martes, 30 de junio de 2020

Liga 2019-20. Jornada 31. Celta-Barça. Errores individuales opacan el nacimiento de la sociedad Messi-Riqui

Pues semana a semana vamos entregando la cuchara, como se suele decir. Y, con público o sin él, nos seguimos desangrando, punto a punto fuera del Camp Nou. Esta vez fueron dos puntos in-extremis que volaron en Balaídos. Un campo que junto a Anoeta, son quizás los más hostiles para el Barcelona en los últimos años. Y siempre con un denominador común, Iago Aspas.


El de Moaña, fiel exponente de la teoría del primigenio Culé de Chamberí acerca de que los jugadores tienen su lugar en el mundo, ha mojado en cada una de sus actuaciones en Balaídos contra el Barça desde que volvío de su desafortunado periplo por Liverpool y Sevilla. Su juego entre líneas que desnuda a centrales y medio centros por igual, su capacidad para la asociación y su precisa definición ante portería las tenemos los culés ya más que vistas.

Y eso que el partido empezó con la gran noticia del premio a los niños por su gran aportación entre semana ante el Athletic. Tanto Ansu, como por primera vez Riqui formaban en el once titular. Ambos estuvieron muy participativos y dieron una frescura inusitada al ataque azulgrana. Ansu ofreció la amplitud y el desborde que tanto requiere el equipo. Fue una pesadilla para Kevin, que además impidió que el celeste tuviera peso alguno en ataque.

Por su parte, Riqui, parece que consolidó esa sociedad que se vislumbró en la última media hora con Messi. El argentino, que parecía que algo no veía en el de Matadepera, lo que sirvió para hablar maliciosamente de caños y enfados en un entrenamiento a las lenguas viperinas que todo lo escrutan del rosarino, buscó, encontró y fue encontrado por Riqui con facilidad. Ahorrándole al argentino el paso por dónde se rumia la jugada, y dejándole enfocar todo su esfuerzo en el tercio final del campo, en la cercanía de la frontal.

En una de ellas, acabó en falta peligrosa que el Celta, buscando sorprender colocó a dos jugadores en los postes. Pero la cabeza de Messi fue más rápida y buscó a Suarez que nada más tuvo que empujar a la red con la cabeza en el área pequeña. 1-0, premio justo a la mejora azulgrana al descanso.

Pero nada más salir, un cúmulo de errores individuales, primero de Rakitic en el pase, después de Umtiti al abrir un latifundio a su espalda, fueron aprovechados por Aspas para lanzar a sus compañeros en un 2 contra 1 con Piqué y el empate. Tocaba volver a escalar la montaña.

De nuevo Suárez, cazando un balón robado por Messi en el área, en un giro y remate marca de la casa devolvía el partido a nuestro lado. El uruguayo volvía a marcar desde su lesión y por partida doble. A ver quién lo saca del once hasta final de agosto.

Y cuando pese a los cambios, una vez más los fáciles, parecía que el partido se acababa con victoria azulgrana, una inexistente a mi modo de ver falta de Piqué, provocaba que la mala colocación de la barrera de Ter Stegen en su habitual kriptonita de Balaídos, y la falta de atención de Griezmann como base de la barrera, abrieron un hueco donde el genial Aspas, espoleado por el trash talk de Vidal, que estuvo especialmente desastroso, pero otros 90 minutos al saco, aprovechó para dejar con un palmo de narices a los culés, que todavía debemos agradecer que en el descuento en una contra Nolito fallara a puerta vacia de manera inexplicable.

Otra semana que pasa, y otros dos puntos que nos alejamos del título. La única esperanza es que el rival tampoco está para tirar muchos cohetes y puede tener en la esquina menos sospechada un tropiezo que de la vuelta a la situación, aunque sea momentaneamente.

viernes, 26 de junio de 2020

Jornada 30. Barça-Athletic. El último de Dani

El miércoles por la mañana nos despertamos con la peor de las noticias que llegaban desde Asturias. Tras años luchando contra la enfermedad con uñas y dientes, se nos iba Dani Suárez, una de esas personas que hacen mejor el mundo, por su optimismo, alegría y falta de dobleces. Y se nos iba la noche después de que el Barça de Setién volviera a perpetrarnos una de sus infumables actuaciones a las que ya nos tenía acostumbrados antes de la Pandemia. Plana, aburrida y sin rumbo.


Pero como a él le hubiera gustado, lo mejor es que saquemos la parte optimista del asunto, y respecto al partido contra el Athletic de Garitano, ésta tiene dos nombres, Riqui Puig y Ansu Fati. Dos niños, de casa, que representan el futuro del Barça, pero por qué no, el presente también. Dos canteranos cuyo fútbol nos puede recordar perfectamente a cómo era Dani en sus intervenciones en los podcasts. Fresco, incisivo, siempre con la palabra precisa, pero con la humildad que hace que no te sientas pequeño a su lado. Un tipo combinativo que podía resolver la jugada pero gustaba de que la elaboráramos entre muchos.

