jueves, 1 de junio de 2017

El Barça en la Temporada 2016-17. Supenso pese al agradable final.

En los próximos posts, una vez terminada para el Barcelona la temporada, voy a intentar diseccionar la temporada del equipo, con criterios meramente futbolísticos, aunque ciertamente subjetivos y discutibles, como casi todo en el fútbol. Uno se acostumbra fácilmente al jamón ibérico de bellota, y no recuerda cómo de niño, cualquier bocata de jamón del país (término engañoso y dañino que apela a los bajos sentimientos para ocultar un jamón del montón) te sabía a gloria a la vuelta del cole, con apenas un poco de tomate y aceite restregado en el pan. Ese sentimiento es el que me embarga ahora mismo, pensando en que una temporada donde se pierde la Liga en la última jornada y se gana la Copa con solvencia habría sido más que aceptable en mi más tierna infancia, como mi primera temporada de barcelonista, pero a día de hoy, no puede más que calificarse como una temporada decepcionante.


En este primer brochazo, me centraré en explicar el suspenso, sí, suspenso, que le doy al Barça esta temporada en relación a dos coordenadas, el juego y los resultados, tan ligados en el imaginario futbolístico, aunque no siempre correlacionados en la medida que un deporte como éste merecería. Mi padre siempre dice que el fútbol es el único deporte en el que un equipo claramente inferior en el juego puede ganar un partido, incluso un campeonato (véase el ejemplo de Grecia en la Euro 2004), a diferencia del resto de deportes en el que jugando peor es casi imposible ganar. En cualquier caso, la correlación sigue existiendo, y siempre será mejor jugar bien para ganar, que no mal, de ahí la terrible falacia en la dicotomía de jugar bien o ganar tantas veces en boca de los mal llamados resultadistas.

Los Resultados


Una vez superado el Gaspartismo, el Barça no se mide por el mismo rasero, sobre todo por el hecho de contar en sus filas a Leo Messi. Su sola presencia y el paso de los años, me hacen calificar como fracaso cualquier temporada que no se gane la Champions o el doblete. Además, en Champions tuvimos numerosos tropiezos a domicilio, y perdimos claramente en cuartos. A esto se le suma, en mi opinión haber regalado una Liga al Madrid de Zidane, que en ningún caso ha dado muestras de ser un equipo inalcanzable, sino todo lo contrario, un rival de juego bastante pobre en la mayoría de sus partidos, como muchos de #MisVikingos podrán atestiguar tal y como suelen escribir en Tertulias, nuestro grupo futbolero de Whatsapp.

La trayectoria en Copa sí que ha sido bastante fiable, con apenas una derrota en San Mamés, por cierto la única de Luis Enrique en toda su era en esta competición; y mostrando superioridad en todas las eliminatorias y en la final.

Pero a diferencia de lo que pasaba en los ochenta, una Copa y ganarle al Madrid, ni siquiera de la reconfortante manera en que lo hicimos puede salvar el suspenso para esta temporada en cuanto a resultados. No es un muy deficiente, pero sí un 4 sobre 10, con ninguna posibilidad de aprobarlo en la revisión que el paso del tiempo se encargue de llevar a cabo.



El Juego


El juego del Barça ha adolecido en primer lugar del control que hace unos años era la seña de identidad del equipo. El partido se llevaba por los cauces que el Barcelona decidía, y ahí, podría perder (las menos de las veces, por cierto), pero tenías una sensación de estar llevando el partido por donde más te convenía. De ahí que muchas veces se nos acusara de no tener plan B, y digo yo: ¿para qué? En ese tiempo, el juego nos llevaba al gol.

Ese axioma se ha visto invertido en especial esta temporada. Muchos equipos, inferiores claramente, con diferentes estrategias, (presión alta a la salida de balón, repliegue intensivo, dominio de la posesión por momentos) nos han puesto en aprietos en muchas primeras partes, sobre todo. Sin embargo, la calidad del equipo nos llevaba a marcar en una de las primeras jugadas y pasar a poder encauzar el partido, tanto en el . Es decir, el gol nos ha llevado al juego.

Athletic, Leganés, Sporting, Celta, Valencia, Sevilla y Real Sociedad, en todos los partidos de la primera tuvieron el partido donde ellos querían, incluso el último, durante todo el partido, en un baño nunca antes visto al Barça de Messi. Era tan solo el preludio de lo que viviríamos en Europa con Manchester City (pareció una desconexión puntual), PSG (el mayor baño de fútbol que recuerdo en mi vida al Barça) y Juventus (el fin de la trayectoria en Champions).

Es cierto que en la segunda vuelta, solo pasó algo parecido en el campo del Betis, y ni siquiera en las derrotas de Coruña y Málaga, existió la sensación de falta de control, sino cuestiones más relacionadas con errores puntuales y desconcentración. Parece claro, que con el paso de los meses, hemos mejorado bastante en el control del juego, aunque incluso en la última jornada ya vimos.

Hemos tenido problemas, principalmente en tres aspectos: la salida de balón, el ataque posicional y las transiciones defensivas:

La salida de balón ha sido un problema desde el primer partido serio, en Bilbao. Pese a un excepcional Ter Stegen que te otorga una ventaja en este aspecto inigualable, la nula aportación de los interiores en muchos partidos, los errores de centrales y laterales, y la falta de acierto en partidos puntuales de Busquets hicieron muy efectivos los episodios de presión alta del rival, hasta que Luis Enrique encontró la solución del 1-3-4-3, que sumaba un jugador en la primera línea, facilitando la salida con Busquets y los interiores en la búsqueda da Neymar y sobre todo Messi, facilitando la ganancia de altura del juego desde casi el comienzo de la jugada, y superando este problema con bastante solvencia. También durante el comienzo de la segunda mitad de la temporada, justo hasta París, se apreció un aumento en la frecuencia de la salida en largo del portero, sobre todo hacia Neymar y Suárez, y prácticamente negando la posibilidad de la salida en vertical a través de Busquets, la más arriesgada, pero también la más nítida. Este juego en largo en Copa se vio todavía más por el extraordinario golpeo y desplazamiento en largo de Cillessen.

El ataque posicional se ha visto lastrado sobre todo por la falta de interiores posicionales en el equipo. Ni Rakitic, ni Rafinha, ni Denis, ni por supuesto André Gomes tienen en la cabeza el juego posicional característico del Barça, muchas veces mal perfilados (mención especial aquí para André) no daban la velocidad necesaria en la continuación de la circulación del esférico que hiciera aparecer el hueco por donde entrar, tras hacer bascular a las defensas que se solían colocar en dos líneas de 5 y 4, imposibilitando el juego entre líneas y minimizando las superioridades ataque-defensa en cualquier área del último tercio de campo. La dosificación y lesiones de Iniesta han agudizado este problema, haciendo que muchas veces fuera Messi quien ejerciera de canalizador en la zona de tres cuartos, obligando al argentino a multiplicar esfuerzos pese a que muchas veces era capaz de empezar, acelerar y finalizar las jugadas.

Las transiciones defensivas han sido otro lunar en el juego del equipo. Decía Guardiola que cuanto más rápido va el balón hacia arriba, más rápido vuelve, y esta sentencia se ha visto cristalinamente vigente en demasiadas ocasiones. La prevalencia de poner en juego cuantas más veces y más rápido mejor a la tripleta atacante, ocasionaba que el equipo se alargara demasiado, abusando del balón largo en demasiadas ocasiones. Desde el portero (especialmente Cillessen) hasta los centrales y laterales buscaban con rapidez a Neymar, Messi y Suárez, sin masticar la jugada, subiendo el balón sin la elaboración necesaria, como una cordada de escaladores que tanto caracterizó al Barcelona de Guardiola. Al deshacerse esta cordada, los jugadores muchas veces no estaban juntos, e incluso estaban mal parados en el momento de la pérdida de la pelota, lo que dificultaba la presión tras pérdida. Esta dificultad se agravó por la colocación de Busquets entre centrales en muchos partidos buscando una mejor salida de pelota, pero alejando al de Badía de las zonas de pérdida, inhabilitándole para liderar la presión en los primeros segundos, y obligandole muchas veces a correr a campo abierto en transiciones defensivas en solitario, al quedar muchas veces laterales e interiores por delante del balón tras el primer o segundo pase de la transición del contrario. Pese a la extraordinaria temporada de Umtiti y sobre todo de Piqué, los centrales y Busquets se vieron en demasiadas ocasiones en inferioridad, lo que ocasionó que Ter Stegen, haya sido de los  10 porteros con mejor porcentaje de paradas en las grandes ligas europeas, el que de largo ha necesitado más intervenciones durante la temporada.


Salvo la salida de balón, mejorada con el cambio de sistema y el espléndido final de temporada de Busquets, los otros dos problemas no han encontrado solución durante la temporada y han lastrado el juego del equipo hasta dejarnos en un suspenso todavía más claro que el de los resultados, y que si Messi no hubiera tapado tantas cosas, quizás fuera un muy deficiente claro.

En resumen, Valverde tendrá mucho trabajo aunque también mucho margen de mejora en el juego. Si consigue devolvernos el control de los partidos estoy convencido que también nos devolverá a lo más alto en lo que a resultados se refiere.


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