martes, 1 de diciembre de 2020

Liga 20-21. Barça-Osasuna. Victoria holgada y una imagen icónica

Volvía la Liga al Camp Nou tras el parón de selecciones y la derrota en el Metropolitano, endulzada por la contundente victoria de la Unidad B en Kiev. Un Osasuna algo alejado de la buena imagen de la pasada temporada visitaba el feudo azulgrana con la idea de repetir la victoria de este pasado verano ya tras el parón de la Pandemia.


El canterano Mingueza repetía titularidad tras el convincente debut en tierras ucranianas. Un premio y un buen ejemplo para La Masía que ve que sí que es posible subirse al ascensor del primer equipo, aunque sea por bajas indeseadas. Y volvió a cumplir sobradamente, pese a un par de momentos de desconcentración ya con el resultado muy a favor. Deberá corregirlo pues Koeman no solo lo ha notado, sino que se lo ha afeado en la Rueda de Prensa tras el partido. También Braithwaite ha repetido tras su doblete entre semana. Meritocracia que gustan de decir los pomposos.

Volvía Messi tras descanso y Griezmann tras verbalizar su incomodidad y marcar en Kiev. El francés ha comenzado con un clinic de desmarques de todo tipo, y esta vez muchos divisados por sus compañeros, especialmente Messi con el que ha conectado en numerosas ocasiones durante el partido. El argentino, al que siempre le vienen bien los descansos, ha desplegado una versión magnífica desde la derecha, pero aprovechando un Braithwaite que sin balón ofrece mucho de lo que sus dos compañeros de vanguardia necesitan.

Y una tradicional apertura de Messi a la A-18 acabó tras varios rechaces con gol de Braithwaite, quien continua su idilio con el gol. El Osasuna, pese a algunos escarceos, apenas se estaba limitando a achicar el agua con su linea de cinco atrás. Griezmann coronó su gran primer tiempo con un golazo de volea brutal desde la frontal, que seguramente en otras ocasiones habría acabado en la segunda gradería, pero parece que el francés, por fin está de buenas.

Como también quieren todos que lo esté Coutinho, al que Griezmann regaló el tercer gol, pero que sigue con su apatía habitual, más de fado que de samba, y pese a los intentos de todos, entrenador y compeñeros de recuperarle, parece un caso defintivamente perdido. Una de esas situaciones del mundo del fútbol que se recordarán toda la vida, como un jugador despampanante se puede diluir en un par de años de semejante manera pese a la voluntad de su entorno en reconducirlo.

Pero la tarde tenía guardado lo que hará pasar a este partido a la historia. Messi, que fuera de cualquier obsesión estaba desplegando un juego sensacional, entró controlando en diagonal hasta la frontal del área, desde donde soltó un latigazo, cruzado a la escuadra, que sellaba la goleada del equipo. Tras festejar primero con sus compañeros, se dirigió al fondo, y se despojó de la zamarra azulgrana para enseñar una camiseta de Newell´s Old Boys, con la que Maradona jugó con el 10 a la espalda y dirigiéndose al cielo con los brazos alzados, le dedicó un sencillo, elegante e impactante homenaje al ídolo recientemente fallecido.

En apenas unos minutos, la locura en la redes se desató, pues además el gol de Messi se parecía mucho al único que el Diego marcó con la camiseta del equipo de Rosario, y que Leo presenció de niño con su padre. Argentina entera, no hablemos Rosario volvían a entrar en efervescencia, y todos los medios se hacían eco del detalle que Messi había tenido. Una imagen icónica para la posteridad en un partido sin demasiada historia.

jueves, 26 de noviembre de 2020

UCL 20-21. Dinamo-Barça. Esta vez todo salió redondo

El Barça se presentaba en Kiev con el ánimo caído, por el juego y el resultado del Metropolitano, por la gravedad de la lesión de Piqué y por los pocos visos de futuro que el proyecto de Koeman ofrece a finales de noviembre. Sin embargo, la impoluta trayectoria en Champions, con 9 de 9 puntos, facilitaron que el holandés diera descanso a los dos jugadores que menos han rotado hasta hoy: el capitán Messi y la niña de los ojos del entrenador, un Frenkie de Jong que empieza a no ser inmune a la crítica del entorno que no ve justificado con sus actuaciones que se pretenda hacer girar el equipo y organizar el sistema para maximizar sus virtudes.


La desgraciada lesión de Piqué, sumada a la lamentable planificación deportiva, la baja temporal de Araujo y la habitual de Umtiti, han hecho que Koeman llamara a filas a Óscar Mingueza, uno de esos chicos que han pasado por todos los escalafones de la cantera, y consecuentemente sus exigentes cribas. Un defensa de perfil muy Barça, con un gran pie, pero quizás falto de cierta contundencia y tendente a perder la concentración. Hasta ahora inédito en el primer equipo, Kiev era su alternativa. Una alternativa con visos de continuidad si aprovechaba la oportunidad.

Además, tanto Dembélé como Griezmann empezaban también en el banquillo, con un once muy novedoso y muy joven, con las novedades de Braithwaite en punta y Aleñá en el doble pivote con Pjanic, ambos casi inéditos en la temporada.

Tras una primera parte de control sin peligro, con el equipo asentándose, incluido un Mingueza agresivo y acertado, con el inicio de la segunda parte una jugada elaborada por dentro, culminó con la ruptura de Sergiño Dest por el carril del ocho para de disparo cruzado estrenar la cuenta estadounidense de goles en el Barça. El gol produjo un subidón de confianza generalizado que llevó al segundo y tercer gol de Braithwaite, otro que aprovechó la ocasión brindada.

Además, Griezmann quien tras sacarse de encima un cierto peso en su entrevista de días anteriores con Valdano, acertaba a cerrar la cuenta en lo que podría ser un nuevo comienzo del francés en Can Barça. Y también pudimos tener el toque un tanto random con el debut también de Matheus Fernandes, el penúltimo brasileño random de la cuadra de Cury, quien sin ser presentado como jugador disfrutó de unos intrascendentes minutos en Champions.

En resumen, un partido que por todo lo acontecido, rotaciones, oportunidades aprovechadas, renacimientos y debuts salió redondo, en lo que esperemos sea un chute de autoestima para el equipo a la espera de desafíos más serios que este grupo nivel Intertoto que afortunadamente nos ha tocado este año en Champions. De momento, en octavos por 16º año consecutivo, una cifra que define el tiempo que lleva este equipo en la élite europea.

martes, 24 de noviembre de 2020

Liga 20-21. Atleti-Barça. Todo lo que pudo salir mal, salió mal.

Tras el parón de selecciones que nos trajo de regalo la lesión leve de Busquets que le hacía baja, el dubitativo Barça de Koeman visitaba La Meca de la convicción, el Wanda Metropolitano, la guarida de los discípulos del Cholo Simeone, quien todavía, tras casi una década al frente del Atleti, estaba por estrenarse como vencedor ante los azulgrana en contienda liguera. Como no podía ser de otra forma en este 2020, se fue a dormir a casa con los tres puntos en el zurrón por primera vez.


Con la cuarta equipación, siguiendo este desconcierto modisto muy alineado con la trayectoria del equipo, el Barça salió más o menos enchufado, e intercambió en los primeros minutos golpes con los atléticos, sin demasiado éxito por parte de las delanteras. La lentitud en la circulación y la nula presión no hacían presagiar nada bueno, y la defensa de cinco de los de Simeone se ajustó para evitar más sustos durante el primer tiempo.

Ya en el descuento, una pérdida tras un mal control de Piqué en la posición de interior, acabó con un balón en profundidad al carrilero Carrasco. De repente, apareció de la nada Ter Stegen, a 40 metros de la portería para achicar con todo el Outback de Australia a su espalda. Un quizás afortunado tunel de espuela del belga, dejó al teutón arrodillado, y toda la portería abierta para un remate sencillo desde más de 30 metros, que aupaba el 1-0, y la sensación de que sería imposible levantar el partido en los segundos cuarenta y cinco minutos. Como mucho, empatarlo en una jugada aislada genial de alguno de los de arriba, o más bien de Messi.

Y fue tal cual. Nunca hubo posibilidad de remontar, salvo un par de balones colgados que Lenglet remató a las manos de Oblak, que no hubo de esforzarse demasiado y mucho menos obrar uno de sus habituales milagros en la línea de gol. El Atleti decidió que era momento de apagar la luz, y echó la persiana al partido según salía del descanso.

Aunque para apagón, el que sufrimos todos emocionalmente al ver caer a Correa sobre la rodilla de Piqué en una sobrecogedora toma. Ahí, la mayoría desonectamos del partido, y solo esperábamos que fuera milagrosamente un esguince, como erróneamente nos hicieron ver tras el partido.

Pero, como todo esta temporada, salió la peor carta de la baraja y la lesión de larga duración, nos deja coja la posición más difícil de cubrir de toda la plantilla, Messi incluido. Si hubiéramos de escoger un tío que no se lesionara de gravedad, prácticamente todos hubiéramos dicho Piqué. Pues si no quieres caldo, toma tres tazas.

Queda en segundo plano, el horrible partido del equipo, la impotencia mostrada, que algunos tachan de apatía, pese a ser los mismos que elogiaban la intensidad (¡Chupito!) que había impuesto Koeman a su llegada. Un equipo sin ideas, que nunca está escalonado, y que se parte por el insufrible doble pivote, que esta vez sin el criticado Busquets, tampoco funcionó. Y digo yo, si no funciona nunca, nos llegan más y no atacamos bien, ¿por qué esa contumacia desde el banquillo?.

