martes, 11 de diciembre de 2018

Liga 2018-19. Jornada 15. Messi responde sobre el campo en un derby inesperadamente desequilibrado

Había sido la pasada una semana llena de noticias laterales al césped, que es donde Messi se siente realmente a gusto. Su polémico quinto puesto en el Balón de Oro, más allá de la justicia de su ganador, y las declaraciones de Pelé sobre sus supuestas limitaciones en el juego, habían copado la actualidad azulgrana los días anteriores a la visita al Espanyol, en el derbi metropolitano. Un Espanyol, que había visto frenada su buena campaña con las últimas derrotas, algunas inesperadas, que lo han alejado de los puestos de honor que durante las primeras jornadas estuvo merodeando.


Las dudas no se habían disipado entorno al juego azulgrana, y pese a las numerosas peticiones de espacio para los canteranos, encabezados por Aleñá y Riqui Puig, protagonistas de los últimos partidos en el Camp Nou en Liga y Copa, Valverde dejó claro en la convocatoria y en el once, de su inmovilismo. Una vez superada la crisis de Instagram de Arturo Vidal, parece claro que el chileno será de la partida en todos aquellos partidos en los que Valverde vislumbre dificultades, que serán muchos viendo su carácter temeroso y conservador. Esto implica que entre Coutinho, Arthur y Dembélé, saldrá el 11º titular en los partidos grandes. El sábado, ante la lesión de Arthur y las discretas últimas actuaciones de Coutinho, fue Dembélé el agraciado con una plaza en el equipo titular.

El partido comenzó con una buena presión azulgrana, tanto tras la pérdida como en la salida de balón periquita, liderada por la impulsividad de Vidal, y apoyada desde atrás en la continua anticipación de los centrales, Lenglet y Piqué, cada vez más asentados como pareja. Dembélé, esta vez por izquierda mejoraba la sincronización con las entradas de Alba, interiorizando con más sentido del habitual; y Suárez, recuperado de sus dolencias, volvía a fijar la defensa, abriendo pasillos sobre los que podía percutir un Messi, claramente más metido en el partido que el día del Villarreal.

Y no podemos tardar más en centrarnos en la Bestia Parda. Poco amigo de la polémica surgida a su alrededor, el rosarino se limitó a responder donde lo lleva haciendo más de una década, en el campo. Puntual en la cita como cada semana, su sola presencia desbordó por completo al rival. Al cuarto de hora, un slalom tan típico como irreproducible para el resto de los mortales acabó en una falta que se encargó de teledirigir hacia la misma escuadra, ante un impotente Diego López que estiró todo su enorme cuerpo al máximo para ver cómo el balón se iba alejando de él, hasta rozar el poste y alojarse mansamente en el lateral interno de la red de su portería. No es posible tirar esa falta mejor, sencillamente. El Barça se ponía por delante y con el partido de cara todo fluyó mucho más fácilmente.

Un par de genialidades más, dejaron a Suárez solo, pero no estuvo acertado el uruguayo, siendo negado por el portero y el poste respectivamente. Entre medias, un balón dividido tras varios recortes imposibles, acababan en los pies de Messi, quien de espaldas habilitaba al díscolo Dembélé, quien tras recortar con la izquierda, colocaba el balón con la derecha en la escuadra de Diego López que tampoco tuvo opción ninguna en el segundo tanto. De ahí al descanso, un continuo gotear de acciones ofensivas azulgranas, con un segundo palo, esta vez de Messi con la cabeza que Pelé dice que no sabe rematar. Y casi en el descuento, Suárez metiendo ese culo que debería ser patrimonio de la humanidad, ganaba un espacio precioso a un pase de Dembélé para batir bajo las piernas a un portero españolista que esta vez sí que pudo hacer algo más. 0-3, descanso y derby más que decidido.

En la segunda parte un animoso Espanyol intentó acercarse, a base de empuje y balones parados otra vez deficientemente defendidos por el Barça. Pero otra falta, algo más alejada daba la oportunidad a Messi de engañar a todos con el centro para acabar lanzando por fuera de la barrera y marcar por segunda vez de falta en el partido, como ya hizo en el Supercopa de Europa de 2015 ante el Sevilla. El partido languideció sin más noticia que un gol de la honra del Espanyol anulado vía VAR con bastante suspense. Messi había transformado un supuestamente igualado en la previa derby, en poco más que un entrenamiento con público. Público que una vez más fue evacuando antes de tiempo, ante la enésima exhibición del indiscutiblemente a mi modo de ver mejor jugador del mundo, como ha venido siendo durante la última década de manera ininterrumpida.

A la sombra de su actuación, otros compañeros tuvieron actuaciones destacables, una vez el encuentro había sido resuelto por su genialidad. Así, Dembélé jugó para mi el mejor partido futbolísticamente de la temporada, Suárez volvió a minar la moral de los defensas, y Vidal compensó de manera compulsiva cada movimiento de Messi, mandando a Rakitic, algo más entonado, al interior izquierdo, en lo que presumo será la solución de las grandes noches europeas. Propuesta muy alejada de mi gusto sin duda, pero que tiene toda la pinta que será lo que vivamos a partir de febrero entre semana. No quiero olvidarme de Lenglet, un valladar inexpugnable por arriba y por abajo, maestro en la anticipación y con un primer pase tenso que facilita enormemente una aseada salida y asentamiento del equipo en campo contrario, fundamental para la segunda portería a cero consecutiva tras la sangría acaecida desde comienzos de septiembre en Liga.

Buen momento para actualizar el Bestiapardómetro, pues hubo movimiento casi en todos los parámetros:




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