martes, 16 de junio de 2020

Liga 2019-20. Jornada 28. Mallorca-Barça. La vida sigue igual.

Llevaba más de 100 días sin escribir, pues al contrario que otros prolíficos escritores, cronistas o blogueros, todo esta situación tan extraña que hemos pasado no ha despertado en mi ninguna gana de explicar cosas, sino más bien al contrario. Sin fútbol, yo no encuentro motivación para sentarme a contar cosas, y además, ser padre de familia numerosa con mis niñas en casa las 24 horas a la par que tener que trabajar no me dejaba tiempo para sentarme delante del ordenador a contar mis historias.



Al comienzo de la Pandemia, la situación tan excepcional y su gravedad, dejaron el fútbol muy abajo en mi orden de prioridades, y siquiera la posibilidad de que la competición se retomara me parecía una muestra más de la prevalencia de la industria sobre el deporte, faceta que tan poco me gusta del futbol moderno. Sin embargo, según íbamos avanzando en la desescalada hacia la tan cacareada Nueva Normalidad, empezaba a ver el regreso del fútbol como un paso más a esa rutina pasada que con tanta añoranza llevamos observando tres meses.

Tras la vuelta de la Bundesliga, la primera en retomarse, pero para mí, apenas un snack con el que calmar mi hambre de fútbol, el pasado sábado me disponía a degustar la verdadera delicatessen o el plato fuerte: la vuelta del Barça. Y nos tocaba volver en Mallorca, donde también vuelven esta semana esos turistas alemanes (los alemanes, siempre los primeros) como prueba piloto para reactivar ese turismo que, nos guste más o menos, sigue siendo la industria más importante de este país. En un Son Moix desangelado pese a los voluntaristas y un tanto infantiles intentos de la Liga de hacernos creer que todo está perfecto rellenando con sonidos enlatados y efectos ópticos en las gradas que eviten la visión de unas tribunas desiertas, alegoría del mundo en el que hemos vivido todo este tiempo.

Ataviados en su tercera equipación, con un Messi afeitado tras mucho tiempo, con un joven uruguayo del filial en el centro de la defensa dejando en el banquillo la inestable rodilla del otrora indiscutible Umtiti, y con la incertidumbre propia del que explora un escenario desconocido, saltó el Barça al perfecto césped de Son Moix. Y lo hizo con más energia de lo habitual, como cuando de niño volvías tras las vacaciones de verano. Y para poner todo de cara, con apenas un minuto de juego, Arturo Vidal, elegido por encima del "transferible" Arthur, nos brindaba una de sus apariciones en el área para rematar inapelablemente un centro lateral de Jordi Alba, y despejar muchas de las dudas que podíamos albergar los aficionados.

Se vieron unos primeros quince minutos ilusionantes, con De Jong conectando con Messi, Sergi Roberto entrando repetida pero puntualmente hasta la línea de fondo por su banda y con repetidas llegadas a las inmediaciones de un Manolo Reina que atisbaba una noche complicada en su retorno, ya escarmentado por los variados errores de los porteros en la vuelta a los terrenos de juego. Pero pasados los primeros quince minutos, comenzamos a ver a Busquets entre centrales y se empezaba a apreciar la activación de ese tan irritante modo de ahorro de energía del equipo. En ese rato pudimos ver a Kubo desparramar su calidad poniendo en aprietos a un solvente Ter Stegen que no entiende de parones, falta de portería y cuestiones que afectan a los humanos.

Por suerte, con la nueva realidad del fútbol se para a los 30 minutos, y ese parón sirvió para reubicar al equipo que enseguida encontró premio en el estreno goleador del bullicioso Braithwaite, que no paró de ofrecer soluciones sin balón durante todo el partido para agrado de Messi, que también se estrenaba como asistente en la reanudación del fútbol. Con 0-2 se llegó al descanso, el encuentro parecía ya decantado.

Ni siquiera la típica salida aturdida del Barça en la reanudación dejó muchas dudas de que el partido estaba ya sentenciado, y el carrusel de cambios refrescó energías pero no cambió el escenario. Apenas la esperada reaparición de Suárez, más fino y preciso de lo esperado rompía un tanto el tedio. Tuvo que ser una vez más la Bestia Parda quien nos despertara del letargo con unos de esos toques de genialidad que el argentino administra con el aplomo del funcionario alemán de carrera que sella documentos oficiales. Alba, esta vez sin pase atrás necesario colocaba el 0-3, y todavía había tiempo para que el propio Messi en su típica diagonal, esta vez en sentido inverso al habitual cerraba el marcador y por decimocuarta temporada consecutiva alcanzaba los 20 goles en Liga. Así de fácil es escribirlo, y así de complicado hacerlo.

Un mejor resultado que juego, pero un banquete ligero que colmó nuestro hambre de fútbol sin necesitar de una pesada digestión por la falta de costumbre. Ahora, cada 3 días tendremos cena de fútbol, pues los próximos tres partidos también se disputarán a las 22.00, hora perfecta para los padres, que con el trabajo ya finalizado podremos sentarnos cerveza en mano a degustar el fútbol de la Nueva Normalidad, de la mano de la Bestia Parda, que pase lo que pase sigue decantando la balanza como antes del Coronavirus, porque en esta aspecto, como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual... 

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