Los peores augurios para esta temporada de transición, de reset en la ilusión se van cumpliendo mientras el señor presidente de la Junta Gestora no tiene a bien poner las urnas para que un presidente legitimado puede intentar resolver los ciento y muchos desastres que esta década ominosa nos ha legado.

viernes, 30 de octubre de 2020

UCL 20-21. Juve-Barça. Pedri hace añicos la puerta

Agosto de 2005, un menudo juvenil argentino recién llegado de triunfar con su selección sub-20 en el Mundial se alinea como titular por primera vez en el Gamper con el Barça campeón de Liga que dirige Frank Rijkaard. Enfrente, la Juve de Fabio Capello un rocoso equipo que dominaba el campeonato italiano y colmado de jugadores que doce meses después serían campeones del mundo con Italia. Ese joven de 18 años recién cumplidos responde al nombre de Leo Messi, y se marca una exhibición extraterrestre que impacta a los 90.000 espectadores que acudieron al Camp Nou y deslumbra al veterano Capello que incluso se dice que le solicita a su ex-pupilo en el Milan, Rijkaard su cesión. Desde entonces, 15 años después, no ha salido de la titularidad con el equipo culé ofreciéndonos la época más gloriosa de la centenaria historia del club.

15 años y algunos meses después, otro juvenil, éste sin siquiera haber cumplido la mayoría de edad, se presentaba en el estadio de la Juve para la segunda jornada de la fase de grupos de la 2020-21, tras haber sido ya titular contra el Madrid unos días antes. Pedri González, con su enclenque figura, enloqueció al atlético internacional colombiano Cuadrado (viejo objetivo azulgrana), con su repertorio de giros, amagos, toques sutiles y cambios de ritmo. Se suele decir que un joven debe derribar la puerta del vestuario para hacerse con un puesto; pues bien, lo que hizo Pedri en el Juventus Stadium es directamente hacer añicos la puerta, demostrando un nivel y una naturalidad para jugar, absolutamente inédito para su edad. Algunas voces habían criticado su partido contra el Madrid, lastrado por su ubicación en la posición menos agradecida para este equipo, como ya había venido mostrando Griezmann, su ocupante hasta el pasado sábado, y el chaval respondió en Turín con una actuación que será recordada muchos años, como aquel Gamper de 2005.

Un Barça muy enchufado ya había rematado dos veces en el primer minuto, poste del desafortunado Griezmann incluído, y se hizo amo y señor del partido ya hasta el descuento, donde Messi de penalti sentenció definitivamente el partido. Koeman nos deleitó con una variante táctica inédita hasta el momento, con Sergi Roberto ejerciendo en salida y ataque como central derecho de una línea de tres en la que que Pedri interiorizaba para dejar a Alba volar libremente por el costado izquierdo, mientras un disciplinado e incisivo Dembelé tenía hectáreas en la derecha para desarbolar al flaco izquierdo de la defensa juventina desde el lado débil. En un cambio de juego de primeras de Messi, recibió el francés, para encarar y tras recorte y con la colaboración del toque en un defensa, incrustar su disparo de diestra en la escuadra del palo largo, inalcanzable para Szczesny.

Pese a los goles anulados a la Juve por la pulsión de Morata en caer en fuera de juego, el Barcelona dominaba a su antojo el partido, con un Messi muy participativo que desde la mediapunta acaudillaba el ataque azulgrana al que solo le faltaba un punto de acierto en el remate final para acabar de apuntillar a una Juve cuyo nivel individual fue bastante decepcionante, y con la ausencia de Cristiano como una losa que no fue capaz de levantar.

Tras la dolorosa derrota ante el Madrid, Koeman y su equipo devolvieron la ilusión al aficionado, en una temporada que por el estado preliminar del proyecto, tiene toda la pinta de ser una montaña rusa de subidas y bajadas que esperemos acaben en buen puerto, pero que al menos han sacudido la terrible monotonía que las últimas temporadas habían sumido al aficionado culé. De momento, en Champions, mientras vemos si crece el proyecto, una victoria la semana próxima en el Camp Nou ante el Dinamo de Kiev puede prácticamente certificar la clasificación para octavos de final. Es en Liga donde deberá apretar el equipo para no quedar descolgado antes de tiempo.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Liga 20-21. Victoria del Madrid ante un tierno Barça con el VAR de protagonista

Llegaban Madrid y Barça parecía que en diferentes estados de ánimo. El Madrid tras perder dos partido seguidos en Liga y Champions, y el Barça recuperando sensaciones tras el tropiezo en la desagradable visita a Getafe. En un Camp Nou tristemente vacío por las circunstancias que vivíamos y a la hora de la siesta para favorecer a aficionados de latitudes lejanas se plantaron sobre el césped los dos equipos.

El Barça salía con la sorpresa de Pedri por un desahuciado Griezmann, a quien se ve difícil recuperar para la causa, y con Alba recuperado pero entre alfileres para la banda izquierda, dejando a derecha para el recién llegado Pedri. Junto a Ansu, 3 jugadores por debajo de los 20 años en el equipo titular, en un giro brutal a ese equipo veteranísimo que fue goleado en Lisboa. El Madrid recuperaba a su vez el 1-4-3-3, con Vinicius y Asensio en banda de ataque, y con la energía de Valverde en lugar de la experiencia de Modric en mediocampo.

Y esa energía del uruguayo se vio en un desmarque de ruptura al poco del inicio que desembocó en el primer gol del partido, que enseguida se ponía en el mejor escenario posible para un Madrid con muchísimos problemas para la creación y la definición. Afortunadamente un ruptura de Alba, la remataba el nuevo nueve Ansu para empatar enseguida y no dar posibilidad alguna para un partido a la contra del Madrid. De ahí hasta el final de la primera parte, un partido abierto, equilibrado, quizás con más cercanía del gol por parte del Barça por la actuación inicisiva de Messi en esos minutos frente a la falta de punch madridista. Esa sensación se mulitiplicó al inicio del segunda parte con varias llegadas con peligro del Barcelona que nos dejaban un regusto a cercanía del 2-1 más pronto que tarde, pues la defensa madridista tampoco se mostraba muy contundente.

Sin embargo, al cuarto de hora de la reanudación se produjo la jugada que marcó el encuentro. Un balón colgado en una falta lateral acababa con Ramos por los aires reclamando penalti. El VAR entró, y se pitó la pena máxima que transformó con mucha tranquilidad Ramos. Y ahí, cambió el partido absolutamente. El Madrid en su escenario favorito, el Barcelona muy nervioso por la decisión arbitral y la excesiva bisoñez del proyecto. A todo ello se sumaron los cambios de Koeman, que volvieron a acumular delanteros sin demasiado concierto como en Getafe, y con el mismo nulo resultado. Con el paso de los minutos los huecos en la parte de atrás azulgrana facilitaron ocasiones al Madrid bien resueltas por un acertado Neto, hasta que en el último minuto Modirc ponía la puntilla y el sello a la victoria de los de Zidane en el Camp Nou, donde por cierto sigue imbatido. En eso también han encontrado en el Madrid a su Guardiola.

Partido para tomar nota y aprender del Barça, pero que no debe ser muy dañino para el proyecto, pues fue superior hasta la jugada decisiva, y además tuvo la buena noticia de la confirmación de que Dest puede ser el lateral derecho de la proxima década, pues secó a Vinicius y cuando la dieron la venia, atacó con suficiencia y calidad la banda izquierda madridista. En lo negativo, un Coutinho que vuelva a acercarse a su versión 2019, y la candidez de Lenglet, que debe aprender a no salir tanto en la foto, pues siempre se convierte en el actor principal del VAR con el Barça, y por mucho que te empujen, debes ser más listo y tirarte y gritar antes de agarrar a un contrario que desde la sala de Las Rozas es fácil de justificar como se ha visto.

jueves, 22 de octubre de 2020

UCL 20-21. Barça-Ferencvaros. Plácido estreno para recuperar sensaciones pese a Piqué

Tras la debacle de Lisboa, todavía caliente en la cabeza de la apesadumbrada, por múltiples otras y posteriores cuestiones, masa culé, volvía la Liga de Campeones al Camp Nou. Y lo hacía ante un rival de esos que llevan mucho tiempo esperando escuchar el himno de la Champions. En 2014 tuve la suerte de trabajar en Budapest durante prácticamente todo el año, y allí conocí a un simpatico lugareño, Balint, con el que compartía numerosas horas a la semana pues me llevaba y me traía por el complicado tráfico de la capital húngara. Siempre me decía que su equipo, el Ferencvaros, histórico equipo de la ciudad, soñaba con volver alguna vez a la Champions, tras más de 10 años sin ganar la Liga, incluyendo un descenso por cuestiones financieras a mediados de la primera década del siglo. Su sueño, se hacía realidad el pasado martes en el mismísimo Camp Nou.

El equipo hungaro era una pieza propicia para recuperar sensaciones para el partido contra el Madrid del sábado, tras la insufrible visita al dentista que supone jugar contra el Getafe. Sin embargo, en los primeros minutos el Ferencvaros se aproximó con peligro a Neto, incluido un gol anulado por fuera de juego y un disparo que dejó temblando el marco de la portería blaugrana para el resto de la primera parte.