Y eso que el partido empezó mal. La alineación del Athletic, entre sancionados y rotaciones era de esas que hubiera sido protagonista de la siguiente rueda de prensa de Mourinho, pero empezó amenazante, con un par de llegadas peligrosas. Un Barça denso pero impreciso (con mención como habitual a Arturo Vidal, que fuera del área contraria es más contraproducente que otra cosa con balón); sin encontrar a los puntas, pese a que la defensa del Athletic tampoco daba demasiadas muestras de solidez, con los laterales casi inéditos Balenziaga y De Marcos. Delante, sin la amenaza aérea de Raul García y la combinativa de Muniaín, los leones buscaban el balón largo que pudiera ganar su pantera Williams, que apenas inquietó a un nuevamente imbatido Ter Stegen. Busquets aparecía demasiado entre centrales, malísima señal, y tan solo la movilidad y participación de un Griezmann que parecía más enchufado al juego de lo habitual era salvable. La falta de amplitud en ataque fue decayendo en un embudo fácilmente defendible para los centrales y mediocentros vizcainos, que vivían un partido mucho más cómodo de lo que habrían pensado.

Se llegó al descanso sin novedad, y empezaron a calentar los niños, además de Rakitic, que incomprensiblemente se apreciaba como una solución a un partido que lo que demandaba era ritmo, desborde y recibir entre líneas, cualiadades alejadas de lo que te puede ofrecer el croata. Los cambios, los fáciles (Griezmann y Arthur, además de la habitual dosificación de Busquets que vio antes su quinta amarilla y no jugará en Vigo).

Pero en cuanto tocaron sus primeros balones, Ansu y sobre todo Riqui, cambiaron el escenario por completo. Agresividad posicional, además de en el pase y el desborde. El equipo cambió, y el Athletic, por primera vez en la noche empezaba a verse agobiado en la frontal de su área. Tenían un niño que recibía a la espalda de los mediocentros, se giraba rápido y su rango de pases era impredecible, y otro dando amplitud por izquierda y buscando el uno contra uno en cada jugada hacia dentro para abrir también el carril para la llegada sorpresiva de Alba, cuyo rendimiento difiere mucho si está o si llega. Se mascaba el gol, pero caían los minutos.

Perder de nuevo dos puntos, era casi perder la Liga y darle un oxígeno al Real Madrid para las próximas semanas que podía ser definitivo. Y el gol llegó del protagonista inesperado, como suele ser habitual. Ese Rakitic cuya presencia en el campo habíamos criticado masivamente recogió un balón suelto en la frontal, combinó con Messi de manera un tanto trompicada pero acabó con el balón controlado ante Unai Simón, al que batió con frialdad para subir su primer gol de la temporada, lo que habla a las claras del curso que lleva el croata.

De ahí al final se recuperó la alegría al abrirse más espacios ante la necesidad del Athletic de irse hacia arriba, ahora ya con todo, titulares rotados incluidos. Pudimos disfrutar de varias jugadas con los chicos de protagonistas y un detalle que me gustaría resaltar: el cambio de la mirada de Messi hacia Riqui, que le puso varios pases verticales al borde de la frontal muy bien recibidos por el habitualmente desabastecido 10. No tuvo suerte cara al gol, pero anduvo cerca en diferentes ocasiones. Y esta nueva mirada de Messi contagió a los compañeros que en la media hora final, aceptaron gustosos que el de Matadepera llevara el peso del acoso azulgrana a Unai.

Como he dicho al principio, en homenaje a Dani, quedémonos con lo positivo, como él siempre transmitía. Hablemos de Riqui y Ansu, y no de Suárez, Griezmann, Vidal, o de la dirección de Setién, o de los problemas de Semedo para progresar con balón. También porque de lo que nos quedan más años es de lo primero, y aunque Dani no haya podido disfrutarlos con nosotros mucho tiempo, seguro que tiene contratado ya el streaming de los partidos del Barça para toda la eternidad.

Nosotros, aquí, lo que es seguro es que no te olvidaremos.

martes, 16 de junio de 2020

Liga 2019-20. Jornada 28. Mallorca-Barça. La vida sigue igual.

Llevaba más de 100 días sin escribir, pues al contrario que otros prolíficos escritores, cronistas o blogueros, todo esta situación tan extraña que hemos pasado no ha despertado en mi ninguna gana de explicar cosas, sino más bien al contrario. Sin fútbol, yo no encuentro motivación para sentarme a contar cosas, y además, ser padre de familia numerosa con mis niñas en casa las 24 horas a la par que tener que trabajar no me dejaba tiempo para sentarme delante del ordenador a contar mis historias.



