lunes, 23 de abril de 2018

Final de Copa. Iniesta sienta cátedra en uno de los mejores ejercicios de juego en años del Barça

Es el partido del año en España, pero a base de maltratar la competición, esta vez ni siquiera han tenido la decencia de dejarlo como único partido, no ya del fin de semana, sino del sábado. El daño que se le hace a la competición, venerada casi más que la Liga en otras latitudes como las islas británicas, es cada temporada más sangrante. Las luchas intestinas del fútbol español, con años de enfrentamiento entre Federación y Liga, tienen solo una víctima de momento: La Copa. A pesar de ello, año tras año, miles de aficionados de los dos equipos finalistas, normalmente con ausencia total de altercados entre ellos, como creo que ha sido este año, pese al caldo de cultivo en el que vivimos, se trasladan masivamente para disfrutar de un día de fútbol.



Servidor, como tiene costumbre cuando no puede ir al campo, como este año, la vio en casa, acompañado de mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, embutido en mi camiseta Meyba de comienzos de los noventa, y degustando unas cervezas frías, escenario ideal para disfrutar del fútbol. Y a fe que lo disfruté.

Tras el partido liguero del Sánchez Pizjuan, donde el Sevilla se hizo acreedor a una holgada victoria, que solo la presencia tardía de Messi en la última media hora y su efecto psicológico primero y futbolístico después, impidió, hacían presagiar, conjuntamente con la tendencia un tanto descendente del juego y ritmo azulgranas, una final mucho más igualada que la del año anterior con el Alavés.

Valverde dispuso su once de gala, con el portero de la Copa, Cillessen, que no tardaría en mostrarse decisivo, y no precisamente por sus paradas. Coutinho, definitivamente se ha hecho con la última plaza que ha estado basculando entre unos y otros durante la temporada, y se unió a Messi y Suárez ocupando la banda derecha del ataque azulgrana. Lo que parecía un claro 1-4-3-3, enseguida se vio que se convertía en un 1-3-3-2-2, ante la presión sevillista que desde el primer minuto intentó ahogar la salida de balón barcelonista. Busquets se retrasó entre centrales, creando superioridad desde el primer escalón; Raktic centró su posición justo por delante de la primera línea, y Messi, se situó prácticamente a la misma altura que Iniesta, para dejar a Coutinho y Suárez dar la posibilidad a que las salidas en largo de Piqué y sobre todo Cillessen, desahogaran los momentos de mayor presión hispalense para ganar altura con rapidez y poder asentarse ya en campo contrario. Una vez ganada la altura en el juego, volvía el clásico dibujo para, entre Busquets y Rakitic, ahogar la salida en transición sevillista, apretando mucho tanto a Banega como a Nzonzi, en el primer pase tras pérdida azulgrana.

Desde el primer minuto, un jugador se elevó sobre el resto. Andrés Iniesta, en lo que casi seguro era su última final con el Barcelona, decidió darse un homenaje, ofreciendo todo su interminable repertorio de controles orientados, desbordes mediante el freno y el arranque, siempre controlando con la pierna alejada, y dando continuidad o inicio al juego barcelonista. Soria ya había tenido que descolgar un balón de la escuadra a tiro libre de la Bestia Parda, un tanto fallón en esos primeros minutos, cuando una apurada cesión a Cillessen, que hizo adelantar líneas de manera un tanto desmesurada a todo el Sevilla, acabó con un pase del portero holandés desde dentro de su área pequeña, en profundidad, para dejar a Coutinho solo en la frontal del área contraria. Es decir un pase de 80 metros, que el brasileño aprovechó para asistir a Luis Suárez al segundo palo, e inaugurar el marcador y empezar a desequilibrar la final.

A partir de ahí, un extraordinario ejercicio de superioridad posicional, técnica y de efectividad, llevó en tres cuartos de hora más a un 5-0, con auténticos golazos como el segundo de Suárez, en una salida de balón desde el área, a uno-dos toques, cerrada con una devolución de pared por parte de Messi, digna del trabajo final de postgrado de una Arquitectura Superior, y una fulminante definición de Suárez. O el gol que coronaba la sublime actuación del capitán, en otra pared con Messi, fintando ante la salida deseperada del portero, para, a puerta vacía, depositar mansamente el cuero en las redes sevillistas. Una gozada, un partido para enmarcar, y un video para enseñar lo que debe ser el juego del Barça.

Y es que al estilo del lema del estratega de la campaña a la presidencia de Bill Clinton en el 92, cuando James Carville pergeñó aquello de "la economía, estúpido", el sábado nuestro estratega barcelonista en quizás su último mitín futbolístico, nos vino a decir "el juego, estúpido". Era un claro mensaje a las continuas y equivocadas apelaciones que desde muchos orígenes, incluida la dirección deportiva del club y muchos de sus directivos que, por puro revanchismo y desconocimiento, nos quieren alejar de lo que no solo nos ha traído tantos triunfos, sino que nos ha dotado de algo mucho más valioso, un estilo absolutamente único y envidiado. Iniesta nos quiso hacer recordar que el futuro es el juego, el juego de posición, la búsqueda de ventajas continua, el saber también que para favorecer la fluidez debes, a veces, alejarte, como hicieron Coutinho y Suárez en muchas ocasiones para permitir la salida en largo, son los triángulos continuos, el tercer hombre y el rondo que defiende y a la vez abre espacios con paciencia en la defensa más numantina. Todo ello, nos lo recordó Andrés Iniesta el pasado sábado en la final contra el Sevilla.

Ese juego volvió. Y lo hizo a un nivel que no recuerdo en años, quizás desde la final de la Copa de Europa en 2011 en Wembley, donde un viejo zorro como Alex Ferguson reconoció que nunca le habían pegado un repaso semejante. Ganar siempre es maravilloso, pero como leí en un tuit esa misma noche de @JoanjosepPallas, esta es LA MANERA de ganar. Primero, porque pocas veces perderás jugando de esa manera, ninguna quizás con ese nivel de precisión y efectividad, pero en el poco probable caso de que no te sonría la victoria, siempre te quedará cómo has jugado, el estilo. Lo peor de los últimos años del Barcelona, a mi forma de ver, ha sido que nos hemos quedado en nada si no nos sonreía la victoria; ya no había nada detrás del resultado. La creciente descapitalización de la Masía, donde los chicos más prometedores al menos se piensan si es mejor irse ante la falta de oportunidades, cuando no se van directamente, como Mboulá, Eric García o Sergi Gómez, y el paulatino alejamiento del juego de posición, con fichajes absolutamente contraculturales, en el peor sentido de la palabra, han alejado a muchos aficionados neutrales del mundo del Barça, y han desencantado a muchos culés, entre los que me encuentro. Iniesta, como obra postuma para el barcelonismo, nos confirma el camino que debemos recorrer en el futuro. Si no lo vemos, todos, pero empezando por la Junta Directiva, habremos acabado con algo prácticamente imposible de conseguir, un estilo.

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