El Barça no encontraba su juego, falto una vez más del juego entrelíneas que impide la ausencia de interiores. Además, los delanteros no parecían especialmente inspirados al comienzo del encuentro. Pero llegó Messi, y mandó parar. Cogió un balón en la posición del interior derecho y empezó a sortear adversarios como si fueran banderas de un slalom de esquí hasta entrar en el área y ser claramente derribado. El mismo Messi se encargó de marcar el penalti y poner por delante al Barça. A partir de ahí, partido cuesta abajo, bajón húngaro y bastantes ocasiones que acabaron con el 2-0 marcado por Ansu tras espléndida asistencia de De Jong.

El segundo tiempo empezó por los mismos derroteros con un tercer gol del trío atacante jugando en horizontal dentro del área como si se tratase de la Francia del Rugby Champgne, con entrada de Messi, pase a Ansu que de tacón se la cede al ala izquierdo que ajustició al portero húngaro con el 3-0 que se presumía defintivo. Tiempo para descansos y rotaciones.

Sin embargo, una contra de los húngaros acabó con Piqué forcejeando con el delantero, y estirándole en demasía de la camiseta dentro del área, con el consecuente penalti y expulsión para el central, que denotó una falta de concentración impropia de un hombre de su experiencia, que se perderá el partido de Turín de la semana próxima. El penalti ponía un inquietante 3-1 en el marcador.

Tras unos minutos de inquietud, que no zozobra por la inocencia del rival, la entrada de Busquets convirtió la defensa agonísitica de los minutos anteriores en una posesión interminable del Barcelona. Y en la primera jugada de peligro, Dembélé, esta vez muy acertado, desbordó hasta la línea de fondo a la altura del área pequeña, para dar el pase de la muerte a un Pedri, que se estrenó como goleador con la camiseta azulgrana, el día de su debut en Champions. Nada mal para la revelación de la temporada, y una bendición que pienso disfrutar los próximos quince años.

Antes del final del partido, otro gran pase en profundidad de Pedri, lo recibió Messi, atrayendo contrarios, lo que liberó a Dembélé, que solo tras el pase del argentino definió con aplomo. 5-1, recuperación de sensaciones sobre todo por los extremos (Ansu, Trincao y Dembélé) y liderazgo de grupo para abordar la semana que viene la visita a Turín, y con anterioridad la visita del Madrid al Camp Nou, esta vez vacío y desangelado, todo lo contrario que hace 20 años, cuando Figo volvió vestido de blanco.

martes, 20 de octubre de 2020

Liga 20-21. Getafe-Barça. Este tierno Barça no está para estas guerras

 No voy a quitarme mi cuota de culpa. Cada vez que veo un partido en casa de mi hermana, el Barça palma. Este finde tuve que ir a por mi coche allí, a Zamora, en un gran fin de semana en lo gastronómico, en lo familiar y en lo climatológico, pero que nuestro querido Barça no tuvo a bien redondear. Bien es cierto que semejante digestión de tornillos como una visita a Getafe, y más tras un parón por compromisos de las selecciones en un equipo en construcción como el de Koeman, podía preverse como una empresa harto complicada.

Y es que el equipo del en apariencia ilustrado (y cruyffista por expresión propia) Bordalás puede ser cualquier cosa menos un plácido rival. Dado el resultado negativo no me voy a extender en consideraciones pues podrían parecer excusas, y nada más lejos de mi intención, pero creo pertinente apuntar dos cuestiones. La primera, si la Liga quiere abrirse al mundo con una imagen como la del Getafe, se está equivocando de plano. La segunda, dado el nivel actual de Barça y Madrid, con una línea continuada de arbitrajes permisivos como el del sábado, el Getafe puede considerarse justificadamente un favorito claro al título.

El partido trajo las primeras rotaciones de Koeman, dejando en el banquillo a Coutinho y Ansu, entrando en su lugar Dembélé y Pedri, que fueron la noche y el día en la contienda por tierras madrileñas. El francés, desacertado, contumaz y frustrante en la utiliación del toque o regate de más; el canario, incisivo, técnico y agil en los toques precisos, sin dejarse intimidar por las destempladas entradas rivales. Pedri demostró que está para muchos minutos en este Barça de entreguerras.

El equipo, para mi gusto, tuvo un aceptable primer tiempo dadas las condiciones, con ocasiones muy claras, palo incluído de Griezmann y Messi, superando la presión del Getafe de manera solvente y sin sufrir apenas sobresaltos en la portería de Neto. Igual comenzó la segunda parte, hasta que una jugada tonta, discutible en mi opinión, pero un error de bulto de De Jong ocasionó el penalti que dio la victoria al Getafe. A partir de ahí, una muestra de impotencia del Barça que hasta el descuento no volvió a crear peligro de verdad en el área de Soria, superado por un Getafe que gozaba en un escenario absolutamente soñado para ellos. No se jugó desde el penalti. Tal cual.

El calendario no está siendo precisamente benévolo en estos primeros pasos del proyecto de Koeman, que apenas se siente aliviado mirando al otro lado del Puente Aéreo, desde donde llegan noticias deportivas, al menos, tan poco ilusionantes como el partido del Barcelona en Getafe. Pero Getafe, afortunadamente, solo hay uno en Primera, y hasta la segunda vuelta, y ya puede que en un Camp Nou con espectadores, no volveremos a enfrentarnos.

Quedémonos con la imagen ilusionante de un Pedri que debutaba como titular en el Barça y parecía que llevaba una década sobre el cesped vestido de azulgrana, y olvidemos lo antes posible el partido del sábado, porque pocas conclusiones se pueden sacar. Ni siquiera se sacó algo en el resultado, aunque bien pudo caer del otro lado si los delanteros azulgranas hubieran estado algo más acertados en el primer tiempo. Ahora volverá a sonar el himno de la Champions en el Camp Nou entre semana, y el sábado nos visitará el Madrid en un Clásico, como llaman ahora, a puerta cerrada y con los dos equipos llenos de dudas. De lo que no cabe ninguna es que será descafeinado.

martes, 29 de septiembre de 2020

Liga 20-21. Barça-Villarreal. El día que Ansu echó la puerta abajo

Domingo, ocho y media de la tarde. Una temporada más, y en mi caso ya son cuarenta y una (41) conscientes, ahí estábamos, sentados ante la televisión, esperando que empezara el primer partido oficial del Barça en esta 2020-21. Da igual que nos metieran ocho apenas hace un mes y medio, que la lamentable, vergonzante y desvergonzada directiva hiciera la del avestruz, metiendo la cabeza bajo tierra como si nada fuera con ellos, con un berenjenal histórico en lo deportivo por lo que todos sabemos; en lo económico, porque además de tener telarañas en la caja fuerte no podemos inscribir jugadores por el límite salarial de la Liga y el Fair Play Financiero de la UEFA; y en lo institucional con el club en el juzgado bajo secreto de sumario, y con una moción de censura en ciernes con mucho visos de prosperar (afortunadamente) por primera vez en la centenaria historia del club. Da absolutamente igual, porque esto no se cura, una vez inoculado nos persigue toda la vida, es ese trocito de infancia que nunca te abandona, y que tanto tenemos que agradecer.


Se presentaba el Barça de Koeman ante un amenazante Villarreal, cuyo mercado de verano ha sido de los más sugerentes, con Parejo, Coquelin y el estimulante Kubo bajo las órdenes del histriónico Emery, con el que esperan dar ese salto que los lleve de aspirante a Europa League a asiduo en Champions. Un Emery que volvía al lugar del crimen tres años después de sufrir el legendario 6-1 con el PSG que remontaba el 4-0 de la ida en la mayor remontada de todos los tiempos, y cuyo bagaje de 12 derrotas en 12 partidos en el Camp Nou era casi lo único a lo que agarrarse por parte del dubitativo hincha culé, más cerca del "ay, ay, ay" que del "Aquest Any, Sí" que nos devuelve a aquellos oscuros años ochenta que cantaban Los Piratas.

Koeman puso en liza el mismo once que el Gamper, con la misma defensa que recibió el abuso bávaro, el novedoso desde hace un par de décadas doble pivote con Busquets y un reforzado De Jong, y una linea atacante con Ansu, Coutinho y Griezmann por detrás de un Messi con licencia para campar e intercambiar posiciones con quien considere oportuno, pero partiendo desde la posicíón de nueve.

Tras unos primeros minutos de cierto tanteo, se desató la tormenta. El adolescente Ansu decidió que, tal y como hizo con la selección un par de semanas atrás, vista la competencia actual en plantilla y los rumores de fichajes, convenía dar un golpe encima de la mesa del vestuario. Y en tres jugadas, como dicen los clásicos, tiró la puerta abajo con dos definiciones quirúrgicas que ves a primera vista y piensas que podría hacer cualquiera, pero que en las repeticiones te das cuenta de la seguridad técnica insultante, aquello que Valdano solía resaltar del primer Messi adolescente todavía también. Un remate de interior de primeras a la escuadra y una definición mano a mano, engañando con el cuerpo el lado al que disparar de una pulcritud apabullante. Y la tercera encarando y desbordando dentro del área para provocar un penalti que cerraba el partido pasada la media hora de juego y que ponía todo de cara en el debut liguero, una vez un circunspecto Messi marcó el penalti. Y aun antes del descanso dio tiempo a ver un cuarto gol, en el primer desmarque de ruptura en el área que le recuerdo a Busquets en una década que perfectamente vio Messi para colocarle con mimo el balón en la bota al borde del área pequeña, pero que Pau Torres en un desesperado intento de evitar lo inevitable, introdujo en su propia portería. 4-0 y a otra cosa.

