martes, 31 de enero de 2017

Jornada 20. Betis-Barça. La discusión teconológica supera a la polémica y aplaza el debate sobre el juego.

Andamos a martes y sigo viendo, oyendo y leyendo que el debate por Madrid se centra en la tecnología, que es una segunda derivada de la discusión. Y es que la tecnología sustituye a la polemica arbitral, que pensé que sería la protagonista de volver a dejar en paso el debate sobre lo que juega el Barça, en el improbable caso de que llegue a jugar a algo (yo, al menos, lo pongo en duda) diferente de que le llegue la pelota a los de delante muchas veces y cerca de la portería contraria.


Como dijo Jack el Destripador, vamos por partes. La tecnología si es de inmediata aplicación y no influye en el desarrollo del juego, como sí ocurre con el VAR (videoarbitraje), no entiendo que no esté desde hace tiempo en vigor en una competición tan "puntera" como se supone es la Liga Española. Pero, convengamos que, para ver un balón que entra casi un metro, sacado por un tío que está completamente metido en la portería con su pierna más atrasada, y cuyo despeje rebota en el larguero saliendo despedido en una trayectoria absolutamente inverosimil si no se ha tocado desde dentro, y todo ello tras haber cometido un penalti catedralicio un par de segundos antes, no es una cuestión de tecnología. Es de que el árbitro, que estaba de cara en la frontal del área, y el asistente, son malos, muy malos. Y punto. Paso de conspiraciones, no me interesa el asunto.

¿Y el juego? 75 minutos de la más absoluta nada. Una primera media hora que dajamos al rival para coger confianza, marca de la casa de los planteamientos de LE. Y una primera media hora de la segunda parte donde nos meten un repaso sideral, con muy poquito. Ceballos, un tarado con talento, al que solo separa de la consagración un entrenador que le ponga los pies en el suelo. Un medio centro que sepa cambiar el sentido del juego utilizando el lateral alejado, como Rubén Pardo (una de mis debilidades, bien es cierto), un delantero tanque que baja balones (Alex Alegría) y otro experimentado y goleador que pone en aprietos a todo el frente defensivo (Ruben Castro). Y sin balón, presión intermitente, subiendo a los laterales para evitar la salida de los últimos partidos desde Ter Stegen, y que la falta de altura de los interiores hace que con un solo jugador entorpezca la salida por el interior y el lateral. Soluciones a esto por parte de nuestro entrenador, ninguna. Para variar.

Arda de interior volvió a defraudar. Solo el partido de Eibar, jugado a favor de corriente y con Messi en modo marciano extremo, se puede considerar como partido aceptable del turco como interior. El inexplicable Mathieu que no es capaz de dar continuidad en la salida ni siquiera sin contrarios. Rakitic, echando por tierra su mejoría de los últimos encuentros, y Denis, asustado y escondido todo el partido. Cuando a esto se le suma un día en que Messi no gana solito el partido, pues tenemos el esperpento que vimos en Heliópolis. Y eso que el pequeñin, aun en barbecho, dejó solos a sus compañeros de delantera en una ocasión por parte; Neymar la volvió a fallar y el uruguayo la volvió a meter.

Ter Stegen fue la única noticia positiva del partido, a mi modo de ver, pese a fallar en el gol del Betis por falta de contundencia en la salida. Un buen grito y un par de tíos por el suelo, independientemente de la camiseta que lleven, y no vuelve a haber aglomeraciones en su área pequeña. Fuera de este error, sostuvo al Barça con 0-0 y evitó el segundo antes del empate. De hecho, lo mejor del juego posicional del Barça en el último mes, está en el portero; así está el asunto...

Voy a ser un tanto excedido, pero así lo siento: el Barça de LE es el Barça que peor juega al fútbol desde el de Robson del 96, que también fiaba todo a un extraterrestre, Ronaldo Nazario. Todos los equipos, independientemente del tipo de planteamiento, nos superan tácticamente, a excepción del partido de Las Palmas en el Camp Nou. El equipo vive de lo buenísimos que son muchos de sus jugadores en puestos clave (Piqué, Iniesta, Neymar, Suarez y, sobre todas las cosas, Messi). Incluso el más perjudicado por la absoluta falta de control de los partidos, Sergio Busquets, el día que nos falta lo echamos de menos como una cerveza fría después de un partido en verano. 

Pero esto es lo que hay, y no va a cambiar. Al menos, mientras sigamos con este entrenador, difícilmente discutible en cuestión de títulos; pero igualmente indefendible en cuestión de juego, riqueza táctica o decisiones que cambien el rumbo de un partido. Esperemos que nuestro exitoso entrenador asturiano tenga a bien, a final de temporada, consagrar su vida al deporte extremo, y dejar paso a un entrenador que de verdad trabaje para lo que necesita este Barça; prepararnos para el día que Messi no esté, que cada crónica que hago está más cerca inexorablemente, y eso que espero que no sea dentro de 17 meses. Mientras esté Messi por aquí, los resultados vendrán solitos, a poco que no le molestemos.

Mientras, las cavernas a lo suyo, desviando. Una hacia la polémica en vez del juego, y otra hacia el debate sobre el uso de la tecnología en vez de la polémica. Yo ya no sé...


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