martes, 24 de noviembre de 2020

Liga 20-21. Atleti-Barça. Todo lo que pudo salir mal, salió mal.

Tras el parón de selecciones que nos trajo de regalo la lesión leve de Busquets que le hacía baja, el dubitativo Barça de Koeman visitaba La Meca de la convicción, el Wanda Metropolitano, la guarida de los discípulos del Cholo Simeone, quien todavía, tras casi una década al frente del Atleti, estaba por estrenarse como vencedor ante los azulgrana en contienda liguera. Como no podía ser de otra forma en este 2020, se fue a dormir a casa con los tres puntos en el zurrón por primera vez.


Con la cuarta equipación, siguiendo este desconcierto modisto muy alineado con la trayectoria del equipo, el Barça salió más o menos enchufado, e intercambió en los primeros minutos golpes con los atléticos, sin demasiado éxito por parte de las delanteras. La lentitud en la circulación y la nula presión no hacían presagiar nada bueno, y la defensa de cinco de los de Simeone se ajustó para evitar más sustos durante el primer tiempo.

Ya en el descuento, una pérdida tras un mal control de Piqué en la posición de interior, acabó con un balón en profundidad al carrilero Carrasco. De repente, apareció de la nada Ter Stegen, a 40 metros de la portería para achicar con todo el Outback de Australia a su espalda. Un quizás afortunado tunel de espuela del belga, dejó al teutón arrodillado, y toda la portería abierta para un remate sencillo desde más de 30 metros, que aupaba el 1-0, y la sensación de que sería imposible levantar el partido en los segundos cuarenta y cinco minutos. Como mucho, empatarlo en una jugada aislada genial de alguno de los de arriba, o más bien de Messi.

Y fue tal cual. Nunca hubo posibilidad de remontar, salvo un par de balones colgados que Lenglet remató a las manos de Oblak, que no hubo de esforzarse demasiado y mucho menos obrar uno de sus habituales milagros en la línea de gol. El Atleti decidió que era momento de apagar la luz, y echó la persiana al partido según salía del descanso.

Aunque para apagón, el que sufrimos todos emocionalmente al ver caer a Correa sobre la rodilla de Piqué en una sobrecogedora toma. Ahí, la mayoría desonectamos del partido, y solo esperábamos que fuera milagrosamente un esguince, como erróneamente nos hicieron ver tras el partido.

Pero, como todo esta temporada, salió la peor carta de la baraja y la lesión de larga duración, nos deja coja la posición más difícil de cubrir de toda la plantilla, Messi incluido. Si hubiéramos de escoger un tío que no se lesionara de gravedad, prácticamente todos hubiéramos dicho Piqué. Pues si no quieres caldo, toma tres tazas.

Queda en segundo plano, el horrible partido del equipo, la impotencia mostrada, que algunos tachan de apatía, pese a ser los mismos que elogiaban la intensidad (¡Chupito!) que había impuesto Koeman a su llegada. Un equipo sin ideas, que nunca está escalonado, y que se parte por el insufrible doble pivote, que esta vez sin el criticado Busquets, tampoco funcionó. Y digo yo, si no funciona nunca, nos llegan más y no atacamos bien, ¿por qué esa contumacia desde el banquillo?.

Los peores augurios para esta temporada de transición, de reset en la ilusión se van cumpliendo mientras el señor presidente de la Junta Gestora no tiene a bien poner las urnas para que un presidente legitimado puede intentar resolver los ciento y muchos desastres que esta década ominosa nos ha legado.

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