En la segunda parte se vio la confirmación de un Messi más participativo que en los primeros minutos de partido, donde apenas tocó bola, y con los primeros atisbos de sonrisa tras este tormentoso mes de burofaxes, interpretaciones contractuales, palabras faltadas, entrevistas exclusivas y despedidas instagrameras, en un registro desconocido hasta ahora para el capitán azulgrana, que fue reelegido por votación de sus compañeros en sus peores momentos como jugador azulgrana. Afortunadamente, estamos seguros que según vaya corriendo el balón, volverá su sonrisa y que la juventud que le rodea puede darle esos años extra que todos esperamos seguir disfrutándoles de azulgrana. Aun así, gol y asistencia en plena depresión para su debut, y un par de paradas in extremis de Asenjo, que evitaron que ampliara sus estadísticas todavía más.

Debutaron también un incisivo Trincao, un Pedri que lleva el mapa del fútbol de serie en su cabeza y sus pies, y un Pjanic que todo indica que complicará la titularidad de Busquets con su variedad en el juego corto y largo y su buen disparo. Hasta Dembélé se atrevió con un par de jugadas de las suyas que acabaron en nada. Y atrás, la resurrección de Alba y la constatación que Piqué ha venido al 100% desde el primer partido y que Lenglet se atreve a anticipar también a 70 metros de su portería.

En resumen, un partido que se puso rápido de cara por la exhibición del niño Ansu, y que el Barça aprovechó para ir construyendo la nueva realidad táctica con la frescura que las altas y sobre todo las bajas le ofrecen. Esperemos a próximos capítulos menos favorables para ver de qué pasta está hecho el equipo. De momento, solo buenas noticias.

sábado, 11 de julio de 2020

10 años del Mundial de Sudáfrica. Así lo viví yo...

Hoy hace 10 años que la selección española de fútbol se proclamaba por primera vez campeona del mundo en el Soccer City de Johanesburgo en Sudáfrica. Muchos, durante años, pensamos que nunca lo viviríamos, tras un sinfín de sinsabores, decepciones  y derrotas de todos los colores, siempre sin conseguir pasar el Rubicón de los cuartos de final. Dos años antes, ya habíamos acabado con aquella maldición en los penaltis ante Italia, pero un Mundial eran palabras mayores.



Hoy hace 10 años me desperté en Buenos Aires. Estaba de Luna de Miel, tras haberme casado una semana antes el día del partido de Cuartos de Final contra Paraguay, para desgracia de todos mis amigos, que tuvieron que sacrificarse sin verlo, y casi sin oirlo, pues la cobertura en aquel idílico paraje cerca de Sigüenza no era precisamente digna de Sillicon Valley. Esa misma tarde, cogíamos un vuelo que nos llevaría a Auckland (Nueva Zelanda) en la siguiente parada de nuestro viaje. A las 15.30 hora local empezaba la final, pero yo tenía todo controlado.

Madrugamos para ir a visitar San Telmo y su mercado, donde me hice con unos imanes de Maradona con la camiseta de Boca que todavía presiden mi nevera para las cervezas en casa. Habíamos reservado para comer en un restaurante elegante cercano al hotel, donde dimos cuenta de la última provoleta y el último bife en tierra argentina. A las 2 nos esperaba un coche para llevarnos al aeropuerto y tener tiempo para ver allí el partido. Pero el trafico de Buenos Aires comenzó a conspirar para que yo no llegara a ver el partido, y tardamos más de una hora en llegar. Tras facturar las maletas nos dispusimos a pasar el control de seguridad, ya con el tiempo justito.

Allí, ni Fast Track ni historias, una cola descomunal única que se tragaría mucho más del cuarto de hora escaso que me quedaba para el comienzo del paritdo.  Ataviado con la camiseta de la selección, enseguida divisé a un policia argentino que manejaba el control. Me acerqué a él, y le dije: "en 10 minutos empieza la fina del Mundial, la primera y posiblemente última que pueda ver a mi seleccion, déjanos pasar, por favor". El tipo, me miró, y llamó a un par de policias más que nos dejaron pasar sin más demora. Desde aquí mi agradecimiento eterno a aquel policia.

Aun tardamos algo en que nos declarasen aptos y teníamos que llegar a la Sala donde tenía pensado ver el partido, y corriendo por los pasillos, llegamos casi a los 10 minutos de partido, pero allí estábamos. Solos ante una buena pantalla de unas 45 pulgadas, y con tanto nervio por la final y por el accidentado trayecto, comencé una simpática ingesta etílica que comenzó con un par de cervezas locales y desembocó en unos whiskis con coca-cola a partir de la segunda parte. Durante el partido, apareció un matrimonio español, que desapareció antes de la prorroga, pero yo no estaba para vida social en esos momentos.

Ya en el descanso de la prórroga, envalentonado por el alcohol y los nervios le dije muy seguro a mi mujer que si llegaban a los penaltis, sintiéndolo mucho, perdíamos el avión, pero yo no me podia ir de allí sin verlo resuelto. Lo que ella quizás no sabía es que el siguiente vuelo a Auckland era dos días después, que yo lo había mirado ya para cambiarlo cuando pasamos a la final.

Y llegó el momento. La sala ya estaba bastante llena, pero yo no me había dado ni cuenta, pues estaba solo delante de aquel televisor. Marcó Iniesta, y emprendía una carrera arriba y abajo de la sala, gritando como un poseso ante la mirada de todos aquellos guiris en su mayoría. De repente, contra todo pronóstico, empezaron a aplaudir, cuando lo lógico es que hubieran llamado a seguridad y no hubiese visto el final del partido, además de algún tipo más de consecuencias indeseadas que mejor ni pensar.

Acabado el partido, más carreras por los pasillos para coger el vuelo, que estaba a punto de despegar. Un vuelo de LAN que hacía escala en Santiago de Chile antes de las 14 horas de vuelo atravesando el pacífico hasta Nueva Zelanda. Llegamos los últimos al avión, y al vernos con las camisetas, nos dieron una botella de Champagne para que pudiéramos brindar y sentir que éramos Campeones del Mundo.

martes, 30 de junio de 2020

Liga 2019-20. Jornada 31. Celta-Barça. Errores individuales opacan el nacimiento de la sociedad Messi-Riqui

Pues semana a semana vamos entregando la cuchara, como se suele decir. Y, con público o sin él, nos seguimos desangrando, punto a punto fuera del Camp Nou. Esta vez fueron dos puntos in-extremis que volaron en Balaídos. Un campo que junto a Anoeta, son quizás los más hostiles para el Barcelona en los últimos años. Y siempre con un denominador común, Iago Aspas.


El de Moaña, fiel exponente de la teoría del primigenio Culé de Chamberí acerca de que los jugadores tienen su lugar en el mundo, ha mojado en cada una de sus actuaciones en Balaídos contra el Barça desde que volvío de su desafortunado periplo por Liverpool y Sevilla. Su juego entre líneas que desnuda a centrales y medio centros por igual, su capacidad para la asociación y su precisa definición ante portería las tenemos los culés ya más que vistas.

Y eso que el partido empezó con la gran noticia del premio a los niños por su gran aportación entre semana ante el Athletic. Tanto Ansu, como por primera vez Riqui formaban en el once titular. Ambos estuvieron muy participativos y dieron una frescura inusitada al ataque azulgrana. Ansu ofreció la amplitud y el desborde que tanto requiere el equipo. Fue una pesadilla para Kevin, que además impidió que el celeste tuviera peso alguno en ataque.

Por su parte, Riqui, parece que consolidó esa sociedad que se vislumbró en la última media hora con Messi. El argentino, que parecía que algo no veía en el de Matadepera, lo que sirvió para hablar maliciosamente de caños y enfados en un entrenamiento a las lenguas viperinas que todo lo escrutan del rosarino, buscó, encontró y fue encontrado por Riqui con facilidad. Ahorrándole al argentino el paso por dónde se rumia la jugada, y dejándole enfocar todo su esfuerzo en el tercio final del campo, en la cercanía de la frontal.

En una de ellas, acabó en falta peligrosa que el Celta, buscando sorprender colocó a dos jugadores en los postes. Pero la cabeza de Messi fue más rápida y buscó a Suarez que nada más tuvo que empujar a la red con la cabeza en el área pequeña. 1-0, premio justo a la mejora azulgrana al descanso.

Pero nada más salir, un cúmulo de errores individuales, primero de Rakitic en el pase, después de Umtiti al abrir un latifundio a su espalda, fueron aprovechados por Aspas para lanzar a sus compañeros en un 2 contra 1 con Piqué y el empate. Tocaba volver a escalar la montaña.

De nuevo Suárez, cazando un balón robado por Messi en el área, en un giro y remate marca de la casa devolvía el partido a nuestro lado. El uruguayo volvía a marcar desde su lesión y por partida doble. A ver quién lo saca del once hasta final de agosto.

