martes, 13 de febrero de 2018

Peio Artola. El primer portero que admiré

Todos recordamos aquel primer ídolo de infancia con especial cariño e indulgencia. En mi caso eran dos, el delantero y el portero de mi equipo cuando empecé a interesarme por el fútbol, allá por los inicios de los 80. Del primero, el mítico Enrique Castro "Quni" ya he hablado alguna vez, rememorando su secuestro y su reaparición que coincidió con  el primer día que yo ví un partido en directo en el Camp Nou. El segundo era Peio Artola, o Sant Artola Gloriós como le bautizó Joaquim María Puyal tras su exhibición en el partido de vuelta de semifinales de la Recopa en el 79, en el que Artola nos clasificó para la final de Basilea. Fue en Bélgica, frente al Beveren y a su joven portero Jean-Marie Pfaff, otro de los que pasarán algún día por aquí, pues fue uno de los grandes porteros de los 80.


De Artola, uno recuerda sobre todo dos cosas. La primera era su sobriedad. Siendo un portero muy ágil, no buscaba la palomita, pese sus orígenes. Fue un portero criado en la playa de la Concha en San Sebastian jugando para un equipo tradicional de la zona, la SD Lengokoak, que se da la circunstancia que es el origen de los tres guardametas convocados por la selección española para la Eurocopa de Italia en 1980 (Artola, Urruti y Arconada). Normalemente estos porteros de playa, como en Santander o Gijón, como el mismo Arconada suelen ser más espectaculares que sobrios, mientras que los de interior, de plaza de pueblo, como Zubizarreta suelen ser más sobrios, al tener que dosificar las caídas en el duro asfalto o cemento día tras día. Esa sobriedad daba tranquilidad a los compañeros y a la afición, y también tiene que ver con un carácter austero (no cambio de coche, su SEAT 1430 Sport con el que llegó de San Sebastian en sus 9 años de azulgrana) y un gran orgullo profesional como se pudo apreciar en diferentes fases de su carrera como guardameta.

La segundo que a cualquiera le viene a la memoria es su indumentaria. Esa sempiterna camiseta verde con puños y cuello negros, que hace tiempo leí que durante muchos años fue la misma. Nada que ver con los tiempos actuales del marketing, donde se estrena camiseta en cada partido. Peio jugó toda su carrera de verde, ya que no le dejaban el negro, su primera elección, para no confundirse con los árbitros de la época. El verde es para mi el color del portero del Barcelona. Con la única excepción del azul de Urruti, todos mis recuerdos más acusados de porteros del Barça son con el verde. La camiseta de Zubizarreta en Wembley, la consagración de Victor Valdés en París, también de verde, y ahora la camiseta habitual de Marc André ter Stegen. Yo, por mi parte, mi primera camiseta de portero la tuve verde, en honor a Artola. Recuerdo que me la confeccionó mi madre como disfraz para el colegio. Yo, orgulloso como pocas veces, iba vestido de Peio Artola.

Artola tardó en consolidarse en el fútbol de élite. Nacido en 1948, debutó con la Real Sociedad ante el Athletic en un derby de 1970. Pero primero, Esnaola, convecino de Andoaín, pero 2 años mayor, le privó de la titularidad hasta que en 1973 fue traspasado al Betis; y después Urruti, con quien acabaría coincidiendo en sus últimas 2 temporadas en el Barça le cerró el paso, hasta que una lesión en el codo de su compañero a finales de 1974, le aúpo ya con 26 años a la titularidad que ya no abandonaría hasta final de temporada, llamando la atención de los equipos grandes.

Entre ellos, el Barça, que pese a que había conquistado los tres últimos Zamoras (73, 74 y 75) con Reina primero y Sadurní en los dos posteriores, buscaba un recambio para éste último, ya veterano. Su entrenador Hennes Weisweller, dicen que por consejo de su amigo entrenador del Madrid, Miljan Miljanic, había puesto el ojo en Urruti, pero su lesión y el gran rendimiento de Artola, le hicieron decidirse por éste último. Llegó con la temporada ya empezada, en septiembre. De hecho, Artola se enteró que iba a ser traspasado porque en la comida antes del partido en el restaurante debajo de la sede del club, le dijeron que esa tarde no jugaba. Con el dinero del traspaso, el Barça continúo con la constumbre de sufragar la remodelación de las tribunas de los estadios del País Vasco, haciendo lo propio en Atocha, como tiempo atrás había ya hecho con la de San Mamés con el traspaso de Garay.


En un Barcelona convulso por las guerras entre Cruyff y Weisweiller, Artola enseguida se hizo un sitio, aportando su proverbial tranquilidad en la portería. En la temporada 1977-78, instauró un record de imbatibilidad al comienzo del Campeonato de 560 minutos, solo superado en 2014 por Claudio Bravo, que lo dejó en 754 en su debut bajo los palos del Camp Nou. Artola fue batido en el Rico Pérez de Alicante por Verde en un balón que pilló a la defensa adelantada, tal y como explicó el propio Peio en una entrevista a El Periódico. Ese mismo año, consiguió el Trofeo Zamora recibiendo tan solo 23 goles en 28 partidos.

Al año siguiente, en la mencionada exhbición en Beveren, donde el Barcelona defendía un exiguo 1-0 marcado por Rexach de penalti en la ida, soportó las acometidas de los belgas ante 3.000 falmencos que abarrotaban el vetusto estadio Freethiel. 40 años después el nombre de Artola sigue siendo maldito por las tierras de Flandes. Al final, otro penalti, esta vez transformado por Krankl, selló la clasificación para la histórica final de Basilea, donde se produjo la primera gran caravana azulgrana por Europa, y, todo hay que decirlo, en un mal partido de Artola, se acabó venciendo en la prórroga ante el Fortuna de Düsseldorf.



Artola, además ganaría 3 copas del rey, 2 de ellas como titular, incluída la primera final que tuve la ocasión de presenciar, ante el Sporting en el Manzanares. A comienzos de 1983, un monedazo que recibió en el Palau Blaugrana mientras presenciaba un partido de baloncesto le causó una lesión en el ojo que le hizo perder la titularidad definitivamente ante el recientemente fichado Urruti, para ya en 1984, con 36 años retirarse. No tuvo ocasión de conquistar una Liga, aunque en 1984, pasó a entrenar a Urruti y a Amador, los dos porteros del primer equipo en la Liga que ganó Venables.

Siguió hasta 1991 colaborando en las categorias inferiores del Barcelona y actualmente sigue viviendo en Barcelona, donde de vez en cuando, es entrevistado para conmemorar alguna de las efemérides que nos dejó durante sus nueve años bajo los palos del Camp Nou. Para mí, nunca dejará de ser, mi primer portero del Barça, el primero que admiré e intenté emular, también en una playa como él empezó, la de la Malvarrosa en Valencia. 


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