martes, 17 de septiembre de 2019

Liga 2019-20. Jornada 4. Barça-Valencia. Olor a Gamper 2005

En los últimos años, los parones de selección solían ser un preludio de tropiezos en Liga, pues la diáspora de internacionales, además de no dejar preparar el siguiente partido en condiciones, te devolvía jugadores cargados de minutos y horas de avión, cuando no lesionados directamente. Esta dinámica, con las retiradas temporales o definitivas de alguno de los pesos pesados como Piqué, Messi o Alba ha cambiado en las últimas dos temporadas, lo que ha neutralizado en cierta medida una de las criptonitas del Barça. En este caso, el dubitativo comienzo del equipo en Liga, con 4 puntos de 9, obligaba todavía más a perseverar en este cambio de tendencia.


Se presentaba el Valencia en el Camp Nou con un curriculum de visitas al Estadi muy inquietante, pero sumido en un tsunami incomprensible para todos con la inesperada y fulminante destitución de Marcelino días antes de tomar la AP-7 dirección norte e intentar volver a sacar petróleo del coliseo azulgrana. Su sustituto, Celades, bajo sospecha desde el momento de pasar el umbral de la puerta del vestuario el primer día, tanto para una plantilla que ha hecho frente comúno con su ex-entrenador como para una afición ya harta de esta pulsión autodestructiva que sobrevuela Mestalla hace ya demasiados años.

En el Barça, la alarma sobre la recaída del sóleo de la Bestia Parda, confirmada por él mismo en jugosa entrevista exclusiva, convenientemente retorcida por titulares a un lado y otro del Puente Aéreo. Además, la vuelta a la convocatoria de Luis Suárez quedó empañada por su ausencia en el once inicial, en el que para regocijo de los más hedonistas, entre los que como sabéis me encuentro, Busquets compartía medio del campo con De Jong y Arthur, tras la ilusionante media hora de la segunda parte que compartieron en Pamplona hace un par de semanas.

Adelante, Griezmann compartía delantera con dos jugadores de dorsal por encima del 25, el casi ya asentado Carles Pérez y la gran sensación Ansu Fati, que tras ilusionar en su debut en el Camp Nou en los minutos de la basura del partido del Betis, sacó al Barça de un problema con su gran gol en Pamplona, haciéndose acreedor dadas las circunstancias de su primera titularidad con el primer equipo. Todo antes de cumplir los 17.

Y no tardó ni dos minutos en mostrar que tiene ese algo que no se aprende ni se trabaja, se tiene o no se tiene. Y él, lo tiene. Practicamente en el primer balón que tocó, embocó con rapidez y precisión un buen pase atrás de De Jong, pillando a contrapié al retornado Cillessen, que nada pudo hacer por evitar que se inaugurara el marcador, cuando muchos todavía ni habían tomado asiento en las gradas de un Camp Nou que volvió a mostrar una buena entrada, pues pese a lo desapacible de la semana climatológica, más de 80.000 feligreses se acercaron al estadio para presenciar en directo un partido que puede ser histórico.

Y puede ser histórico, porque apenas 5 minutos después, Ansu Fati agarró un  balón en la esquina del área, encaró a su par, lo sobrepasó con insultante facilidad y dejó un pase de la muerte que dirían los clásicos para que Frenkie de Jong se estrenara como goleador azulgrana, en una noche donde por fin pudo brillar como cuando vestía de Ajacied. El show de Ansu Fati se iba agrandando con disparos intencionados que lamían la escuadra, regates y detalles técnicos que destilaban una confianza impopia de un teenager más familiarizado con las cremas del acné que las cuchillas de afeitar. A esas alturas de la noche, se desprendía un olor a Gamper 2005 en el Camp Nou que daba hasta vértigo reconocer, pero todos de una u otra forma pensamos en algún momento. Y es que la facilidad y la aparente tranquilidad con la que este chico estaba convirtiendo en rutina una actuación a la altura de muy pocos jugadores, nos retrotraía a aquella cálida noche de agosto de 2005 ante la Juventus, donde un menudo argentino, un año mayor que Ansu y ya campeón y mejor jugador del Mundial sub-20 de aquel año, se presentó definitivamente a la élite del fútbol europeo, levantando encendidos elogios hasta de parte de una leyenda como Fabio Capello, de quien se dice que pidió su cesión a su ex-discípulo Frank Rijkaard. No adelantemos acontecimientos, pero desde luego la exhibición de Ansu Fati anoche, en la hora que nos regaló Valverde, siempre conservador en la gestión de la plantilla, puede ponerse a la altura de la de aquella noche de la Juve.

Además del chaval, pudimos observar un clínic conjunto de los tres mediocampistas, con los interiores bastante liberados y móviles, esta vez sí intercambiando alturas, incluso flancos, y con un Busquets que repentinamente, rejuveneció una década y disfrutaba robando y reiniciando las segundas jugadas con maestría y determinación, ayudados por el buen posicionamiento de los delanteros, con un Griezmann muy combinativo y la amenaza exterior de Carles Pérez, que volvió a cuajar una extraordinaria actuación posicional dándole al equipo lo que necesitaba en cada momento.

Con ese mediocampo vivimos una primera parte con el mejor juego diría que desde la final de Copa ante el Sevilla en 2018, en la quizás última lección magistral de Andrés Iniesta con la camiseta del Barça. un grandísimo primer tiempo, empañado por el gran gol del Valencia, que jugaba con gran sentido las pocas veces que podía superar la primera presión local. Un gol muy bien concedido por el VAR, en una posición muy difícil, que la tecnología consiguió desentrañar para darle ese justo gol por legítimo, aunque quizás no tanto por los méritos contraídos hasta entonces. El descanso nos dejó con mejores sensaciones que comodidad en el marcador.

En la reanudación, el Barça volvió a mostrarse enchufadísimo, y un error de Cillessen, de los que no le recordábamos en el Camp Nou defendiendo la portería del Barça, habilitó el remate a puerta vacía de Piqué, que marca por 12ª temporada consecutiva en Liga, todo un récord para un defensa. Ahí acabó la resistencia valencianista, que tras la entrada del reaparecido Luis Suárez por un por primera vez (seguro que de muchas) ovacionado Ansu Fati, enchufó desde la frontal al poste el cuarto gol azulgrana y cerró la manita con otro gran remate de primeras a dejada de Antoine Griezmann, que anoche jugó mucho más para el equipo que para su lucimiento, y hubiera merecido la recompensa del gol.

El amplio triunfo se vio mínimamente ensombrecido por el segundo gol ché en las acaballas del encuentro, que siembra cierta incertidumbre sobre la seguridad defensiva azulgrana, pues son 7 goles recibidos en 4 encuentros, cifras inasumibles para luchar por todos los títulos. Sin embargo, entre la ilusión desbordante que generó la actuación del chaval, y la confirmación de que con el centro del campo con Busquets, De Jong y Arthur se puede presionar mejor que con cualquiera a base de atacar bien y estar bien colocados ante cualquier pérdida, los culés salieron del Camp Nou con una amplia sonrisa. El martes en Dortmund debutamos en Champions y toca confirmar las buenas sensaciones.

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