Y cuando pese a los cambios, una vez más los fáciles, parecía que el partido se acababa con victoria azulgrana, una inexistente a mi modo de ver falta de Piqué, provocaba que la mala colocación de la barrera de Ter Stegen en su habitual kriptonita de Balaídos, y la falta de atención de Griezmann como base de la barrera, abrieron un hueco donde el genial Aspas, espoleado por el trash talk de Vidal, que estuvo especialmente desastroso, pero otros 90 minutos al saco, aprovechó para dejar con un palmo de narices a los culés, que todavía debemos agradecer que en el descuento en una contra Nolito fallara a puerta vacia de manera inexplicable.

Otra semana que pasa, y otros dos puntos que nos alejamos del título. La única esperanza es que el rival tampoco está para tirar muchos cohetes y puede tener en la esquina menos sospechada un tropiezo que de la vuelta a la situación, aunque sea momentaneamente.

viernes, 26 de junio de 2020

Jornada 30. Barça-Athletic. El último de Dani

El miércoles por la mañana nos despertamos con la peor de las noticias que llegaban desde Asturias. Tras años luchando contra la enfermedad con uñas y dientes, se nos iba Dani Suárez, una de esas personas que hacen mejor el mundo, por su optimismo, alegría y falta de dobleces. Y se nos iba la noche después de que el Barça de Setién volviera a perpetrarnos una de sus infumables actuaciones a las que ya nos tenía acostumbrados antes de la Pandemia. Plana, aburrida y sin rumbo.


Pero como a él le hubiera gustado, lo mejor es que saquemos la parte optimista del asunto, y respecto al partido contra el Athletic de Garitano, ésta tiene dos nombres, Riqui Puig y Ansu Fati. Dos niños, de casa, que representan el futuro del Barça, pero por qué no, el presente también. Dos canteranos cuyo fútbol nos puede recordar perfectamente a cómo era Dani en sus intervenciones en los podcasts. Fresco, incisivo, siempre con la palabra precisa, pero con la humildad que hace que no te sientas pequeño a su lado. Un tipo combinativo que podía resolver la jugada pero gustaba de que la elaboráramos entre muchos.

Y eso que el partido empezó mal. La alineación del Athletic, entre sancionados y rotaciones era de esas que hubiera sido protagonista de la siguiente rueda de prensa de Mourinho, pero empezó amenazante, con un par de llegadas peligrosas. Un Barça denso pero impreciso (con mención como habitual a Arturo Vidal, que fuera del área contraria es más contraproducente que otra cosa con balón); sin encontrar a los puntas, pese a que la defensa del Athletic tampoco daba demasiadas muestras de solidez, con los laterales casi inéditos Balenziaga y De Marcos. Delante, sin la amenaza aérea de Raul García y la combinativa de Muniaín, los leones buscaban el balón largo que pudiera ganar su pantera Williams, que apenas inquietó a un nuevamente imbatido Ter Stegen. Busquets aparecía demasiado entre centrales, malísima señal, y tan solo la movilidad y participación de un Griezmann que parecía más enchufado al juego de lo habitual era salvable. La falta de amplitud en ataque fue decayendo en un embudo fácilmente defendible para los centrales y mediocentros vizcainos, que vivían un partido mucho más cómodo de lo que habrían pensado.

Se llegó al descanso sin novedad, y empezaron a calentar los niños, además de Rakitic, que incomprensiblemente se apreciaba como una solución a un partido que lo que demandaba era ritmo, desborde y recibir entre líneas, cualiadades alejadas de lo que te puede ofrecer el croata. Los cambios, los fáciles (Griezmann y Arthur, además de la habitual dosificación de Busquets que vio antes su quinta amarilla y no jugará en Vigo).

Pero en cuanto tocaron sus primeros balones, Ansu y sobre todo Riqui, cambiaron el escenario por completo. Agresividad posicional, además de en el pase y el desborde. El equipo cambió, y el Athletic, por primera vez en la noche empezaba a verse agobiado en la frontal de su área. Tenían un niño que recibía a la espalda de los mediocentros, se giraba rápido y su rango de pases era impredecible, y otro dando amplitud por izquierda y buscando el uno contra uno en cada jugada hacia dentro para abrir también el carril para la llegada sorpresiva de Alba, cuyo rendimiento difiere mucho si está o si llega. Se mascaba el gol, pero caían los minutos.

Perder de nuevo dos puntos, era casi perder la Liga y darle un oxígeno al Real Madrid para las próximas semanas que podía ser definitivo. Y el gol llegó del protagonista inesperado, como suele ser habitual. Ese Rakitic cuya presencia en el campo habíamos criticado masivamente recogió un balón suelto en la frontal, combinó con Messi de manera un tanto trompicada pero acabó con el balón controlado ante Unai Simón, al que batió con frialdad para subir su primer gol de la temporada, lo que habla a las claras del curso que lleva el croata.

De ahí al final se recuperó la alegría al abrirse más espacios ante la necesidad del Athletic de irse hacia arriba, ahora ya con todo, titulares rotados incluidos. Pudimos disfrutar de varias jugadas con los chicos de protagonistas y un detalle que me gustaría resaltar: el cambio de la mirada de Messi hacia Riqui, que le puso varios pases verticales al borde de la frontal muy bien recibidos por el habitualmente desabastecido 10. No tuvo suerte cara al gol, pero anduvo cerca en diferentes ocasiones. Y esta nueva mirada de Messi contagió a los compañeros que en la media hora final, aceptaron gustosos que el de Matadepera llevara el peso del acoso azulgrana a Unai.

Como he dicho al principio, en homenaje a Dani, quedémonos con lo positivo, como él siempre transmitía. Hablemos de Riqui y Ansu, y no de Suárez, Griezmann, Vidal, o de la dirección de Setién, o de los problemas de Semedo para progresar con balón. También porque de lo que nos quedan más años es de lo primero, y aunque Dani no haya podido disfrutarlos con nosotros mucho tiempo, seguro que tiene contratado ya el streaming de los partidos del Barça para toda la eternidad.

Nosotros, aquí, lo que es seguro es que no te olvidaremos.

martes, 16 de junio de 2020

Liga 2019-20. Jornada 28. Mallorca-Barça. La vida sigue igual.

Llevaba más de 100 días sin escribir, pues al contrario que otros prolíficos escritores, cronistas o blogueros, todo esta situación tan extraña que hemos pasado no ha despertado en mi ninguna gana de explicar cosas, sino más bien al contrario. Sin fútbol, yo no encuentro motivación para sentarme a contar cosas, y además, ser padre de familia numerosa con mis niñas en casa las 24 horas a la par que tener que trabajar no me dejaba tiempo para sentarme delante del ordenador a contar mis historias.



Al comienzo de la Pandemia, la situación tan excepcional y su gravedad, dejaron el fútbol muy abajo en mi orden de prioridades, y siquiera la posibilidad de que la competición se retomara me parecía una muestra más de la prevalencia de la industria sobre el deporte, faceta que tan poco me gusta del futbol moderno. Sin embargo, según íbamos avanzando en la desescalada hacia la tan cacareada Nueva Normalidad, empezaba a ver el regreso del fútbol como un paso más a esa rutina pasada que con tanta añoranza llevamos observando tres meses.

Tras la vuelta de la Bundesliga, la primera en retomarse, pero para mí, apenas un snack con el que calmar mi hambre de fútbol, el pasado sábado me disponía a degustar la verdadera delicatessen o el plato fuerte: la vuelta del Barça. Y nos tocaba volver en Mallorca, donde también vuelven esta semana esos turistas alemanes (los alemanes, siempre los primeros) como prueba piloto para reactivar ese turismo que, nos guste más o menos, sigue siendo la industria más importante de este país. En un Son Moix desangelado pese a los voluntaristas y un tanto infantiles intentos de la Liga de hacernos creer que todo está perfecto rellenando con sonidos enlatados y efectos ópticos en las gradas que eviten la visión de unas tribunas desiertas, alegoría del mundo en el que hemos vivido todo este tiempo.

Ataviados en su tercera equipación, con un Messi afeitado tras mucho tiempo, con un joven uruguayo del filial en el centro de la defensa dejando en el banquillo la inestable rodilla del otrora indiscutible Umtiti, y con la incertidumbre propia del que explora un escenario desconocido, saltó el Barça al perfecto césped de Son Moix. Y lo hizo con más energia de lo habitual, como cuando de niño volvías tras las vacaciones de verano. Y para poner todo de cara, con apenas un minuto de juego, Arturo Vidal, elegido por encima del "transferible" Arthur, nos brindaba una de sus apariciones en el área para rematar inapelablemente un centro lateral de Jordi Alba, y despejar muchas de las dudas que podíamos albergar los aficionados.

Se vieron unos primeros quince minutos ilusionantes, con De Jong conectando con Messi, Sergi Roberto entrando repetida pero puntualmente hasta la línea de fondo por su banda y con repetidas llegadas a las inmediaciones de un Manolo Reina que atisbaba una noche complicada en su retorno, ya escarmentado por los variados errores de los porteros en la vuelta a los terrenos de juego. Pero pasados los primeros quince minutos, comenzamos a ver a Busquets entre centrales y se empezaba a apreciar la activación de ese tan irritante modo de ahorro de energía del equipo. En ese rato pudimos ver a Kubo desparramar su calidad poniendo en aprietos a un solvente Ter Stegen que no entiende de parones, falta de portería y cuestiones que afectan a los humanos.

