lunes, 5 de noviembre de 2018

Liga 2018-19. Jornada 11. Rayo-Barça. Tres puntos, remontada y poco más.

Una vez pasada la euforia por la nueva manita al Madrid en el Camp Nou, volvía el Barça a la Liga, ya como líder en uno de los estadios para mi más entrañables del fútbol español: Vallecas. Allí, muchas veces de niño, mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, y sobre todo mi abuelo, un seguidor del Athletic de Bilbao porque allí no jugaban extranjeros (eran otros tiempos), me llevaban de la mano, recorriendo toda la Línea 1 de Metro, desde Rios Rosas, hasta el final entonces de la línea, en Portazgo. Partidos de barrio, puro, alhoadilla y gorra para evitar la insolación, fútbol de 2ª división, donde vi por ejemplo golear a un Barça Atlético liderado por Rojo, escudado por Cándido, Clos y Calderé a principios de los ochenta.


Tras el empate del Atleti en Butarque, se presentaba la posibilidad de poner tierra de por medio (más de un partido) ante el otro teórico rival por el Campeonato, una vez consumada la estocada a los merengues. Y Valverde, como sabemos poco amigo de las pruebas, como no podía ser de otra manera, salío con el mismo once que ante Inter y Madrid, en las anteriores ausencias de un Messi que parece querer volver cuanto antes. Así, los primeros minutos fueron una continuación del buen control de juego de anteriores partidos, con los extremos yendo hacia dentro, dejando las bandas para las incisivas llegadas de los laterales, al son que marcaba Arthur desde el interior derecho.

Y en una de estas llegadas, un balón en profundidad para Jordi Alba, similar al primer gol al Madrid, lo controla el de Hospitalet, y con calma apura línea de fondo para levantando la cabeza, encontrar esta vez a Luis Suárez que empuja cruzado el primer gol del partido, consecuencia lógica del dominio inicial culé. Pero este dominio se fue diluyendo, o mejor dicho haciendo menos dañino en tres cuartos, facilitando una mayor agresividad del Rayo, que si bien tampoco amenazaba en exceso, se veía más cómodo a cada minuto que pasaba. Así, tras un primer aviso a la media hora, un balón suelto en la frontal lo aprovechaba Pozo, para con un gran disparo batir a Ter Stegen y poner las tablas con las que se llegó al descanso.

A la salida del vestuario, más de lo mismo. Poco incisivo el ataque posicional azulgrana y contras rayistas llenas de confianza. Los atacantes azulgranas no acababan de amenazar y esto daba aire a los locales en defensa y espoleaba sus ataques. Así, tras un centro rematado de cabeza al palo por Raúl de Tomás (otro canterano merengue que se pasó el partido rascando), el recién entrado Alvaro empujaba a la red la ventaja rayista.

A partir de ahí, pese a los cambios azulgranas que pretendían dinamizar el ataque con Munir y Dembélé, se vivió un periodo de impotencia azulgrana, falto de reacción ante la inesperada desventaja, que desembocó en muchos minutos donde no pasó nada. Se acercaba el minuto noventa y no se observaba atisbo alguno de posibilidad de remontada. Ahí Piqué, creo que de inicio unilateralmente, se personó en el área rayista para descolgar balones y en uno de ellos, un hasta entonces desafortunado Dembélé, de magnífico remate a bote pronto, lo enjaulaba en el palo largo para empatar el partido, y ahuyentar el fantasma de la derrota de Leganés, bastante similar a lo que venía acontenciendo hasta entonces en Vallecas.

Hay que destacar que el equipo, con el empate, sí que se conjuró y fue a por la victoria, y ya con el descuento para ser mostrado por el cuarto árbitro, un centro lateral de Sergi Roberto, lo luchó otra vez Piqué cargando el área, y acabó en el segundo palo, donde Luis Suárez lanzándose al suelo lo convirtió en el gol de la victoria, que aún pudo no serla, si con el tiempo ya cumplido una falta lateral rematada al estilo Manolas en el primar palo por el Rayo, no se hubiera encontrado a Ter Stegen en su sitio, interceptando el último intento local de llevarse un merecido premio a su partido.

Lo positivo, sin duda, la victoria y la consecución de una ventaja ya importante sobre los perseguidores inmediatos y teóricos. También la recuperación definitiva de un gran Suárez que ha tomado la bandera del liderazgo en la ausencia de su amigo y vecino rosarino. Lo negativo, todo lo demás, incluyendo un juego muy pobre durante más de una hora, falta de soluciones en el equipo para darle la vuelta a la situación adversa que se había presentado, ante otra vez un rival que tampoco dejó nada más que un encomiable entusiasmo. Muy poquito para hacer cosquillas a un equipo con aspiraciones, y en buena dinámica como parecía este Barcelona post-Wembley. Al menos, se le quitará la tentación a algunos indocumentados de empezar a pensar que sin Messi se juega mejor, porque ya vimos que simple y llanamente no es así.

Ahora viene un más interesante que importante partido en San Siro ante el Inter que pueda darnos la clasificación para octavos e incluso la primera posición del grupo en caso de sacar algo positivo de tierras italianas.

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