jueves, 10 de mayo de 2018

Jornada 36. Barça-Madrid. Empate con sabor agridulce

Tras proclamarse campeón en Coruña la semana pasada, el Barcelona jugaba su primer partido en casa, y nada más y nada menos que recibiendo a su eterno rival, el Real Madrid, también bien pagado de si mismo, tras su reciente clasificación para la final de la Champions en Kiev. Durante la semana, especialmente desde Madrid se le había intentado quitar importancia a un choque, que clasificatoriamente no significaba nada, pero que, como se ha demostrado por las reacciones furibundas de los días posteriores, parece que sí que tenía algo de importancia.


Pese a las peticiones de sectores del madridismo de sacar a los juveniles incluso, Zidane alineó un once de muchas garantías, quizás el titular por nombres, salvo la presencia de Nacho en el lateral derecho por el lesionado Carvajal, y la BBC por primera vez en mucho tiempo compartiendo titularidad. Me gustó el gesto de Zidane de tomarse en serio el partido. Valiente, sí señor. Valverde, por su parte, colocó en el césped a su actual once de gala, con Coutinho completando el 10 titular que ha sostenido la temporada azulgrana.

Al final, como era de esperar, no hubo pasillo a los campeones. A mi me habría gustado que hubiera habido, pero entiendo que no se haga, pues de un tiempo a esta parte el componente de humillación ha superado ampliamente al del reconocimiento al campeón que este tipo de acciones significa. Y esto sirve para un lado y para el otro. Lo que no me parece lógico son las excusas bizantinas que una y otra parte han argumentado esta temporada para evitar hacerlo. Si no se siente, no se hace y punto, no debería más que hablar, ni reprochar.

El comienzo del partido fue más que esperanzador por parte azulgrana. Una presión asfixiante obligaba al Madrid a deshacerse del balón de mala manera y casi no pasó del medio campo en los primeros minutos. Además, enseguida llegó el primer tanto del partido con una cabalgada de Sergi Roberto, culminada por un centro preciso a la llegada de Luis Suárez en el segundo palo que fusilaba a Keylor Navas. Parecía que se encarrilaba el partido, pese a que las primeras llegadas del Madrid destilaban un aroma a peligro importante. Fueron 15 minutos muy prometedores que se rompieron con el empate de Cristiano, tras gran jugada del portugués, Kroos y dejada de Benzema.

A partir de ahí, llegaron quince o veinte minutos, en que el Madrid, liderado por unos extraordinarios Kroos y Modric, tomaron el mando del partido. Sacando el balón jugado, apoderándose de la posesión, y llegando con asiduidad y cierto peligro, siempre culminado por un hiperactivo en el remate Cristiano. Fueron a mi modo de ver, minutos muy duros de soportar para el aficionado culé. Pues teníamos cierta esperanza de dejar noqueado al Madrid, y más tras marcar tan rápido. Y la cosa no mejoró, ya que a cambio de descender el nivel de juego madridista se entró en una fase arisca y desagradable con constantes rifirrafes que acabaron con la expulsión de Sergi Roberto por golpear a Marcelo en el hombro. Muy torpe reacción del de Reus que el árbitro no dudó en castigar.

Se vislumbraba un sombrió escenario para la segunda parte, pero el Barcelona salió herido en el orgullo y comandados por Messi, que firmó una segunda parte monumental, parecida a la que en 2009 brindó cuando el Barça también se quedó en inferioridad muchos minutos ante el Madrid. Los azulgrana tomaron sorprendentemente las riendas del partido, haciéndose dueños del balón entre el argentino, Busquets y un Iniesta que en su último Barça-Madrid en casa, dejó detalles y buenos minutos. En una pugna en la que Suárez cometió falta sobre Varane en medio campo, Messi convirtió el 2-1 en una extrardinaria jugada individual, zafándose de dos adversarios y embocando de rosca su típico gol al palo derecho del portero, que tantas y tantas veces hemos visto en el Camp Nou. En los minutos siguientes, el Madrid, tocado por el gol, incluso recibió un tercero anulado por fuera de juego dudoso de Rakitic. El Barça estaba jugando mucho mejor con 10 que con 11, y seguramente Helenio Herrera estaba sonriendo en su nicho veneciano.

Pero se le acabó la pila a Iniesta, que además venía tocado, y el cambio por Paulinho, algo que tantas cosas dice, y creo que todas malas del futuro azulgrana, cambió totalmente el partido de nuevo. El Madrid volvió a apoderarse del balón y con más ganas que fútbol esta vez, puso cerco a Ter Stegen, quien con sus compañeros, tampoco pareció demasiado agobiado por el asedio merengue. Es más, las mejores ocasiones llegaban de la mano de un Messi, encendido desde el final del primer tiempo, que exigió a Keylor en al menos un par de ocasiones claras. En una jugada aislada, y tras un extraordinario golpeo de un bastante desaparecido y descontrolado Bale, el Madrid empataba, y faltaban 20 minutos, en los que también hubo un claro penalti de Alba a Marcelo, que incomprensiblemente se ahorró el árbitro, que un día más demostró su incapacidad, por mucho que digan que es el árbitro mejor valorado de la competición. El partido acabó en empate, salvando la imbatibilidad azulgrana en el campeonato y con un árbitro que desquició a todos, aunque según lo visto en los últimos días, parece que solo se equivocó en las dos jugadas que perjudicó al Madrid. Pero esa es una guerra perdida...

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