Por suerte, con la nueva realidad del fútbol se para a los 30 minutos, y ese parón sirvió para reubicar al equipo que enseguida encontró premio en el estreno goleador del bullicioso Braithwaite, que no paró de ofrecer soluciones sin balón durante todo el partido para agrado de Messi, que también se estrenaba como asistente en la reanudación del fútbol. Con 0-2 se llegó al descanso, el encuentro parecía ya decantado.

Ni siquiera la típica salida aturdida del Barça en la reanudación dejó muchas dudas de que el partido estaba ya sentenciado, y el carrusel de cambios refrescó energías pero no cambió el escenario. Apenas la esperada reaparición de Suárez, más fino y preciso de lo esperado rompía un tanto el tedio. Tuvo que ser una vez más la Bestia Parda quien nos despertara del letargo con unos de esos toques de genialidad que el argentino administra con el aplomo del funcionario alemán de carrera que sella documentos oficiales. Alba, esta vez sin pase atrás necesario colocaba el 0-3, y todavía había tiempo para que el propio Messi en su típica diagonal, esta vez en sentido inverso al habitual cerraba el marcador y por decimocuarta temporada consecutiva alcanzaba los 20 goles en Liga. Así de fácil es escribirlo, y así de complicado hacerlo.

Un mejor resultado que juego, pero un banquete ligero que colmó nuestro hambre de fútbol sin necesitar de una pesada digestión por la falta de costumbre. Ahora, cada 3 días tendremos cena de fútbol, pues los próximos tres partidos también se disputarán a las 22.00, hora perfecta para los padres, que con el trabajo ya finalizado podremos sentarnos cerveza en mano a degustar el fútbol de la Nueva Normalidad, de la mano de la Bestia Parda, que pase lo que pase sigue decantando la balanza como antes del Coronavirus, porque en esta aspecto, como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual... 

jueves, 5 de marzo de 2020

Liga 2019-20. Jornada 26. Real Madrid-Barça. Derrota tras un puñado de años invictos en el Bernabéu que abre la Caja de Pandora

Fue una lejana tarde de finales de octubre de 2014. Un escarmentado Luis Suárez debutaba tras varios meses de sanción por su reincidente mordisco a Chiellini en el Mundial de Brasil, inaugurando un tridente que meses más tarde nos llevaría al triplete. Un todavía joven de aspecto e ímpetu Luis Enrique se sentaba en el baquillo de visitantes del Bernabéu, creyendo todavía que el líder de aquel equipo era él, pues Anoeta llegaría un par de meses después. En el centro del campo, todavía la Santísima Trinidad azulgrana en su última función conjunta en campo del gran rival. Enfrente, un Real Madrid que pocos meses atrás había consumado su décima Copa de Europa, tras más de un década de triste vagar por los campos europeos, venía empujado todavía con la inercia que aquella victoria en Lisboa ante el rival ciudadano, fraguada en el descuento, y certificada en el añadido con un solvencia que nunca apareció en los 90 minutos anteriores.


Hasta entonces nos tenemos que remontar para recordar la última vez que el Barça había, no ya perdido, sino dejado de ganar en Liga en el Santiago Bernabéu. Un estadio bautizado, no sin malicia, como el Jardín de Messi. 5 años naturales enteros más dos picos de un par de meses. Toda una vida. Hasta que este pasado domingo, la parroquia local pudo volver a enloquecer con una victoria sobre el eterno rival. 2-0 y recuperación de liderato incluido.

Y eso que en los primeros 55 minutos, un Barça laborioso había conseguido primero templar la embestida inicial de su rival para acabar aculándolo frente a su portería, mediante unas posesiones largas, iniciadas en salidas de balón que desinflaron completamente la inicial intención de presionar de los medios y delanteros blancos. Un dominio que dio a luz a no menos de cuatro ocasiones claras en las que los azulgranas perdonaron la vida a un Madrid todavía enfrascado en la depresión que el City de Guardiola había desatado entresemana en Champions en este mismo escenario.

Pero todos sabemos que en el Bernabéu siempre hay, al menos, un rato de zozobra, de barbarie blanca. Son esos arreones tan íntimamente ligados a la idiosincrasia madridista, que uno ha visto, en mayor o menor medida, al Madrid de los García, al de la Quinta, al de los Galácticos, incluso al de entreguerras en el histórico 2-6, como no al de Mourinho, o más recientemente al de las Champions inverosímiles. Esta vez, el desencadenante de la vorágine fue un tiro magnífico de rosca a la escuadra de Isco. A la salida de un córner, una vez más. descuidado por la retaguardia azulgrana, y primorosamente respondido con un vuelo a mano cambiada de un Ter Stegen, que sumaba una eternidad de minutos sin recoger de la red un balón en el Bernabéu en Liga. Concretamente desde Sant Jordi de 2017.

Fueron minutos en los que el Barça se desordenó. Fue contumaz en la pérdida en salida, más por imprecisión propia que por efectividad de la presión ajena, todo se ha de decir, y vio como, una y otra vez, los hasta entonces anestesiados jugadores blancos asediaban la hasta entonces tranquila portería visitante. Fueron diez minutos, pero parecieron mil. Tanto si lees la ensoñación resultadista en las posteriores glosas de los próceres mediáticos madridistas como si eres un culé hundiendote en el sofá de casa ante la televisión, parecen mucho más. Pero el tiempo se puede medir con relojes, y fueron diez (10) minutos.

El problema es que, cuando el Barça hubo conseguido instalar un puñado de posesiones en tres cuartos para contener la sangría, habiendo cambiado al Sultán de las pérdidas innecesarias durante la barbarie, e incluso tenido la oportunidad más clara con el debutante y recién entrado Braithwaite, llegó el gol de Vinicius. Un gol en el que hubo un acierto, el de Kroos, mayestático desde ese minuto 55, mandando y dejando en ventaja al tan incisivo como inocuo Vinicius. A partir de ahí, múltiples errores de posicionamiento, elección, y finalmente remate. Pero la fortuna que minutos antes estuvo del lado azulgrana en un remate de cabeza que Piqué achicó desde la línea de gol, le fue esquiva al desviar el central de la Bonanova el inocente, una vez más, remate de Vinicius, para alojarlo irremediablemente en la portería de Ter Stegen.

Y este Barça de mandíbula de cristal, sin llegar a venirse abajo, sí que vio muy cuesta arriba el camino hacia la remontada, oscurecido además por una ocasión perdida por un mermado y desafortunado Messi, que estorbado lo suficiente por Marcelo, fue superado por Varane, negándole un gol casi descontado en esos segundos previos por todos los aficionados. Hubo alternancia, partido abierto, llegadas por ambos lados, pero no parecía plausible la resurrección azulgrana. Para regocijo de las hordas madridistas, además, el inédito Mariano, en su única intervención tras entrar en el campo ya en el descuento con más intención de perder tiempo que otra cosa, persiguió un balón de saque de banda, dejando atrás Umtiti, como ese hijo juvenil que supera a su padre cincuentón en los partidos de solteros contra casados, y no sin una buena dosis de fortuna al resbalarse, colar el balón por el único hueco que Ter Stegen en su salida dejó abierto. Ahí se acabó el partido, y se abrió la Caja de Pandora, esa pulsión autodestructiva del barcelonismo tan consustancial como los arreones en el Bernabéu.

Porque en mi opinión, los tres males del barcelonismo se juntan esta semana: la madriditis, el pesimismo atávico y la pulsión autodestructiva. Empiezan a filtrarse noticias, se agranda y critica desmesuradamente cualquier nimiedad, se compran relatos ajenos, se menosprecia lo propio, se mira al resultado y nunca al juego. Y todo azuzado por el oficialismo, que en todo esto ve con claridad el caldo de cultivo para desviar la atención del palco al campo. Primero de nuñismo. ¿Oiremos el sábado en el Camp Nou ante la Real, flamante finalista de Copa, aquello de "jugadores, peseteros"? No estoy seguro, pero es lo que andan buscando interesada y desmedidamente esas trincheras vergonzantes.

lunes, 24 de febrero de 2020

Liga 2019-20. Jornada 25. Barça-Eibar. Silbidos, debut y genialidad funcionarial para una goleada insulsa.

Semana convulsa en Can Barça con la polémica de la empresa supuestamente contratada para difamar a adversarios por parte de la Junta, aderezada por el clandestino fichaje, presentación incluida del danés Martin Braithwaite para dotar de un mínima profundidad a la plantilla que va menguando peligrosamente, partido a partido, hasta tener que tirar de casi media docena de canteranos para completar las convocatorias. Se presentaba en el Camp Nou otro equipo, el Eibar, cuyo sello de identidad es la presión y el buscar el juego directo para pasar la mayor parte del tiempo en campo contrario. Otra prueba de fuego para la salida de balón que tan sólidamente está construyendo Setién desde que llegó.


La alineación, como está pasando demasiado a menudo con Setién, era un tanto decepcionante, pues sumaba a Vidal y Rakitic, en un supuesto rombo en el centro del campo, que no fue así, pues el chileno jugó de extremo izquierdo, dando amplitud y siendo una salida en largo constante que pudiera encontrar el preciso pie de Ter Stegen si el Eibar apretaba como el Getafe la semana anterior. Por primera vez desde que llegó el nuevo mister, De Jong quedaba relegado al banquillo, pensando claramente en la semana decisiva que se presenta por delante.

