viernes, 25 de octubre de 2019

Liga 2019-20. Jornada 9. Eibar-Barça. El comienzo de una gran amistad.

Volvía la Liga para el Barça, tras su convincente victoria ante el Sevilla, y un parón de selecciones que le ha venido muy bien para acabar de engrasar a algunos de los miembros de la plantilla que sin la obligación de viajar con sus equipos nacionales han podido afinar la puesta a punto para este tramo final del año, donde el Barça suele poner tierra de por medio con sus adversarios en la competición doméstica. Visita a Ipurúa, un campo más aparentemente difícil de lo que la realidad, tozuda, refleja, pues cada visita se ha saldado con victoria culé, y casi siempre con una destacada actuación de la Bestia Parda, que suele cuajar actuaciones memorables en sus visitas a Eibar.


El partido abría la jornada de sábado a una hora un tanto extraña, las una de la tarde. Además, aprovechando el cumpleaños de mi santa esposa, habíamos invitado a la familia política a hacer una barbacoa en casa, y la visión del partido fue un tanto lateral y limitada por mi parte, pues mis obligaciones de anfitrión me separaban de la pantalla asiduamente. En cualquier caso, tenía sobrinos dándome buena cuenta de lo que iba aconteciendo en el verde de Ipurúa, y ya tendría tiempo de degustar el partido en diferido una vez cumplidas las obligaciones familiares.

El Barcelona cubrió la ausencia por acumulación por tarjetas de Piqué con Umtiti, formando una pareja de centrales zurdos, cuya última actuación, fue tan poco solvente como para encajar cuatro goles en Villarreal la temporada pasada. Y es que la cohabitación de dos zurdos en el eje de la zaga tiene dos contraindicaciones muy relevantes. La primera, por la lateralidad, ya que para entendernos, los zurdos somos más zurdos que los diestros, diestros, y nos cuesta más adaptarnos a perfiles invertidos por mucho que nos hayan puesto el mundo al revés, y tengamos que afrontar esta circunstancia diariamente. Y segundo, por una cuestión de costumbre, al ser la población zurda mucho más escasa (se suele decir que ronda el 13%), es mucho más difícil ver a dos zurdos que a dos diestros en el eje de la defensa, por lo que el zurdo, en general, está muy poco habituado a jugar en el perfil que no es el suyo. En Eibar, volvió a ser Umtiti quien tuviera que jugar por derecha, y hay que reconocer que su partido fue notable, quizás el mejor del año natural.

Desde el primer minuto se pudo ver que el Barcelona había preparado el partido a conciencia, con Griezmann y Messi más abiertos en inicio de jugada para dar opciones a los pases desde atrás tanto de defensas y centrocampistas como de Ter Stegen. Los dos interiores se colocaban a alturas más bajas, dando siempre opción de pase en la salida, y en los primeros segundos, ya se vio que daba resultado, pues una salida del equipo a un toque desde atrás acabó con Messi encarando portería. Aunque la jugada fue anulada por un inexistente fuera de juego, el Eibar estaba avisado de los riesgos de su atrevida propuesta de presión y defensa adelantada.

Y es que desde el primer momento destacó De Jong, quien bien en conducción, bien con el pase vertical, rompía la presión local con la facilidad con que un cuchillo caliente entra en la mantequilla, habilitando repetidamente a un Messi, siempre cómodo en Ipurúa y con el que comenzó a tejer esa sociedad que todos los culés esperamos que nos dé muchas alegrías ya en el corto plazo. El Eibar, valiente, intentaba acercarse a Ter Stegen por las bandas, pero los dos centrales franceses estuvieron impecables neutralizando la gran fortaleza del equipo de Mendilibar, los centros laterales.

Y a los pocos minutos, un inoportuno resbalón de Arbilla, dejó a Griezmann mano a mano con un inspirado Dmitrovic, que esta vez no tuvo oportunidad de evitar el tanto del francés, que se estrenaba fuera de casa como goleador. A partir de ahí al descanso, el Eibar intentó reaccionar, pero los culés, el sábado con su preciosa segunda equipación amarilla, estaban mucho más cerca del segundo, y solo un gran Dmitrovic los mantenía en el encuentro con esa derrota mínima con la que se llegó al descanso.

La segunda parte empezó con un todavía más acusado dominio culé, y tras un gol anulado a Suárez por fuera de juego, el tridente ofensivo combinó dentro del área tras recibir el enésimo pase rompiendo líneas de Frenkie De Jong, para que Messi estrenara su casillero de goles de jugada, cruzando entre las piernas de un defensa con suavidad, imposible para Dmitrovic. Y pocos minutos después los tres de arriba volvían a ser protagonistas con un sensacional pase en profundidad de Griezmann a Messi, que solo ante el portero, esperó a Suárez para cederle el balón y que el uruguayo lo empujara a puerta vacía para cerrar el marcador en el primer partido que los tres de adelante marcan, una circunstancia que esperemos se repita muchas más veces en el transcurso de la temporada.

De ahí al final, poco reseñable, más allá de la unánime ovación con que el público de Ipurúa despidió a un Frenkie De Jong, que jugó un partido extraordinario, potenciado por el contexto que se le brindó y la altura a la que se desenvolvió de entrada, y acertadísimo durante toda la contienda, en los primeros pasos de, como decían en Casablanca, presentimos es el comienzo de una hermosa amistad. La de De Jong con la Bestia Parda.

Comienza también a coger carrerilla el #Bestiapardometro de la nueva temporada con un gol y una asistencia más.


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