lunes, 5 de marzo de 2018

Jornada 27. Barça-Atlético. Media hora de Iniesta, un gran bloque y Messi encauzan espero que defintivamente el título de Liga

Era el partido de la Liga. Primero contra segundo. El invicto líder contra el pujante perseguidor que parecía haber encontrado la pócima mágica para convertir el eterno repetitivo 1-0 en victorias holgadas y cómodas. En la previa, muchas de las plumas más prestigiosas escribían trayectorias encontradas, pues unos recientes empates parecían anunciar la caída próxima de los culés. Se recordaba al Madrid de Queiroz, sin contar con que aquél era un equipo sin estructura alguna, suma de individualidades en contraposición al armazón que Valverde ha construido, desde la temprana Supercopa que tiñó de fatalismo el porvenir culé. Todo sin sumar en la ecuación que todavía juega para el Barcelona Messi.


Por segundo partido consecutivo, pese a lo intempestivo del tiempo, el Camp Nou disfrutaba de una asistencia a la altura del recorrido del equipo, con más de 90.000 enfervorizados aficionados dispuestos a sumar como el 12º jugador que dicen los clásicos. Enfrente, lo previsible, cuatrivote de Simeone, a quien la alergia profunda que le produce la aventura le hace previsible como un funcionario alemán en una oficina de registros. Enfrente, Valverde optó por el desborde y el disparo de Coutinho como el 11º jugador que sumar a los 10 de guardia en las grandes ocasiones.

El arranque del partido fijó las piezas sobre el tablero. Una primera tímida presión atlética con delanteros y centrocampistas enseguida fue desactivada por la trabajada salida de balón culé, apoyada en la superioridad que siempre ofrece jugar con un portero como Ter Stegen capaz de batir líneas con el pase con precisión, acrecentado por la técnica en el toque de todas sus líneas restantes. De ese modo, enseguida se vio que la altura del juego azulgrana lo aposentaba con regularidad y rapidez en el mediocampo atlético, y el Atlético optó por un mayor repliegue.

Si la salida de balón colocó el partido en el campo colchonero, la presencia de Iniesta lo aceleraba continuadamente hacia el último tercio, el balcón del área. Hasta su cambio, más allá de la media hora de juego, el manchego fue indiscutiblemente el dominador del encuentro. Incluso tras sentir el problema muscular, jugó más de 10 minutos poniendo a compañeros y rivales en su clave de sol particular, inclinando el campo hacia los dominios de Godin, Giménez y Oblak.

Y finalmente, la visita continuada al balcón del área se traduce en el marcador con la puntualidad de un reloj suizo si el tercer escalón del juego cuenta con el mejor jugador de todos los tiempos. La Bestia Parda (BP) ya había avisado, yéndose en una baldosa de tres contrarios y disparando tímidamente desde la frontal. También habilitando desde el sector derecho, fantásticamente aclarado por los desmarques en profundidad de Coutinho en ese sector, a todo el espectro atacante azulgrana, desde su conexión con Alba a un Luis Suárez más luchador que acertado, pero que cimentó, con su fijación de los centrales, que tanto ofensiva como defensivamente, los azulgranas jugaran una decena de metros más avanzados de lo habitual. Recibió Messi cercano al balcón del área y tuvo que ser parado en falta por Thomas. El resto, es historia. Tercer golazo de falta en tres jornadas consecutivas, lo nunca visto; y además, cada uno de ellos con un registro. El primero por debajo de la barrera, el segundo a la escuadra del palo del portero, y el del partido más importante de la Liga por encima de la barrera, alejándose del alcance de Oblak para acabar anidando en su escuadra izquierda.

Con la lesión de Iniesta, y algún acercamiento más azulgrana se llegó al descanso, donde Simeone no tuvo alternativa que ir a buscar a su rival, tanto posicionalmente como con los cambios. El panorama cambió radicalmente, con un Barcelona con muchos más problemas para mantener el cuero ante la ausencia de Iniesta, reemplazado por un superado Gomes, que silbado por la grada casi desde su primer error, tuvo más influencia en el cierre de las subidas de Filipe Luis, que con el balón en los pies. El Atlético amenazaba más por lo que se suponía que podía llegar que por la realidad de sus acciones. Y su paso adelante tan solo se vio cortado en el ecuador de la segunda mitad con una subida de la presión azulgrana que le dio el aire suficiente para poder encarar el último cuarto de hora con tranquilidad, apoyado por las dobles parejas Busquets-Rakitic, colosales ambos ayer, y Piqué-Umtiti, muy por encima de los delanteros atléticos. Tal fue el aplomo del equipo, que no fue necesaria la aportación al resultado del habitualmente puntual Ter Stegen, que volvió a la ducha con sus guantes por estrenar.

Y es que ya lo decía Vieja Europa, en su habiual hilo postpartido, un must para cualquier aficionado al fútbol, y más si es culé: "Si este Barça de Valverde se hubiera dado en el 2004, estaríamos hablando maravillas de él; si el Barça de Rijkaar se hubiera dado en 2017, hoy sería objeto de muchos recelos. Si no se asume la excepcionalidad de buena parte del periodo de Pep, difícil volver a disfrutar". Debemos hacernos a la idea cuanto antes, pues así evitaremos hacernos daño los culés, limitando nuestra capacidad para entender y disfrutar del enorme equipo que ha contruído Valverde alrededor de Leo Messi. Yo, al menos, así lo estoy haciendo.

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