Antes del comienzo del partido, tuvimos una primera "sorpresa" en el campo, pues una vez acabado el himno, comenzó una pitada bastante importante que fue "in crescendo" por momentos, acompañada por una pañolada menos generalizada, como no podía ser de otra forma, viendo el censo de turistas que suele copar las gradas del Camp Nou en los partidos de Liga ante rivales menos atractivos para el socio. Una censura en toda regla a la directiva, y en especial al presidente Josep María Bartomeu, que parece dudar si conviene dar un paso al lado, y cómo hacerlo. Y es que el cúmulo de desatinos en todos los órdenes comienzan a cansar incluso a los más reticentes a mostrar su desacuerdo por miedo a afectar al equipo. Como si éste no estuviera hace tiempo curado de espanto tras tantas vivencias en la última década. Veremos en qué queda.

En el campo de juego, una vez puesta en circulación la pelota, un Barça de lo más plano y anodino, con salida de balón menos clara que la semana anterior, y con poca circulación de balón una vez alcanzado el último tercio de campo. El Eibar parecía relativamente cómodo, y hasta se permitía incomodar a Ter Stegen con alguna llegada temprana, gol anulado incluido.

Sin embargo, Messi, que como aquellas botelllas de champán en los podios de los deportes del motor, llevaba un tiempo agitándose, al fallar una desconocida cantidad de disparos. Todos sospechábamos que en cuanto se descorchara la botella, iba a empapar a todos los cercanos, como así fue. Y el descorche fue apoteósico. Tras recibir a la espalda de los mediocentros armeros de Rakitic, Messi encaró con el balón controlado la frontal y ante los dos centrales que pretendían cerrarle su salida por el lado de su pierna más buena, los sorteó con un túnel escandaloso para, aguantando la llegada del exhuberante Papa Diop, cruzar dulcemente ante la inutil estirada de Dmitrovic, y abrir el marcador. Un gol estratosférico, incluso dentro del catálogo de la Bestia Parda; es decir al alcance de nadie más en este universo del fútbol.

Con el 1-0, pareció por momentos que llegaba el juego al rebufo de la ventaja en el marcador. Pero fue un espejismo, y volvimos tras un par de llegadas peligrosas consecutivas al anodino ritmo de toda la primera parte. Ritmo que volvió a hacer pedazos nuestra Bestia Parda entrando desde atrás a una dejada de Arturo Vidal, bastante correcto todo el partido y extremadamente disciplinado tácticamente. Llegando lanzado a la frontal una vez más, atravesó la línea defensiva visitante como un cuchillo caliente la mantequilla y, de nuevo ante un impotente Dmitrovic, cruzó al palo largo con precisión de cirujano para poner distancia en el marcador. Y apenas un par de minutos después, volvió a aprovechar un generoso regalo de la defensa para en vez de fusilar al portero, dejarle el gol hecho a Griezmann, que se durmió y no pudo cargar la pierna ante la intervención a la desesperada de uno de los zagueros, con tan mala suerte que dejó a placer el balón a Messi para que certificara su hattrick en 40 minutos, y alejara cualquier posibilidad de sorpresa en el partido y los malos augurios personales ante puerta que pudiéramos atisbar desde el fatalismo atávico culé. Tres balones recibidos por la Bestia Parda en los aledaños de la frontal, 3-0 al descanso, y partido resuelto.

Demasiado resuelto lo verían todos del lado azulgrana, pues los primeros veinte minutos de la segunda parte vivimos un deja vu,  en ese desesperante modo de ahorro de energía que tanto sufrimos y criticamos con Valverde. Tan solo la nula pegada eibarresa evitó que se tradujera en un marcador más ajustado, y quien sabe si en más silbidos desde la grada. También empezaron las dosificaciones de las vacas sagradas, con los descansos de Busquets y Piqué, claves para lo que se viene encima. Por último, 20 minutos para que el Camp Nou viera y pudiera empezar a poner nota a su nuevo fichaje.

Y la verdad es que fue una presentación esperanzadora del danés Martin Braithwaite, que como un buen profesional de cualquier gremio, lo primero que hizo fue mostrar lo que sabe hacer bien. Desmarque al espacio, agresividad en la presión e inteligencia táctica. En apenas cuatro intervenciones se bastó para ganarse al público, y así caer de pie en un Camp Nou que suele dejarse llevar por la inmediatez de las primeras impresiones con los nuevos. Braithwaite dejó una asistencia para el póker de Messi, que además le buscó en un par de ocasiones al hueco, y un último desmarque de ruptura que culminó con un disparo, cuyo rechace cerró la goleada de la apacible tarde barcelonesa que había comenzado con una borrasca sobre el palco del Camp Nou.

Los próximos partidos de este semana, en San Paolo en la vuelta de la competición europea y en el Bernabéu, con un Madrid que en dos jornadas ha cedido 5 puntos y el liderato antes del partido que podía abrir una brecha a su favor, y que ahora lo observa con la presión y el agobio que una nueva derrota en su feudo contra los azulgrana podía suponer una desventaja puede que definitiva, más por lo psicológico que por lo matemático. De momento, reciben a un Messi reconciliado con el gol. Y eso siempre hay que celebrarlo a lo grande.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Liga 2019-20. Jornada 24. Barça-Getafe. Victoria masticando tornillos aderezados con silbidos de incomprensión y desmemoria

Hace casi 33 años aterrizaba en Barcelona, en plan Mesias redentor un holandés visionario, bastante incomprendido como casi todos los genios en muchas fases de su vida, y que venía a liderar una renovación radical de una plantilla del Barça, a la que el presidente Núñez había puesto la cruz el día que pidieron su dimisión en el Hotel Hesperia de Barcelona, curiosamente un hotel del entonces vicepresidente Gaspart. Toda la plantilla, salvo Schuster que se bajó del carro en una muestra más de su concepción de la solidaridad, y el entrenador entonces Luis Aragonés, en visperas de un ya intrascendente Barça-Madrid, que por cierto acabarían ganado 2-0, pusieron el club, la ciudad y Cataluña entera patas arriba.


Cruyff, habilmente robado a la oposición por Núñez como baza electoral del año siguiente (¿os recuerda a una visita reciente a Doha?) exigió plenos poderes a todos los niveles, aprovechando su posición de fuerza ante la debilitada directiva culé, y empezó a crear lo que sería un equipo de leyenda que ganaría cuatro ligas consecutivas y la primera Copa de Europa de la historia del club en Wembley. Fue un antes y un después en la historia del Barcelona, a nivel de palmarés, seguro, pero también por dotar de una identidad futbolística al club, el mayor de sus legados.

Y esta identidad ya incluía un cambio de paradigma para el portero, adelantándose al menos 4 años a la evolución del reglamento que en 1992 prohibiría la cesión al guardameta. Zubizarreta, el portero titular de aquel equipo le hacía partícipe de los rondos, en los que sufría muchísimo, pensando que era una treta del holandés para deshacerse de él como uno de los significado en el Motín del Hesperia. Pero lo que Johan quería es que el portero fuera el primer jugador de campo, una revolución que hoy todos tenemos totalmente interiorizada.

Os preguntaréis por qué me voy tan atrás en la crónica del partido del Getafe. La respuesta es evidente. Los silbidos que recibió el equipo cada vez que durante la segunda parte jugaba con Ter Stegen para iniciar la jugada creando superioridades ante la gran presión del equipo visitante, además de injustas, son desmemoriadas. No sé si por años de presión del entorno mediático más afín a las estructuras del llamémosle "Antiguo Regimen", con un alud de artículos tendenciosos que han hecho mella en la memoria colectiva del soci. O por la nueva moda de que se tiene que jugar como el Liverpool, el equipo del momento, pero alejado enormemente de esa identidad que nos legó Cruyff, una auténtica joya de valor incalculable. 

El caso es que silbaron, y la mayor de las pitadas coincidió con una jugada que acabó 20 segundos después con Griezmann rematando en la frontal del área pequeña a placer. Injustos, desmemoriados y desconocedores de la realidad del juego. Esa jugada es paradigmática, y la pena es que Griezmann falló estrepitosamente con su pierna mala, porque si no, hasta los resultadistas se hubieran subido al carro.

El Barça de Setien hizo un magnífico partido ante un rival, que va tercero en la Liga, solo por detrás de Barça y Madrid, que realiza una gran presión en campo contrario, que hizo el record de faltas (sancionadas, que no cometidas, porque hubo al menos una decenas de leyes de la ventaja) de las 5 grandes ligas esta temporada, y que con su buen partido convirtió el encuentro en un ejercicio de masticar tornillos.

Fue derrotado, y tan solo en los momentos en que las contingencias físicas (lesión de Alba y golpe a Umtiti en el gol anulado al Getafe) fue superior al Barça. Setien ha construido en poco más de un mes, el mejor mecanismo de salida de balón desde Guardiola en el Camp Nou, y ése es solo el primer paso. El equipo evoluciona, y lo hace ganando. No sé que más queremos pedirle. Y gana, pese a la increíble racha de Messi ante el gol, que es inverosímil que se repita o se prolongue, tal y como hemos visto en la última década.

El entorno culé está demasiado convulso, incluso para lo que es habitual. Agradezcamos que podemos refugiarnos en el fútbol, en lo que se está construyendo en el campo. Si este equipo consigue conjurarse contra lo que le rodea, podemos estar ante unos meses históricos. Pese a los muchos obstáculos que se le ponen desde todos los ámbitos del maldito entorno.

Yo, confío.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Liga 2019-20. Jornada 23. Betis-Barça. Victoria necesaria, merecida y tranquilizadora

Se presentaba el Barça en el Benito Villamarín, tras haber sido eliminado en Copa por primera vez en 7 años, y con el maldito entorno ojo avizor para ver si había la posibilidad de despedazar a Setien, quien además, volvía a una plaza en la que era titular hasta la temporada pasada. Tanto el equipo como su entrenador se encontraban ante un escenario bastante límite, con el agravado de la baja de Piqué por tarjetas y habiendo confirmado días antes que Dembélé no podrá ser de tanta ayuda como Setien había venido anunciando en sus ruedas de prensa, al perderse por lesión (otra vez) lo que resta de temporada.


En esas circunstancias, Quique dispuso en el campo una novedad, jugando con un 1-4-4-2 con rombo. Alba esperaba en el banquillo para que Junior volviera a su estadio de hace unos meses, y Sergi Roberto jugaba por delante de Semedo en derecha. Vidal, como cabeza de rombo buscaba ocupar el espacio que Messi dejara en sus bajadas a recibir para sorprender y colaborar en la presión. Un sistema, parecido al que Valverde le propuso al propio Setien, la temporada pasada en este mismo partido. Los interiores, adelantados, pero siendo segunda opción de pase en salida, si Sergio estaba muy vigilado, tal y como hemos venido viendo en los últimos partidos. Esta vez la salida de balón no fue tan brillante como por ejemplo en San Mamés o contra el Levante, pero aun así fue clave en el primer gol azulgrana.

Las cosas se pusieron cuesta arriba muy rápido, prácticamente en la primera aproximación bética, con un Fekir que ya empezaba a marear a toda la defensa azulgrana con mención especial para un desubicado Umtiti. El disparo del francés dio en la mano de Lenglet y supuso, VAR mediante, el gol de Canales que engañó a MAtS con solvencia desde el punto fatídico. Pero el Barça reaccionó muy rápido, y De Jong, tras apoyarse en Messi, culminó una de sus cabalgadas fusilando a Joel y volviendo a poner las tablas.

El Barça se hacía con el partido y se sucedían las llegadas a la portería bética, pero una pérdida en medio campo, acabó con Fekir de nuevo encarando a Umtiti, que decidió recular hasta el infierno mismo si era necesario antes de exponerse ante el genial jugador bético, quien ante el espacio regalado, armó su pierna izquierda para mandarla a la jaula. Una vez más, dos tiros, dos goles, y poco o más bien nada que reprochar al portero. Y el partido, de nuevo cuesta arriba para un equipo que desde hace tiempo se veía que no dispone de una fuerza mental mínimamente aceptable.

Tras el 2-1 se pasaron por malos momentos, más de falta de reacción que de agobios propios, pese a que Fekir seguía desplegando su enorme repertorio ante el delirio del Villamarín, con caños, recortes e incuso rabonas. Pero, al filo del descanso, una falta lejana era quirúrgicamente botada por Messi, para que Busquets, al borde del área pequeña controlara y empatara el partido antes del descanso. Cuando hablamos de gol psicológico, poco  recuerdo más acordes a tal calificativo que éste. Un nuevo partido se abría para el segundo tiempo.

Pese a que el juego no estuvo en ningún momento al nivel de San Mamés, ni siquiera del de los últimos partidos en el Camp Nou ante Leganés y Levante, el Barça desde el comienzo de la segunda parte inclinó claramente el partido hacia la portería de Joel, que estuvo providencial ante Messi en tres ocasiones, alargando la racha de disparos sin gol de la Bestia Parda hasta límites desconocidos hasta el día de hoy. Pero Messi, viendo que el gol se le resistía se abandonó al altruismo de la asistencia, y en otro balón parado, colocó en la cabeza de Lenglet un centro que supuso el tercer gol y la remontada del equipo.

A partir de ahí, vinieron la estúpida expulsión de Fekir, protagonista para bien o para mal de todo el partido y la innecesaria segunda tarjeta de Lenglet, que pasó de héroe a villano en pocos minutos. Diez contra diez y con el Betis con más espacios para buscar el empate, Setien, en vez de sacar intensidad, buscó defender a través del control del balón, y apenas sufrimos acercamientos, pues también en el campo, tanto Messi como De Jong y Arthur, entendieron este final de partido como un ejercicio de conservación del balón que desesperó al Betis, hasta el pitido final.

Una victoria merecida, por el progreso de los últimos partidos, por la resistencia a la fatalidad y por el carácter demostrado. Necesaria para evitar críticas mayores en un entorno barcelonista absolutamente desbocado ante el desastroso mercado de invierno y la falta de efectivos, y con las facciones más reaccionarias masacrando a la mínima al entrenador, que lleva dos telediarios y al que quieren hacer culpable hasta de la huida de Neymar y la gestión de sus relevos en la plantilla. Y una victoria tranquilizadora, pues tras dos dolorosas derrotas en partidos fuera de casa en Mestalla y San Mamés, este triunfo dejará un margen para trabajar en las próximas dos semanas al equipo, sin partidos entre semana y con encuentros ligueros en el Camp Nou, antes de la vuelta de la Champions League en Nápoles y la posterior visita al Bernabeu, visitas donde se jugarán gran parte de las aspiraciones de la temporada.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Liga 2019-20. Jornada 22. Barça-Levante. Motivos para el esperanza, y para la preocupación

Segundo partido consecutivo del Barça de Setién en el Camp Nou, tras la reparadora goleada ante el Leganés en Copa entre semana, que parecía alejar los malos augurios de la derrota en Valencia, apoyada en un cambio de sistema para volver a un 1-4-3-3 más ortodoxo, en la línea de la última década azulgrana. Se presentaba en Barcelona el Levante, quien en su visita anterior había dejado la consecución de un título de Liga.


Setien volvió a presentar una alineación con una disposición clásica del Barcelona, con la elección de Semedo de nuevo para el lateral derecho, y la titularidad de Rakitic en la tercera posición del mediocampo, pues Vidal era baja por una contusión y Arthur no acaba de parecer a ojos del cuerpo técnico merecedor de un puesto de titular. Arriba, Ansu jugaba en su perfil bueno, a la izquierda, con Messi y Griezmann entendiéndose bien en la ocupación del frente central y derecho del ataque. 

En salida de balón, Busquets vovía a colocarse a menudo entre centrales al jugar el Levante con dos puntas. Una opción que personalmente me desagrada, pues necesita que el equipo una vez establecido en campo contrario, permita la subida de Busquets para poder llegar a la presión tras pérdida, y en cualquier caso, ocasiona un esfuerzo adicional para el de Badía. Aun así, la salida de balón, sin duda ninguna, fue la mejor noticia del partido. Se nota ya muchísimo la incidencia de Setien, y los apoyos de los interiores para abrir a banda de primeras al tercer hombre, estructuran una salida eficaz, en la que Ter Stegen tiene un peso mayúsculo, pues casi siempre es flotado, y su precisión (51 de 51 pases) y rango de pases abre todo un abanico de posibilidades al equipo para asentarse en campo contrario.

La segunda buena noticia fue la indudable química entre Messi y Ansu, como la hubo hace década y media entre Ronaldinho y el adolescente Messi. Se buscan, conectan, y el niño hasta parece jugar como si fuera un veterano, incluso jugándose jugadas que cualquier otro buscaría devolver a Messi. Es una sociedad de potencial ilimitado, y que dadas las circunstancias de la corta plantilla, especialmente en ataque, vamos a tener la suerte de ver repetidamente esta temporada. Así, tras una asistencia de tacón del niño a la Bestia Parda, que paró Aitor, el rosarino le regaló dos pases en contraprestación que el imberbe Ansu enjauló en 2 minutos para encarrilar el partido. Así se llegaba al descanso, con una muy buena sensación del equipo, que incluso hacía parecer corto el resultado.

La segunda parte empezó exactamente igual por parte azulgrana, pero el Levante se fue con todo al ataque tras tener una primera oportunidad, fruto del desconcierto azugrana, y las protestas por un balón que chocó en el árbitro y que, con la nueva reglamentación, le da la posesión al equipo que la tenía antes de golpear en el colegiado. De ahí al final del partido, se rompió el encuentro.

Lo que en principio achaqué a dejarse llevar por lo que proponía el Levante, en un segundo visionado me cambió la visión. Y es que la extraordinaria salida de balón, sin fallo alguno hasta un error de Arthur casi en el 90', dejaba a los delanteros azulgranas y los interiores en posiciones de ataque en superioridad constantemente, a las humanamente es imposible renunciar, y más si en tu equipo está un tal Leo Messi, que a poco que recupere la fiabilidad cuando se encuentra con balón controlado en la frontal del área, lo que ha ocurrido en más de una decena de ocasiones en cada uno de los últimos partidos desde Mestalla, nos puede colocar en disposición de luchar por cualquier cosa esta temporada.

Es cierto, que el ida y vuelta produjo un claro cansancio en algunas de las piezas azulgranas, lo que ocasionó que al final del partido no se pudiera forzar un control con posesión de balón que evitara los sustos finales que desembocaron en el gol del Levante, e incluso un último disparo que pese a irse desviado podrían haber llevado un empate al marcador, que atendiendo a lo visto durante los noventa minutos, cualquiera que sea el indicador utilizado hubiera resultado abiertamente injusto.