez que me pilla fuera. Si la de Getafe, andaba yo por Córdoba, esta vez, la visita al nuevo Metropolitano me cogió de festejos por los Pilares en tierras mañas, acogida toda la prole del Culé de Chamberí por la familia política, sector maño, y en concreto en la localidad de Cuarte de Huerva, la paridera de Aragón, una población a apenas 5 kilómetros de Zaragoza, llena de parejas jóvenes, y por lo tanto atestada de niños, entre ellos tres de mis sobrinos. Tras una intensa jornada en el Parque de Atracciones local, para goce de mis princesas, llegada la hora del partido, ya estaba servidor, cerveza local en mano (Ambar), sentado en un bar para poder disfrutar de este Atletico-Barça, la primera gran prueba para el Barcelona en Liga esta temporada.


Tras la lesión de Dembelé, el Barcelona de hoy en día, parece tener un 10 titular en vez de un once, ya que la posición que, en principio, parecía destinada para el joven fichaje francés, ha quedado abierta. Y con un buen número de opositores a la plaza: Deulofeu, Aleix Vidal, Denis Suárez, Sergi Roberto o André Gomes, el sorprendentemente elegido en esta ocasión. André, había gozado apenas de un par de ratos anteriormente, y se asomaba al nuevo y flamante Metropolitano para encarar el probablemente partido más complicado de lo que llevamos de temporada.

El comienzo de partido fue un aviso de Messi a los 30 segundos, que casi pone en franquía el partido, y unos primeros minutos bien controlados por el Barcelona ante el repliegue local. Sin embargo, en un par de minutos, y tras unas pérdidas en salida de balón de los azulgrana, el Atlético salió con todo su peligro e intención, asomándose en dos ocasiones al marco de Ter Stegen. Una vez más, el alemán respondió con nota a los envites, ambos de Griezzmann, una vez con la mano y otra con el pie izquierdos ambos. Enseguida el Barcelona volvió a controlar la situación, pero en la primera jugada mínimamente trenzada del equipo de Simeone, una descoordinación en la marca de Busquets, imperial por otra parte en el resto del partido, y una tardía salida de Piqué, éste sí en baja forma alarmante, dejaron armar el disparo con su supuesta pierna mala a Saul. Y el canterano atlético la depositó junto a la base del poste izquierdo, inalcanzable para Ter Stegen. El Atlético se encontraba con el escenario perfecto, igual a las dos últimas eliminaciones de Champions, 1-0 en casa, repliegue y a intentar matar en una contra.

De ahí al final de la primera parte, volvió el equipo azulgrana a llevar la iniciativa en el juego, ya sin más sobresaltos atrás de ahí al final del partido. Pero pese a que la circulación no era lenta, aunque tampoco centelleante, faltaba un punto de desborde, y solo algún pase incisivo vertical de Iniesta y las intervenciones de Messi, agitaban mínimamente los corazones atléticos, seguros en su estructura defensiva de ayudas constantes, y todavía a falta de estrenar estrenar los guantes de la última alternativa en la defensa del marcador, su extraordinario portero, Oblak, inédito en toda la primera parte, salvo en un tímido disparo de Iniesta.

Se llegó al descanso con el 1-0, y el diagnóstico del lado azulgrana era sencillo: faltaba profundidad y, sobre todo, desborde. No se había jugado mal en mi modesta opinión, sino más bien todo lo contrario, pero para pasar el examen que se presentaba en la noche madrileña no era suficiente lo plasmado en el primer tiempo, y más atendiendo al marcador adverso. La salida en la segunda parte fue algo más briosa y agresiva por parte azulgrana, pero se presumía ineficaz, a falta de una aparición definitiva de Messi, única intranquilidad para el Atlético. Y Valverde, una vez más, buscó y encontró soluciones en el banquillo con la entrada de un incisivo Deulofeu y del siempre notable Sergi Roberto.

Los dos canteranos desde el primer momento se apoderaron del carril derecho azulgrana, dando profundidad y desborde, justo lo que hacía falta para cambiar el rumbo negativo del partido. También el cansancio atlético colaboró en el cambio, pues empezaban a verse algunos resquicios en el hasta entonces impecable sistema de ayudas, lo que desembocó en las primeras ocasiones claras por parte de Suárez y Messi, incluida una falta al poste magistralmente lanzada por este último.

El juego se inclinaba cada vez más del lado azulgrana, con continuas llegadas a la frontal del área atlética, y poco a poco se iban filtrando ocasiones para el Barcelona, sin que en el otro lado del campo, Ter Stegen vislumbrara peligro ninguno para su marco. Entró también Paulinho, agitador nato de frontales ajenas y dolor de cabeza para centrales contrarios, como se vio en el gol del empate, haciendo dudar a Savic en el preciso pase de Sergi Roberto, y dejando de esta manera solo a Luis Suárez para que picara de manera magnífica el balón a las redes atléticas para el empate.

De ahí al final, el Barça, ambicioso, buscó los tres puntos ante un atlético que daba por bueno el empate. En el descuento, una falta a Messi en la frontal dio la oportunidad al Barça de ganar el partido, pero un muy seguro Oblak volvió a negar el gol del rosarino, y puso el sello a un empate en un muy buen partido, donde el Barcelona por el rival, el escenario y el desarrollo del partido, sacó un muy buen empate y dio un paso adelante muy cualitativo en la construcción del equipo que quiere Valverde.

En lo individual, Umtiti, imperial, volvió a cuajar un inmenso partido, tapando una noche más el mal momento de forma de Piqué, que esperemos pronto recupere el punto necesario para optar a los títulos. Sergi Roberto, esta vez de lateral, volvió a cuajar, asistencia al margen, unos muy buenos minutos, al igual que Deulofeu, valiente esta vez en encarar rivales para buscar las ventajas que el equipo necesitaba. Busquets sigue confirmando lo bien que le ha sentado la llegada de Valverde y lideró la presión azulgrana, por momentos tan agresiva como exitosa, en el último tercio de campo. Luis Suárez mejoró en la precisión de sus intervenciones, y por fin marcó un gol que valió puntos. Y por último, André Gomes, que desesperó durante todo el encuentro con sus intrascendentes aportaciones, pero recibió la confianza de Valverde al no ser cambiado y mejoró algo en los últimos minutos en el interior izquierdo, aunque todavía muy lejos de lo que se esperaba de su fichaje.

En definitiva, primera prueba de nivel superada con buena nota, especialmente en el juego. También en la aportación de soluciones desde el banquillo, circunstancia casi olvidada en los últimos años, donde la falta de recursos con los que cambiar el sino de un partido ha venido siendo quizás el gran punto débil del Barcelona, no sabemos bien si por falta de alternativas o por incapacidad desde el banquillo.

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