Al comienzo de la Pandemia, la situación tan excepcional y su gravedad, dejaron el fútbol muy abajo en mi orden de prioridades, y siquiera la posibilidad de que la competición se retomara me parecía una muestra más de la prevalencia de la industria sobre el deporte, faceta que tan poco me gusta del futbol moderno. Sin embargo, según íbamos avanzando en la desescalada hacia la tan cacareada Nueva Normalidad, empezaba a ver el regreso del fútbol como un paso más a esa rutina pasada que con tanta añoranza llevamos observando tres meses.

Tras la vuelta de la Bundesliga, la primera en retomarse, pero para mí, apenas un snack con el que calmar mi hambre de fútbol, el pasado sábado me disponía a degustar la verdadera delicatessen o el plato fuerte: la vuelta del Barça. Y nos tocaba volver en Mallorca, donde también vuelven esta semana esos turistas alemanes (los alemanes, siempre los primeros) como prueba piloto para reactivar ese turismo que, nos guste más o menos, sigue siendo la industria más importante de este país. En un Son Moix desangelado pese a los voluntaristas y un tanto infantiles intentos de la Liga de hacernos creer que todo está perfecto rellenando con sonidos enlatados y efectos ópticos en las gradas que eviten la visión de unas tribunas desiertas, alegoría del mundo en el que hemos vivido todo este tiempo.

Ataviados en su tercera equipación, con un Messi afeitado tras mucho tiempo, con un joven uruguayo del filial en el centro de la defensa dejando en el banquillo la inestable rodilla del otrora indiscutible Umtiti, y con la incertidumbre propia del que explora un escenario desconocido, saltó el Barça al perfecto césped de Son Moix. Y lo hizo con más energia de lo habitual, como cuando de niño volvías tras las vacaciones de verano. Y para poner todo de cara, con apenas un minuto de juego, Arturo Vidal, elegido por encima del "transferible" Arthur, nos brindaba una de sus apariciones en el área para rematar inapelablemente un centro lateral de Jordi Alba, y despejar muchas de las dudas que podíamos albergar los aficionados.

Se vieron unos primeros quince minutos ilusionantes, con De Jong conectando con Messi, Sergi Roberto entrando repetida pero puntualmente hasta la línea de fondo por su banda y con repetidas llegadas a las inmediaciones de un Manolo Reina que atisbaba una noche complicada en su retorno, ya escarmentado por los variados errores de los porteros en la vuelta a los terrenos de juego. Pero pasados los primeros quince minutos, comenzamos a ver a Busquets entre centrales y se empezaba a apreciar la activación de ese tan irritante modo de ahorro de energía del equipo. En ese rato pudimos ver a Kubo desparramar su calidad poniendo en aprietos a un solvente Ter Stegen que no entiende de parones, falta de portería y cuestiones que afectan a los humanos.

Por suerte, con la nueva realidad del fútbol se para a los 30 minutos, y ese parón sirvió para reubicar al equipo que enseguida encontró premio en el estreno goleador del bullicioso Braithwaite, que no paró de ofrecer soluciones sin balón durante todo el partido para agrado de Messi, que también se estrenaba como asistente en la reanudación del fútbol. Con 0-2 se llegó al descanso, el encuentro parecía ya decantado.

Ni siquiera la típica salida aturdida del Barça en la reanudación dejó muchas dudas de que el partido estaba ya sentenciado, y el carrusel de cambios refrescó energías pero no cambió el escenario. Apenas la esperada reaparición de Suárez, más fino y preciso de lo esperado rompía un tanto el tedio. Tuvo que ser una vez más la Bestia Parda quien nos despertara del letargo con unos de esos toques de genialidad que el argentino administra con el aplomo del funcionario alemán de carrera que sella documentos oficiales. Alba, esta vez sin pase atrás necesario colocaba el 0-3, y todavía había tiempo para que el propio Messi en su típica diagonal, esta vez en sentido inverso al habitual cerraba el marcador y por decimocuarta temporada consecutiva alcanzaba los 20 goles en Liga. Así de fácil es escribirlo, y así de complicado hacerlo.

Un mejor resultado que juego, pero un banquete ligero que colmó nuestro hambre de fútbol sin necesitar de una pesada digestión por la falta de costumbre. Ahora, cada 3 días tendremos cena de fútbol, pues los próximos tres partidos también se disputarán a las 22.00, hora perfecta para los padres, que con el trabajo ya finalizado podremos sentarnos cerveza en mano a degustar el fútbol de la Nueva Normalidad, de la mano de la Bestia Parda, que pase lo que pase sigue decantando la balanza como antes del Coronavirus, porque en esta aspecto, como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual...